jueves, 1 de abril de 2010

SHUTTER ISLAND / EL ESCRITOR



1. INTRODUCCIÓN

Con poco más de un mes de diferencia llegaban a nuestras pantallas dos títulos de dos autores cinematográficos de renombre, Martin Scorsese y Roman Polanski. Debido a la reputación de sus directores, las películas “Shutter Island” y “El Escritor” entraban entre lo más prometedor de este principio del año 2010. Sin embargo, llegadas ya a la pantalla, la recepción está siendo irregular, para algunos se trata de dos nuevas muestras de la maestría de sus creadores, para otros (entre los que me incluyo) dos loables ejercicios de estilo, pero insuficientes viniendo de quien vienen.

2. REFERENTES LITERARIOS

Ambos títulos coinciden en contar con un referente literario de base. En el caso de “Shutter Island”, el punto de partida es una novela de Dennis Lehane, un autor que hasta el momento ha pisado fuerte en sus adaptaciones para el cine, ya que la primera de ellas fue “Mystic River”, una de las obras maestras de Clint Eastwood, y la segunda “Adiós, Pequeña, Adiós”, el sobrio y contundente debut en la dirección del actor Ben Affleck. Por su parte, “El Escritor” tiene en su origen una de las más celebradas novelas de Robert Harris, un escritor que ha sabido combinar, al igual que Lehane, un depurado talento narrativo con un celebrado éxito de ventas. La relación de Harris con el cine también ha sido hasta ahora limitada, aunque no tan laureada, contando únicamente con una adaptación de sus obras a la gran pantalla (más algunas versiones para televisión), “Enigma”, una interesante cinta de espionaje a cargo de Michael Apted, que contó con guión del destacado dramaturgo Tom Stoppard. Además, Harris había establecido ya un contacto anterior con Roman Polanski como guionista cinematográfico a través de “Pompeya” (basada en otra de sus novelas, ésta, como su nombre indica, de corte histórico), un ambicioso proyecto del director que tuvo que ser cancelado por lo costoso de su producción. En el caso de “El Escritor”, Harris optó también por encargarse de la adaptación, firmando el guión junto al propio Polanski. Por otro lado, Lehane, hasta la fecha, y salvando la escritura de los guiones de tres episodios de la serie “The Wire”, ha preferido dejar el trasvase de sus obras al cine en manos de otros escritores, estando “Shutter Island” firmada por Laeta Kalogridis, autora de los libretos de “Alejandro Magno” y la versión de 2007 de “Pathfinder. El Guía del Desfiladero”.

3. CINE DE GÉNERO

Si hay algo que define desde un primer momento a las dos películas que aquí nos ocupan es que son dos piezas de género. En “Shutter Island” nos encontramos una cinta de suspense que entremezcla el género detectivesco con una trama poblada de elementos aparentemente sobrenaturales que la acercan al fantástico en general, y al terror en particular. Por su parte, “El Escritor” es un thriller de suspense con ingredientes políticos y al que, bajo esa trama cercana que establece vínculos con la historia reciente, tampoco podemos negarle un cierto hálito fantástico (personalmente encontré en el primer tercio de la película, sobre todo en su presentación de los personajes, similitudes con el “Dracula” de Bram Stoker, siendo El Escritor un Jonathan Harker que viaja por motivos de trabajo a la casa de un siniestro personaje de porte aristocrático, descubriendo que su labor implica grandes riesgos para su vida, al mismo tiempo que es seducido por “las esposas” de su anfitrión).

Esta querencia por las estructuras genéricas no son ajenas a sus directores, quienes ya en el pasado ha sabido jugar con ellas en beneficio de un discurso personal (Scorsese en “Uno de los Nuestros”, “El Cabo del Miedo” o “Infiltrados”, y Polanski en “El Baile de los Vampiros”, “Chinatown” y “Frenético”, por poner unos ejemplos). El problema que se establece aquí es precisamente la capacidad de trascender estos modelos para dar una seña de autoría personal.

4. REFERENCIAS EXTERNAS

“Shutter Island” y “El Escritor” son dos películas que se enriquecen gracias a la capacidad de sus autores de establecer vínculos con referencias ajenas a la propia obra, llegando incluso a convertirse en un apartado fundamental en su discurso.

Da la impresión de que, cuando leyó el guión, Martin Scorsese pensó que “Shutter Island” era su oportunidad para, por un lado, rendir tributo al cine clásico que tanto le gusta (con guiños a títulos clásicos de los años 40 y 50, como “Recuerda”, “Vértigo”, “Laura”, o “Retorno al Pasado”, entre otras) y, por otro, para introducir la temática fantástica en su filmografía (tomando también “El Resplandor” de Kubrick como referente ineludible) más allá de lo que ya apuntaban títulos como “Jo, Qué Noche” o “El Cabo del Miedo”. Este ejercicio de cinefilia cobra mucho peso a lo largo de la obra, dando a veces la impresión de ser el principal motor que mueve a su director.

Parte de las referencias externas de “El Escritor” no son tanto responsabilidad de Polanski, sino que vienen ya dadas por Robert Harris en su novela, siendo la labor del director articular estos guiños de forma que sirvan de apoyo para aquellos que los sepan identificar, pero sin que suponga un obstáculo a quienes los desconozcan. El propio Harris ha confesado que para crear a Adam Lang, el político interpretado por Pierce Brosnan, tomó como modelo a Tony Blair y la repercusión de su implicación en la Guerra de Irak para su imagen pública y su carrera política. Antes que novelista, Harris fue periodista para la cadena televisiva británica BBC, durante esta etapa de su carrera fue siempre un defensor de las políticas de Blair, hasta que se sintió defraudado por el ex Primer Ministro tras su alianza (para Harris, sumisión) con Estados Unidos en la famosa foto de Las Azores y la posterior guerra preventiva contra el terror. Es por esto que la trama tanto de la novela, como de la película, bebe directamente de acontecimientos recientes como el descubrimiento de los aviones para interrogatorios de la CIA, las torturas y el abuso a prisioneros de Abu Ghraib, o las protestas y manifestaciones de ciudadanos que se sintieron estafados por sus dirigentes.

5. PUESTA EN ESCENA

Si hay algo que a estas alturas de sus carreras no tienen que demostrar Martin Scorsese o Roman Polanski es su excelso conocimiento de la narrativa cinematográfica. En ambos podemos encontrar la herencia de uno de los periodos más revulsivos del cine, los años 60 y 70, en los que estos dos artistas definieron y afianzaron las características de su cine y de su discurso. “Shutter Island” es un claro ejemplo de esa legendaria puesta en escena enfática de Scorsese, donde la cámara cobra vida a través del movimiento, adentrándose siempre en terrenos hostiles para servir de guía al espectador en un descenso a los infiernos (recordemos el enérgico uso de los movimientos de cámara en películas como “Taxi Driver”, “Toro Salvaje”, “Uno de los Nuestros”, o “El Cabo el Miedo”). Ya desde el principio la película abre con la llegada de los personajes a la institución penitenciaria, con la cámara (y la música, con ese atronador uso de la “Sinfonía nº 3” de Krzysztof Penderecki) sirviendo de alerta sobre lo que allí vamos a encontrar (una apertura que recuerda a la llegada de la familia Torrance al Hotel Overlook en “El Resplandor” de Stanley Kubrick). A lo largo de todo el metraje, el virtuosismo del director consigue generar una atmósfera opresiva y asfixiante, dando fuerza a momentos cruciales, como ese abrazo sobrenatural entre el protagonista y su esposa muerta o la secuencia de la ejecución en la Segunda Guerra Mundial. En todo esto juegan un papel crucial la magnífica fotografía de Robert Richadson, el inteligente uso del sonido y el trabajo de montaje de Thelma Schoomaker (éste un tanto lastrado por ciertos errores de raccord), que ayudan a sacar el máximo partido a cada secuencia.

Por su parte, Polanski también se ha caracterizado por su habilidad a la hora de crear con la cámara ambientes sórdidos e inquietantes (aquí podemos citar ejemplos como “Repulsión”, “La Semilla del Diablo” o “El Quimérico Inquilino”, aunque la referencia más cercana a “El Escritor” que podemos encontrar en su filmografía es “Frenético”). En esta ocasión, el director ofrece una elegante labor de sobriedad y contención (rota en ocasiones por un sobreuso de la, por otro lado, excelente partitura de Alexander Desplat), especialmente durante la primera mitad del metraje, ya que una vez el personaje de Adam Lang abandona la casa para ir a Washington, la película empieza a adolecer de algunos problemas de ritmo que lastran el desarrollo final de la película (quizás debido, en parte, a los problemas que tuvo que atravesar la película durante su postproducción tras la detención del director en Suiza en septiembre de 2009). Pese a ser una historia contemporánea (los eventos tienen lugar en 2007 ó 2008), Polanski opta por una puesta en escena clásica, dando una estética atemporal (y, en ocasiones, incluso anacrónica, casi de película de época) a la acción.

6. ¿CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR?

Teniendo en cuenta todo lo expuesto, ¿por qué digo que me parecen dos películas insuficientes? Precisamente porque, en esta ocasión, a pesar de esas referencias externas, no he encontrado en la labor de estos dos grandes directores más que a dos esmerados artesanos que se han limitado a jugar con brío con las claves de los géneros que tenían a mano, y no una búsqueda de ese discurso personal que sí apreciábamos en las obras anteriormente mencionadas.

En lo que respecta “Shutter Island” de poco sirve tener una estructura cinematográfica tan notable si después lo que se cuenta es una historia tramposa, y al mismo tiempo, previsible. Scorsese ha querido jugar con el espectador presentado un argumento que deliberadamente busca engañarle, llevándole por un camino erróneo, para después cogerle desprevenido con la resolución de la trama. Toda la historia está enfocada en este sentido, jugándose la funcionalidad de la película a una sola carta. El problema, al menos en mi caso, es que esa trampa quedó patente desde el mismo principio de la cinta, por lo que todos los esfuerzos para mantener la ilusión, por muy bien ornamentados que estuvieran, no hacían más que caer en saco roto, haciendo que las dos horas y veinte minutos del metraje se hicieran sentir con todo su peso. Esperemos que futuros acercamientos de Scorsese al fantástico sean más honestos, o al menos, más acertados en su argucia.

Por su parte, “El Escritor” arranca con fuerza, contando a su favor con las excelentes interpretaciones de prácticamente todo el reparto (Kim Cattrall debería replantearse la conveniencia del Botox en una profesión que requiere expresividad en el rostro), sabe generar suspense durante la parte central de su desarrollo, pero en el último tercio, precisamente en el momento en el que la acción debería ser más frenética, la narración acusa esos problemas de ritmo que mencionábamos antes, perdiendo efectividad hasta caer en una resolución un tanto ramplona (la escena que cierra la película es mejor obviarla por respeto a su director, ya que se trata del cierre más lamentable de toda la filmografía de Roman Polanski). En cualquier caso, en última instancia, aquí encontramos también esa carencia de personalidad que también acusábamos en “Shutter Island”. Todos esos apuntes hacia la realidad sociopolítica reciente pierden peso en este tramo final, y la película deviene un thriller al uso, una película que saca partido a la habilidad de Polanski para el suspense, pero que no hubiese requerido un artista de su personalidad, sino, como decimos, un artesano eficiente a la hora de jugar con la narrativa cinematográfica.

En mi opinión, “Shutter Island” y “El Escritor” son excelentes películas, magníficamente dirigidas, que han tenido el enorme privilegio de haber contado con dos cineastas de enorme categoría, sin embargo, desde la perspectiva de la filmografía de estos dos artistas, se trata de trabajos que se quedan cortos a su capacidad y que, salvo su posible trayectoria comercial (en el caso de “Shutter Island” lleva camino de convertirse en el mayor éxito de recaudación de la carrera de Martin Scorsese), poco o nada van a añadir a sus respectivas trayectorias, ya históricas.

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