La figura de Jesucristo ha sido muy recurrente en el cine. Desde los orígenes de este arte, su vida y pasión fue fuente de múltiples versiones, ya tomándolo como protagonista o como parte de una narración paralela. Durante las décadas de los 50 y los 60 Hollywood hizo una importante apuesta por el cine histórico, con múltiples superproducciones vinculadas o inspiradas en el Nuevo Testamento. Cada década el tratamiento que se hacía del Mesías se ha ajustado al talante social y espiritual imperante, de ahí que también encontramos acercamientos más irreverentes y heterodoxos. Sin embargo, tampoco las propuestas más conservadoras y puristas se han librado de la polémica. Lo cierto es que también debido a la profusión de versiones que el cine nos ha ofrecido de la figura de Jesucristo, a través de estos trabajos podemos sondear también una evolución de la Historia del Séptimo Arte.
La primera recreación de la pasión de Cristo de la que se tiene constancia es una breve película de 1897 en la que uno de los ayudantes de los hermanos Lumiere dejó registrada la elaborada representación teatral que llevaban a cabo los habitantes del pueblo austríaco de Horitz todos los años. Esta Pasión se había empezado a representar en 1816 y se había convertido en todo un atractivo turístico para la zona, de ahí que pasara a captar el interés de la emergente industria del cine. Las primeras proyecciones de esta película, hoy perdida, iban acompañadas de diferentes actos litúrgicos, como lecturas del Nuevo Testamento, salmos y música sacra. Además, debido al éxito de estas sesiones, se grabaron diferentes versiones de la Pasión de Horitz, siendo considerada la versión de 1903 la más lograda y espectacular, con un presupuesto de 10.000 dólares de la época y la participación de más de 300 extras.
Como versión puramente cinematográfica, podemos encontrar también la cinta de Ferdinand Zecca “La Vida y Pasión de Jesucristo”, una película de 44 minutos, una duración muy superior a lo establecido en la época, y que se puede entender como una de las primeras superproducciones de la Historia del Cine. La cinta puede ser entendida como un trabajo en proceso, ya que el primer estreno consta de 1902, pero el cineasta siguió rodando nuevas escenas, prodigios de Jesús, que incorporaba al metraje inicial, no completando una versión definitiva hasta 1905. Zecca era continuador de la filosofía artística de Georges Meliés y entendía el cine como arte y espectáculo, de ahí que las principales escenas de su película fueran tintadas a mano, adquiriendo una mayor magnificencia en la pantalla. Al carecer del recurso del sonido, el director quiso recrear con gran fuerza visual los milagros del Mesías, de manera que también nos encontramos, tal y como sucedía con Méliès, con una muestra de los inicios de los efectos especiales en el cine.
Del periodo del cine mudo, la obra más importante relacionada con la vida y pasión de Jesús de Nazaret fue “Intolerancia”, ambiciosa macroproducción de David Wark Griffith, quien desafío los límites de la industria cinematográfica con esta cinta. Bajo el subtítulo de “La lucha del amor a través de los tiempos”, la cinta narraba diferentes relatos ambientados en momentos concretos de la historia que se iban entrecruzando a lo largo de todo el metraje. Una de estas historias representaba concretamente el enfrentamiento de Jesús con los Fariseos, como antesala a su crucifixión. Además, Griffith empleó como imagen recurrente para enlazar las diferentes historias unos planos de una madre acunando a su bebé, en representación de María con el Mesías recién nacido. De esta manera, el cineasta quiso subrayar la importancia de la rectitud moral y el sacrificio del Mesías frente a la hipocresía de los hombres. A día de hoy “Intolerancia” sigue siendo una de las obras más ambiciosas, complejas y desafiantes que ha dado el cine, sorprendiendo el nivel de producción, con la construcción de unos inmensos decorados a escala real y la recreación de grandes escenas de masas, repletas de extras.
En los años 20 existió en Hollywood una gran proliferación de adaptaciones de la Biblia. Esto respondía a diferentes motivos. En primer lugar, la industria jugaba con los límites de producción de sus películas, buscando mayor espectacularidad y dónde mejor para encontrar material de partida que en el Antiguo y el Nuevo Testamento. En estas películas, el equilibrio entre espectacularidad y espiritualidad era la premisa básica para la creación de un cine de corte épico. Por otro lado, por esta época los grupos conservadores hicieron presión para controlar las escenas de contenido sexual y provocador en la gran pantalla. Inicialmente, se permitía alguna escena de sexo, siempre y cuando los pecadores resultaran castigados por su pecado de lujuria, de ahí que Hollywood adaptara muchos episodios del Antigua Testamento, donde la perversión de los hombres era finalmente castigada por la ira de Dios. Un nombre decisivo en esta época fue el de Cecil B. DeMille, quien en la primera etapa de su carrera alcanzó gran popularidad gracias a sus espectaculares versiones silentes de “Los 10 Mandamiento” o “Rey de Reyes”. El propio DeMille llegó a rodar años más tarde nuevas versión de algunas de sus películas mudas, aprovechando la incorporación del sonido y el color, además de un mayor avance en el terreno de los efectos especiales.
Otro referente importante fue Fred Niblo, quien por esta misma época realizó la segunda adaptación de la novela de Lee Wallace, “Ben Hur”, contando también con un importante apartado de producción y sirviendo de inspiración para la versión de 1959, rodada precisamente por Cecil B. DeMille. Ambas versiones de “Ben Hur” son posiblemente los más claros ejemplos de una variante bastante popular en Hollywood, donde se propone una mirada a la vida y pasión de Jesús de manera tangencial, a través de personajes de ficción a los que se sitúa dentro de ese contexto. En estas obras, la figura del Mesías pasa a ocupar un puesto muy secundario, casi anecdótico, en cuanto a su presencia en pantalla, pero decisivo a la hora de marcar un punto de inflexión en la vida de los protagonistas.
Este periodo de proliferación del cine religioso en los años 20 tuvo su equivalente en la década de los 50 y los 60. La llegada de la televisión obligó a la industria del cine a ofrecer a la audiencia algo que les diferenciara de la pequeña pantalla. En su último aliento, el sistema de estudios hizo músculo a base de potenciar la espectacularidad visual, así como la reunión de grandes estrellas en sus películas. Títulos como “Quo Vadis” o “La Túnica Sagrada” fueron las que abrieron fuego, precisamente retomando esa estructura en la que elementos y personajes de ficción se cruzaban con otros históricos, y en las que la figura de Jesucristo, sin tener carácter protagónico, sí ejercía de eje narrativo sobre el que giraban todas las historias. En “La Túnica Sagrada” de 1953 teníamos, por ejemplo la relación entre dos personajes, un tribuno romano interpretado por Richard Burton, y un esclavo griego, de orígenes nobles, encarnado por Victor Mature, cuya vida cambia rotundamente tras presenciar la crucifixión de Cristo y caer en sus manos el manto que cubría al Mesías. Aunque no fue rodada en este formato, la cinta fue la primera en ser estrenada en Cinemascope, en esta apuesta de Hollywood por ofrecer una majestuosidad que no podían imitar las producciones para televisión. El éxito de la película fue tal que un año más tarde se rodó una secuela, siguiendo la historia de Demetrio, el personaje interpretado por Mature, y titulada “Demetrius y los Gladiadores”.
Si hay un rostro que represente por si sólo el cine épico y religioso de este periodo ese es Charlton Heston. En la segunda mitad de los 50, el actor de pétrea mandíbula encadenó dos títulos de peso dentro de esta corriente, “Los 10 Mandamientos” y “Ben Hur”, además de apariciones en otras como “La Historia Más Grande Jamás Contada”, en el papel de Juan el Bautista. Esta nueva versión de “Ben Hur”, ahora bajo la dirección de Cecil B. DeMille, buscó competir en suntuosidad, espectáculo y duración con su precedente de 1927. Con una duración de tres horas y media, la cinta es todo un despliegue de producción, como la mítica secuencia de cuádrigas, pero sin olvidar el carácter intimista de los personajes, como por ejemplo en esos dos encuentros en muy diferentes situaciones de nuestro héroe con Jesús. Como rasgo diferenciador, en esta nueva versión, Ben Hur aplaca también la sed del nazareno, devolviéndole de esta manera el favor que Él le hiciera en el pasado, frente a la versión muda de Niblo, donde el héroe intentaba vengar el ajusticiamiento del Mesías, pero era aplacado por Éste en su arrebato de violencia.
En 1961 se produjo una nueva versión de “Rey de Reyes”, en esta ocasión bajo la batuta de Nicholas Ray, quien por aquella época se encontraba en el punto culmine de una carrera marcada por la rebeldía. Ray aportó su saber hacer tras la cámara con una puesta en escena pulcra y sin estridencias, cediendo el papel principal a Jeffrey Hunter, un joven actor perteneciente a la tradición del western, donde ya había trabajado con el cineasta en “La Verdadera Historia de Jesse James”, aunque su popularidad le llegó sobre todo gracias a su rol co-protagonista en “Centauros del Desierto”, junto a John Wayne. Inicialmente el público reaccionó de manera negativa ante el actor, al que veían demasiado joven para el papel, teniendo que rodarse nuevamente la parte de la crucifixión porque la audiencia no vio con buenos ojos la representación de Jesús con el torso velludo. Con el paso del tiempo estos prejuicios hacia el actor fueron diluyéndose y hoy en día es recordado como uno de los rostros más populares del Mesías en el cine, sólo superado por la llegada posteriormente de Robert Powell en “Jesús de Nazaret”. “Rey de Reyes” buscaba a su vez atraer a la audiencia con el gancho de “Ben Hur”, repitiendo en su cartel el diseño de la cinta de Cecil B. De Mille.
Otro ejemplo de historia colateral al Nuevo Testamento fue “Barrabás”, con un Anthony Quinn en la piel del ladrón que fue indultado a petición popular en lugar de Jesús por Poncio Pilatos. En busca de nuevas formas de producción que ayudaran a mantener la espectacularidad pero abaratando costes, Hollywood se fijó en Europa como lugar de rodaje, especialmente España e Italia. Esta cita fue un ejemplo de esta estrategia, incorporando gran número de técnicos y artistas italianos, abriendo las puertas a lo que poco después conformaría el peplum italiano. Richard Fleisher era un artesano de la industria, capaz de aportar eficacia a historias de diferentes estilos, mientras que el papel principal fue encomendado a Anthony Quinn, un actor versátil, pero generalmente delegado a papeles secundarios, donde era capaz de eclipsar a cualquier estrella. Otros actores de Hollywood fueron Jack Palance o Ernest Borgnine, mientras que el cine italiano aportó nombres como Vittorio Gassman o Silvana Mangano. La cinta tiene la peculiaridad de plantear a un antihéroe que se convierte en la antítesis de Jesús, pero que a la postre buscará su redención, intentado congraciarse con Dios.
En 1962, el fracaso económico de “Cleopatra” sentenció de muerte al viejo sistema de estudios y por extensión a todas estas producciones de época, de cada vez más inviable producción; sin embargo, durante algún tiempo Hollywood intentó mantener este modelo ya agonizante, con la esperanza de que la fortuna cambiara de parecer y devolviera sus favores a estas superproducciones. En este contexto se creó “La Historia Más Grande Jamás Contada”, nuevo acercamiento a la vida y pasión de Jesús, quien retomaba así su papel protagonista con todo tipo de grandilocuentes parafernalias propias de la industria. Un reparto de lujo, donde destacaba un joven Max Von Sydow, quien debutaba de esta manera en el cine estadounidense, después de darse a conocer como el actor fetiche del sueco Ingmar Begman. Junto a él encontrábamos otros rostros de primera fila (aunque aquí en papeles secundarios) como Dorothy McGuire, Claude Rains, Jose Ferrer, Telly Savalas, Martin Landau, Carroll Baker, Van Heflin, Sal Mineo, Sidney Poitier, John Wayne y Shelley Winters. La película estaba dirigida por George Stevens, otro artesano meticuloso al igual que Richard Fleisher, capaz de armonizar con destreza una producción de esta envergadura. Stevens se apoyó en una puesta en escena pictórica, componiendo verdaderos tablaux vivientes con los actores. Dentro del terreno de Hollywood de esta época, “La Historia Más Grande Jamás Contada” logró convertirse en el canto del cisne del cine épico religioso, pero la industria estaba a punto de cambiar.
Un año antes del estreno de “La Historia Más Grande Jamás Contada”, el poeta y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini presentó “El Evangelio Según San Mateo”, una producción italiana, protagonizada por un actor no profesional español llamado Enrique Irazoqui, que rompía por completo la imagen previa que el cine había dado de Jesucristo. La producción de esta película supuso un verdadero escándalo. Homosexual y de izquierdas, Pasolini siempre fue muy crítico con la Iglesia a través de sus escritos y sus películas, por otro lado, su mirada no se cortaba a la hora de evidenciar la podredumbre social y existencial de la Italia de su época, así que lo e pudiera dar de sí una versión de la vida de Jesús en sus manos no podía más que ser agresiva hacia el catolicismo. Sin embargo, contra pronóstico, aquel artista que una vez dijo "No soy creyente, pero soy un no creyente con nostalgia de una creencia" no sólo creó una de las obras más fieles a los evangelios, sino que su visión al mismo tiempo poética y naturalista acercó la figura de Cristo al público de una manera que ninguna de las grandes superproducciones de Hollywood había logrado hacer, hasta el punto de que la película fue reconocida por el Vaticano como la mejor versión cinematográfica que se había hecho. Cinematográficamente, esta versión supone una ruptura abrupta con el clasicismo Hollywoodiense, apostando por una narrativa moderna, imperfecta, pero que daba un mayor realismo a la puesta en escena, situando a la audiencia junto al Mesías y no como un testigo ajeno.
Mientras tanto en Estados Unidos la sociedad estaba cambiando a marchas forzadas. Movimientos sociales estaban reclamando un giro en las políticas de identidad. Los grupos minoritarios tanto raciales como sexuales empezaban a levantar su voz contra lo establecido y un sector importante de la sociedad se manifestaba contra el itinerario político y belicista de sus gobernantes. El arte se convirtió en un medio poderoso para transmitir ese mensaje de rebeldía y en su búsqueda de iconos que ayudaran a simbolizar la nueva sociedad a la que aspiraban resurgió el Jesucristo reivindicativo y antisistema, aquel que echó a los mercaderes del templo y se enfrentó a los fariseos para reclamar una religión social, del pueblo, y libre de elitismos. Andrew Lloyd Webber y Tim Rice crearon la opera rock “Jesucristo Superstar” y ésta rápidamente se convirtió no sólo en un éxito, sino en un referente revolucionario. El canadiense Norman Jewison, experimentado en musicales como “El Violinista en el Tejado”, fue el responsable de la adaptación cinematográfica, apostando por una puesta en escena acorde al nuevo Hollywood, aquel surgido tras el éxito sorpresa de “Easy Rider”, y no una acartonada recreación de la épica. La película es fiel a la obra musical, y también a su talante reivindicativo. Se mantuvieron los juegos anacrónicos, como esos soldados ataviados con vestiduras modernas, el reparto interracial, y la estética hippie original. Enfrentándose al pensamiento conservador de la iglesia y la sociedad, musical y película consiguieron rejuvenecer la figura del Mesías.
Tras este giro subversivo, le tocó el turno de nuevo a una versión canónica y ambiciosa de la vida de Jesús, en esta ocasión pensada para la televisión, aunque una versión resumida logró saltar a la gran pantalla. “Jesús de Nazaret” fue una superproducción angloitaliana, impulsada por la cadena británica ITV en 1977 con motivo de la celebración de la Semana Santa. Este es el cine de los años 70, por lo que la aproximación se aleja del esplendor visual y los grandes efectos especiales de la década de los 50 y los 60. El director asignado fue Franco Zeffirelli, quien empleó toda su experiencia en el terreno del teatro y la ópera para ofrecer una puesta en escena naturalista, cercana, donde más allá de sus milagros, el verdadero interés estaba en la faceta humana de Jesús, representándolo como alguien benévolo y comprensivo, preocupado por el sufrimiento de la humanidad y dispuesto a ayudar a sus prójimos. El guion fue elaborado a seis manos por el propio director, Suso Cecchi D'Amico (veterano guionista, colaborador de grandes figuras del neorrealismo italiano, como Luchino Visconti, Vittorio De Sica o Mario Monicelli), y el novelista Anthony Burgess, conocido sobre todo por su novela “La Naranja Mecánica”, quienes fusionaron diferentes relatos de los evangelios para crear una unidad que abarcara de manera extensa la vida y pasión de Jesús. Después de sopesarse actores como Al Pacino o Dustin Hoffman, el papel principal recayó sobre Robert Powell, intérprete de larga tradición televisiva, quien encontró aquí el papel de su vida, convirtiéndose en una de las principales encarnaciones icónicas que el cine ha prestado al Mesías. A su lado algunos actores propios del cine de Zeffirelli, como Olivia Hussey, quien pasó de ser la virginal Julieta de la adaptación de la obra de Shakespeare realizada por el cineasta, a la virginal María, pero también grandes actores consagrados de Hollywood, como Anne Bancroft, Ernest Borgnine, Christopher Plummer, James Mason, Laurence Olivier, Anthony Quinn o Rod Steiger.
Se dice que cuando una idea llega a su máxima representación, es necesario deconstruirla y parodiarla para poder darle continuidad de discurso. Eso fue lo que sucedió con esta evolución del Jesucristo cinematográfico. De las cenizas de la esplendorosa “Jesús de Nazaret” nació su versión más ácida e irreverente, “La Vida de Brian”, y esto lo decimos literalmente, ya que para ahorrarse gastos de producción, los Monty Python aprovecharon los mismos decorados y vestuario de la versión de Franco Zeffirelli, de ahí que posiblemente sea una de las películas del grupo que cuenta con una mejor realización. Desechada desde un primer momento la idea de parodiar directamente la figura del Mesías, se prefirió crear una figura alternativa, Brian, quien inicialmente iba a presentarse como el décimo tercer discípulo, que se perdió todos los principales acontecimientos de Jesús, pero finalmente lo dejaron como un habitante de Nazaret, nacido el mismo día que Jesús y cuya vida transcurre paralela a la suya, incluyendo la pasión y crucifixión. Como era habitual, los principales papeles y muchos de los secundarios estaban interpretados por el sexteto de humoristas, siendo Graham Chapman el responsable de dar vida a Brian, pero también a uno de los tres Reyes Magos y al tribuno Pijus Magnificus. En general el público supo aceptar el humor de la película, aunque en diferentes países tuvo que enfrentarse a la censura y la prohibición. Esto no ha evitado que sea una auténtica cinta de culto.
Si el humor de los Monty Python levantó algunas ampollas, más candente fue la recepción de “La Última Tentación de Cristo” de Martin Scorsese, basada en el polémico de Nikos Kazantzakis. Al sector más conservador de la Iglesia no le gustó que la visión que se daba del Mesías. Entre los aspectos más criticados estaba la interpretación que se hacía de su labor como carpintero siendo el responsable de hacer muchas de las cruces que los romanos empleaban para la crucificar a los criminales, su atracción carnal hacia María Magdalena y, evidentemente, esa última tentación del diablo, engañando a Jesús para que abandonara su suplicio y emprendiera una vida normal. Al final, todo se justifica como una alucinación producto de la agonía. Curiosamente, a pesar de las críticas, tras la cinta se encontraba quizás el director más válido a la hora de tratar la pasión de Cristo. Scorsese produce de una familia profundamente católica, y antes de decidir dedicarse al cine, estuvo tentado de entrar en el seminario y seguir una vida religiosa. Lejos de otras encarnaciones de Jesucristo anteriores, su representación de Jesucristo carece del convencimiento de ser el verdadero Mesías, enfrentándose a lo largo de todo el metraje a las diferentes tentaciones del diablo, que no son otra cosa que sus propias inseguridades y debilidades como ser humano. Esto le convierte en la interpretación más humana, apoyada en la excelente interpretación de Willem Dafoe. De esta manera, “La última Tentación de Cristo” no busca de ningún modo ser la versión definitiva de la vida y la pasión del Mesías, como si lo pretendieron “Rey de Reyes”, “La Historia Más Grande Jamás Contada” o “Jesús de Nazaret”. El propósito de Scorsese más bien era generar una reflexión acerca de la faceta más humana del hijo de Dios, acercándolo psicológicamente al pensamiento existencialista.
Con la llegada del nuevo siglo, el cine se acercó a la figura de Jesús de una manera inédita hasta entonces, a través de la animación stop motion, con una cuidada producción pensada para acercar la figura del Mesías a los más pequeños, pero sin por ello restar peso dramático a la historia. La cinta, producida por Mel Gibson, está narrada desde la perspectiva de una niña de seis años que está fascinada por la figura de Jesús y que será testigo de excepción del tramo final de su vida. Si en el cine de carne y hueso algunos de los momentos más grandilocuentes son aquellos que involucraban grandes escenas de masas, esta versión no se queda corta, con hasta 260 figuras de arcilla participando en algunas de las secuencias más elaboradas. Al mismo tiempo, el equipo de animadores se esforzó para prestar de especial expresividad a los personajes, haciéndolos cercanos y accesibles para el público. La recepción de la cinta fue muy positiva y ha sido incluso aclamada como una de las mejores versiones de la vida de Jesús que ha producido el cine.
Tras el éxito de esta película, Mel Gibson emprendió su propia versión de la Pasión, financiada por él mismo de manera independiente para no tener que claudicar ante las presiones de los estudios de Hollywood. “La Pasión de Cristo” se centra por lo tanto principalmente en la tortura y crucifixión sufrida por Jesús, con especial detalle en el sufrimiento que tuvo que soportar, apuntando algunos elementos de la vida del Mesías a través de flashbacks, donde se enfatiza especialmente la figura materna de María. Gibson es conocido por pertenecer a un sector ultraconservador del catolicismo, contrario a las reformas de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, defensores entre otras cosas de la misa en latín, de ahí que su película fuera rodada en latín y arameo, acompañada por subtítulos, uno de los pocas cláusulas aceptadas por el director para su distribución en salas. Otra de las cláusulas fue aminorar levemente la brutal violencia de la película. En los primeros pases de la película, el público no podía soportar las sangrientas escenas rodadas por Gibson, y si bien la versión comercial seguía siendo salvaje, el director se vio en la obligación de restar algunos de los planos más macabros. Esto, sumado a las apariciones de Satán intentando tentar a este Jesús, acercan a la cinta al terreno del género de terror. Pese a su violencia explícita y las críticas al antisemitismo que destila la cinta, “La Pasión de Cristo” fue un éxito asombroso, recibiendo también el beneplácito de la Iglesia.
“La Pasión de Cristo” ha sido la última versión reseñable de la vida de Jesús llevada a la gran pantalla, sin embargo, éste está lejos de ser un tema agotado para el cine. Ahora mismo nos encontramos con que una de las producciones más aplaudidas para la pequeña pantalla es una adaptación de “La Biblia”, donde nuevamente se narra la vida y pasión de Jesús, y estamos seguros de que en el futuro seguiremos encontrando con nuevas producciones de tinte religioso que ahondarán en esta larga tradición.