martes, 12 de septiembre de 2017

“LA NIEBLA Y LA DONCELLA”. DOBLE LECTURA

PRIMERA LECTURA: DELITOS Y FALTAS
En “La Niebla y La Doncella” hemos encontrado la confluencia de dos películas diferentes, pero complementarias. La primera, la más evidente, supone el primer largometraje como director del guionista Andrés Koppel, basado en la novela de Lorenzo Silva dentro de su serie de procedimentales protagonizados por el Sargento Bevilaqua y la Cabo Chamorro.
Se trata de un policíaco puro y duro, con todas las claves, los esquemas y las trampas del procedimental, narrado con solvencia por parte de su director y guionista, y que ofrece al espectador un visionado entretenido y bien construido. El género policíaco parte de la base de que todos los personajes mienten y todos tienen algo que esconder. Es responsabilidad del escritor o, en este caso, el director y guionista saber diseminar las pistas para que, una vez desvelado el misterio, el espectador no sienta que le han engañado y que, si no ha resuelto la identidad del asesino, no sea por falta de migas de pan que le guíen en el camino. En este sentido, ni Lorenzo Silva, ni Andrés Koppel han pretendido reinventar el género, sino ser fiel a sus características. “La Niebla y La Doncella”, como buen criminal, busca esconder sus huellas y desviar la atención del espectador, pero al mismo tiempo cumple con las estructuras y los clichés narrativos, que acaban convirtiéndose en los principales indicios acerca de la identidad del asesino (y hasta ahí podemos leer). Se trata de una cinta donde, aparte de su trama detectivesca, se trabaja el concepto de culpa que persigue, de una manera u otra, a todos los personajes. Es recurrente que este tipo de historias, que se construyen entorno a aspectos policiales y jurídicos, acaben volando por encima de cuestiones meramente legalistas y prefieran profundizar más en el alma humana y su complejidad moral. “La Niebla y La Doncella” habla precisamente de la culpabilidad, por los actos realizados o por las cobardías escondidas, y en ella encontramos la razón de ser de todas las mentiras y los secretos que esconde el crimen principal, pero también la complejidad psicológica de los propios protagonistas, Bevilaqua y Chamorro, cuyos conflictos personales se cruzan con el modo en que investigan el caso que tienen sobre la mesa. 
Desde el punto de vista interpretativo, se agradece ver a un Quim Gutiérrez alejado de su rol habitual y ofreciendo un Bevilaqua aparentemente equilibrado y resolutivo, pero que esconde una gran rabia interior. El actor mantiene una excelente química con una fantástica Verónica Echegui (a nuestro entender el plato fuerte interpretativo de la cinta) y de manera más discreta, bien controlada para no romper la dinámica establecida por el escritor en las novelas, con Aura Garrido. La actriz realiza una buena composición de personaje y tiene momentos destacados en la cinta, pero sí es cierto que en esta historia Chamorro tiene un rol más secundario. A ellos se suma, cerrando un cuarteto de lujo un estupendo Roberto Álamo, muy comedido en su papel, y la colaboración especial de Marián Álvarez, en un personaje muy pequeño, prácticamente sin diálogo y que se mueve más por miradas. Como guionista, Koppel sabe establecer dónde están los puntos fuertes de la narración y su puesta en escena da dinamismo a la imagen, aunque sí apreciamos un clímax final un tanto precipitado y atropellado. La fotografía saca un excelente partido de los paisajes de La Gomera y juega muy bien con uno de los dos elementos que ya aportaba el título de la novela, la niebla, dando al escenario una cualidad ominosa y, en ocasiones, hasta fantasmagórica, que ayudan a dar la atmósfera correcta a la trama. “La Niebla y La Doncella” es, por lo tanto, una cinta consciente de su naturaleza de producto comercial, realizado con honestidad y solvencia, y que tampoco aspira a mucho más salvo atraer y entretener al espectador con un buen relato. Para algunos, será un título que requerirá un segundo visionado con el fin de atender mejor a los detalles, para otros (nuestro caso), una trama algo predecible si se saben leer los patrones del género.
SEGUNDA LECTURA. EL TRIUNFO DEL CINE EN CANARIAS
Existe, sin embargo, otra película detrás de la evidente, no tanto a nivel argumental, pero sí en lo que se refiere a su identidad, y tiene que ver con la situación del sector audiovisual en Canarias y su crecimiento en las últimas dos décadas. Desde el punto de vista nacional, Andrés Koppel es un guionista que se ha labrado un lugar en la industria gracias a sus libretos para títulos como “Intacto”, “Noche de Reyes” o, más recientemente, “En Zona Hostil”, además, su labor como jefe de desarrollo de proyectos en Sogecine hasta 2001 y como docente.
En Canarias, Koppel es también uno de los principales representantes de una generación de cineastas que devolvió a las islas el sueño de hacer cine en la década de los 90. En un archipiélago donde la relación con el cine ha sido discontinua, con periodos de crecimiento, pero también de desafección y derrota, nombres como Juan Carlos Fresnadillo, Miguel Ángel Toledo, Elio Quiroga o el propio Koppel lograron romper el insularismo y dar el salto tanto a la industria nacional como a la internacional. Con la llegada del cine digital, ya en el nuevo siglo, las reglas del cine cambiaron y la generación posterior se ha tenido que enfrentar a las virtudes, pero también a los hándicaps de la nueva tecnología. En este proceso, Koppel ha ejercido un papel fundamental, a través de su participación en proyectos audiovisuales como el LEAC, su cruzada particular por la formación y ahora con “La Niebla y La Doncella”. Es cierto que las políticas implantadas en los últimos años han potenciado los rodajes nacionales e internacionales en las islas, y que, precisamente, Tornasol, la productora detrás de esta adaptación de Lorenzo Silva, ha sido de las que más han sabido aprovechar estas ventajas fiscales. Sin embargo, en todas esas películas tanto los platós naturales, como la participación de equipo técnico y actores de las islas quedaba en un mera herramienta, un engranaje más dentro de la máquina global del cine.

“La Niebla y La Doncella” (como ya hiciera años atrás “Intacto”, precisamente con Koppel en el rol de guionista) va más allá de ahí. El conocimiento del entorno, geográfica y culturalmente, pero también la estrecha relación con el sector audiovisual de las islas han propiciado que la cinta entregue el protagonismo definitivo que el sector venía reclamando para demostrar su valor. Quizás fuera de las islas lo que impere sea la identidad comercial de producto de género, pero aquí destaca más la naturalidad y la fuerza con la que los particularismos del archipiélago inundan la historia y definen a los personajes. Destaca también el modo en que los actores de las islas se integran con el reparto estelar principal, no sólo sin desmerecer, sino incluso llegando a robar escenas (importante subrayar aquí la labor de Beneharo Hernández y Alba Tonini); o la excelente aportación de un equipo técnico bien armado y predispuesto (como ejemplo, la extraordinaria labor de segunda unidad realizada por Aarón Melián, responsable de la apabullante persecución inicial). Particularmente, más allá de las flaquezas y las fortalezas que pueda mostrar la película, de su discurso de género y su naturaleza de producto comercial, es aquí donde nosotros encontramos el gran triunfo de Andrés Koppel con esta película, en su habilidad para utilizar todos estos componentes como un macguffin hitchcoriano, donde la verdadera historia, el verdadero misterio desvelado, es el triunfo del cine en Canarias y su estado de absoluta madurez para seguir estableciendo su propia industria si se sigue contando con los apoyos adecuados y estos se siguen potenciando.