sábado, 25 de junio de 2011

EDGAR ALLAN POE. EL HORROR.

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INTRODUCCIÓN

Escritor, poeta, crítico y periodista, Edgar Allan Poe es generalmente reconocido como uno de los maestros universales de la literatura fantástica y de terror, así como el inventor del relato detectivesco gracias a títulos como “Los Crímenes de la Calle Morgue”, “El Escarabajo de Oro” o “La Carta Robada”, además de contribuir con varias obras al emergente género de la ciencia ficción. Esto le ha convertido en una figura de referencia para el mundo del cine, que ha intentado a lo largo de toda su historia el duro reto de trasladar a la gran pantalla estos cuentos, con resultados, por regla general, irregulares. La edición en DVD de una de estas primeras adaptaciones, “El Hundimiento de la Casa Usher” de Jean Epstein en 1928, no lleva a hacer un breve repaso por la vida y la influencia cinematográfica de este escritor universal.

LA TINTA NEGRA DE LA VIDA Y LA MUERTE

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Nacido el 19 de enero de 1809 en Boston, Massachussets, la infancia de Poe ya aventuraba las miserias y tragedias que sufrió a lo largo de su vida y que marcaron su carácter y su obra. Huérfano a muy tierna edad, fue recogido por un matrimonio adinerado de Richmond, Frances y John Allan, aunque nunca fue adoptado formalmente. De ahí que mantuviera sus dos apellidos, Allan por parte del matrimonio que lo recogió y Poe por parte de sus padres biológicos. Pasada su adolescencia, Poe ingresó tanto en la Universidad de Virginia como en el ejército, aunque en ambas instituciones permaneció poco tiempo. Por esa época también rompió relaciones con los Allan, principalmente por desavenencias con su padrastro, quien acabó desheredándolo.

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Inicialmente el interés literario de Poe estaba más dirigido al mundo de la poesía. De hecho su primera obra publicada en 1827 fue una recopilación de poemas, sin embargo, por motivos económicos, pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, trabajando en diferentes periódicos de la época donde publicaba relatos y críticas literarias. De entre ellos los más populares fueron sus relatos de terror, en los que desarrollaba historias que apuntaban a los temores primarios del ser humano, especialmente con referencias mórbidas a la muerte y todo lo relacionado con la sepultura de los muertos y la putrefacción de la carne. Estos relatos ahondaban también en la psicología de sus personajes, muchos de ellos al borde de la locura por algún sentimiento de culpa, de ahí que la distinción entre realidad y alucinación en la obra de Poe sea difusa. Otro elemento característico de sus relatos era la musicalidad de su prosa. El interés de Poe por la poesía inundó también estos cuento, de manera que esa sensación macabra que transmitían en muchas ocasiones dependía tanto de la cadencia de las palabras, como de lo que contaban y cómo lo contaban.

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Sin llegar a ser en vida nunca un escritor de éxito, estos escritos sí le proporcionaron cierta fama y le permitieron vivir en ciudades importantes como Baltimore, Filadelfia o Nueva York. Por esta época, Poe vivió uno de los periodos más estables de su vida. A nivel personal, en 1835 contrajo matrimonio con una prima suya, Virginia Clemm, mientras que a nivel profesional vio como la publicación en 1845 de su poema “El Cuervo” le proporcionaba una cierta reputación dentro de los círculos literarios de su época. Sin embargo nuevamente la tragedia se ciñó sobre su vida. En 1847 Virginia falleció víctima de la tuberculosis y, consumido por la pena, Poe cayó en el alcoholismo y la drogadicción. A duras penas intentó reconducir su vida sentimental cortejando a varias mujeres, pero ninguna de estas relaciones fructificó, debido precisamente al carácter inestable del escritor. Sus problemas personales afectaron también a su carrera literaria, atravesando momentos de extrema pobreza, destinando el dinero que conseguía con sus escritos al alcohol y las drogas que suponían su única huida de una aciaga realidad.

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Poe falleció el 7 de octubre de 1949 a la edad de 40 años en circunstancias poco claras. La versión oficial publicada por los periódicos de la época indica que su muerte se debió a una "congestión" o "inflamación" cerebral, aunque siempre se ha entendido que la verdadera razón fue un estado avanzado de alcoholismo. Otra teoría apunta a que pudo deberse al abuso de agentes electorales sin escrúpulos, que en la época solían utilizar a pobres incautos, emborrachándolos, para hacerles votar varias veces por el mismo candidato.[ Según la leyenda, en sus últimos momentos invocaba obsesivamente a un explorador polar, llamado Reynolds, que había servido de referente para su novela de aventuras fantásticas “La Narración de Arthur Gordon Pym”, y sus últimas palabras antes de expirar fueron “¡Que Dios ayude a mi pobre alma!”.

MAUSOLEOS Y PSICOPOMPOS[

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La obra de Edgar Allan Poe ha sido llevada en varias ocasiones al cine, aunque no siempre con resultados positivos. Son cientos los títulos que acreditan de alguna manera estar basados, inspirados e incluso meramente sugeridos por la obra de este autor desde los inicios del Séptimo Arte. Ese elemento fantástico e irreal de la literatura de Poe en ocasiones ha provocado que las películas que tomaban sus escritos como punto de partida tuvieran que apartarse de ellos por necesidad, ya que resultaba prácticamente imposible ceñirse a ellos de manera fiel.

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Una de las primeras adaptaciones destacadas de su obra fue la que aquí nos ha convocado, la versión de “La Caída de la Casa Usher” (titulada en nuestro país como “El Hundimiento de la Casa Usher”) que en 1928 realizó el francés Jean Epstein, y en la que colaboró de manera fugaz Luis Buñuel, antes de que ambos directores discutieran sobre el enfoque de la película. La versión de Epstein supo recoger el sentido de decadencia del relato, presentando una serie de imágenes fantasmagóricas y oníricas que dan a la cinta una belleza mórbida.

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Menos reputada es “Maniac”, una versión de “El Gato Negro” realizada en 1934 por el padre del cine de explotación, Dwain Esper, y su esposa, Hildegarde Stardie. Estos cineastas utilizaron la excusa literaria (y científica, ya que las historia iba acompañada por textos explicativos de los trastornos psicológicos y sexuales de los personajes) para exponer en pantalla imágenes de marcada violencia y sexualidad con el fin de atraer al público a la sala. La película resultó un producto de tan ínfima calidad que pasó a ser considerada, junto con la ínclita “Plan 9 del Espacio Exterior” de Ed Wood, como la peor película de la historia del cine (sumando ambas un carácter absolutamente psicotrónico que les han permitido adquirir una aureola de película de culto).

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Edgar Allan Poe fue también una fuente de inspiración recurrente durante el periodo de oro del cine de terror de la Universal. Así podemos destacar, por ejemplo, en 1934 y 1935, respetivamente, “Satanás” y “El Cuervo”, dos adaptaciones que guardaban poca relación con las obras en las que se basan, “El Gato Negro” y “El Cuervo”, pero que contaban a su favor con el hecho de haber sido dos de las escasas ocasiones en las que coincidieron en pantalla dos genios del terror, Bela Lugosi y Boris Karloff. Otro elemento destacado de estas dos cintas es la inimitable huella del expresionismo alemán, producto de la huida a Hollywood de gran número de artistas procedentes de Europa del Este a lo largo de los años 20 y 30, como es el caso de Edgar Ulmer, realizador de “Satanás”, quien dio gran relevancia al uso del decorado y la iluminación en la película (de hecho, pese a que se da como referencia “El Gato Negro”, podemos ver en esta cinta una referencia más cercana a “La Caída de la Casa Usher”). Lugosi había protagonizado ya por esta época otra adaptación de Poe, “Doble Asesinato en la Calle Morgue”, de 1932, y años más tarde, en 1941, participó en una nueva versión de “El Gato Negro”, esta vez junto al actor Basil Rathbone.

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Durante las siguientes décadas se siguieron produciendo películas a partir de relatos de Edgar Allan Poe, sin embargo, no fue hasta los años 60 que la fascinación por este escritor dio como resultado las que posiblemente sean las adaptaciones más populares de su obra, aquellas producidas entre 1960 y 1964 por la American International Picture. Creada en 1954 por James Nicholson y Samuel Arkoff, la American International Picture contó con Roger Corman como principal director y productor de la compañía, encargado de realizar películas baratas que siempre daban beneficios. Fue Corman quien, en la década de los años 60, dio comienzo a una serie de lucrativas adaptaciones basadas en los relatos de Edgar Allan Poe, la mayor parte de ellas protagonizadas por el actor Vincent Price y con guión del prestigioso escritor Richard Matheson. El ciclo estaba formado por las películas “La Caída de la casa Usher”, “El Péndulo de la Muerte”, “Historias de Terror”, “La Obsesión”, “El Cuervo”, “La Máscara de la Muerte Roja” o “La Tumba de Ligeia”. Para Corman estas películas supusieron un gran cambio, ya que le permitieron contar con un presupuesto más holgado de lo habitual con el que rodar sus películas en Cinemascope y en color. De ellas “La Caída de la Casa Usher” y “La Máscara de la Muerte Roja” se siguen manteniendo como las más meritorias de la serie, mientras que en “El Cuervo”, a pesar de contar con actores de peso como Vincent Price, Boris Karloff, Peter Lorre, además de un jovencísimo Jack Nicholson, el cineasta preferió optar por una línea más cómica, que evidentemente poco tenía que ver con el poema original.

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Por esta época la American International Picture se encargó de distribuir en Estados Unidos otra cinta inspirada en la obra de Poe, “Historias Extraordinarias”, que llegaba de Europa y que estaba avalada por la presencia de tres reputados directores como eran Federico Fellini, Louis Malle y Roger Vadim. Se trataba de una cinta coral, en la que cada autor aportaba su visión particular del inquietante mundo de Poe. Otra destacada, aunque menso conocida, adaptación de esta época y que no tenía nada que ver con la American Internacional Pictures fue la producción anglo-estadounidense de 1960 “El Corazón Delator”, donde el director Ernest Morris y los guionistas Brian Clemnes y Eldon Howard, apoyados por un excelente Laurence Payne en el papel principal, se las ingeniaron para trasladar a su película el carácter enfermizo y perturbador del cuento. Manteniéndonos en el terreno europeo, en 1981 llegó una nueva adaptación de “El Gato Negro” a cargo del italiano Lucio Fulci. Fulci, famoso principalmente por sus películas más sangrientas, como su serie “Zombie” o “Aquella Casa al Lado del Cementerio”, suavizó de manera puntual su preferencia por el gore, para optar por una puesta en escena más sugerente y claustrofóbica.

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Diez años después también dentro del ámbito de la industria italiana, surgió un proyecto ambicioso para que destacados realizadores englobados dentro del terreno de terror como Wes Craven, John Carpenter, Geoge Romero y Dario Argento llevaran a la pantalla varios relatos de Edgar Allan Poe. Al final, de los cuatro sólo los dos últimos permanecieron en el proyecto, dando como resultado la película “Los Ojos del Diablo”. Con un reparto internacional, encabezado por Adrianne Barbeau, Harvey Keitel o Martin Balsam, Romero se encargó de adaptar el relato “La Verdad sobre el Caso del Sr. Valdemar”, mientras que Argento optó por otra versión de “El Gato Negro”. Ambos autores trasladaron el material de base a su propio terreno particular. De esta manera, Romero presentó una historia de muertos vivientes, aunque un tanto diferentes a los zombies de sus películas más conocidas, y Argento recuperó las claves del Giallo italiano. Desgraciadamente, en ambos casos, los resultados artísticos fueron un tanto irregulares.

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La última adaptación que nos ha llegado hasta la fecha de una obra de Edgar Allan Poe lo ha hecho desde el terreno de la televisión, a través de la serie “Masters of Horrors”, en concreto, de nuevo, una adaptación por parte del realizador Stuart Gordon de “El Gato Negro” que, como hemos podido apreciar, ha sido uno de los relatos favoritos por parte de los cineastas a la hora de adaptar a Edgar Allan Poe al cine, aunque eso sí, dando como resultado versiones muy variopintas y con poca relación con el relato o entre sí mismas. En esta ocasión Gordon da el protagonismo al propio Poe, quien debido a su alcoholismo sufre de bloqueo del escritor, al mismo tiempo que es atormentado por el gato de su difunta esposa Virginia. Sin ser extraordinario, este episodio mantiene interés precisamente por esa fusión de elementos literarios y biográficos del escritor.

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Próximamente llegará a nuestras pantallas “The Raven” de James McTeigue, una nueva apuesta referencial a la obra de Poe, donde el actor John Cusack interpreta al escritor mientras debe enfrentarse a el acoso de un asesino en serie que utiliza las descripciones de sus relatos como inspiración para sus crímenes.

CONCLUSIÓN

Como hemos podido ver Edgar Allan Poe sigue siendo a día de hoy un referente ineludible principalmente dentro del género fantástico. El carácter ancestral y psicológico de sus relatos de terror y suspense ha hecho que estos aún hoy en día sigan estando vigentes y resultando perturbadores y siniestros. Si bien su obra se adentró en otros géneros, has sido precisamente sus historias de carácter más fantástico las que han conseguido anidar de manera más duradera en nuestra mente y nuestras pesadillas.

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viernes, 24 de junio de 2011

“EL HOMBRE DE MIMBRE”. HOMBRES DE FE.

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“El Hombre de Mimbre (The Wicker Man)”, en su versión del año 1973, aglutina diferentes etiquetas dentro de la historia del cine. Por un lado es un clásico fundamental del cine de terror británico, esto a su vez la ha convertido en una película de culto, con multitud de fans que peregrinan a las localizaciones donde se rodó, y finalmente, debido a las complicaciones de su producción, está considerada también como una película maldita, no pudiéndose ver hasta 2001 el montaje inicial de su director, mucho más explícito en cuanto a la personalidad de su protagonista.

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El origen de la película coincidió con el principio del fin de uno de los períodos más fructíferos del cine de género británico. A principios de los 70 la productora Hammer, máxima representante del cine de terror por estos lares, estaba ya empezando a mostrar su declive. Por su parte, Christopher Lee, una de sus principales estrellas, gracias especialmente a su papel del Conde Drácula, estaba también hastiado del encasillamiento al que se veía sometido y necesitaba cambiar de aires. Esto se lo confesó el actor al dramaturgo Anthony Shaffer durante una conversación en al que ambos hablaban sobre la necesidad de buscar un nuevo enfoque al cine de terror, que no estuviera tan determinado por los clichés que venía arrastrando desde la literatura decimonónica.

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Shaffer sugirió abandonar los conceptos cristianos y sumergirse en las antiguas religiones. Esto le llevó a documentarse sobre los cultos celtas, interesándose especialmente por la novela de David Pinner, “Ritual”. La primera intención de Shaffer fue adaptar la novela al cine, adquiriendo los derechos para ello. Sin embargo a medida que avanzaba con la preparación del guión fue desarrollando ideas propias, obsesionándose con el concepto de “sacrificio”. Finalmente, el dramaturgo escribió un guión original, donde aún quedaban algunos reductos de la novela de Pinner. Para dirigir la película se contrató a Robin Hardy, quien debutó de esta manera en el cine, convirtiéndose ésta prácticamente en la única obra de su filmografía. Hardy se apartó de los recursos habituales del género de terror, con una puesta en escena que oscilaba entre la comedia, el musical y un terror malsano que se va generando poco a poco a medida que avanza la historia.

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Shaffer presentó una historia con varias lecturas, donde principalmente podemos apreciar la referencia a los cultos paganos en contraste con la religión cristiana, pero también podemos apreciar, por ejemplo, el choque social y cultural que se estaba produciendo desde finales de los 60, quedando clara la referencia al movimiento hippie en la actitud de los habitantes de la isla. El protagonista de la historia, el sargento Howie, es, por un lado, un hombre de firmes convicciones morales, incapaz de aceptar las creencias de quien no opina como él. Por otro es un agente de la ley y por lo tanto representante de la represión del estado y del conservadurismo de la sociedad frente a los nuevos modelos. Frente a él encontramos a Lord Summerisle, el patriarca de la secta, al que da vida Christopher Lee. Summerisle es mucho más carismático, epicúreo y seductor. Su sentido de comunión con la naturaleza y su postura liberal, casi libertina, con respecto al sexo le convierten en un personaje adorado por sus súbditos, mostrando hacia él tanto respeto como desprecio y burla les inspira el Sargento Howie. Posteriormente el propio Christopher Lee ha confesado que considera a Lord Summerisle como su personaje favorito de su repertorio.

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Ya desde el principio la cinta mostró problemas en su producción. En primer lugar la relación entre el productor, el director y el guionista no fue del todo positiva y cada uno tenía una imagen diferente de lo que debía ser la película, trasmitiendo esa sensación de competitividad al resto del equipo. Los actores, especialmente las actrices, tampoco guardarían buen recuerdo del rodaje. La acción de la película se sitúa en Mayo, pero el rodaje tuvo lugar en octubre y noviembre de 1972, por lo que el reparto pasó bastante frío, principalmente en las escenas de desnudos.

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Quien peor lo pasó fue la actriz sueca Britt Eckland, por esa época ya considerada una sex symbol del cine europeo. La actriz tuvo que negociar las condiciones de su papel, especialmente en lo referente a las partes de su cuerpo que se podrían mostrar en pantalla. Al final, entre su agente y el productor acordaron que, para la escena de seducción del protagonista, la actriz enseñaría los pechos, manteniéndose un plano de cintura para arriba. Sin embargo, una vez Eckland abandonaba el rodaje, y sin conocimiento suyo, se rodaban escenas más explícitas con una doble de cuerpo, algo que no hizo mucha gracia a la actriz cuando vio la película. Para colmo de males, todos sus diálogos fueron doblados por Annie Ross, ya que el marcado acento sueco de la actriz no era del gusto del director. La estancia de Eckland en las localidades de Dumfries y Galloway en Escocia, donde se rodó la película, supuso también un problema a la producción después de que la actriz comentara a la prensa que era el lugar más aburrido de la tierra. Esto enervó los ánimos de los habitantes de la zona, viéndose obligados los productores a dar una disculpa pública por esos comentarios con el fin de poder finalizar el rodaje.

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Cuando la película estuvo acabada, el montaje inicial de Hardy no fue respetado por ninguna distribuidora, existiendo diferentes versiones de la película, todas incompletas, dependiendo del lugar donde se estrenara. Secuencias enteras, como el inicio de al película, donde se define el carácter obsesivamente religioso del protagonista, fueron eliminadas, no pudiéndose recuperar hasta hace relativamente poco, en el año 2001, cuando por fin se consiguió recuperar una versión íntegra del montaje inicial. Pese a esto, la película pasó a ser un fenómeno de culto, el carácter inquietante de esa misteriosa comunidad de Summerisle y el brutal clímax final, sorprendieron al público, hasta el punto de que aún hoy en día se conservan los restos del hombre de mimbre que se construyó para la secuencia final, y los fans de la película suelen viajar a Escocia para visitarlos, por no hablar de la profusión de festivales en los que se recrean los rituales escenificados en la película.

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En 2006, se inició la producción de un remake de “The Wicker Man”, dirigido por Neil LaBute y con Nicholas Cage de protagonista. LaBute se encargó de revisar el guión de Anthony Shaffer, adaptándolo a su estilo. Uno de los principales cambios fue reconvertir la comuna hippie de la original por una secta de orden matriarcal, ideada con estructura de colmena, donde Christopher Lee era sustituido por Ellen Burstyn. Sin embargo, más allá de algunos planteamientos iniciales prometedores, la película rápidamente cae en el desastre absoluto. Lo que en la cinta de Hardy era un crescendo paulatino en la sensación de desasosiego del espectador y un enrarecimiento de los personajes que pululaban por la isla, en la versión de LaBute todo es inconsistencia y ridiculez. El personaje de Nicholas Cage está muy mal definido, no dejando claro sí es un héroe o un bufón, si el actor lo está interpretando en serio o si es una parodia. De manera que cuando llegamos al clímax final, todo lo que en la original era un despliegue de violencia inesperado, en el remake resulta más predecible, evidente y vulgar, carente de fuerza alguna.

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Curiosamente, en la actualidad, tras décadas sin ponerse tras la cámara, el director Robin Hardy se encuentra finalizando la película “The Wicker Tree”, especie de secuela tardía de la original, con la que el cineasta promete recuperar aquellos elementos que hicieron que “The Wicker Man” fuera bautizada como el “Ciudadano Kane” del cine de terror.

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“KUNG FU PANDA 2” O LAS REGLAS BÁSICAS DE LAS SECUELAS

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Debo reconocer que suelo ser escéptico con las producciones de Dreamworks Animation. Tras títulos irregulares o directamente nefastos como “El Espantatiburones”, “Madagascar”, “Shrek Tercero” o “Monstruos contra Alienígenas”, uno tiende a ponerse a la defensiva ante una nueva película de esta compañía. Sin embargo, de vez en cuando se producen gozosas excepciones y en 2008 “Kung Fu Panda” fue una de ellas. La saludable mezcla de humor desprejuiciado, referencias cinematográficas y pseudo filosofía oriental dio como resultado una película muy entretenida, con estupendas escenas de acción y personajes que llegaban al espectador más allá de la profusión de gags de turno, donde también hay que reconocer que estos sobrepasaban el listón habitual de chistes de la compañía. El sentido industrial de la compañía enseguida llevó este éxito en taquilla a la producción de una secuela que ha tardado tres años en llegar (poco tiempo, la verdad, para ser una producción de animación, pero ya con las nuevas tecnologías da la impresión de que las películas de dibujos animados se hacen como churros) y donde se han aplicado casi de manera matemática las reglas básicas del buen uso (comercial) de una secuela.

REGLA 1: EXTRAER LO QUE FUNCIONÓ DE LA PRIMERA PARTE

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“Kung Fu Panda 2” es perfectamente coherente con la primera parte. De ésta recuperamos su estética orientalista, con guiños a los recursos básicos del cine de artes marciales de los años 60 y 70 y un tipo de música que combina orquestación china con ritmos heredados del funky; un gusto por el humor físico con toques leves de escatología (aunque esto último más suavizado que en la anterior); el contraste entre los personajes serios de la cinta y la torpeza del protagonista; y un toque emocional a través de los vínculos familiares y de amistad que existen entre los héroes.

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Po sigue siendo el centro de la historia y los pormenores de su vida determinantes para el desarrollo de la acción, aunque en esta ocasión la importancia del héroe queda más definida desde el principio de la historia e incluso ayuda a justificar los acontecimientos de la primera entrega y su destino como Guerrero del Dragón. Pese a haber superado su adiestramiento en la primera aventura, la torpeza debido a su desproporcionado tamaño y su imbatible apetito siguen etiquetándolo como un personaje en las antípodas de lo que representa. Si en la primera entrega debía demostrar que bajo su apariencia grotesca se encontraba la esencia del Kung Fu, aquí debe aprender a controlar su carácter impulsivo y extrovertido para alcanzar la paz interior que le permita derrotar a su enemigo.

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Se potencia la complicidad de Po con Tigresa. El antagonismo que veíamos en la primera parte se ha transformado en una relación de estrecha amistad y confianza, incrementándose también el protagonismo de este personaje femenino en la historia (el caché manda y el contar con Angelina Jolie como voz original del personaje determina también su relevancia en la acción). Ésta asume gran parte de la relación maestro alumno que existía en la primera entrega entre Po y Shifu, relegando al personaje de Dustin Hoffmann a prácticamente un par de apariciones en toda la película. Con respecto al resto de los Cinco Furiosos, la película prefiere centrarse en la capacidad de actuar en equipo de todos los héroes en perjuicio de una presentación individualizada de cada uno (al fin y al cabo, el espectador ya los conoce de la aventura anterior y no se añade información nueva sobre ninguno de ellos).

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El hueco vacante era el del villano. Tai Lung dejó el listón alto y era necesario encontrar un nuevo contrincante que fuera también carismático y amenazador. Aquí los productores no se molestaron demasiado y apostaron sobre seguro, contratando a Gary Oldman como el pérfido Lord Shen. Shen plantea un reto diferente a nuestro héroe. Ya no es un enfrentamiento de habilidad en las artes marciales, sino que Shen opta por atacar desde dos flancos. Primero, desde un punto de vista emocional, hostigando los traumas infantiles de Po y así debilitarlo también psicológicamente, y por otro lado, empleando novedosas armas que combatan la tradición del kung fu con potencia de fuego, en un aparentemente desequilibrado choque entre tradición y modernidad.

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En la primera entrega de “Kung Fu Panda”, al habitual reparto de estrellas de Hollywood para el doblaje de los personajes principales se sumó la participación de actores representativos del cine oriental y/o de artes marciales (Jackie Chan como Mono, James Hong como Mr. Ping y Randall Duk Kim como Oggway). En esta secuela esto se amplia con la participación de Michelle Yeoh (la adivina) y Jean Claude Van Damme (Maestro Cocodrilo). Desgraciadamente, estos son detalles que perdemos en la versión doblada de la película.

REGLA 2: TODO DEBE DE SER MÁS GRANDE (Y ESTEREOSCÓPICO)

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Como en la primera entrega, las artes marciales y la filosofía oriental, aunque de manera básica y sencilla, forman parte intrínseca de la historia y los personajes. Para ello, se han dispuesto diferentes escenas de acción, donde, más allá de la torpeza de Po, queda reflejada también la belleza y el virtuosismo del Kung Fu. Aquí, de nuevo, sorprende como los animadores son capaces de pasar de la payasada y la caricatura de los personajes a momentos de tensión y espectáculo sin que el cambio resulte brusco o inverosímil. Po tiene su estilo particular de luchar, caótico e improvisado, siempre en contraste con los movimientos limpios y precisos de sus compañeros, especialmente Tigresa, pero es también esta idiosincrasia lo que ayuda a que el espectador se crea al personaje.

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Si en la anterior, uno de los momentos más destacados era la fuga de Tai Lung de la prisión, una escena dinámica y vibrante que venía a demostrar que la cinta era algo más que un encadenado de chistes paródicos, en la secuela se ha querido incrementar este apartado, enlazando diferentes secuencias de acción extensas y realmente espectaculares. El primer enfrentamiento de Po con el ejército de Lobos de Shen, su llegada a la ciudad de Gongmen o el clímax final lucen verdaderamente fastuosos, aprovechando además las características del 3D, para incrementar el nivel de implicación del espectador en la acción.

REGLA 3: NO INTENTES SORPRENDER AL ESPECTADOR

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En Hollywood existe una máxima, si algo funciona, no intentes cambiarlo, no sea que por pretender ser original vayas a perder el apoyo del espectador. Por ello, frente al incremento de la acción y la conservación de las claves que convirtieron a “Kung Fu Panda” en un éxito, encontramos en esta secuela una preocupación por no salirse de los márgenes. Todo está medido para que la película satisfaga a los seguidores de la primera entrega, pero en ningún momento se aporta nada nuevo que diferencie y dé personalidad a la secuela. Es cierto que la trama es diferente, pero toma como referencia el esquema anterior, de manera que si nos quedamos con el esqueleto argumental podemos ver que ambas siguen paso por paso el mismo desarrollo.

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En este sentido, podemos decir que “Kung Fu Panda 2” seguramente entretendrá a los fans de la primera y al nuevo público que se acerque a ella. Como secuela mantiene el mismo carácter humorístico y dinámico. Nos seguimos riendo con las ocurrencias de Po, su integración dentro de los Cinco Furiosos fortalece aún más la acción y aporta las dosis adecuadas de ternura como para tocar el lado emotivo del espectador. Sin embargo, se pierde ese factor sorpresa que supuso uno de los ingredientes más disfrutables de la receta anterior, de ahí que uno salga de la sala de buen ánimo, pero con la sensación de que la anterior gustó más.

REGLA 4: DONDE CABEN DOS, CABEN TRES

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Pero no nos preocupemos, existe una última regla más, cada vez más patente en Hollywood: Si la primera entrega funcionó, no cierres las puertas a crear una saga. “Kung Fu Panda” funcionaba como película autónoma. Cerraba su propia historia y, de no haber funcionado en taquilla, no hubiese quedado ningún fleco que completar; sin embargo, comprobado que la fórmula funciona, ya la secuela prefiere abrir vías de futuro a las aventuras de Po y los Cinco Furiosos. Aún no hay fecha para inicio de la producción, y el estreno de esta tercera parte no llegará antes de 2014, ya que la agenda del estudio ya está completa hasta entonces, pero “Kung Fu Panda 2” deja meridianamente claro que los productores quieren continuar la serie, y desde aquí dudamos que no vaya a ser así.

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viernes, 17 de junio de 2011

PAUL NEWMAN. EL TALENTO, LA INTEGRIDAD Y LA COHERENCIA DE UN ACTOR


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INTRODUCCIÓN
Una vez más nos fijamos en las novedades que nos llegan a través del formato doméstico para hacer un viaje en el tiempo y recordar algunos de los grandes momentos, películas y estrellas que nos ha legado la Historia del Cine. Esta semana en concreto se presentaba en Blu Ray la maravillosa película de Robert Rossen “El Buscavidas”, uno de los personajes icónicos del mítico Paul Newman.
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Muchas son las cosas que confluyeron en Paul Newman para convertirlo en una de las estrellas inmortales de Hollywood. No sólo era uno de los mejores actores de su generación, y uno de los más atractivos, con una de las miradas más fascinantes y seductoras, no sólo supo ganarse la simpatía del público, incluso la de aquellos que no comulgaban con sus posturas políticas progresistas, o sirvió de modelo con la estabilidad de su matrimonio con la también actriz Joanne Woodward, con la que permaneció casado 50 años, también fue siempre una persona comprometida con causas sociales y un gran benefactor a través de los beneficios que producían las ventas de sus productos alimenticios, los cuales iban destinados a obras de caridad. Con todo esto Newman demostró que podía ser un héroe no sólo dentro de la pantalla, sino también fuera de ella. Todo ello dedicando también parte de su tiempo a una de sus grandes aficiones, las carreras de coches.
INICIOS
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Paul Leonard Newman nació el 26 de enero de 1925 en Ohio, en una familia acomodada que se dedicaba al comercio de productos deportivos. Al joven Newman no le atraía demasiado el mundo de los negocios, sin embargo, a pesar de esto, estudió Económicas en la Universidad Kenyon, aunque nunca llegó a ejercer la profesión de su padre. En 1951 ingresó en la Escuela de Interpretación de Yale, aunque ya tenía experiencia previa como actor amateur en su etapa colegial y universitaria. Tras su paso por Yale ingresó en el famoso Actor’s Studio, donde fue perfeccionando sus aptitudes interpretativas. Allí coincidió con otras jóvenes promesas que también se hicieron un nombre en el cine de Hollywood como James Dean, Marlon Brando o Steve McQueen. Tras finalizar sus estudios de interpretación logró debutar como actor en series de televisión y en Broadway, consiguiendo un notorio éxito crítico con su participación en la obra teatral "Picnic". Esta intervención y su atractivo físico le sirvieron para abrirle las puertas del mundo del cine.
AÑOS 50. CONSTRUYENDO EL MITO
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En 1954 debutó en la gran pantalla con “El Cáliz de Plata”, una película de temática histórica y religiosa dirigida por Victor Saville que estaba co-protagonizada por Jack Palance y Virginia Mayo. El actor siempre definió esta película como una de las más ridículas que se habían hecho, pero le sirvió para entrar dentro del sistema de estudios de Hollywood. Si bien “El Cáliz de Plata” no estaba al nivel de su calidad interpretativa, Newman tuvo su gran oportunidad en 1956 cuando fue elegido para encarnar al boxeador Rocky Graziano en “Marcado por el Odio”, un título dirigido por Robert Wise. A raíz de esta interpretación, Newman fue escalando posiciones dentro del estatus de Hollywood hasta convertirse en una de las grandes estrellas en la historia del Séptimo Arte.
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La llegada de Paul Newman al cine fue proverbial para una industria que buscaba intensamente la forma de replicar el efecto Marlon Brando y James Dean, tras el fallecimiento de éste. Tres obras de 1958 fueron fundamentales para convertir a Newman en el candidato ideal para ocupar este puesto. Tras participar en títulos como “Traidor a la Patria”, “Para Ella un Sólo Hombre” y “Mujeres Culpables”, el actor se convirtió en un emblema de la nueva modernidad de Hollywood con tres títulos emblemáticos. El primero fue “El Zurdo”, una revisión de Billy el Niño dirigida por el realizador Arthur Penn, donde Newman no tenía inconveniente en representar un papel que por primera vez reflejaba las connotaciones homosexuales del mito.
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Curiosamente su siguiente personaje en pantalla volvió a tener vínculos con el mundo gay. “El Gato sobre el Tejado de Zinc” estaba basada en una polémica obra teatral de Tennesse Williams, cargada de dobles lecturas hacia la verdadera orientación sexual del protagonista. Para la versión fílmica Hollywood se quiso suavizar el tono, sin embargo, gracias a la interpretación de Newman y a la acertada dirección de Richard Brooks, no es difícil darse cuenta de dónde radica realmente el conflicto del personaje. El actor participó también ese año en “El Largo y Cálido Verano”, otra prestigiosa adaptación de uno de los clásicos literarios americanos, William Faulkner. Su interpretación de Ben Quick supuso una muesca más en la ya destacada filmografía de Paul Newman. Además ésta fue una película destinada a marcar el futuro tanto profesional como personal de Newman. Aquí coincidió por primera vez con el director Martin Ritt, que él mismo Newman llego a destacar como su director favorito, y trabajó con Joanne Woodward, con la que inició una de las relaciones más longevas de la Industria del Cine.
AÑOS 60. PERIODO DE ESPLENDOR
el buscavidas
Si con sus papeles de la década de los 50 Paul Newman se había convertido en uno de los actores más admirados de Hollywood, los 60 le permitieron asentarse en su puesto de galán cinematográfico, así como de actor comprometido con el esplendor literario que gozaba Estados Unidos en este periodo. Ya en 1960 estrenaba década con un título para la posteridad, “Éxodo” de Otto Preminger, sobre la creación del estado de Israel, con guión del excelente guionista víctima de la caza de brujas, Dalton Trumbo. A continuación interpretó otro personaje de referencia en su filmografía, Eddie el Rápido en “El Buscavidas”. La interpretación de Newman resultó tan destacada y carismática, que la fama del personaje traspasó la pantalla y se convirtió en un icono de la época. En 1962 volvió a ponerse a las órdenes de Richard Brooks para llevar a la gran pantalla otra destacada adaptación de una obra de teatro de Tennesse Williams, “Dulce Pájaro de Juventud”. Aquí compartió escenas con una antigua compañera del Actor’s Studio, Geraldine Page, en una historia de amores interesados que daba una nueva muestra del carácter desencantado y crítico de la sociedad de la época.
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En 1963 el director Martin Ritt le volvió a convocar para llevar a la pantalla una adaptación de la novela de Larry McMurty, “Hud”. Aquí nuevamente el actor dio el perfil para este personaje seductor y contestatario, enfrentado a las más arraigadas tradiciones de su país. Ese año participó también en una entretenida comedia con tintes de suspense, de fuerte influencia Hitchcoriana aunque dirigida por Mark Robson, titulada “El Premio”.
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Llegados a 1966 Newman depositó todo su carisma y su talante seductor en el personaje Lew Harper, en “Harper, Investigador Privado”. En esta cinta de suspense con elementos de humor, el actor nuevamente dio al público aquello que le había convertido en una estrella comercial, su atractivo pícaro y su habilidad para mantenerse en las situaciones más complicadas con una sonrisa canalla y sin perder su imagen encantadora y sugestiva. También ese año protagonizó junto a Julie Adrews la película de Alfred Hitchcock “Cortina Rasgada”. Newman revalidó su buen hacer, aunque en esta ocasión lo que trascendió fueron las malas relaciones que entablaron el director y Andrews, aparentemente al negarse ésta a aceptar algunas de las peculiaridades que Hitchcock había mantenido con sus anteriores actrices protagonistas.
indomable
En 1967 Newman regresó al terreno del western, de nuevo de la mano de Martin Ritt con “Un Hombre”. Tomando como base un argumento propio del género, la historia sirve también para dar una visión de algunos de los problemas que más preocupaban en la época, como el racismo o las desigualdades sociales. En cualquier caso, la película clave de este año en la carrera de Newman, y una de sus interpretaciones más memorables, “La leyenda del Indomable” de Stuart Rosenberg. Una vez más el actor encarnaba a un personaje contestatario, enfrentado al status quo, cuyo carácter rebelde le convierte en un desafío continuo para cualquier sistema que anule la personalidad del individuo.
RaquelRaquel
Ambicioso no sólo en cuanto a sus retos interpretativos, sino en otros campos artísticos, Newman debutó como director en 1968 con la cinta “Raquel, Raquel”, faceta que retomó en más ocasiones con títulos como “Casta Invencible” de 1971, “El Efecto de los Rayos Gamma sobre las Margaritas” de 1972, “Harry e Hijo” de 1984 o “El Zoo de Tierra” de 1987. La afición de Newman por las carreras de coches le llevó a protagonizar en 1969, “500 Millas”, donde interpretó a un corredor de la famosa carrera de Indianapolis 500.
dos hombres y un destino
Newman cerró la década de los 60 por todo lo alto, con el western “Dos Hombres y Un Destino”, bajo las órdenes de George Roy Hill y reuniéndose por primera vez en la gran pantalla con Robert Redford. La pareja formada por dos de los actores de mayor talento, carisma y atractivo de la historia del cine resultó antológica, convirtiendo a la cinta en un hito cinematográfico. Entre otros momentos para la eternidad, es de recibo destacar la secuencia de Newman mostrando sus dotes con la bicicleta, con la canción Raindrops Falling on my Head de Burt Bucharach.
AÑOS 70. ENTRE DOS AGUAS
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Los años 70 supusieron un periodo de cambio muy fuerte en la industria el cine. Nuevos cineastas se incorporaron a la industria con un enfoque radical que cambió el modo de ver el cine. Es cierto que muchos de ellos pudieron llegar hasta donde estaban gracias a la previa labor de la generación anterior, quienes les habían abierto las puertas de la industria ayudando a finiquitar el sistema de estudios, sin embargo, parte de este reemplazo desgraciadamente también supuso la paulatina desaparición de aquellos cineastas que durante los 50 y los 60 revolucionaron los esquemas del Séptimo Arte. Si bien la carrera de Paul Newman se vio afectada por esta transición, también es cierto que el actor supo adaptarse bien a los nuevos tiempos, llevando a cabo algunas interpretaciones destacadas y muy populares.
elhombredemackintosh
En los primeros años de esta década destacaron los trabajos que realizó a las órdenes de John Huston. En 1972 protagonizó “El Juez de la Horca”, un atípico western, en el que el actor tenía la posibilidad de dejarse llevar por un papel más histriónico de lo que nos tenía acostumbrados. A continuación se volvió a reunir con el director en “El Hombre de Mackintosh”, una extraordinaria cinta de suspense, con fondo político, que nos devolvía al Newman de papeles como “Harper, Investigador Privado” o “Cortina Rasgada”, pero sin el tras fondo glamouroso habitual de las interpretaciones del actor.
el golpe
Tras el éxito de “Dos Hombre y Un Destino” era de suponer que el binomio Newman Redford no tardaría en volver a reunirse. Esto sucedió en 1973 con la película de estafas y engaños, “El Golpe”. Nuevamente el carisma que exudaban ambos en sus papeles de Butch Cassidy y Sundance Kid volvió a repetirse aquí, algo que el público agradeció convirtiendo a la película en un fenómeno de taquilla. Curiosamente, a pesar del tremendo éxito y popularidad de sus dos trabajos conjuntos, la pareja no volvió a colaborar en ninguna otra película, aunque si es cierto que su amistad se mantuvo hasta nuestros días. En los últimos años de vida de Newman, la pareja confesó que les apetecía volver a trabajar juntos una última vez y empezaron a buscar un proyecto común, sin embargo, los problemas de salud del actor impidieron que esta reunión pudiera llevarse a cabo.
el coloso en llamas
Al año siguiente al estreno de “El Golpe”, Newman se embarcó en otro proyecto de fuerte peso comercial, “El Coloso en Llamas”, que pasó a convertirse en el canto del cisne del cine de catástrofes que estaba tan en boga en aquella época. Para protagonizar la cinta, a parte de Newman, se escogió a otro de los rostros más destacados de la industria, Steve McQueen. En un principio se pensó que dos actores de tanto peso y con un carisma tan fuerte podrían dar problemas de lucha de egos en el rodaje; sin embargo, Newman y McQueen se conocían desde sus tiempos en el Actor’s Studio y ambos habían coincidido en “Marcado por el Odio”. La relación entre ellos fue de lo más amistosa y su presencia juntos en pantalla, sin llegar a la de Newman y Redford, fue de lo más aplaudido.
con el agua al cuello
Si en los años 40 y 50 el género por excelencia en Hollywood era el western y todos los actores debían pasar él si querían llegar al gran público, en los 70 el género más comercial fue el thriller. Este tipo de películas era la combinación perfecta para hacer títulos de corte comercial y al mismo tiempo ofrecer una descripción cercana de la realidad y los problemas sociales del momento. Paul Newman fue uno de los actores destacados dentro de este género, y en 1975 recuperó a su personaje más comercial dentro del policiaco, el investigador Lew Harper, en la cinta “Con el Agua al Cuello”. Sin duda los años le sentaban muy bien a Newman y casi 10 años después de rodar la primera parte el personaje seguía manteniéndose igual de vivo y encantador, algo a lo que, sin duda, contribuyó también la buena química del actor con el director Stuart Rosenberg, quien ya previamente le había puesto en bandeja de plata uno de sus personajes más recordados en “La Leyenda del Indomable”. Por otro lado, la pasión de Newman por los coches quedó nuevamente patente en la parodia de sí mismo que realizó en la comedia de Mel Brooks “La Última Locura”, donde el actor aparece haciendo un cameo.
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En la segunda mitad de los 70, Paul Newman realizó dos trabajos a las órdenes del cineasta independiente Robert Altman, “Buffalo Bill y los Indios” de 1976 y “Quinteto”, donde nuevamente el actor daba muestra de su valentía a la hora de buscar proyectos arriesgados y alejados de las producciones más comerciales de Hollywood. Eso sí, con la inteligencia suficiente como para dar una de cal y otra de arena, ya que entremedio de estos dos títulos rodó “El Castañazo”, una comedia gamberra y ácida, ambientada en el mundo de Hockey sobre hielo, con la que, una vez más, se metió al público en el bolsillo.
Scott Newman Center
En 1978 la tragedia se introdujo en la vida de Newman, su único hijo varón, Scott Newman, murió de una sobredosis. Tras este duro golpe Newman se tomó como compromiso personal la lucha contra la droga, creando el Scott Newman Center, para la prevención del uso de drogas.
AÑOS 80. MARAVILLOSA MADUREZ
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Al llegar a la década de los 80 Paul Newman ya contaba con 55 años. Aún mantenía todo su atractivo y forma física, pero a partir de este momento, su presencia en el cine empezó a disminuir, al mismo tiempo que se implicaba más en sus proyectos humanitarios, que sufragaba con los beneficios de sus empresas alimenticias. Aún así, a lo largo de esta década supo escoger con mimo aquellos los proyectos en los que se involucraba para seguir ofreciendo altas muestras de su capacidad interpretativa. En 1981 protagonizó “Ausencia de Malicia”, un excelente thriller dirigido con firmeza y ritmo por uno de los grandes del género, Sydney Pollack, quien basándose lejanamente en un caso real se centraba en la historia de una periodista que no se resigna a considerar culpable a un hombre, hijo de mafioso, acusado por la policía aun a pesar de contar con una contundente coartada.
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Ese año Newman participó también en “Distrito Apache”, un cinta sobre el día a día del cuerpo de policía de uno de los distritos más problemáticos de Nueva York, el del sur del Bronx. En su momento la película causó un cierto revuelo y polémica debido a sus dosis de violencia y a la visión cínica y cruda con la que se reflejaba la situación de la seguridad en los barrios marginales de Estados Unidos. Sin embargo fue en 1982 cuando realmente Newman dio una de las mayores pruebas de su madurez personal e interpretativa, con el thriller de temática judicial “Veredicto Final”. En esta cinta dirigida por Sydney Lumet y escrita por David Mamet, el actor bordó su papel, convirtiéndose en el eje central de una trama que ahondaba en la falta de ética tanto del sistema legal como sanitario.
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En 1984 Paul Newman decidió promover, tanto delante como detrás de la cámara, un título de especial interés personal, “Harry e Hijo”, donde a través de una historia de ficción se adentraba en un tema que le sirvió para enfrentarse a su relación con su hijo fallecido en 1978. El carácter icónico de Newman y de uno de sus personajes clásicos, Eddie el Rápido de “El Buscavidas”, recibieron un sentido homenaje en la cinta de Martin Scorsese de 1986, “El Color del Dinero”. Su recuperación de este personaje, ahora avejentado y marcado por el pasado le supuso su primer y único Oscar como Mejor Actor. El año anterior la academia le había otorgado una estatuilla honoraria al conjunto de su carrera, pero de esta manera se quiso también corregir una injusticia que de forma lamentable se había mantenido desde 1959, año en el que obtuvo la primera de sus nominaciones a Mejor Actor por “La Gata sobre el Tejado de Zinc”.
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El actor cerró la década de los 80 con dos interesantes papeles basados en personajes reales, el del General Leslie Groves, uno de los padres de la bomba atómica en la cinta de Roland Joffé, “Creadores de Sombras”, y el Gobernador Earl Long, un político de Louisiana que, en los últimos años de su vida, escandalizó a la opinión pública por su relación con una stripper, en “El Escándalo Blaze”. Se trataba de dos películas que ofrecían al actor personajes golosos para poderse lucir en pantalla, pero que, pese al estimable trabajo de Newman, sus resultados artísticos y económicos resultaron un tanto apagados.
AÑOS 90 Y ÚLTIMOS TRABAJOS. ELECCIONES SELECTAS
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En la década siguiente la presencia de Paul Newman en la pantalla fue aún más reducida que en los 80, sin embargo, nuevamente demostró una sabia capacidad de elección de los proyectos en los que se involucraba. Ya sin nada que demostrar desde hacía tiempo, el actor se limitó a participar en aquellos proyectos que realmente le permitían disfrutar con la interpretación, reuniendo eso sí un selecto grupo de dispares personajes que volvían a dejar patente la magnífica versatilidad de la estrella.
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Así por ejemplo, no podemos encontrar dos papeles más antagónicos que los que abrieron su incorporación a la década de los 90. En 1990 protagonizó la cinta del prestigioso director James Ivory “Esperando a Mr. Bridge”, donde coincidió en pantalla por última vez con su mujer Joanne Woodward, y en 1994, aceptó el suculento papel del villano en la cinta de los Hermanos Coen “El Gran Salto”. La primera era un drama acerca de un personaje adusto y estricto que reacio a adaptarse a los cambios en la sociedad, mientras que la segundo era una comedia caricaturesca donde Newman se reía de su propia imagen, con un personaje odioso y grotesco en la mejor tradición de los grandes avaros del cine y la literatura como el Sr. Scrooge de “Cuento de Navidad” o el Sr. Potter de “¡Qué Bello es Vivir!”.
ni un pelo de tonto
Sin embargo el papel que mejor representó su trayectoria durante los 90 fue el Sully Sullivan de “Ni un Pelo de Tonto”. Este personaje perdedor, que se impone a la realidad de su vida con cabezonería fue una joya de papel que le sirvió en bandeja el director y guionista Robert Benton. Junto volvieron a trabajar cuatro años más tarde en “Al Caer el Sol”, donde Newman daba vida a Harry Ross, una versión avejentada de su famoso Lew Palmer, en una cinta que contenía no sólo las claves propias del género policíaco, sino también un reparto de primer nivel completado por Gene Hackman, Susan Sarandon y James Garner.
Mensaje en una Botella
Newman cerró los 90 y el siglo XX con un pequeño papel en la cinta “Mensaje en una Botella”, una comedia romántica pensada a mayor gloria de Kevin Costner, pero que acabó siendo un producto olvidable, destacando únicamente la labor de Newman como el padre del protagonista.
Camino a la Perdición
Con la llegada del siglo XXI, Paul Newman prácticamente se retiró del cine, haciendo alguna aparición puntual en un par de películas. Es cierto que la cinta del año 2000 “Donde Esté el Dinero” no tuvo demasiada relevancia, sin embargo, ya sólo su increíble interpretación de 2002 en “Camino a la Perdición” fue suficiente para dejar claro que los años no había reducido ni un ápice de su capacidad interpretativa ni de su poderosa presencia en pantalla, obteniendo por este papel su última nominación al Oscar. La despedida de Paul Newman del cine fue a través de su voz, con la que dio vida al juez Doc Hudson, en la cinta de animación de la Pixar “Cars”. La pasión de Newman por los coches fue recompensada por el director John Lasseter, quien le dio la oportunidad de interpretar un papel basado en la leyenda del motor Herb Thomas.
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DESPEDIDA
Tras estos dos títulos, el cada vez más deteriorado estado de salud de Newman debido a su cáncer de pulmón le fue apartando de la vida pública, sin embargo, empleó todas sus fuerzas para seguir al pie del cañón en sus labores humanitarias, con la que se mantuvo comprometido hasta el final de sus días. Como comentábamos antes se intentó volver a reunir al actor con Robert Redford en una última película juntos, sin embargo esto no fue posible. En cualquier caso, este reencuentro si bien nostálgico, tampoco hubiese añadido mucho a una pareja de actores que con sólo dos trabajos en común marcaron un referente cinematográfico. Paul Newman falleció el 26 de septiembre de 2008 en su casa, tal y como él había deseado, dejando para el recuerdo más de 50 años de talento, profesionalidad y compromiso que le definieron no sólo como uno de los más importantes actores de la historia del cine, sino también uno de los más queridos y respetados.
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