domingo, 29 de mayo de 2011

“PIRATAS DEL CARIBE”. UNA VIDA DE PIRATA PARA MÍ.


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INTRODUCCIÓN
Junto con la trilogía de “El Señor de los Anillos” y la saga de Harry Potter, “Piratas del Caribe” se ha convertido en una de las franquicias más rentables para la industria de Hollywood en lo que llevamos de siglo XXI. No sólo las ahora cuatro películas de la serie han generado ingentes ingresos de taquilla y merchandising, también han creado su propio fandom y su personaje protagonista, el Capitán Jack Sparrow, se ha convertido en un icono del cine moderno. Con estos ingredientes, es difícil imaginar un final cercano a esta gallina de los huevos de oro, que sigue teniendo en la figura de Johnny Depp a su principal valedor.
“PIRATAS DEL CARIBE. LA MALDICIÓN DE LA PERLA NEGRA”. OH, CAPITÁN, MI CAPITÁN
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“Piratas del Caribe. La Maldición de la Perla Negra” surgió de la ida de llevar a la gran pantalla una de las atracciones más veteranas de Disneylandia, creada en 1950. Pese a la popularidad de este paseo temático, la película era un proyecto que no las tenía todas consigo y del que no se esperaba más que una recaudación modesta. La última cinta de piratas producida por Hollywood había sido “La Isla de las Cabezas Cortadas”, dirigida por Renny Harlin y protagonizada por Geena Davis en 1995, una cinta costosísima y que había fracasado de manera rotunda en el cine. Esta producción que había nacido con la intención de resucitar el interés del público por este tipo de películas no hizo más que hundirlas aún más en el pozo en el que llevaban hibernando desde hacía una década, concretamente desde otro descalabro, “Piratas” de Roman Polanski en 1986. En medio se encontraba también “Hook”, uno de los mayores fracasos de Steven Spielberg, que no podemos etiquetarse realmente como cine de piratas, pero que tampoco ayudaba a tener mayor confianza en las posibilidades de este subgénero.
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En su momento, la atracción de “Piratas del Caribe” supuso una de las más trabajadas, detallistas y divertidas del mundo mágico creado por Walt Disney, además de ser la última supervisada por éste antes de su muerte. A lo largo del recorrido se podían ver diferentes animatrónicos que representaban el mundo de los piratas, sin embargo, era principalmente un recorrido descriptivo, no existía un hilo argumental que unieran los diferentes sets. Por ello, la Disney contrató a Ted Elliot y Terry Rossio, quienes previamente habían conseguido resucitar a El Zorro, convirtiéndose en dos nombres recurrentes en la industria a la hora de abordar el género de aventuras. Estos desarrollaron una trama que mezclaba elementos clásicos del cine de piratas con elementos sobrenaturales. La idea era ofrecer un entretenimiento modesto pero repleto de aventura, humor y fantasía.
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Al frente de la dirección se puso a Gore Verbinski, un director hasta ese momento afincado en la Dreamworks, donde había encadenado varios éxitos con películas de producción modesta y a priori no especialmente taquilleras, pero que habían conseguido ganarse al público gracias a la capacidad narrativa de su realizador. Verbinski aportó a la película una gran agilidad y fluidez visual, convirtiéndola en un producto de ritmo constante que, pese a su larga duración (143 minutos), pasaba ante la mirada del espectador de manera rápida y amena.
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En lo referente al reparto y debido a lo modesto de su planteamiento, los productores no pusieron demasiados problemas a la hora de dar los papeles principales a dos actores desconocidos, Keira Knightley y Orlando Bloom. Por fortuna para ellos, Knightley consiguió llegar al estrellato gracias a su papel en esta cinta y Bloom estaba a punto de convertirse en una estrella gracias a “El Señor de los Anillos”. Más debatida fue la incorporación de Johnnie Depp. El actor nunca se había mostrado interesado en ser una estrella especialmente comercial. Por lo general escogía papeles en títulos independientes, siendo sus trabajos más taquilleros las películas que había protagonizada para Tim Burton. Además estaba su fama de excéntrico, con preferencia por las interpretaciones histriónicas. Precisamente, al ver las primeras imágenes del rodaje los productores se asustaron, no entendían qué estaba haciendo Depp, sin embargo, a petición del director y con el apoyo de Dick Cook (uno de los veteranos ejecutivos del estudio y amigo personal de Depp) le dieron cancha para hacer suyo el personaje. Al reparto había que sumar aún algún nombre de peso y éste fue Geoffrey Rush como el villano Capitán Barbossa. Ganador de un Oscar por “Shine”, Rush era un intérprete que había demostrado su versatilidad tanto en el drama como la comedia, y cuya capacidad histriónica y caricaturesca podía perfectamente competir con Johnny Depp en pantalla.
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El resultado fue una película muy entretenida, que homenajeaba en parte el género de piratas, pero que al mismo tiempo parodiaba o subvertía esos mismos patrones. El auténtico rey de la función era Depp, que con su papel de Jack Sparrow por fin parecía haber encontrado el personaje que ayudara a despegar de su carrera en la industria, consiguiendo no sólo su primera nominación al Oscar, sino también convertirse en una de las estrellas más aclamadas y reclamadas por parte del público.
“PIRATA DEL CARIBE. EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO”. LOS PIRATAS CONTRAATACAN
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Este éxito hizo obligatoria una secuela que recuperara a los personajes principales. Depp insistió en mantener a los tres protagonistas, evitando caer en una sobreexplotación de Jack Sparrow, por lo que se iniciaron los trámites para coordinar las agendas de las ahora tres estrellas hollywoodienses. Desgraciadamente para la Disney, antes de que ellos pudieran cerrar el contrato con todos ellos, su fama ya les había convertido en tres de los rostros más populares del cine, con múltiples películas ya en cola para que fueran protagonizadas por ellos. El propio Johnny Depp participó en un total de ocho películas antes de incorporarse al rodaje de esta secuela, entre ellas dos títulos para su amigo Tim Burton, “Charlie y la Fábrica de Chocolate” y “La Novia Cadáver”.
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Una vez coordinados todos los actores, y para evitar nuevos problemas de agenda, se optó por rodar dos películas, “Piratas del Caribe. El Cofre del Hombre Muerto” y “Piratas del Caribe. En el Fin del Mundo”, de manera simultánea (siguiendo el ejemplo de “El Señor de los Anillos”). Se volvió a contratar a Ted Elliot y Terry Rossio para que escribieran el guión de las secuelas, y estos las plantearon como una única historia dividida en dos partes, con un importante cliffhanger en medio, al estilo de los seriales clásicos. Aquí podemos encontrar también la influencia de George Lucas y su primera trilogía galáctica. “El Cofre del Hombre Muerto” fue planteada siguiendo un esquema similar a “El Imperio Contraataca”, con los personajes principales viajando a diferentes localizaciones y desarrollando cada uno su propia subtrama que les llevarán por caminos diferentes para reunirlos en el clímax. El cierre de la película era un final abierto, con uno de los héroes sacrificándose para salvar al resto y dejando las claves para la siguiente aventura.
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Una vez más Depp se convierte en el rey de la función con su excéntrica interpretación del Capitán Jack Sparrow, mientras que la relación romántica entre Will y Elizabeth atravesó sus primeros escollos después del final de cuento de hadas de la primera entrega. Desgraciadamente para Orlando Bloom y Keira Knightley, por mucho que Johnny Depp insistiera en que no quería ser el protagonista absoluto, su interpretación seguía eclipsando a sus compañeros de reparto, especialmente en esta aventura en la que no tenía a un Geoffrey Rush delante para darle la réplica. El papel del villano recayó en esta ocasión en un irreconocible Bill Nighy como Davy Jones, un personaje de impactante caracterización pero que, al menos en esta primera secuela, aún no contaba con suficiente protagonismo en pantalla.
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“Piratas del Caribe. El Cofre del Hombre Muerto” se estrenó el 11 de agosto de 2006 en nuestro país, avalada por el extraordinario éxito en otras partes del mundo. La película había roto el record de recaudación del primer fin de semana en Estados Unidos que hasta ese momento mantenía “Spiderman 2”, recaudando más de 135 millones de dólares, y llegó a convertirse en la cinta de mayor éxito de ese verano, por encima de “El Código DaVinci”, “X-men. La Decisión Final”, “Misión Imposible III” o “Superman Returns”. A pesar de esto el resultado crítico no fue tan favorecedor. Es cierto que a lo largo de la película se notaba el incremento del presupuesto. Había más espectáculo, más decorados, y más localizaciones, pero el argumento resultaba confuso con tantos desplazamientos de un lugar a otro, la acción se alargaba innecesariamente, generando a su vez problemas de ritmo, los personajes secundarios resultaban demasiado sosos frente al virtuosismo del Jack Sparrow de Johnny Depp, y además ese final abierto para conectar con la tercera parte dejaba la impresión de obra inacabada.
“PIRATAS DEL CARIBE. EN EL FIN DEL MUNDO”. EL ESPECTÁCULO MÁS GRANDE DEL MUNDO
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El regreso de los piratas en su tercera aventura, por lo tanto, debía hacer frente a varios aspectos. La segunda parte había resultado un tanto irregular, especialmente en lo referente a guión y su excesiva duración, sin embargo, “Piratas del Caribe: En el Fin del Mundo” contaba con una duración mayor que las anteriores, y un guión de Elliot y Rossio, deudor por naturaleza de las anteriores. Si la segunda entrega era un intento de los guionistas por llevar a cabo su “El Imperio Contraataca” particular, este cierre de trilogía era “El Retorno del Jedi”, con la hermandad de piratas reuniendo sus fuerzas para enfrentarse a Davy Jones en una macro batalla final de larga duración.
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La película es que estaba claramente dividida en tres bloques. El primero era el rescate de Jack de la tierra de Davy Jones, el bloque intermedio suponía toda la reunión de la hermandad pirata, y el tercero era ese gran fin de fiesta con la batalla final. Si la película duraba casi tres horas, no es difícil cuadrar la duración de cada bloque. El primero de ellos suponía el más surrealista, con aportes cómicos, como las alucinaciones de Jack Sparrow, o su posterior rifirrafe con Barbosa por el control de la Perla Negra. Se trataba de un principio prometedor, que además servía para presentar uno de los personajes importantes de esta tercera parte, el capitán Sao Feng, interpretado por Chow Yun Fat, y ofrecerle cancha al director para que diera algunos curiosos aportes visuales.
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El segundo resultaba más confuso y aburrido, con toda la trama centrada en las continuas alianzas y traiciones de los personajes principales, pero no aporta nada nuevo a la cinta, salvo el publicitado cameo de Keith Richards como padre de Jack Sparrow. Finalmente, la película recuperaba fuerzas y convertía el enfrentamiento final en un circo de tres pistas, absolutamente delirante, grotesco y excesivo. Es en esta parte donde la película se convierte en lo que debía ser en todo momento, un puro espectáculo visual repleto de abordajes, cañonazos y peleas a espada. Es cierto que hay una gran preponderancia de los efectos especiales digitales y que se trasgrede de manera rotunda la capacidad de suspensión de incredulidad del espectador, con Jack Sparrow llevando a cabo acciones verdaderamente sobrehumanas, pero al fin y al cabo esto forma parte de la oferta de espectáculo que hace la película a su público.
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Los personajes secundarios adquirían mayor protagonismo, dejando de ser Johnny Depp el único en defender el pabellón interpretativo, destacando especialmente Geoffrey Rush como Barbossa, Chow Yun Fat como Sao Feng, Bill Nighy como Davy Jones, y Kevin McNally como Gibbs, el primero de a bordo de Sparrow. En lo referente a Orlando Bloom y Keira Knightley, al igual que en las anteriores, su presencia se mantenía como gancho para el público juvenil, pero resultaban demasiado sosos y convencionales frente al variopinto reparto de la película. Se trataba, por lo tanto, de una cinta imperfecta, demasiado larga, con exceso de subtramas a la postre irrelevantes, pero, en general, más entretenida que “Piratas del Caribe. El Cofre del Hombre Muerto”, y, para los amantes del cine excesivo, mucho más desproporcionada y ambiciosa que la primera parte.
“PIRATAS DEL CARIBE. EN MAREAS MISTERIOSAS”. EN BUSCA DE LA FUENTE PERDIDA
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El estreno de “Piratas del Caribe. En el Fin del Mundo” dejó sentimientos encontrados entre el público. Es cierto que la película supuso una vez más una ingente entrada de dinero a las arcas de la Disney y que los fans se resistían a aceptar que ahí acabaran las aventuras del Capitán Jack Sparrow, pero al mismo tiempo se le criticó su excesiva duración, un guión con demasiada pirotecnia, pero poco contenido y una proliferación de subtramas y personajes que no aportaban nada al conjunto. Con esta cuarta entrega los responsables habían prometido ser más sintéticos, regresando al modelo de la primera película.
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De nuevo, encontramos un intento por recuperar el sentido del cine de aventuras de los años 80, que a su vez retomaban lugares comunes del cine de los 30 y 40. En esta ocasión, se deja de lado las referencias a “La Guerra de las Galaxias” y se toma como modelo “En Busca del Arca Perdida” o “Indiana Jones y la última Cruzada”. Jack Sparrow se convierte en un aventurero en busca de un objeto misterioso, la Fuente de la Vida, encontrándose por el camino con otros competidores que intentan aprovecharse de sus conocimientos: El temible Barbanegra y su tripulación de zombis, su archinémesis Barbossa (ahora a las órdenes del Imperio Británico) y la flota española encabezada por un misterioso personaje encarnado por el español Oscar Jaenada (aunque esta subtrama parece haber quedado rotundamente cercenada en el montaje final).
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Desde un principio la película tuvo que atravesar algunas dificultades que hicieron peligrar su realización. La marcha del director Gore Verbinski, el despido del ejecutivo de la Disney Dick Cook (quien había sido el principal valedor de Johnny Depp en la primera entrega ante los miedos del estudio a que el personaje de Jack Sparrow resultara demasiado extravagante), los recortes de presupuesto que la nueva directiva llevó a cabo con esta cuarta entrega y, finalmente, la noticia de que una de sus principales estrellas, Penélope Cruz, estaba embarazada durante el rodaje fueron algunos de los escollos que hubo que esquivar. Al final, todas las aguas fueron regresando a su cauce y la producción de la película pudo navegar por mareas más tranquilas.
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Como es de esperar, el centro de la historia vuelve a ser el Capitán Jack Sparrow. Es más, tras la marcha de Keira Knightley y Orlando Bloom, Depp ya no tiene que compartir el liderazgo de la película con nadie más y el resto de los personajes se subordinan a los irregulares caminares del Capitán Jack Sparrow. Es verdad que el actor se mantiene como uno de los principales activos de la película, pero también es cierto que esta nueva aventura no nos muestra nada nuevo del personaje. Éste sigue siendo igual de errático, caricaturesco e ingenioso, pero ya ha perdido el efecto sorpresa que lo convirtió en un icono del cine moderno en 2003.
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El resto del reparto contiene nombres destacados y personajes que daban mucho juego. De entregas anteriores permanecen Geoffrey Rush como Barbossa y Kevin McNally como Gibbs. El primero vuelve a demostrar que es un robaescenas de lujo. Con menor participación en la historia consigue no sólo que su personaje sea de los más celebrados de la película, sino también que le echemos de menos cuando no está en pantalla. Entre las novedades tenemos principalmente a Ian McShane como el pérfido Barbanegra y Penélope Cruz como su hija, y antiguo amor de Sparrow, la enigmática Angelica. McShane es un actor de carácter cuya presencia en pantalla está más que probada en series como “Deadwood” o “Los Pilares de la Tierra”, aunque en cine ha tenido menor suerte. Su Barbanegra es siniestro y turbador, pero su valor en la historia queda diluido en un guión más preocupado por la acción que por desarrollar a sus personajes como se merecen.
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En el caso de Penélope Cruz nos encontramos con dos problemas. En primer lugar su embarazo limitó no sólo su interpretación, también la puesta en escena del director, quien tenía que cerrar mucho el plano cuando su personaje participaba para que no se pudiera apreciar su estado. En algunos planos generales se contó con la presencia de la hermana de la actriz, Mónica Cruz, aprovechando el gran parecido físico existente entre las dos actrices, sin embargo, éste era un recurso del que no se podía abusar para que no resultara evidente la sustitución. Por otro lado, también hay que decir que mientras la mayor parte de los actores son creíbles en su caracterización, Cruz no resulta convincente y, en ocasiones, más bien parece disfrazada de carnaval.
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Las riendas de la dirección recayeron en esta ocasión en Rob Marshall, un director hasta ahora más habituado al musical que al género de acción, a través de películas como “Chicago” o “Nine”, sin embargo esto no ha supuesto un problema demasiado grande. La película es un producto de estudio, perfectamente hilado y definido por el productor Jerry Bruckheimer y los ejecutivos de la Disney, quienes a su vez tenían control absoluto de la postproducción, por lo que Marshall simplemente debía seguir las directrices y colocar la cámara según correspondiera para la posterior introducción de los efectos y retoques digitales. En este sentido es una película más impersonal que las anteriores y se echa de menos el virtuosismo visual de Gore Verbinsky, quien dentro de las limitaciones que le ponía el estudio se las apañaba para ofrecer algunas imágenes poderosas, como la Perla Negra invertida o el abordaje final en la tercera entrega.
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Una vez más el principal lastre al que se enfrenta la película es el guión escrito por Ted Elliot y Terry Rossio. Lamentablemente, el éxito de las películas de la franquicia (además de otros títulos como el ya mencionado “La Máscara del Zorro”) ha convertido a estos dos mediocres escritores en los principales representantes del cine de aventuras hollywoodiense moderno. Esto se debe a que sus libretos están elaborados a modo de set pieces, donde el punto de partida es la espectacularidad de la acción y la pirotecnia que va asociada al desarrollo de las secuencias, sean éstas verosímiles o no. Con esta filosofía, conceptos como el argumento o los personajes pasan a ser meros peones supeditados a la espectacularidad de la imagen. La interacción de los protagonistas es absolutamente errática, incluso contradiciéndose entre ellos con el fin de poder justificar una escena de acción o un gag humorístico. Así, aspectos fundamentales como los vínculos entre Jack y Angelica, o entre ésta y Barbanegra, están cogidos con pinzas, mientras que el romance entre el predicador Phillip y Sirenia acaba resultando cursi y atropellado.
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Como en las películas anteriores, se han introducido elementos de fantasía en la historia. No sólo la Fuente de la Juventud que buscan los protagonistas, sino que además por la trama deambulan zombis y sirenas. Con respecto a los primeros, las referencias al vudú en la película no pasan de la mera anécdota. Estos zombis podrían ser igualmente marineros normales y corrientes de la tripulación de Barbanegra y el argumento no se hubiese visto modificado, mientras que el uso de la muñeca vudú no pasa de ser un chiste ya demasiado gastado. En cuanto a las sirenas, juegan un rol más importante en la historia, siendo su primera aparición y el ataque a los piratas de Barbanegra una de las secuencias más logradas de la cinta. Posteriormente la presencia de las sirenas quedará limitada al papel de la actriz española Astrid Berges-Frisbey, demasiado cursi y muy mal doblada (un nuevo caso de esa manía inexplicable de los actores españoles a doblarse a sí mismos cuando ruedan en lengua extranjera, que, por regla general, queda falso y artificial).
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La música de “Piratas del Caribe. En Mareas Misteriosas” vuelve a estar a cargo de Hans Zimmer, músico afincado en la productora de Jerry Bruckheimer desde hace décadas, pero que de vez en cuando deja el encargo en manos de alguno de sus colaboradores. Eso fue lo que pasó con la primera película de la serie, que en principio iba a ser un título menor y por lo tanto no merecedor de la participación de Zimmer, quien, eso sí, parece ser que colaboró en la partitura aportando algunas ideas y temas. Cuando la cinta se volvió un éxito comercial, Zimmer tomó las riendas para la segunda entrega, y desde entonces ahí ha permanecido. Esta cuarta entrega aporta pocas novedades a nivel musical. Se mantienen los mismos temas principales e incluso se reiteran algunos adjudicados a personajes no presentes (durante la secuencia del motín en el barco de Barbanegra podemos escuchar el leitmotiv dedicado a los piratas fantasmas de la primera entrega). Las únicas novedades son el tema de Angelica, poco original y sin demasiado desarrollo, apoyado principalmente en el uso de la guitarra española como guiño a la nacionalidad de Penélope Cruz. En esto destaca la participación de Rodrigo y Gabriela, un dúo de guitarristas mexicanos que aportan el toque exótico a la música. Otra incorporación es el tema de las sirenas, apoyado también de manera previsible en la voz femenina para resaltar el carácter mágico, sensual y misterioso de estas criaturas. Por último encontramos el tema de Barbanegra, con fuerte empleo del coro y la percusión. Se trata de una composición amenazadora, pero no especialmente lucida.
Al final “Piratas del Caribe. En Mareas Misteriosas” es lo que podemos esperar de ella, una cinta de acción, fantasía y humor, entretenida pero poco más, amparada en una desbordante producción, gran uso de los efectos digitales, atronadora en su banda sonora y simple en cuanto a la historia que nos quiere narrar. Lo que no se comprende es por qué era necesaria una duración de dos horas y veinte minutos para algo que perfectamente se podía haber contado en 90-100 minutos. Desde luego si esto es lo que entienden en la Disney por ser más concretos y no dejarse llevar por las ramas a la hora de generar subtramas que no van a ninguna parte, creo que el problema de falta de síntesis que sufre la industria de Hollywood está llegando a sus extremos más agudos.
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Lo que está claro es que la película es y será un éxito. Es cierto que en su primer fin de semana ha recaudado un considerable porcentaje menos que la segunda y la tercera entrega, pero eso no quita para que sigamos hablando de cifras astronómicas que aseguran la continuidad de la serie. De momento, Johnny Depp ha anunciado que prefiere dar un descanso al Capitán Jack Sparrow y así poder comprometerse con los innumerables proyectos que se acumulan en su agenda, pero nadie duda que volverá a ponerse las rastas, los dientes de oro, el maquillaje y el sombrero para una quinta y una sexta entrega.
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1 comentario:

  1. liondreadlocks.es

    Las rastas en Piratas del Caribe son más que estilo, son un guiño a la rebeldía. Un detalle que refleja la excentricidad y el espíritu libre de los personajes icónicos.

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