martes, 10 de mayo de 2011

KENNETH BRANAGH. SHAKESPEARE Y YO

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INTRODUCCIÓN

De origen irlandés aunque criado en Inglaterra, Kenneth Branagh apareció casi por sorpresa en el mundo del cine en 1989, triunfando con su adaptación de la obra de William Shakespeare “Enrique V”. Tras este espectacular debut, durante los años 90 fue ganándose una reputación como director y como actor, especialmente cuando se trataba de adaptar alguna obra del escritor de “Hamlet”. Sin embargo con la llegada del nuevo siglo, su carrera parece haber ido a la deriva, con películas que buscaban recuperar la atención del público sin éxito. Ahora acaba de estrenar en cines “Thor”, donde el legado del Bardo de Stratford Upon Avon y la mitología nórdica parece encontrarse con el universo del cómic y los Blockbusters hollywoodienses.

SER O NO SER (ACTOR Y DIRECTOR)

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El interés de Branagh por el mundo del teatro nació cuando tenía 15 años, al ver a Derek Jacobi en el papel de “Hamlet”. Fue en ese momento cuando decidió ser actor. A los 18 años ingresó en la Royal Academy of Dramatic Art, pasando posteriormente a ingresar en la prestigiosa Royal Shakespeare Company. Aquí, rápidamente aseguró su posición como nuevo talento de la escena británica tanto en la dirección como en la interpretación, siendo etiquetado por la prensa como el nuevo Laurence Olivier, considerado uno de los mayores expertos en Shakespeare en cine y teatro.

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Su carrera en el cine comenzó en 1981, introduciéndose como actor a través de pequeños papeles en diversas películas y series de televisión. A pesar de su trabajo en varias producciones, Branagh no consiguió llamar la atención del público y la crítica hasta que en 1989 decidió ponerse tras la cámara y llevar a la gran pantalla una adaptación del “Enrique V” de Shakespeare. Para esta producción reunió a gran parte de su troupe teatral, con nombres de actores que se volverían recurrentes en su cine posterior. Entre ellos podemos encontrar a su (por aquel entonces) esposa, Emma Thomson (aún desconocida por el público general, quien durante años estuvo a la sombra de su marido), y a su admirado Derek Jacobi (como el narrador de la obra). El esfuerzo de dirección de Branagh fue extraordinario, demostrando una excelente visión cinematográfica para alguien que venía del mundo del teatro, y una vez más las comparaciones con Olivier (quien también debutó como director en 1944 con una adaptación de “Enrique V”) no se hicieron esperar. Branagh recibió nominaciones a los Oscars como mejor actor y mejor director, y la película se llevó una estatuilla por su diseño de vestuario.

L’ENFANT TERRIBLE EN HOLLYWOOD

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El éxito de “Enrique V” le abrió las puertas de Hollywood. Así su siguiente película, “Morir Todavía” se convirtió en su primera experiencia con un gran estudio. La cinta producida por la Paramount homenajeaba el cine negro, con referencias también al cine de Alfred Hitchcock y Orson Welles. La cinta añadía al conjunto un toque de género fantástico, contando una historia de asesinato en dos tiempos con el tema de la reencarnación de por medio. A parte de sus actores habituales (Thomson, Jacobi), la película contó con nombres de Hollywood como Andy García o Robin Williams y fue un éxito. Sin embargo, a pesar de la enfática puesta en escena del director, la cinta no alcanzó los niveles de excelencia de su primera obra.

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Curiosamente, tras probar las mieles de Hollywood, para su siguiente obra Branagh optó por reunir un pequeño presupuesto, y rodar junto con un equipo de buenos amigos la comedia “Los Amigos de Peter”. La cinta contaba una historia generacional, donde un grupo de amigos de la universidad se reúnen tras años de separación y hacen balance de sus vidas. La cinta estaba repleta de guiños privados, como el hecho de que el propio Branagh interpretara a un guionista que abandonó a sus amigos para irse a triunfar a Hollywood, y se apoyaba en elementos como la música o las referencias cinematográficas para definir el bagaje cultural de los personajes. La película sabe alternar los momentos de comedia con apartados intimistas y apuntes sentimentales, que la convierten en una película entrañable. “Los Amigos de Peter” no tuvo un éxito multitudinario como sus anteriores películas, entre otras cosas porque con su presupuesto no podía optar a una distribución masiva como si tuvo “Morir Todavía”, sin embargo fue una cinta que supo contentar a su público. Al fin y al cabo era una cinta entre amigos, que sus integrantes habían realizado como algo personal y en absoluto supeditada a su éxito comercial.

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Tras esta película, Branagh quiso volver a Shakespeare y se trasladó a la Toscana para rodar “Mucho Ruido y Pocas Nueces”. La cinta partía de una comedia no especialmente conocida del dramaturgo, pero que gracias a la puesta en escena del director y a una excelente labor de casting consiguió un éxito extraordinario. Con este título, Branagh no tuvo el más mínimo inconveniente en reunir a un grupo heterodoxo de actores, mezclando actores norteamericanos con británicos, e incluso ofreciendo el papel de Don Pedro de Aragón a un actor de color como Denzel Washington, todo esto decisiones que enfurecieron a los más puristas, pero que vista la película resultan de lo más efectivas. A lo largo de la cinta la presencia de los actores británicos se complementa a la perfección con la naturalidad de los americanos, y no cabe duda de que Washington saca adelante una magnífica interpretación, desbordante de carisma y talento, independientemente del color de su piel. La cinta consigue rescatar el carácter lúdico de la obra de shakespeare, gracias a la briosa planificación de Branagh y al espléndido montaje. “Mucho Ruido y Pocas Nueces” se convirtió en el mayor éxito de taquilla de Branagh y compitió con “Enrique V” en cuanto a su excelente recepción crítica. Con ella quedaba claro que había una conexión especial del director con la obra de Shakespeare, ausente cuando abordaba otros materiales.

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El éxito de esta película le llevó a optar a una de sus más caras producciones, “Frankenstein de Mary Shelley”. El éxito del “Drácula” dirigido por Coppola impulsó a éste a querer producir otras adaptaciones de personajes clásicos del género de terror. El siguiente en el escalafón fue este “Frankenstein”, que a pesar de contar con un gran presupuesto, y con actores de prestigio como Robert DeNiro, fue un rotundo fracaso en taquilla. En esta ocasión todas las críticas recayeron en Branagh, a quien se le acusó de excesivo y megalómano. Es cierto que la cinta es a todas luces fallida, y que algunos excesos visuales del director repercuten negativamente en la película, con momentos que rayan peligrosamente en el ridículo, sin embargo, también es cierto que hubo un especial ensañamiento contra la obra y su director, que tampoco se merecían tanto desprecio por parte de la crítica.

SHAKESPEARE REVISITADO

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Para recuperarse de este bache, Branagh vuelve a Shakespeare y a su obra predilecta, “Hamlet”, por partida doble. En primer lugar, en 1995 dirige la película de bajo presupuesto “En lo más Crudo del Crudo Invierno” que apenas tuvo exhibición en muchos países y que narra la historia de un atípico grupo teatral que pretende montar Hamlet en un pequeño pueblo rural. Se trata de una cinta amable y divertida que habla sobre el mundo de las particularidades del mundo del teatro. Al poco tiempo cumplió su sueño al dirigir una versión de “Hamlet” de cuatro horas, respetando la integridad del texto de la obra original (aunque no la ambientación temporal, situada en el siglo XIX) y con un reparto plagado de estrellas. Este proyecto fue su sueño hecho realidad, y el director se esforzó en que la suya fuera la versión definitiva de las diversas adaptaciones que la obra había tenido en el cine. Desgraciadamente, su trabajo se vio menoscabado por las leyes de las distribuidoras. Con el fin de que los cines no tuvieran que renunciar a sesiones de exhibición, se presentó una versión reducida de la cinta que eliminaba casi hora y media de metraje. Para colmo de males este montaje se hizo sin el más mínimo conocimiento de la obra de Shakespeare, eliminando partes fundamentales para el desarrollo del drama.

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Tras el esfuerzo de su “Hamlet”, Branagh decidió dejar de lado la dirección de forma temporal y centrarse en su carrera como actor. Durante varios años estuvo rodando películas a las órdenes de otros directores, dejándose también tiempo para regresar al teatro. Este descanso de la dirección duró 4 años, tras los cuales regresó a Shakespeare con una adaptación de la obra “Trabajos de Amor Perdidos”. Branagh quiso darle un toque posmoderno a esta versión, introduciendo una serie de números musicales basados en canciones de Cole Porter que acompañaran al texto de la obra original. Sin embargo, la cinta no funcionó, la relación entre las canciones y el texto sincronizaba bien, pero por primera vez Branagh no era capaz de insuflar vida a las palabras del bardo, lo que llevó nuevamente al director a refugiarse en la interpretación.

LA CULTURA COMO DENOMINADOR COMÚN

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El interés de Branagh por la cultura quedó patente nuevamente con su adaptación de otra obra de Shakespeare, “Como Gustéis”, y una versión de la ópera “La Flauta Mágica” de Mozart, dos títulos que han recibido buena acogida crítica, pero que no disfrutaron de una buena distribución (en el caso de la primera, fue producida por el canal de televisión de pago estadounidense HBO, y fue estrenada directamente en la pequeña pantalla en ese país). En ambas, Branagh llevó a cabo sus acostumbrados cambios de localización espacial y temporal. Mientras “Como Gustéis” cambiaba la ubicación renacentista en un ducado francés de la obra original al Japón del Siglo XIX, en “La Flauta Mágica” la acción tiene lugar en plena I Guerra Mundial, utilizando el director la obra de Mozart para hacer un alegato antibélico. En la adaptación de Shakespeare llama la atención nuevamente el reparto interracial escogido por el cineasta, algo que empapa también las historias de amor que narra. Por otro lado, en “La Flauta Mágica” todo el reparto estaba integrado por cantantes profesionales de ópera y Branagh se dejó llevar por una puesta en escena más simbólica gracias a la incorporación de los efectos visuales digitales. Pese a sus problemas de distribución, ambas películas recuperaban a un Branagh entregado a la historia que quería contar, con una puesta en escena vigorosa y visualmente exquisita.

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Su regreso al cine comercial fue con el remake de “La Huella”, un título de encargo, pero al que a su vez se le quiso dar un toque de prestigio con la presencia de los actores Michael Caine (quien ya había interpretado la obra en la versión de 1972, pero ahora se encargaba del papel interpretado en su momento por Laurence Olivier) y Jude Law (también productor de la película y durante una época etiquetado como el heredero de Michael Caine tras protagonizar el remake de “Alfie”), y del dramaturgo ganador del premio Nobel, Harold Pinter, quien adaptó la obra original de Anthony Shaffer. Branagh centró la mayor parte de su puesta en escena en la idea de una casa completamente domotizada, con cámaras que cubren cada paso de los personajes. Sobre el papel parecía una buena idea, pero en la pantalla repercutía con una dirección muy fría. Además el guión de Pinter pretendía dar aún más vueltas de tuerca a una historia que en su versión teatral ya abusaba de los giros de la trama y los personajes. El resultado fue un nuevo fracaso para el director.

“THOR”. MITOLOGÍA DE WIKIPEDIA

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Pese a los malos resultados de sus últimas películas, Kenneth Branagh ha mantenido intacto su prestigio como director culto, especializado en adaptaciones de corte teatral o literario sin caer en simplificaciones de cara a la galería. Cuando su nombre pasó a encabezar una producción de las características de “Thor”, todo parecía apuntar a que el estudio había decidido sacar partido a las particularidades culturales del héroe, en lugar de esconderlas bajo una patina de color y personajes pueriles.

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A principios de los años 60 Stan Lee se dedicó a canibalizar todo tipo de referencias para poder llevar a cabo sus magnas creaciones del comic superheróico. Si, por ejemplo, en el caso de Hulk la inspiración provenía de la novela clásica de Robert Louis Stevenson “El Extraño Caso del Sr. Jeckyll y Mr Hyde”, la que más evidenciaba su origen era Thor, el Dios del Trueno de la mitología Nórdica, al que Lee situaba en la América contemporánea para aliarse con el Capitán América, Iron Man, Hulk, Avispa y el Hombre Hormiga en la formación inicial de Los Vengadores. Es cierto que salvo algunos detalles, Lee tampoco se esmeró demasiado en unir el referente mitológico con su creación. Eso fue labor de guionistas posteriores, especialmente el también ilustrador Walter Simonson a mediados de los 80, quien supo engarzar leyenda y ciencia ficción en una de las etapas más aplaudidas de la historia del personaje del comic.

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Para la adaptación al cine del personaje, la Marvel ha querido jugar con el menor riesgo posible. Pese a ser conocido fuera de las fronteras del comic, Thor no es precisamente uno de los personajes que más adeptos tiene de la editorial. Al menos no al nivel de Spiderman, Capitán América o Lobezno. El riesgo a que suceda como con Hulk cuyas dos películas más recientes han dejado unos números poco estimulantes para la editorial, preocupaba a la Marvel. Así en esta adaptación vemos una confluencia de diferentes aspectos con el fin de intentar ganar el mayor número de espectadores posible.

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En primer lugar se intenta equilibrar las referencias al Thor tradicional del comic, con la versión modernizada de la serie Ultimate, para que los fans del cómic aplaudan una serie de guiños sólo reconocibles por aquellos que conocen bien el cómic, pero que son demasiado irrelevantes como para que el resto de la audiencia pueda seguir la historia sin problemas. Por otro lado, se ha introducido un elemento de fantasía que emparenta esta adaptación con títulos de épica reciente, como “El Señor de los Anillos” o “Furia de Titanes”, apuntalado en el uso de los efectos digitales y el diseño de producción. Para asegurarse la presencia del público femenino, se intenta dar más entidad al rol de Jane Foster, ofreciendo el papel a una actriz del calibre de Natalie Portman, además de la presencia de la guerrera Sif, interpretada por Jamie Alexander. La elección de actores de prestigio como Anthony Hopkins o Stellan Skarsgard, o el propio director, Kenneth Branagh, busca también dar una cierta autoridad al conjunto para que a priori no pueda ser desdeñado como un mero producto para adolescentes. Las aventuras se insertan dentro del marco de historias que la Marvel ha ido organizando en películas como las dos partes de “Iron Man”, “El Increíble Hulk” y, próximamente, en “Capitán América”, de cara al estreno de “Los Vengadores” en 2012, por lo que vemos a personajes recurrentes como el agente Coulson de SHIELD o Nick Furia en la escena postcréditos de turno. Y finalmente, todo esto se aliña con mucho humor para hacer las dos horas de película más ligeras.

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Desgraciadamente toda esta saturación de elementos hace que la película quede en una tierra de nadie, sin identidad propia y sin capacidad de sorpresa al ser una producción tan controlada por su casa madre. La presentación que hacen de Thor se deja llevar demasiado por el humor, el personaje del cómic nunca fue especialmente intelectual, pero su versión cinematográfica es rematadamente estúpida, pura fuerza bruta sin un ápice de inteligencia. Toda la historia que nos presenta no pasa de ser un preludio, una aventurilla iniciática, de cara a presentar al personaje a los espectadores y poco más. El conflicto paterno-filial entre Thor, Loki y Odín tiene poco alcance y se resuelve de la manera más burda y pueril. Asgard y Jotunheim lucen muy bien en pantalla, pero especialmente el primero parece demasiado Kitsch, demasiado rutilante y artificioso como para resultar verosímil. Los efectos especiales están muy trabajados, pero choca ver cómo todo ese esfuerzo se viene abajo cuando Thor alza el vuelo de manera tan cochambrosa. Branagh, como director, es consciente de su calidad de artesano de encargo, y se limita a acatar las directrices de la Marvel punto por punto, permitiéndose si acaso, algún pequeño espacio de lucimiento.

En general, no podemos negarle a “Thor” el ser un producto entretenido, pero a un nivel mucho menor de lo prometido, desaprovechando las posibilidades que prestaba un personaje de estas características y el nivel de producción con el que se contaba.

CONCLUSIÓN

Seguramente “Thor” supondrá una previsible reconciliación de Branagh con la taquilla, pero también supone la claudicación más evidente del cineasta a un tipo de cine alejado de sus intereses artísticos y culturales, algo que no había sucedido con otros encargos como “Frankenstein de Mary Shelley” o “La Huella”. La pregunta que queda en el aire es si esta película para la Marvel supone una rendición o simplemente un impasse con el que bombear aire a su carrera como director para poder seguir adelante con sus proyectos más personales.

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