martes, 24 de enero de 2012

DAVID FINCHER. DE “ALIEN 3” A “MILLENIUM”. DESTILANDO EL MAL.


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Con una filmografía caracterizada por ofrecer ambientes oscuros, escabrosos y claustrofóbicos, así como por presentar personajes torturados y traumatizados en situaciones extremas, David Fincher ha conseguido convertirse en uno de los más destacados directores del panorama actual Hollywoodiense, con una amplia legión de fans que esperan con ansia cada nuevo trabajo suyo y con un extenso sector de la crítica postrado a sus pies, a pesar de decantarse habitualmente por superproducciones comerciales, repletas de estrellas de la industria. Tras dos títulos atípicos en su carrera, pero al mismo tiempo coherentes con su discurso, como “El Curioso Caso de Benjamin Button” y “La Red Social”, el cineasta ha regresado con “Millenium. Los Hombres que no Amaban a las Mujeres” a esos ambientes turbios que definieron a títulos como “Se7en”, “The Game”, “La Habitación del Pánico” o “Zodiac”.
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David Fincher comenzó su carrera como animador para Industrial Light and Magic entre 1980 y 1984 aproximadamente, tiempo en el que trabajó en películas tan conocidas como “El Retorno del Jedi” o “Indiana Jones y el Templo Maldito”. Esta experiencia sin duda sería fundamental para su posterior dominio de la técnica como herramienta narrativa. En 1986 fundó la productora Propaganda Films, dirigiendo videos de alto presupuesto para artistas como Madonna (con canciones como “Express Yourself”, “Oh Father”, “Vogue” o “Bad Girl”), Michael Jackson (“Who is It?”), George Michael (“Freedom ‘90”), Aerosmith ("Janie's Got A Gun"), Billy Idol (“L.A. Woman”, “Cradle of Love”), Sting (“Englishman in New York”) y los Rolling Stones (“Love Is Strong”). Además desarrolló una importante carrera dentro del mundo de la publicidad, dirigiendo campañas para empresas de gran importancia como Nike.
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Su llegada al cine no fue especialmente positiva y sí bastante traumática. En 1992 fue contratado para rodar “Alien 3”. La cinta ya venía sufriendo un grave problema de producción. Tras la cámara habían pasado los realizadores Renny Harlin y Vincent Ward, heredando Fincher la visión del proyecto de este último y su estética sucia, con tintes medievales. Durante el rodaje Fincher tuvo que sufrir la continua intervención de los productores, que no dejaban de imponerle la manera de hacer su trabajo. Además, estos no dudaban en desacreditarlo delante del reparto, a lo que hay que sumar las filtraciones del guión y la pobre recepción que tuvo por parte del público. A pesar de ello, y aceptando que “Alien 3” es por necesidad una cinta fallida e irregular, hay que reconocer que la película cuenta con algunos momentos que hacían presagiar la fuerza narrativa de su puesta en escena y algunos de los temas a desarrollar en películas posteriores, como la siniestra herencia genética del ser humano y el concepto del pecado. Sin llegar en ningún momento a los niveles de las dos primeras entregas de la saga, esta segunda secuela mantiene la dignidad con su intención de ofrecer un acercamiento diferente a la franquicia de “Alien”, sin caer en los tópicos establecidos en las dos primeras partes. En cualquier caso se trata de una cinta muy superior a las siguientes continuaciones de la serie que ya si optaron por canibalizar a las líneas maestras de Ridley Scott y James Cameron.
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Tras esta traumática experiencia, Fincher tardó tres años en regresar al cine, sin embargo, su segundo trabajo estaba llamado a convertirse en uno de los clásicos del reciente cine de suspense. “Se7en” contó a priori con los ganchos de Brad Pitt y Morgan Freeman, pero pronto el boca a boca hizo que la fama de la película superara a la de sus protagonistas. Al éxito de la cinta contribuyó notablemente el guión de Andrew Kevin Walker, la excelente fotografía de Darius Khondji, la banda sonora de Howard Shore y la interpretación de un por aquel momento casi desconocido Kevin Spacey. Éste había llamado la atención gracias a su papel en “Sospechosos Habituales”, y con “Se7en” terminó de convertirse en una estrella, estatus que confirmó años más tarde con su papel en “American Beauty”. Siguiendo la estela de cinta oscura y claustrofóbica de “El Silencio de los Corderos”, “Se7en” se convirtió en un modelo a seguir para el thriller de mediados de los noventa y principios del siglo XXI. Fincher planeó la escenificación de cada uno de los crímenes como enfermizas set pieces, generando una atmósfera lúgubre y malsana hasta la náusea. A raíz de su éxito comenzaron a prepararse cintas como “El Coleccionista de Amantes”, “El Coleccionista de Huesos”, “La Celda” o “Vidas Ajenas”, marcadas por esa visión de un tipo de violencia macabra y morbosa, sexo sadomasoquista y un gran énfasis en la ambientación.
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El éxito de “Se7en” permitió a Fincher acometer enseguida su siguiente proyecto, “The Game”. Aquí de nuevo contó con un guión de Andrew Kevin Walker que, en cierta forma, seguía las pautas de “Se7en”, con el personaje principal interpretado por Michael Douglas, siendo acosado por una serie de acontecimientos que derrumban su vida de comodidad y lujo para adentrarlo en el lado oscuro, esa cara de la sociedad que supura depravación y violencia. Fincher nuevamente puso un gran énfasis en la ambientación. Su puesta en escena es compleja y arriesgada, subrayando un sentido de amenaza constante que persigue al protagonista (un falso culpable al más puro estilo Hitchcoriano), sin embargo, en esta ocasión el guión no resulta tan efectivo como en su trabajo anterior. Las trampas de la trama resultaron más evidentes y la acumulación de incongruencias lastró notablemente la verosimilitud de la historia. En cualquier caso se trataba de un agobiante ejercicio de estilo que seguía ahondando en la definición del estilo personal de su director y su visión del reverso tenebroso de la sociedad moderna.
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Sin ser un gran éxito como “Se7en”, “The Game” tuvo una buena acogida en taquilla, sin embargo, la carrera de Fincher parecía encontrarse en un impasse y parecía estar abocada a repetir los patrones de su mayor éxito. El director quiso salirse por la tangente y se arriesgó con otro proyecto provocador, “El Club de la Lucha”. Basada en una rompedora novela de Chuck Palahniuk, la cinta estaba protagonizada por Edward Norton, Brad Pitt y Helena Bonham Carter. La trama de la historia daba pie a salirse de las normas del cine tradicional y ofrecer una narrativa diferente y juguetona, agresiva y muy subversiva, al mismo tiempo que ofrecía al director la oportunidad de una nueva reflexión sobre el tema de la violencia inherente al ser humano, convertida aquí por el contrario en válvula de escape ante la tiranía del capitalismo y lo políticamente correcto en la sociedad moderna. A lo largo de la cinta se respiraba una gran complicidad entre los actores y el director, especialmente en el afán de todos por enfocar su trabajo desde una perspectiva un tanto anárquica. Afortunadamente, lo que se podía haber quedado en una mera travesura por parte de sus principales responsables, adquirió una mayor entidad en manos de Fincher, transformando a la cinta en un auténtico fenómeno cinematográfico, apoyado por la fama que ya arrastraba la novela original. “El Club de la Lucha” convirtió a Fincher por segunda vez en un director de culto, sin embargo en esta ocasión no quiso precipitarse y se tomó con calma su siguiente proyecto.
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“La Habitación del Pánico” era un thriller claustrofóbico, protagonizado por Jodie Foster, quien tuvo que sustituir a Nicole Kidman a última hora, después de la lesión de rodilla que la actriz australiana sufrió durante el rodaje de “Moulin Rouge” y que también había obstaculizado el rodaje de “Los Otros” de Alejandro Amenábar. La trama volvía a plantear dos bandos entre la sociedad civilizada (culta, burguesa, naif), encarnada por la protagonista y su hija, y el submundo criminal, representado por el trío de ladrones (la amenaza que irrumpe en el refugio de manera violenta y perturba el status quo). Una vez superado el umbral del miedo inicial, la cinta vuelve a reflexionar sobre la naturaleza de la violencia, capaz de equiparar, una vez desatada, a los hijos repudiados de la sociedad y a sus más honestos representantes. Sin ser una obra redonda, la cinta se sustentaba principalmente en el notable trabajo de Foster, la presencia de actores como Jared Leto, Forrest Whitaker o una desconocida Kristen Stewart (seis años antes de “Crepúsculo”) y en la alambicada puesta en escena del director. Por otro lado, al desarrollarse toda la acción dentro de un mismo edificio, Fincher demostró un gran dominio del espacio físico, dando una gran entidad a todo el escenario, además de mover la cámara por cada recoveco empleando trucos digitales y planos imposibles. La fama del director y el buen ojo comercial de Jodie Foster, una actriz acostumbrada a combinar con inteligencia la comercialidad con el talento artístico, dieron como resultado un nuevo gran éxito en taquilla.
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Cinco años transcurrieron entre el estreno de “La Habitación del Pánico” y el siguiente trabajo del director, “Zodiac”, durante los cuales Fincher tuvo que llevar a cabo una extensa labor de documentación. Al igual que el protagonista de su historia, el director se obsesionó con la figura del Asesino del Zodíaco, llevando a cabo una obra detallista y meticulosa. Sin embargo, más allá del intenso trabajo de ambientación y de investigación a partir de toda la documentación generada alrededor de este caso, lo verdaderamente destacado es la nueva indagación de Fincher acerca del lado oscuro de la humanidad, no sólo con los detalles de los crímenes, sino también por el carácter morbosamente obsesivo de cada uno de los personajes, cuya implicación en la búsqueda del asesino acababa truncando el devenir de sus vidas cotidianas. Por fin, tras dos intentos irregulares en el terreno del thriller como “The Game” y “La Habitación del Pánico”, el cineasta contaba con una base literaria a la altura de su poderosa narrativa, ofreciendo una película madura, compleja y nada complaciente.
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Tras el estreno de “Zodiac”, la carrera de David Fincher experimentó una inesperada transformación. En primer lugar aumentó su ritmo de trabajo, hasta el punto de que apenas hubo un intervalo de un año entre ésta y su siguiente trabajo, “El Curioso Caso de Benjamin Button”. Otro elemento chocante fue el radical cambio de temática y tono. Para esta película protagonizada por Brad Pitt y Cate Blanchett abandonaba los ambientes sórdidos y la visión pesimista del ser humano, para contar la primera historia de amor de su carrera, un drama romántico que aborda un amplio espacio de tiempo, proponiendo además una mirada nostálgica e intimista a la historia estadounidense del siglo XX. El punto de partida era un relato de Scott Fitzgerald que llevaba mucho tiempo pasando de mano en mano en busca de alguien capaz de llevar a cabo un planteamiento tan complejo, la vida de un hombre que va rejuveneciendo con los años. Salvo esta idea poco queda del relato de Fitzgerald en la película, es más, la fuente literaria era radicalmente más ácida y cínica, mientras que el Benjamin Button de Fincher es un hombre excepcional empeñado en llevar una vida normal y corriente. Si bien toda la cinta está marcada por un tono necesariamente fúnebre y agridulce, no deja de ser la película más luminosa y positiva de la carrera de su director y la única donde esa indagación en las diferentes facetas de la maldad no tiene cabida.
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Después de que la Academia de Hollywood olvidara injustamente a “Zodiac” en sus candidaturas a los Oscars, “El Curioso Caso de Benjamin Button” se convirtió en la primera cinta claramente premiable de David Fincher, un proyecto ideado para estar entre las favoritas de los Oscars y aportarle al cineasta el reconocimiento que se le había denegado con sus trabajos de género. La película consiguió 13 nominaciones, incluyendo mejor dirección, pero ese año la Academia prefirió agasajar a la cinta de Danny Boyle, “Slumdog Millionaire”, premiando a la cinta de Fincher únicamente en tres apartados técnicos (dirección artística, maquillaje y efectos visuales). De manera casi inmediata, el cineasta inició el rodaje de su nuevo trabajo, otro proyecto arriesgado y poco común, aparentemente también muy alejado de su universo habitual, “La Red Social”.
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Esta cinta sobre el origen de Facebook y su creador Mark Zuckerberg, con un guion escrito por el prestigioso Aaron Sorkin (“El Ala Oeste de la Casa Blanca”), se convirtió en el “Ciudadano Kane” particular de la era digital, ofreciendo a través de una estructura modélica una desarmante lectura psicológica de su protagonista y del vacío afectivo que le lleva a crear un medio artificial para conectar con otras personas. Aquí el mal vuelve a hacer su aparición en la filmografía de David Fincher, pero desde una perspectiva alejada de los mundos oscuros y purulentos de películas anteriores. Aquí el mal es la alienación de una sociedad cada vez más recelosa del contacto personal y que se refugia en cortafuegos informáticos para poder tener una experiencia emocional. El mal es, también, un capitalismo feroz capaz de prescindir de reticencias morales y quebrantar los pilares de la verdadera amistad con el fin de medrar en un mundo en el que tanto tienes, tanto vales. Curiosamente, la película de la filmografía de Fincher más cercana a “La Red Social” en términos de la complejidad de su estructura, tratamiento de personajes y precisión analítica e histórica es “Zodiac”, donde también la obsesión se convertía en un factor decisivo que aislaba a los personajes y les prevenía de cualquier tipo de relación íntima o emocional. Una vez más Fincher fue un firme candidato a los Oscars, pero si bien con el enfoque clásico de “El Curioso Caso de Benjamin Button” fue derrotado por el postmodernismo de “Slumdog Millionaire”, frente a una cinta tan rabiosamente moderna como “La Red Social” la Academia optó por el estilo más conservador de “El Discurso del Rey”. Tal vez haya sido por esta inconsistencia que el cineasta haya optado ahora por regresar a sus fueros previos y dirigir un nuevo psychothriller.
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“Los Hombres que no Amaban a las Mujeres”, primera entrega de la Trilogía “Millenium”, era un proyecto ambicionado por Hollywood desde el momento en que las novelas pasaron a convertirse en extraordinarios bestsellers. Sin embargo, cada una de las entregas traía consigo varios problemas añadidos que obstaculizaban su traspaso al ideario hollywoodiense. En primer lugar lo voluminoso de cada libro, dificultando su condensación en la duración standard de una película. En segundo lugar lo escabroso de su contenido, en el que la truculencia, el asesinato, la violación, el sexo anal, el lesbianismo o el incesto eran conceptos irrenunciables si se quería ser fiel a la obra de Stieg Larsson y no ofender a los millones de fans de las novelas. Éste fue precisamente uno de los aspectos que atrajeron a Fincher a la hora de aceptar el encargo de la adaptación, el hecho de poder llevar acabo una obra claramente adulta, sin cortapisas para obtener una calificación abierta a un público juvenil. El encargado de escribir el guion fue Steve Zaillian, quien llevó a cabo una notable labor de síntesis con el fin de mantener la esencia de la obra literaria. Evidentemente, hay muchísimos aspectos que han quedado fuera y habrá más de un espectador que eche en falta un mayor detalle a la hora de trabajar, por ejemplo, con los diferentes miembros de la familia Vanger. Sin embargo, la cinta no escatima espacio a la hora de presentar a los dos personajes protagonistas, especialmente Lisbeth Salander, quien tarda en incorporarse a la acción principal, pero que previamente ha dejado diametralmente clara su personalidad.
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La adaptación mantiene ese clima enrarecido oculto bajo el frío sueco, donde el poder va asociado a la depravación. Ninguno de los miembros de la familia Vanger está libre de pecado, siendo la corrupción un factor hereditario, potenciado por la impunidad que les da su posición social privilegiada. Ante esto, otros personajes como Mikael Nykvist, Lisbeth o las víctimas del asesino se presentan como mártires de un juego donde el fuerte hace ejercicio de su superioridad disponiendo de la vida y el cuerpo de los demás como si le perteneciera. Nykvist supone un rara avis en este contexto, al tratarse de un hombre que se guía por un código de honor arcaico, donde el dinero o la posición social no son obstáculos para la justicia. Por su parte, Salander es una víctima que se ha cansado de ser sumisa, respondiendo a las agresiones con la misma intensidad de violencia que ella ha sufrido, emprendiendo una cruzada personal (no carente de furia psicótica) contra aquellos que agreden o hacen un uso abusivo de su poder. Daniel Craig ofrece una vez más una poderosa presencia en pantalla, aportando integridad y aplomo a Mikael Nikvist, mientras que Rooney Mara se luce con un personaje tan goloso como el de Salander. Destaca también la impecable labor de caracterización, especialmente en esta última, así como la veteranía que despliegan en pantalla actores como Christopher Plummer o Stellan Skarsgaard.
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Desgraciadamente, la película también cojea en este apartado literario. Desprovista de sus apartados más escabrosos, la historia restante se queda en un psychothriller al uso, donde además, a poco que se esfuerce el espectador, no es difícil reconocer la identidad del asesino. Esto no impide que David Fincher vuelva a ofrecer una realización esmerada, poderosa a la hora de escenificar las partes más oscuras de la trama, con un innovador sentido de la planificación y el montaje que arranca desde los excepcionales títulos de crédito hasta la conclusión de la película. Al final, “Los Hombres que no Amaban a las Mujeres” en su versión americana, se salda con un buen trabajo de adaptación, pero irregular al no encontrar equilibro entre lo que cuenta y la intensidad con la que lo hace. En cualquier caso, no deja de ser un excelente thriller, con un buen plantel de actores, pero en el que, como sucediera con “The Game” y “La Habitación del Pánico”, David Fincher aporta maestría a una historia que no merecía tan alto tratamiento.
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Sin decidir aún si se encargará o no de rodar los dos siguientes episodios de esta trilogía, la agenda del cineasta no desfallece, contando ya en preproducción con dos ambiciosos títulos. Por un lado, una nueva adaptación de la novela de Michael Dobbs “Castillo de Naipes”, que ya contó con una notable versión televisiva producida por la BBC en 1990 y que nos adentra en el movedizo terreno de la política británica, repleta de ambiciones, envidias y traiciones. Esta nueva versión está prevista que cuente con la presencia de dos actores ya conocidos por Fincher, como son Kevin Spacey y Robin Wright. El segundo proyecto que se guarda el director en la manga es una nueva adaptación de la novela de Julio Verne “20.000 Leguas de Viaje Submarino”, una producción que inicialmente iba a dirigir McG, pero que, tras la fría recaudación de “Terminator Salvation” y el aumento de presupuesto, Disney prefirió dejar congelada. Desde hace un par de años y con el apoyo de un director como Fincher, el proyecto parece seguir un camino lento hacia la luz verde por parte del estudio que permita su realización.
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1 comentario:

  1. Efectivamente, lo de Alien 3 yo no lo considero una película suya, puesto que los productores y el trabajo hecho detrás por los otros directores ya iban impuestos sin dejarle desarrollar todo su potencial. Y es una pena porque la historia no era mala, sobretodo la inicial con el planeta de madera con monjes y estilo gótico. Seguro que de no haber sufrido tantos problemas esta producción y de haber tenido desde un principio a Fincher, por novel que fuera entonces, habría salido un film que a día de hoy veneraríamos como a las dos entregas anteriores.

    Personalmente me gusta mucho este director, aunque soy de los pocos que Zodiac y La Red Social no le pareció esa gran maravilla que todos alaban. Me parecen buenas películas, eso sí, todavía no he visto una de este director que pueda considerar mala, la verdad.

    Habiendo visto ya la versión sueca de LHQNALM, que me resultó algo aburrida y fría, sin alma, sin tensión y sin el misterio que parecía prometer al inicio la desparición de aquella chica años atrás, pues nunca ví las dos siguientes. Y tengo claro que, por el hecho de ser de Fincher es por lo que quiero ver su acercamiento e interpretación de esta historia. Si no, no tendría ningún interés.

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