lunes, 22 de marzo de 2010

FLOR DEL DESIERTO



Sin lugar a dudas, la vida de la modelo Waris Dirie era digna de ser llevada al cine. Tenía todos los ingredientes para ser una obra de interés: Se trata de una historia de superación personal (de una familia nómada somalí a supermodelo), contiene momentos de drama (Dirie sufrió la ablación cuando tenía 5 años y a los 13 fue entregada en matrimonio, huyendo de su casa para evitar su aciago destino), de comedia (su relación con su amiga Marilyn, y algunos choques culturales son presentados por la propia protagonista de manera humorística en su autobiografía) y por encima de todo busca ser ejemplificante (Dirie ha utilizado su posición para devolver la dignidad a las mujeres de su pueblo), sin embargo, pese a esto, siempre cabía la posibilidad de que un enfoque equivocado terminara convirtiendo la película en un melodrama de sobremesa.
En 2009 la empresa alemana The Match Factory, responsable de producciones europeas de éxito como “Vals con Bashir” o “Ajami” (ambas nominadas a los Oscars en 2009 y 2010, respectivamente), se encargó de producir la adaptación de la autobiografía de Dirie, “Flor del Desierto”. Al frente de la película se situó a Sherry Horman, una directora establecida en Alemania y de amplia trayectoria televisiva, y para dar vida a la protagonista se escogió a Liya Kebede, modelo de origen etíope que ya había hecho sus pinitos en el cine en producciones como “El Señor de la Guerra” o “El Buen Pastor”. A su lado, un importante elenco de actores británicos, como Sally Hawkins, Juliet Stevenson y Timothy Spall. 
Como guionista, Horman realizó un trabajo un tanto plano e impersonal. Ni los diálogos, ni la estructura de la historia, se apartan demasiado de lo ya visto en multitud de biopics al uso, pasando en ocasiones de manera muy superficial por acontecimientos importantes de la vida de la protagonista, debido a la premura de tener que resumir las experiencias de 38 años en dos horas y 10 minutos. Sin embargo, en lo referente a su puesta en escena, la cosa cambia notablemente. Apoyada en una magnífica fotografía de Ken Kelsh, una brillante dirección artística de Petra Klimek y Petra Maria Wirth, y una evocadora banda sonora de Martin Todsharow, Horman ofrece una película elegante y contenida (aunque emotiva y contundente en aquellos momentos donde se hace necesario), esteticista, pero sin perder el tono naturalista de la historia.
El trabajo de los actores también es destacable. Si bien Hawkins y Stevenson, juegan a coquetear con la sobreactuación y la caricatura (algo, por otro lado, habitual en ellas), Timothy Spall destaca en su breve papel como el fotógrafo Terry Donaldson y Liya Kebede ofrece una excelente interpretación (por no hablar del cuidado parecido físico con la verdadera Waris Dirie).
Sin ser una película excepcional (debido principalmente a un guión plano y convencional, que no termina de sacar partido a todo el potencial que ofrecía la historia), “Flor del Desierto” si resulta ser una cinta de interés, bien interpretada y dirigida, y que además supone un paso más hacia la concienciación y la abolición de una tradición tan atroz como es la castración genital femenina.

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