viernes, 2 de agosto de 2013

“THE PURGE. LA NOCHE DE LAS BESTIAS”. ¿SER O NO SER?

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La relación de la humanidad con su faceta violenta y vengativa, el dilema moral a la hora de intentar justificar el asesinato del prójimo, ha sido tratado en multitud de ocasiones por la literatura y el cine a lo largo de la historia, desde Caín y Abel hasta la cinta que nos interesa aquí, “The Purge. La Noche de las Bestias”. William Shakespeare desarrolló una de las más sobresalientes introspecciones a este conflicto con uno de los monólogos más recordados de su “Hamlet”. El príncipe de Dinamarca se mostraba dispuesto a matar a su propio tío en venganza por la muerte de su padre, sin embargo, su odio y su determinación chocaban con su moralidad. “¿Ser o no ser? He ahí la cuestión”, dejarse llevar por los instintos más animales y violentos de nuestra naturaleza o adherirnos a nuestra humanidad y diferenciarnos de las bestias. La película de James DeMonaco parte de un concepto interesante. ¿Qué pasaría si durante una noche se nos diera carta blanca para desoír nuestros principios morales y sociales?, ¿sucumbiríamos a nuestros instintos primarios?, ¿somos realmente una especie destructiva, coartada por convencionalismos implantados por la comunidad? Junto a este punto de partida, la cinta establece también una reformulación del subgénero del survival, con referentes como “El Malvado Zaroff”, “La Noche de los Muertos Vivientes” o “Perros de Paja”, sumado al concepto de futuros distópicos, extrapolando elementos cotidianos actuales a una lectura hiperbolizada para generar el debate moral. Todos estos elementos se fusionan en un conjunto final que busca ocultar su carencia de medios y la inexperiencia de su director tras la cámara, al mismo tiempo que ofrece un producto de formato comercial, pero con aspiraciones que van más allá del mero entretenimiento vacuo.

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Con una labor más extensa como guionista, James DeMonaco tiene en su haber el libreto de efectivos thrillers como “El Negociador” (protagonizada por Samuel L. Jackson y Kevin Spacey en 1998) o “Asalto al Distrito 13” (el remake de la cinta de John Carpenter realizado en 2005). Fue precisamente en esta última donde conoció al actor Ethan Hawke, quien pasó a convertirse en el protagonista de su opera prima como director, “Staten Island”, en 2009. La amistad con la estrella se ha extendido a este segundo trabajo tras la cámara, confirmando una buena sintonía entre ambos. “The Purge. La Noche de las Bestias” tiene la peculiaridad de haberse convertido en el sleeper de este año en Estados Unidos. Con un presupuesto irrisorio para los cánones hollywoodienses de 3 millones de dólares y el gancho de contar con dos rostros conocidos (aparte de Hawke, la cinta cuenta con la presencia de una actriz en alza como Lena Headey, quien disfruta actualmente de la fama que le ha proporcionado su papel de Cersei Lannister en la serie de televisión “Juego de Tronos”), la cinta ha supuesto todo un éxito sorpresa, rentabilizando enormemente su exigua inversión.

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Para afrontar su escaso presupuesto, la cinta echa mano de recursos habituales para ajustar los costes de la producción: limitar la acción a un único espacio, reducción de personajes, puesta en escena directa y realista, sin filigranas. Pese a ser una película futurista, evita la recreación de una sociedad alternativa, presentándonos un contexto cercano, carente de innovaciones tecnológicas o fantasiosas, y potenciando así la lectura contemporánea de su argumento. Uno de los principales retos de DeMonaco era prescindir de todo lo superfluo y acotar la acción lo máximo posible al mínimo común denominador. En este sentido, la cinta tiene una estructura matemática, dedicando el tiempo justo a la presentación de personajes y del conflicto moral para que estos adquieran peso, pero sin caer en la digresión. Una vez establecidos los parámetros, la función del director se dirige principalmente a la generación de ambientes y crear la tensión necesaria, cerrando con un clímax de violencia desatada. Todo ello condensado en un metraje que a duras penas llega a la duración mínima estándar de los 85 minutos. En este sentido, el cineasta cumple su función y es capaz de mantener en todo momento la cohesión de sus diferentes componentes. A esto hay que sumar la creación de momentos verdaderamente inquietantes y apuntes de diseño de producción, como las máscaras de los asaltantes que ayudan a generar tensión en el espectador.

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Desgraciadamente, DeMonaco no puede ocultar su falta de experiencia tras las cámaras. Pese a su capacidad para controlar la cohesión global de la película, la puesta en escena de los diferentes set pieces que componen la cinta resulta bastante irregular, imperando una narrativa en muchos casos inane, dependiente en exceso de los actores, aunque despertando con fuerza sobre todo en el clímax final, donde encontramos los principales hallazgos de dirección y montaje. El uso de los planos subjetivos a través de los elementos tecnológicos (cámaras de seguridad, el juguete teledirigido del hijo menor de la casa) no aporta nada nuevo e incluso caen ya en recursos sobreexplotados por otros títulos recientes. Además, el propio director y guionista se encarga de coartar la reflexión social que pretende llevar a cabo con su película, posicionándose desde un principio y no dejando espacio a la ambigüedad moral. Los personajes a favor de “La Purga” se nos presentan claramente desequilibrados, con la mirada ida y alucinada, anulando cualquier atisbo de normalidad que pudiera servir de confrontación racional con la familia protagonista. En esto tiene mucho peso también la histriónica interpretación de Rhys Wakefield como el líder de los asaltantes.

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A excepción de las dos estrellas, el apartado interpretativo no supone de mucha ayuda a las flaquezas de la película. Los dos actores principales dominan claramente la película, siendo Ethan Hawke con su personaje del cabeza de familia James Sandin el único que verdaderamente aporta ambigüedad moral al comportamiento de su personaje, sobre todo en ese contraste entre su imagen de rectitud social y su aceptación de la violencia o su faceta ultracapitalista. Por su parte, Lena Headey se revela como la verdadera protagonista de la cinta, transformada en una aguerrida madre coraje que no tiene nada que envidiar a sus Cersei Lannister o Reina Gorgo. Desgraciadamente, el listón marcado por estos dos actores queda muy alejado del resto del reparto, con interpretaciones meramente funcionales (en el caso de Max Burkholder y Adelaide Kane, como los hijos de la pareja) o excesivamente histriónicas y artificiales (aparte de Wakefield, podemos citar aquí también a Arija Bareikis, en el papel de Grace Ferrin, una de las vecinas de la familia).

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“The Purge. La Noche de las Bestias” parte de muy buenas intenciones y en algunos momentos de su desarrollo consigue incluso acercarse a esos propósitos, pero la escasez de medios y las limitaciones narrativas de su director y guionista truncan sus posibilidades. El resultado es una película a ratos angustiosa y tensa, con momentos aislados donde verdaderamente consigue inquietar al espectador, pero que a rasgos generales fracasa a la hora de llevar a buen término aquellas propuestas que a priori la alzaban como una producción fresca e interesante. Esperemos que, con la ya anunciada secuela, DeMonaco sea capaz de limar asperezas y acercar más las intenciones a los resultados.

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