viernes, 17 de diciembre de 2010

“FRANKLYN”. CUANDO UNA PELÍCULA VISIONARIA CARECE DE VISIÓN

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Hay ocasiones en las que a uno le gustaría valorar una película más por sus pretensiones que por el resultado final. Seguramente si esto fuera así, podríamos hablar de manera más positiva de muchas películas que luego fracasan a la hora de construir estas aspiraciones. Ese es el caso de “Franklyn”, una cinta de producción modesta que sobre el papel ofrecía un juego de realidades paralelas, enfrentando tres historias cotidianas y realistas con una de carácter fantástico y ambientada en una ciudad gótica que bebe de comics como “Batman”, “Watchmen”, “El Cuervo” o películas como “Blade Runner”.

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Existe un esfuerzo en lo referente al diseño de producción bastante notable, además de una trabajada dirección de fotografía que dan a la película una estética atractiva que incita a la curiosidad del espectador, al menos tras ver el trailer. El problema es que este esfuerzo queda anulado por un guión carente de ritmo y desarrollo narrativo, una puesta en escena dispersa por parte del director y una pobre labor de dirección de actores. Del reparto sólo destaca un sobrio y elegante Bernard Hill, mientras que desconcierta ver a una actriz tan notable como Eva Green dejarse llevar por el histrionismo y la artificiosidad de manera tan lamentable.

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En su debut como director el también guionista Gerald McMorrow parece empeñado en demostrar que puede ser un autor visionario, poseedor de un enfoque narrativo único y original, cuando en realidad su película, en sus mejores momentos, no es más que un pastiche de otros títulos. McMorrow despoja toda la parte central de la historia de cualquier desarrollo narrativo o de personajes, para a continuación solicitar al espectador que haga un gran esfuerzo de suspensión de incredulidad y acepte la caprichosa resolución de la trama.

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“Franklyn” pretendía ser una cinta pequeña que superara sus limitaciones de producción transformándose en una cinta de culto. Desgraciadamente, como decíamos al principio, no podemos dejarnos llevar por las aspiraciones sino por los resultados y lo cierto es que la película de Gerald McMorrow es una nadería, carente de interés y ridícula que no se merece que invirtamos en ella 98 minutos de nuestra vida.

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