lunes, 9 de febrero de 2015

BIOPICS (I). A MODO DE INTRODUCCIÓN

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La vida inspira al arte, nunca mejor dicho en el caso de los biopics. Las películas biográficas siempre han existido en el séptimo arte, desde los orígenes del cinematógrafo. Las hazañas y miserias de relevantes figuras de la historia siempre han llamado la atención de los espectadores y han servido de excusa para que actores de todas las épocas se pongan a prueba llevando la interpretación más allá de la mímesis y logrando recrear un personaje en la gran pantalla. Pese a apoyarse en lo verídico de los casos que narra, lo cierto es que el biopic, por regla general, siempre ha tenido más de ficción que de realidad, reconstruyendo a sus protagonistas de acuerdo a unas necesidades dramáticas, aunque ello supusiera traicionar la verdad. Nos gustan los héroes caídos, los personajes históricos con cargas humanas, pero también rescatarles de sus miserias e idealizarlos en su tragedia. Cuanto más humanos los veamos, cuanto más sintamos sus conflictos internos, cuanto más veamos las costuras de su alma, más cercanos a nosotros los sentiremos, y entonces, cuando ya sean parte de nuestras emociones, estarán preparados para que les redimamos y los volvamos a encumbrar a ese puesto que la Historia ya había reservado para ellos. Buscamos también seres anónimos o personalidades ilustres olvidadas por el tiempo, rasgar entre sus milagros para sentir que hemos sido nosotros los que les hemos sacado de las nieblas de Avalon y les hemos devuelto al lugar que les corresponde. El cine nos permite eso y más, y nosotros lo aceptamos con entusiasmo hagiográfico, al menos hasta la llegada del siguiente biopic.
NAPOLEON
La mayor parte de ellos se estrenan y se olvidan, pero es cierto que la historia del cine está plagada de biopics que han conseguido imponerse al paso del tiempo y quedar ahí como referentes de las altas cima a las que puede llegar el género. Desde el “Napoleón” de Abel Gance de 1927 hasta el “Toro Salvaje” de Martin Scorsese, pasando por “La Vida Privada de Enrique VIII” (1930), “El Joven Lincoln” (1939), “El Orgullo de los Yanquis” (1942), “El Loco del Pelo Rojo” (1956), “Lawrence de Arabia” (1962) o “Serpico” (1973), la gran pantalla ha servido para releer la Historia en clave épica, de thriller o de melodrama, no olvidando nunca el detalle de conseguir que sus protagonistas sean humanos, y por lo tanto falibles, para los espectadores, sin perder esa cualidad particular e intransferible que les ha hecho destacar por encima de toda esa población anónima que nunca podrá aspirar a ver su vida trasladada al celuloide. Sin embargo, es a partir de los años 80 que el género del biopic empieza a adquirir un especial realce ya sea en la taquilla o en los reconocimientos que recibe (especialmente en los Oscars). Directores como Richard Attenborough, Milos Forman o Bernardo Bertolucci demostraron que se podía entrar en la Academia de Hollywood por la puerta grande gracias a las bondades del biopic con títulos como “Gandhi” (1982), “Amadeus” (1984) o “El Último Emperador” (1987). Clint Eastwood lo intentó también con la magnífica “Bird”, sin embargo, la inquina hacia el actor/director aún era grande y tuvo que esperar a “Sin Perdón” para que su valía fuera reconocida y recompensada, al contrario que Steven Spielberg, quien tras ser ignorado con algunos de los grandes títulos de su filmografía, tuvo que tirar de biopic con “La Lista de Schindler” para alcanzar la preciada estatuilla.
gandhi-1982
Los actores también ven en el biopic una vía para ser reconocido con un Oscar. La capacidad del intérprete de mimetizarse con un referente histórico reconocible por la audiencia (y si no da igual, ya se encargará el departamento de marketing y publicidad de la productora de hacérselo saber) es decisiva para alcanzar nominación. Si además detrás hay una historia humana que empape el corazón de los espectadores o algún tipo de enfermedad terminal que muestre las dotes de superación y lucha del personaje, mejor que mejor. Si no que se lo digan a Ben Kingsley (“Gandhi”), Daniel Day Lewis (“Mi Pie Izquierdo”, 1989), Russell Crowe (“Una Mente Maravillosa”, 2001), Adrien Brody (“El Pianista”, 2002), Jamie Foxx (“Ray”, 2004), Phillip Seymour Hoffman (“Truman Capote”, 2005), Marion Cotillard (“La Vida en Rosa”, 2007), Sean Penn (“Mi Nombre es Harvey Milk”, 2008) o Colin Firth (“El Discurso del Rey”, 2010). Aunque tampoco es un método seguro. Muchas ilustres interpretaciones se han quedado por el camino, como las de Denzel Washington para “Malcolm X” (1992) o “Huracán Carter” (1999), Robert Downey Jr. por “Chaplin” (1992), Liam Neeson por “La Lista de Schindler” (1993) o Leonardo DiCaprio por “Atrápame si Puedes” (2002), “El Aviador” (2004) o “El Lobo de Wall Street” (2013).
Theory-of-Everything
Este año hemos llegado a la carrera de los Oscars con una amplia lista de biopics compitiendo por entrar en las candidaturas. Muchas quedaron fuera (“Big Eyes”, “I Feel Good”), pero si repasamos el listado de las nominaciones de este año veremos el importante peso que este género ha tenido: “The Imitation Game. Descifrando Enigma”, “La Teoría del Todo”, “Alma Salvaje”, “Foxcatcher”, “Mr. Turner”, “El Francotirador” “Invencible (Unbroken)”…. En los próximos días nos iremos acercando a muchas de ellas como anticipo a lo que nos espera el próximo día 22 de febrero.
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