lunes, 27 de abril de 2020

“BODIES AT REST”. RENNY HARLIN, QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE.



Olvidado por la industria de Hollywood, el cineasta Renny Harlin, otrora rey del mambo en el cine de acción, hace años que decidió dar el salto a otras cinematografías para probar fortuna. En los últimos años el cineasta ha encontrado refugio en el cine Chino y con participación de Hong Kong, debutando en oriente en 2016 con “Atrapa a un Ladrón” (coproducción entre China, Hong Kong y Estados Unidos), que nada tiene que ver con la película de Alfred Hitchcock, sino que se trata de una vehículo para Jackie Chan y Johnny Knoxville (otro cuya carrera parece necesitar de nuevos aires). Después, con producción china exclusivamente, llegó el xianxia (historias de fantasía y artes marciales chinas influenciadas por la mitología china, el taoísmo o el budismo) “Legend of the Ancient Sword”, y ahora ha probado fortuna con “Bodies at Rest” (aunando de nuevo una producción entre China y Hong Kong), un actioner protagonizado por Nick Cheung, Richie Jen, Zi Yang y que está disponible a través de la plataforma Netflix.
Finés de nacimiento, Harlin consiguió llamar la atención gracias a la película “Presidio”, una cinta de terror de serie B de 1987, donde encontrábamos a un jovencito Viggo Mortensen. Esta cinta le abrió las puertas para “Pesadilla en Elm Street 4: El Amo del Sueño”, donde demostró que era un realizador solvente e imaginativo, capaz de sacar adelante todo tipo de encargos. En 1990 tuvo un traspiés con “Las Aventuras de Ford Fairlane”, pero la película pasó rápidamente a convertirse en un título de culto y el fracaso económico vino a quedar compensado con su éxito ese mismo año al frente de “La Jungla 2 (Alerta Roja)”. Tres años más tarde tocaría techo con “Máximo Riesgo”, una cinta a máximo lucimiento de Sylvester Stallone, pero que contaba con un espléndido John Lithgow robando todas las escenas al protagonista. Harlin aprovechó su experiencia como alpinista para crear una cinta vertiginosa y emocionante. Su relación sentimental con Geena Davis se tradujo en dos superproducciones: “La Isla de las Cabezas Cortadas” y “Memoria Letal”, sin que ninguna de las dos diera los réditos esperados en taquilla. Hollywood aún le dio un par de oportunidades más, como “Deep Blue Sea”, pero la carrera de Harlin había entrado ya en barrena. Su última oportunidad fue cuando convenció a la Warner para que le dejara volver a rodar “El Exorcista. El Comienzo”, después de que el estudio no quedara convencido con lo rodado por Paul Schrader. Tras otro tropiezo económico y crítico, Harlin pasó a quedar atrapado en las producciones de serie B, con las que ha ido sumando proyectos de escasa relevancia en los últimos años y cayendo, como hemos dicho, en la emigración para conseguir proyectos ya fuera de Estados Unidos.
“Bodies at Rest” se presenta como un refrito de “La Jungla de Cristal” con algunos ingredientes de “La Habitación del Pánico”, por lo que contar con el director de “La Jungla 2” era, a priori, un punto a favor de la producción. Desgraciadamente, el resultado queda muy, muy alejado de cualquiera de estas referencias. No podemos quejarnos del trabajo de los actores protagonistas, que sin ofrecer una gran interpretación, sí se nota que dan todo lo que pueden por aportar intensidad y verosimilitud a unos personajes bochornosos. Harlin, por su lado, hace lo que cualquier director debutante haría ante un proyecto de escaso calado y presupuesto, pero que con un buen empaque puede llamar la atención. Esto es, mueve continuamente la cámara para dar sensación de dinamismo, apuesta por un montaje rápido y sin dejar espacio al espectador para respirar, y convierte a la película en una huída hacia delante con la confianza de que nadie se pare a pensar en el desarrollo de la trama. Desgraciadamente, había más talento en el joven Renny Harlin que empleó esos recursos en “Presidio” en 1987, que en el Renny Harlin de 2020, que parece ya apático y desencantado con su profesión. El guion de David Lesser, guionista cuyo currículum está formado básicamente por su  trabajo en las series “¿Quién es el Jefe?”, “Entrenador” y “Sabrina, Unas Bruja Adolescente”, es puro material de derribo, plagiando sin vergüenza alguna situaciones de clásicos del género, pero bañado todo con una construcción absurda, carente de verosimilitud alguna, con giros forzados para alargar un argumento de 15 minutos en una película de hora y media.
Nada, repito, nada, ni siquiera la nostalgia por la filmografía de un cineasta que antaño nos ofreció buenas películas, justifica el visionado de esta película. Háganse un favor y bórrenla de su plataforma.      

lunes, 20 de abril de 2020

“FREUD”. VIENA MALSANA



Atención amantes del psicoanálisis y de las series de corte histórico, pese a su título, “Freud” no es un biopic del médico neurólogo austriaco, y si bien cabe darle una lectura a la serie de acuerdo a sus teorías (de hecho, cada capítulo lleva por título algún concepto definido por el famoso intelectual), lo cierto es que la producción deambula por territorios muy distintos y más cercanos al fantástico y a la cultura de lo grotesco. Quedan avisados porque éste quizás pueda ser el mayor obstáculo a la hora de sumergirse en la trama.
Distribuida a través de la plataforma de Netflix, esta producción austríaco alemana cuenta con un importante respaldo de producción, que no sólo se emplea en una cuidada recreación de la época, sino en toda la puesta en escena emprendida por Marvin Kren y que construye una atmósfera asfixiante y desagradable en esa Viena de 1886. El Sigmund Freud que aquí se presenta es un joven aspirante a médico de 30 años, procedente de una familia judía ortodoxa y exigente, y al que aún le queda una década para revolucionar la medicina con la publicación de sus libros “Estudios sobre la Histeria” (1895) y, sobre  todo, “La interpretación de los sueños” (1899), pero que ya está experimentando con la hipnosis y empezando a desarrollar sus teorías sobre el subconsciente. Este joven Sigmund Freud se verá de manera accidental inmerso en la investigación de una serie de crímenes truculentos y aparentemente inconexos y que le lleva a establecer una peculiar relación con un policía y antiguo militar llamado Alfred Kiss y la joven médium húngara Fleur Salomé. Verdaderamente, el uso de Sigmund Freud como personaje principal no es más que un reclamo y una forma de encuadrar la historia en un contexto determinado identificable por el espectador; sin embargo, la historia funcionaría igual de bien con un personaje completamente ficticio. Encontramos también una trama histórica, vinculada a los enfrentamientos entre Austria y Hungría, además de beber de cierta mitología húngara que aporta el componente fantástico a la serie.
La serie se ajusta al formato de otros títulos precedentes, como la adaptación de “El Alienista” (también en Netflix) o “Penny Dreadful”, en cuanto a la recreación gótica de la ciudad, su gusto por los ambientes sórdidos, el componente malsano de los crímenes, e incluso el carácter grotesco de muchos personajes. Este elemento se va incrementando a medida que avanza la serie, adentrándose en terrenos desproporcionados y exagerados. La curva de locura de la trama se descarrila a partir del cuarto episodio y mantiene la sensibilidad del espectador a prueba hasta el último episodio, donde retoma en cierta medida el tono de los primeros episodios para cerrar la historia. Pese a que es la zona más delicada de la producción, la que traspasa los límites de aceptación del espectador con situaciones absurdas e interpretaciones histriónicas, está claro que es a ese punto a donde pretendía dirigirse y que, más que el tono más contenido de los primeros episodios, lo que atraía a Kren de la historia era ese cruce lynchiano y kubrickiano que suponen los episodios 5, 6 y 7.
A nivel interpretativo, la serie cuenta con actores que equilibran bien esa dualidad entre contención e histrionismo que define a la serie, como el trío protagonista, formado por Robert Finster, Georg Friedrich y, la verdadera estrella de la función, Ella Rumpf. A esta lista podemos sumar otros intérpretes como una espléndida Anja Kling como Sophia von Szápáry, Christoph F. Krutzler como Poschacher (el noble Sancho Panza de Kiss) o Stefan Konarske como el repulsivo Príncipe Rudolf. Desgraciadamente, en una propuesta tan excesiva como éste, también hay otros actores que fallan a la hora de tocar el tono adecuado. Philipp Hochmair como Viktor von Szápáry se pasa claramente de frenada, mientras que Brigitte Kren (el ama de llaves de Freud, Lenore) tiene que encarnar a un personaje mal desarrollado, sin demasiado contexto y que protagoniza algunas de las situaciones más absurdas y prescindibles de la serie.
“Freud” es una serie desproporcionada e irregular que juega con la percepción previa del espectador al presentar a un personaje histórico en un contexto puramente ficticio y que se sale de los patrones en los que le tenemos englobado. Los altibajos de tono resultan desconcertantes y sus momentos más estridentes e histriónicos pueden coger desprevenido al espectador casual. A pesar de todo esto, o precisamente por ello, la serie evita caer en el conformismo y la reiteración, resultando una propuesta inesperada, sorprendente e inclasificable. 

lunes, 13 de abril de 2020

“NIGHTMARE CINEMA”. CÓCTEL MACABRO.

Horror Anthology Nightmare Cinema to Play in Two Canadian Cities ...


Al igual que sucede con las antologías de relatos, hay un placer especial en las películas episódicas. Es cierto que, por naturaleza, cada espectador suele conectar mejor con algunos bloques que con otros, pero ahí radica también parte del disfrute, en poder ver pequeñas historias de diferentes características y dejarse llevar por la variedad de temas y enfoques. Mick Garris, como productor y como director, es plenamente consciente de esto y un maestro a la hora de crear este tipo de cócteles macabros, donde poder conjugar las sensibilidades y peculiaridades creativas de directores de diferente índole. “Masters of Horrors” fue un ejemplo de esto y “Nightmare Cinema” amplia esta visión, al menos en un sentido geográfico. Si la primera suponía la oportunidad de dar libertad a algunos de los nombres de referencia del género fantástico en Estados Unidos (la mayoría ya alejados de la primera línea de la industria), la segunda nace también con la idea de seguir abriendo fronteras a culturas diferentes, de ahí la incorporación de un argentino y un japonés al equipo.
Precisamente, el primero de los segmentos, “The Thing in the Woods”, viene firmado por Alejandro Brugués, quien al igual que ya hiciera con “Juan de los Muertos”, ofrece aquí una mirada cariñosa y respetuosa, aunque también cargada de parodia a diferentes subgéneros fantásticos, especialmente el slasher de los 80. Sangrienta, divertida, con un ritmo rápido y una acumulación espléndida de giros inesperados, supone un arranque sorprendente y lúdico para la película.
La segunda historia pertenece a Joe Dante, quien, manteniendo el tono usado en “Masters of Horrors”, carga su segmento, “Mirari”, de lectura social. Si en “Masters of Horrors”, reflexionó acerca de la Guerra de Irak y la violencia contra las mujeres, aquí pone su punto de mira en los abusos de la cirugía estética y la presión social especialmente hacia las mujeres sobre su apariencia física. Dante ofrece una sátira elegante, aunque no carente de algún que otro arrebato truculento.
Ryûhei Kitamura toma el control en el tercer episodio con una mezcla explosiva: religión, posesiones demoníacas, sexo, asesinato e infancia. “Mashit” juega con el tabú de manera gradual, colocando a lo largo de su metraje imágenes provocadoras y desafiantes que desembocan en una orgía de sangre. Al contrario que con Dante, aquí la intención no es tanto escenificar un discurso social, sino directamente atacar (con éxito) a la mentalidad más conservadora de la audiencia.
“This Way to Egress” es la propuesta que hace David Slade y supone una ruptura con respecto a los segmentos anteriores en cuanto a que se presenta en blanco y negro, pero además, frente a las propuestas más propiamente de género, aquí se opta por una puesta en escena más artística, y también más seria y agresiva que las anteriores, donde el humor equilibraba la violencia explícita. En nuestra opinión, éste es el segmento más logrado de toda la antología, no sólo en cuanto a realización en sí, sino también por su capacidad de extrapolar la acción, no a un espacio físico, sino a la perturbada mente de la protagonista.
El capítulo de cierre pertenece al anfitrión. Mick Garris se encarga a dirigir “Dead”, regreso a los patrones de género puro y duro, con una historia de fantasmas con ecos a “El Sexto Sentido”, rodada de manera elegante y segura por el veterano director. Las referencias al mundo de la música le da esa exquisitez al relato, que contrasta con las representaciones sobrenaturales, todas de corte violento y visualmente sórdidas.
Mención aparte tiene todo el apartado del Proyeccionista que sirve de hilo conector de los cinco cortos. Dirigida esta parte también por Mick Garris, supone lo más endeble de la propuesta. Más allá de la curiosidad de ver a Mickey Rourke en el papel, esa paulatina reunión de los diferentes protagonistas de las historias y la resolución final carecen de la originalidad y la destreza del resto de los segmentos. En el fondo parece lo que es, un elemento forzado para intentar dar una cohesión a los diferentes episodios que conforman la película. 
“Nightmare Cinema” se convierte así en un menú de cinco platos, todos elaborados con la experiencia de cineastas conocedores del terreno en el que se mueven, y que, libres de cortapisas propias de producciones de mayor presupuesto, aquí sí pueden explayar su imaginería visceral y humor irreverente. La película apuesta por el terror adulto, con amplio uso del gore y rompiendo diferentes tabúes de nuestra cultura occidental como rara vez se puede ver hoy en día en los circuitos comerciales. Esperemos que la propuesta tenga buena recepción y tenga continuidad, recogiendo definitivamente el testigo dejado por “Masters of Horrors”.

lunes, 6 de abril de 2020

“HOGAR”. LOS EXTRAÑOS SON LOS OTROS.



Los Hermanos Pastor debutaron en 2009 con “Infectados” (qué título más adecuado para estos tiempos), una producción estadounidense con un prometedor Chris Pine, aún lejos de ponerse el uniforme del Capitán Kirk. Las expectativas causadas por este título y su siguiente película, “Los Últimos Días”, hacían presagiar una prolífica carrera a estos dos cineastas. Desgraciadamente, desde entonces, y con la salvedad de “Eternal”, donde sólo ejercían de guionistas, su filmografía posterior ha pasado sin pena, ni gloria hasta la llegada de “Hogar”, esta producción para Netflix que nos devuelve a los hermanos en plena forma. Comparada por algunos con “Parásitos”, por esa idea del protagonista infiltrándose en la vida de otra familia, a nosotros nos recuerda a otro título bastante más anterior, “De Repente, Un Extraño” (1990), un thriller dirigido por John Schlesinger en el que una joven pareja ve cómo su vida se ve demolida por un misterioso personaje que les alquila una habitación y, sin motivo aparente, les hace la vida imposible. Aquí los Hermanos Pastor nos cambian la perspectiva, y acompañamos a un personaje en su elaborado plan. 
En un principio, podemos comprender la posición del personaje principal. Tras conquistar el éxito, se ve arrastrado al desprecio, por estar en paro, por tener ya cierta edad, por haber triunfado en un momento en el que las nuevas estrellas del mercado aún estaban en primaria. Hay un discurso agrio en la película acerca de la forma en que los ritmos vitales en nuestra sociedad se han acelerado y cada vez más pronto se les cierra las puertas a personas aún con capacidad de trabajar y de aportar nuevas ideas. También nos habla del carácter depredador que el mercado instala en la sociedad, donde, como dice el protagonista, las cosas se hacen “sin pedir permiso y sin pedir disculpas”. La humanidad, los defectos físicos, la capacidad de recomponerte ante un fracaso, de curar heridas o de reconocer los fallos son la sangre que atrae a los tiburones. Sólo la perfección, o la apariencia de ella, es digna de respeto.
Javier Gutiérrez protagoniza este largometraje adquiriendo un rol absoluto, incluso en los momentos en los que comparte escena con Mario Casas o los dos roles femeninos (interpretados por Ruth Díaz y Bruna Cusí), a los que se les echa en falta más desarrollo y presencia (especialmente en el caso de la primera). En este sentido, la excelente interpretación del actor es el centro de gravedad de una cinta cargada de tensión, con giros que van sorprendiendo a cada paso y donde el espectador se pregunta en todo momento si será capaz de cumplir su propósito o si realmente queremos que lo consiga. La dicotomía entre los recelos morales y la empatía que (ante nuestro horror) nos causa el protagonista convierte a “Hogar” en una cinta incómoda de ver, no tanto por lo que sucede, sino por lo que esperamos con interés mórbido que pase. Por otro lado, tenemos algunas tramas secundarias que dispersan la línea principal y que tampoco acaban de tener un gran desarrollo, quedando como episodios puntuales. Es verdad que pueden ser efectistas y ayudan a marcar la evolución psicológica del personaje, pero esto se podía haber integrado perfectamente en la trama principal sin necesidad de divagaciones (por ejemplo, todo lo concerniente al jardinero). 
La puesta en escena de los Pastor es elegante, estilizada, fría y calculadora (tal y como es su protagonista). En este sentido, los cineastas prefieres apostar por un ritmo pausado e ir desenredando poco a poco la trama, a dejarse llevar por un montaje frenético, en el que se confunda efectismo con contundencia. La fotografía de Pau Castejón se encarga de marcar las diferentes capas sociales por las que nos arrastra la historia, usando colores fríos, pero elegantes para ilustrar el éxito, y los colores cálidos, pero apagados, sucios, para definir el fracaso, la pobreza.
Como regreso de los Hermanos Pastor al formato de largometraje, “Hogar” invita al aplauso y la celebración. Esperemos que el éxito que está teniendo en la plataforma ayude a agilizar nuevos proyectos de los cineastas y que no tengamos que esperar siete años para ver su siguiente película.   

miércoles, 1 de abril de 2020

“SONRISAS Y LÁGRIMAS”. COLINAS ETERNAS



Hay dos personajes que nos vienen a la mente cuando recordamos la carrera de Julie Andrews en el cine, uno es Mary Poppins, el otro es Maria, la joven novicia reconvertida en institutriz de los siete hijos del Barón Von Trapp. Con esto no queremos decir que no haya otros roles importantes en su larga trayectoria (ahí está “Victor o Victoria” para atestiguarlo), pero está claro que debutar en la gran pantalla con estos dos iconos es difícil de superar. Hoy 1 de abril se cumplen 55 años del estreno en Estados Unidos de “Sonrisas y Lágrimas” y no se nos ocurre mejor ocasión para dejarnos llevar por las fabulosas canciones de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II que este periodo de confinamiento por el COVID19.
El origen de la historia lo tenemos en la experiencia real de la familia Von Trapp. Maria efectivamente fue la institutriz de los hijos del Barón, viudo desde hacía unos años. Georg Ludwig von Trapp era un importante militar retirado, contrario a la anexión de Austria a la Alemania del Nacional Socialismo hitleriano tras el Anschluss. Debido a esto, lograron huir del país, exiliándose en Italia y posteriormente en Estados Unidos. La historia de amor entre Maria y Georg, la trayectoria artística de toda la familia más tarde conocida como The Trapp Family Singers y su éxodo justo antes de que Hitler cerrara las fronteras de Austria se popularizaron con las memorias de la Baronesa publicadas en 1949. En 1959, esta historia fue adaptada por primera vez al cine en “La Familia Trapp”, una producción alemana dirigida por Wolfgang Liebeneiner (y que llegó a tener una secuela), al mismo tiempo que los populares Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II estrenaban en los escenarios el musical “The Sound of Music”.
Estos dos compositores habían iniciado su colaboración en 1943, encadenando un éxito tras otro. Su primer musical conjunto fue “Oklahoma” de 1943, por el que recibieron un premio Pulitzer especial. Después llegaron, entre otros, “Carousel” (1945), “Allegro” (1947), “South Pacific” (1949) y “El Rey y Yo” (1951). “The Sound of Music” fue su última colaboración debido a que Hammerstein falleció por cáncer de estómago nueve meses después de su estreno en Broadway. La primera representación estuvo protagonizada por Mary Martin como Maria y Theodore Bikel como el Capitán Georg von Trapp. En esta versión ya se encontraban las principales canciones que luego darían el salto al cine. La obra fue tan popular que llegó a contabilizar 1443 funciones, alzándose también con seis premios Tony en 1960.
Entre la popularidad de la familia Trapp en Estados Unidos y el éxito del musical, era cuestión de tiempo que éste llegara al cine. En un principio, los principales estudios en pujar por los derechos fueron Universal y 20th Century Fox, resultando ganadora ésta última. William Wyler y Billy Wilder fueron los primeros directores a los que se les ofreció la película, rechazándola ambos en última instancia, aunque Wyler estuvo un tiempo adherido al proyecto. La Fox pasó entonces a tantear a Robert Wise, quien tenía aún reciente el éxito de “West Side Story” y para el que la posibilidad de volver a trabajar con Saul Chaplin, Ernest Lehman y Boris Leven resultó irresistible. Por su parte, Richard Rodgers compuso dos temas nuevos expresamente para la película, "Something Good" y "I Have Confidence”, reemplazando el primero al tema de amor original "An Ordinary Couple".
Robert Wise es una figura legendaria del cine. Su carrera comenzó como montador en “Ciudadano Kane” y “El Cuarto Mandamiento”, debutando como director en 1944 con “La Venganza de la Mujer Pantera” (secuela de la película del clásico de Jacques Tourneur, “La Mujer Pantera”). En sus 56 años de carrera como director demostró ser un cineasta todo terreno, capaz de afrontar con éxito todo tipo de proyectos, ya fuera un western, una cinta de terror, de ciencia ficción, un musical o un alegato contra la pena de muerte. Entre sus títulos más importantes se encuentran “Nadie Puede Vencerme” (1949), “Ultimátum a la Tierra” (1951), “Marcado por el Odio” (1956), “¡Quiero Vivir!” (1958), “La Casa Encantada” (1963), “El Yang Tse en Llamas” (1966), “La Amenaza de Andrómeda” (1971) o “Star Trek: La Película” (1979), además, de por supuesto, “West Side Story” y “Sonrisas y Lágrimas”. Wise se caracterizó por ser un director elegante, capaz de aportar profundidad e intimidad a historias de corte épico y grandilocuente, además de por ser un excelente director de actores.
El primer reto de la película fue encontrar a la Maria adecuada. Hacía falta una actriz que dominara la parte interpretativa, pero también con la suficiente solvencia musical como para afrontar los exigentes números musicales. Julie Andrews contaba con una excelente reputación en los escenarios. Sus interpretaciones en “Camelot” o “My Fair Lady” la habían lanzado al estrellato; sin embargo era aún una desconocida en el cine. Esa había sido precisamente la razón por la que fue sustituida por Audrey Hepburn en la adaptación cinematográfica de “My Fair Lady”. En aquel momento, Andrews acababa de rodar “Mary Poppins”, pero el impacto que iba a tener esa película aún estaba por descubrir. La propia artista tenía reticencias con respecto al papel de Maria, porque no quería quedar encasillada en el rol de institutriz. Afortunadamente, las dudas por ambas partes quedaron disipadas y la actriz fue la escogida para el papel.
El papel del Capitán fue para Christopher Plummer, quien daba la planta de galán, aparte de ser un actor con una trayectoria más asentada en teatro, cine y televisión. De temperamento cínico, el edulcoramiento de la historia no era de su gusto; aún así, se preparó a fondo para los números musicales. La relación entre los dos actores no fue la más cordial, especialmente por parte de Plummer que encontraba irritante la sensiblería con la que Andrews abordaba su papel. A esto se sumó el hecho de que, pese a sus esfuerzos, finalmente su voz fue doblada en postproducción, como su interpretación con la guitarra en “Edelweiss”. “Sonrisas y Lágrimas” tuvo un efecto positivo en su carrera, lanzándole a la fama, pero esa fama y que, pese a lo extenso de su carrera, aún hoy en día se le siga reconociendo principalmente por esta película son aspectos que siempre han enfurecido al actor. Al menos, tras el fin del rodaje, logró romper sus reticencias hacia Julie Andrews y acabaron siendo grandes amigos.   
Es cierto, tal y como criticaba Christopher Plummer, que “Sonrisas y Lágrimas”, sobre todo desde una perspectiva actual, es una película edulcorada, hasta cursi, repleta de números e interpretaciones cargadas de ingenuidad e idealismo. La interpretación de los niños puede resultar repelente y Julie Andrews desprende demasiado candor. Sin embargo, Robert Wise era perro viejo y sabía lo que hacía. Toda esa luminosidad (obra de la maravillosa fotografía de Ted D. McCord) no es gratuita sino que actúa de contraste con la paulatina entrada en la acción de la sombra del nazismo y la necesidad de la familia de abandonar su casa y su país natal. La historia habla de una época perdida, en la que todavía se podía ser inocente y honorable, algo que moriría con la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, ese número fundamental de “Edelweiss” no es otra cosa que un canto a ese tiempo perdido y que, al igual que su casa, los protagonistas ya no podrán recuperar.
La puesta en escena de Wise es esplendorosa y potente, empezando por ese primer número musical con el que arranca y en el que vemos al personaje de María cantándole a las montañas. Cada canción está rodada de manera única y especial, dándole un gran protagonismo a la parte musical, pero, como también sucedía en “West Side Story”, sin restarle valor a la parte dramática. Pese a su distanciamiento tras la cámara, delante de ella, Andrews y Plummer desprenden química y construyen gran parte de la película gracias a su interpretación.
Candidata a diez Oscars, ganadora de cinco, incluyendo mejor película y mejor director, 55 años después de su estreno la película y las canciones siguen manteniendo su poder de fascinación y de entusiasmo, trasladándonos a ese lugar idílico, impermeable al cinismo y la crueldad del mundo. ¿No es eso lo mejor que una película nos puede ofrecer hoy?