1. EL REVISIONISMO DE LOS AÑOS 70 Y 80
Tras los cambios sociales producidos a finales de los años 60 y a lo largo de los 70, el cine en general y el terror en particular se verían afectados por nuevas perspectivas artísticas, en las que los mitos clásicos se tuvieron que adaptar al espíritu rupturista y renovador de la contracultura. Como respuesta al clamor de los grupos minoritarios a la hora de tener voz en la sociedad y en la cultura Estadounidense, las artes, y el cine entre ellas, se abrieron a la incorporación de obras creadas para y por estos sectores. Así hizo su aparición en Hollywood la “blaxploitation”, donde generalmente los patrones del cine comercial pasaron a ser reinterpretados por artistas de raza negra, entre ellos el cine de terror. En 1972 el actor Williams Marshall protagonizó “Blacula”, ofreciendo al primer vampiro negro del cine de Hollywood. La cinta obtuvo un éxito considerable, produciéndose un año más tarde su secuela, “Grita, Blacula, Grita”, en la que participó otra estrella de este nuevo cine, la espectacular Pam Grier.
El mundo de la modernidad tendría también espacio para los vampiros. Bajo la tutela de Andy Warhol, Paul Morrisey dirigió una visión erotizada y decadente de Drácula en la cinta de 1974 “Sangre para Drácula”. Aquí el actor Udo Kier interpretaba a un amanerado Conde Drácula, quien ahora sólo puede alimentarse de la, cada vez más escasa, sangre de vírgenes. Morrisey no duda en hacer poblar su cinta de referencias a la convulsa situación política de Estados Unidos, a la promiscuidad sexual imperante, incluso al uso de las drogas, ya que la necesidad de sangre del Conde le convierte en un drogadicto en pleno síndrome de abstinencia.
A esta moda revisionista se uniría también el padre del cine de zombies, George A. Romero, quien en 1977 realizó una de sus mejores películas con “Martin”, sobre un joven adolescente que está convencido de ser un vampiro. Con una puesta en escena casi documentalista, Romero prescindió de los componentes fantásticos anteriores y ofreció una cinta de marcado realismo. A lo largo del metraje de la cinta, el director desmonta uno por uno los arquetipos del vampirismo, presentando a su protagonista como un joven perturbado, inadaptado social y sexualmente, que necesita crearse una falsa identidad para justificar su desarraigo existencial.
Frente a estas propuestas más arriesgadas, en 1979 el director John Badham volvió una vez más a la fuente y llevó a cabo una nueva adaptación de la novela de Bram Stoker. En esta ocasión el encargado de encarnar al Conde fue el actor Frank Langhella, quien se esforzó en recuperar el carácter aristocrático del personaje. La cinta fue recibida con alabanzas y, pese a sus numerosas licencias, durante bastante tiempo fue considerada la adaptación más fiel a la obra de Stoker. Curiosamente, el mismo año en que Badham recuperaba al “Drácula” original, Werner Herzog proponía un remake del “Nosferatu” de Murnau, con su actor fetiche, Klaus Kinski, con una caracterización fiel a la de Max Schrek en la original.
Herzog, gran admirador de la obra de Murnau, se las apañó para ofrecer un sentido homenaje a la versión original, pero dejando espacio para su discurso personal como autor cinematográfico. La cinta obtuvo un gran éxito y años más tarde, Klaus Kinski llegó a protagonizar una secuela titulada “Nosferatu en Venecia”, aunque ya sin la participación de Herzog en la dirección.
Para cerrar esta moda vampírica de 1979, Tobe Hooper adaptó para la pequeña pantalla la novela de Stephen King, “El Misterio de Salem´s Lot”. Tomando como referencia los elementos clásicos de la tradición nos encontramos con una actualización de la mitología, con un vampiro líder a la semejanza de Nosferatu incluido. Dada la popularidad de la novela, el material rodado fue resumido hasta alcanzar la duración de un largometraje, siendo estrenado en cines a nivel internacional. En España esta versión recortada, sin embargo, fue absurdamente titulada “Phantasma 2”, haciendo referencia a otro título de terror de éxito en aquel momento.
Si en 1979 nos encontrábamos con este compendio de títulos vampíricos, 1981 fue un año fundamental para la renovación del cine de Hombres Lobo. Dos títulos estrenados ese año sirvieron de puente entre la tradición y el nuevo cine de terror de esta década. El primero fue “Aullidos”, de Joe Dante, donde por primera vez no nos encontramos con licántropos devorados por la culpabilidad, sino hombres lobos realmente orgullosos de serlo, y que, para seguir rompiendo estereotipos, son capaces de transformarse siempre que lo desean y no únicamente en las noches de luna llena. Esta película contó con un total de seis secuelas, a cada cual peor que la anterior.
El otro título fue “Un Hombre Lobo Americano en Londres” de John Landis, donde terror, humor y drama se daban la mano para generar un clásico instantáneo. Landis alternó momentos realmente aterradores (como el ataque en los páramos, la secuencia en el metro o la transformación) con propuestas más humorísticas (como los guiños musicales con canciones como “Blue Moon”, “Moondance” o “Bad Moon Rising”, o los encuentros del protagonista con su amigo muerto en un cine porno), e incluso con escenas de marcado carácter dramático, como el cariz trágico que va tomando la historia de amor y el fatídico desenlace del protagonista.
Gran parte del éxito tanto de “Aullidos” como de “Un Hombre Lobo Americano en Londres” vino determinado también por la excelencia de sus efectos especiales y maquillaje. Aquí hay que destacar dos nombres, Rick Baker y Rob Bottin. El primero estaba asignado a la cinta de Joe Dante, sin embargo su compromiso anterior con Landis le llevó a abandonar el proyecto cuando la película de éste se puso finalmente en marcha, dejando a su discípulo Rob Bottin al frente de “Aullidos”. Bottin hizo un trabajo excepcional, consiguiendo una espectacular transformación que se extiende durante varios minutos en pantalla. Sin embargo, la más recordada fue la presentada por Baker en “Un Hombre Lobo Americano en Londres”. Gracias a este trabajo se crearon en los Oscars una nueva candidatura dedicada al maquillaje, siendo Baker el primero en recibir este galardón.
Junto al éxito de las dos anteriores, encontramos también ese mismo año otro título reseñable, “Lobos Humanos” de Michael Wadleigh y John Hancock, una cinta más modesta, basada en la novela “El Despetar de los Lobos” de Whitley Striber, que buscaba el origen de la licantropía en la tradición de los nativos norteamericanos. En esta ocasión, más que una maldición ancestral se trataba de un símbolo de la unión del ser humano con la naturaleza.
Siguiendo con las visiones alternativas del vampirismo, en 1983 nos encontramos con el debut en la gran pantalla de Tony Scott con la excelente “El Ansia”. En esta historia acerca del miedo a envejecer y los inconvenientes de la inmortalidad, Scott sacó provecho de la tradición de vampiresas lésbicas, con una antológica escena entre Catherine Deneuve y Susan Sarandon. La película destacaba también por su estilizada puesta en escena, marcando uno de los primeros ejemplos de la influencia del lenguaje del videoclip en el cine.
Un año más tarde, de nuevo el director Tobe Hooper fusionó el subgénero de invasiones extraterrestres con el vampírico en “Lifeforce”, con la salvedad de que en lugar de sangre, aquí se alimentan de fuerza vital. Basada en la novela de Colin Wilson “Los Vampiros del Espacio”, la cinta es realmente un crisol de elementos tomados de diferentes subgéneros de terror y ciencia ficción, ya que en ella podemos encontrar también elementos procedentes del cine apocalíptico, las películas de zombies, las producciones de la Hammer (con la serie del Dr. Quatermass a la cabeza) o las paranoias anticomunistas de los años 50.
Al éxito de “Aullidos” y de “Un Hombre Lobo Americano en Londres” hay que sumarle otra interesante propuesta de licántropos en el cine, “En Compañía de Lobos”, en la que, en 1984, el director Neil Jordan adaptó diferentes relatos de la escritora Angela Carter. Las referencias al mundo de los cuentos de hadas, especialmente a “Caperucita Roja” marcaron el tono más literario e intelectual de este acercamiento. Partiendo del relato de Charles Perrault, aquí el hombre lobo es presentado como el hombre libidinoso que se aprovecha del despertar sexual de las adolescentes, sin embargo, Angela Carter, opta por darle un giro feminista, haciendo que sea Caperucita quien tome las riendas del encuentro y, por lo tanto, de su sexualidad.
Dirigida a un público adolescente, en 1985, encontrábamos “Noche de Miedo”, un tributo modernizador de los títulos clásicos, con la presencia de un extraordinario Roddy McDowall como sucedáneo de Van Helsin. La película de marcado tono nostálgico buscaba servir de puente entre las películas clásicas de los años 40 y 50 y la nueva audiencia juvenil de los 80. En la misma línea de “Noche de Miedo”, tenemos la cinta de 1987 “Jóvenes Ocultos”, donde también se nos ofrece una historia a medio camino entre la tradición y el revisionismo modernizador dirigido a un público principalmente adolescente. La incorporación de nuevos elementos, como la música rock o las referencias al comic (fuente de conocimiento de los nuevos cazavampiros) servían precisamente para dejar claras las intenciones y los destinatarios de la película.
También las culturas orientales cuentan con sus versiones de los vampiros. El mundo del anime proponía una traslación del mito a la estética japonesa con la adaptación en 1985 del manga “Vampire Hunter D”. Ese mismo año se estrenaba “Mr. Vampire”, una cinta de culto del cine de Hong Kong, donde además se respeta una de las características de los vampiros chinos, su caminar en forma de pequeños saltos. Ambas películas pasaron a convertirse en títulos de culto, siendo la primera uno de los títulos clave en el boom del anime en occidente a finales de los 80. Ambientada en un futuro neogótico plagado no sólo de vampiros, sino también de mutantes y demonios, la cinta opta por mezclar elementos postapocalípticos con una cierta herencia del espagueti western. Por otro lado, “Mr. Vampire” es una película poco conocida en nuestro país, pero de gran éxito en China (llegando a inspirar tres secuelas a lo largo de la década). La cinta se inscribe dentro de un grupo de películas orientales (“Encuentros con el Más Allá”, “Una Historia China de Fantasmas”) en las que se mezclaban elementos fantásticos, artes marciales y comedia.
Aunque no tan determinante como 1981, el 85 fue otro año de amplia profusión de licántropos en pantalla. Ese año se estrenaba “Miedo Azul”, adaptación de un relato de Stephen King titulado “El Ciclo del Hombre Lobo”. Menos lograda que otras versiones cinematográficas de la obra literaria de este escritor, la cinta es un nuevo ejemplo de acercamiento nostálgico a la figura del licántropo, más interesado en el homenaje a los clásicos que en presentar un modelo innovador.
El hombre lobo adolescente regresaría también ese año en clave más humorística con “Teen Wolf”. Más que seguir los pasos de “Yo Fui un Hombre Lobo Adolescente”, la película se ajustaba al modelo de películas juveniles de la época, convirtiéndose la temática fantástica en una excusa para tratar temas que se pondrían de moda en la segunda mitad de la década, como la integración dentro del instituto, gracias a títulos como “No Puedes Comprar mi Amor” o “Una Maravilla con Clase”. Michael J. Fox rodó esta cinta justo antes de alcanzar el éxito con “Regreso al Futuro”, algo que ayudó al devenir comercial de la película, llegando incluso a inspirar una secuela en 1987, esta vez con Jason Bateman como protagonista, y una serie de animación para televisión.
De 1985 es también “Lady Halcón”, donde podemos encontrar el tema del licántropo aunque tocado de manera más tangencial. La maldición que acompaña a la pareja formada por el Capitán Etienne Navarre e Isabeau D’Anjou, obliga al primero a transformase en lobo cada noche, apenas viendo a su amada unos segundos antes del amanecer. Aunque nunca se le da tratamiento de hombre lobo en la película, su vinculación con el folclore medieval acerca de los licántropos es incuestionable.
El hombre Lobo y Drácula, como representantes del catálogo de monstruos clásicos del cine, volvieron a aparecer en otro título juvenil de finales de los 80, “Una Pandilla Alucinante”. Aquí un grupo de jóvenes amantes del cine de terror se las tendrán que ver con la plana mayor de las criaturas del ciclo de la Universal, que llegan a su ciudad con intención de hacer de las suyas. Modesta en sus pretensiones pero realmente entretenida, la película ha sabido mantener el tipo ante el paso del tiempo, convirtiéndose en un título de culto.
Un poco en la línea de aquel “Martin” de George Romero, el director Robert Bierman presentó en 1988 la comedia “Besos de Vampiro”, una parodia de la cultura yuppie, en la que un estresado y perturbado publicista (interpretado por Nicholas Cage) se obsesiona con la idea de estar convirtiéndose en un vampiro después de haber sido mordido en el cuello por una amante ocasional en un momento de pasión. El protagonista cree sufrir todos los síntomas del vampirismo (sed de sangre, fotofobia), llegando incluso a comprarse unos dientes falsos en una tienda de disfraces. Pese a su escaso presupuesto y su limitada distribución internacional, la cinta es recordada especialmente por la secuencia en la que Nicholas Cage se comió una cucaracha real, pensando que de esa manera conectaba mejor con su personaje.
2. EL REGRESO A LOS CLÁSICOS DE LOS 90
1992 fue un año de resurgir de la temática vampírica gracias al éxito de la adaptación de “Drácula” por parte de Francis Ford Coppola. La cinta triunfó en taquilla e hizo que la atención del público regresara a una concepción del terror en general, y del mundo vampírico en particular, más clásica, alejada de las modernidades de los años 80. Coppola rodó una cinta que bebía de la novela de Stroker (aunque también tomándose muchas libertades creativas), pero también de las versiones cinematográficas anteriores. A lo largo de su metraje, el director de “El Padrino” no duda en hacer guiños al “Nosferatu” de Murnau, o a los “Dracula” de Tod Browning y John Badham, añadiendo a la historia original un trasfondo de historia romántica entre el Conde y Mina Harker.
Un año más tarde, para su debut como director con “Cronos”, Guillermo del Toro escogió una historia de claras referencias vampíricas y con guiños a la obra de Stoker, como, por ejemplo, ese momento en el que el ansia por la sangre lleva al protagonista a lamer sangre del suelo (una imagen que recuerda a la avidez con la que el Conde bebe la sangre de Jonathan Harper después de que éste se corte afeitándose). Con esta película Del Toro demostró ser un gran conocedor de las claves del género, al mismo tiempo que un autor con una visión renovadora.
El éxito del “Drácula” de Coppola llevó a los productores a buscar otros referentes literarios con los que seguir explotando la moda vampírica, y lo encontraron en la novela de Anne Rice “Entrevista con el Vampiro”. De corte clasicista, la obra de Jordan mantenía las características de la novela original, con una lujosa y barroca puesta en escena, recibiendo el visto bueno de la autora, después de que ésta no escatimara en descalificativos a la elección de Tom Cruise como Lestat. Desgraciadamente, la línea abierta por esta película de Neil Jordan no tuvo demasiada continuidad, quedando la franquicia truncada tras el retraso y posterior fracaso comercial de su secuela, “La Reina de los Condenados” (curiosamente la tercera de las novelas de esta autora, dejando en el tintero la más interesante, pero también mucho más ambiciosa y compleja “Lestat, el Vampiro”).
La moda del cine de terror clásico iniciada tras el éxito del “Dracula” de Francis Ford Coppola también sirvió para rescatar a otros monstruos como la criatura de Frankenstein (en versión de Kenneth Branagh, producida por el propio Coppola), La Momia (en un acercamiento más aventurero a cargo de Stephen Hopkins), y, por supuesto el Hombre Lobo. El director Mike Nichols (célebre por sus dramas de personajes como “¿Quién Teme a Virginia Woolf?”, “El Graduado” o “Conocimiento Carnal”) daba el salto al género fantástico con “Lobo”, protagonizada por Jack Nicholson y Michelle Pfeiffer, y con un austero maquillaje obra de Rick Baker. La película buscaba ser un acercamiento al competitivo mundo empresarial, relacionando la cultura yuppie con la agresividad del lobo, pero, si bien cuenta con buenas ideas de partida y una excelente química entre sus dos actores protagonistas, en su segunda mitad pierde el rumbo y se adentra en terrenos un tanto bochornosos, como ese aparatoso enfrentamiento final entre el protagonista y su ambicioso pupilo.
Temas reales como la adicción a las drogas o el sida (ambos ya apuntados en la cinta de Coppola) fueron aprovechados también para dar una nueva vuelta de tuerca al mito del vampiro en la cinta de Abel Ferrara de 1995 “The Addiction”. Rodada en blanco y negro, la cinta buscaba alejarse de los clichés del género, para ofrecer una lectura filosófica del vampirismo. Con esta historia, Ferrara quiso también reflexionar acerca de la degradación moral de la sociedad, algo que ya había hecho en títulos anteriores suyos, como “El Rey de Nueva York” o “Teniente Corrupto”.
Menos lograda resultaba “Un Vampiro Suelto en Brooklyn”, revisión en clave afroamericana de la novela de “Drácula” dirigida en 1995 por Wes Craven y protagonizada por Eddie Murphy. Curiosamente, mientras Craven buscaba hacer un cambio de registro y rodar una comedia, Murphy se esforzó en dar seriedad y presencia a su personaje, sin que ninguno de los dos lograra alcanzar su objetivo.
Otro título que marcaba un punto y aparte en el género, al menos a nivel comercial, fue “Abierto hasta el Amanecer”, donde las fuerzas aunadas de Quentin Tarantino y Robert Rodríguez reexaminaban las características básicas de los vampiros y, de paso, presentaban un nuevo icono para la posteridad, la vampiresa Satanico Pandemonium. La cinta comienza como un thriller trepidante, para a mitad de la película dar un giro inesperado hacia el género de terror, con preferencia por la exageración propia del cine gore (no por nada uno de los personajes, Sex Machine, está interpretado por el experto en efectos y maquillaje, Tom Savini).
La imagen de los vampiros de la transición entre el siglo XX y el XXI estuvo marcada en parte por el éxito de la serie de televisión “Buffy, la Cazavampiros”. Si bien la primera versión cinematográfica fue un fracaso sonado, su reconversión a la pequeña pantalla redimió al personaje y a su creador Joss Whedon. Durante siete temporadas, las aventuras de esta ex-animadora reconvertida en cazavampiros estuvieron marcadas por unos guiones ágiles y originales, así como la aparición de un nutrido grupo de personajes antológicos. A día de hoy, la serie se mantiene como un título de culto, siendo la inspiradora de múltiples series de temática fantásticas que llegaron posteriormente.
En el apartado de humor, en la segunda mitad de los 90 encontramos dos parodias del personaje del Conde Drácula, surgidas una vez más a partir del éxito de la adaptación de Francis Ford Coppola. En primer lugar, “Drácula, un Muerto Muy Contento y Feliz”, dirigida por Mel Brooks y protagonizada por Leslie Nielsen. Brooks había sido el autor de una de las mejores parodias del cine de terror clásico con su fundamental “El Jovencito Frankenstein”, y para esta nueva película se fijó tanto en la versión de Coppola como en la original de Tod Browning, sin embargo, el resultado fue mucho menos lucido que en su caricatura de la criatura de Mary Shelley, cayendo en general en chistes demasiado burdos y facilones. Por otro lado, en nuestro país, el humorista Chiquito de la Calzada emprendería su segundo rol protagonista en la gran pantalla con “Brácula”, entendida como una secuela de la exitosa “Aquí Llega Condemor, el Pecador de la Pradera”. Tras la cámara se situaba nuevamente Álvaro Sáenz de Heredia, un realizador habituado a dirigir este tipo de vehículos para cómicos como el dúo “Martes y Trece” (“Aquí Huele a Muerto”, “El Robobo de la Jojoya”).
La moda de las adaptaciones de personajes del comic a la gran pantalla serviría para recuperar en 1998 a un personaje clásico de los 70, “Blade”. Interpretado en esta nueva encarnación por el actor Wesley Snipes, la cinta era básicamente un vehículo para la exhibición de las habilidades marciales de su protagonista, aunque dejó espacio para ofrecer una visión urbanita y modernizada (representada por el personaje de Stephen Dorff) en contraste con la vieja guardia aristocrática y europeísta (liderada ni más ni menos que por Udo Kier).
Con todos los directores (propios y ajenos al género) que habían aportado su granito de arena al desarrollo del vampirismo en el cine, a finales de la década de los 90 llegaba la visión de uno de los imprescindibles del terror, John Carpenter. “Vampiros” respondía a las características propias del cine de esta autor, con un acercamiento bastante clásico pero adornado con algunos toques de originalidad (como su estética propia del western), destacando en ella el carisma de vampiro líder, Valek, interpretado por Thomas Ian Griffith, y la mala baba de su protagonista, un siempre sarcástico James Woods.