martes, 17 de febrero de 2015

“50 SOMBRAS DE GREY”. LUCES Y SOMBRAS

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La expectación no podía ser mayor y los números así lo han demostrado. “50 Sombras de Grey”, la película, ha conseguido recaudar en su primer fin de semana más de 240 millones de dólares en todo el mundo (8,6 de ellos únicamente en Estados Unidos la noche del jueves en su estreno de medianoche). El éxito arrasador de las novelas ha impulsado un lanzamiento en salas espectacular, rompiendo records en varios de los países donde se estrenó, pero al mismo tiempo recibiendo críticas bastante negativas en la mayor parte de los casos. Ya sea un mero producto de marketing o una película sólida, lo que es cierto es que el efecto llamada del erotismo que promete la ha convertido en una película evento y su influencia en la taquilla tiene visos de perdurar algunas semanas. A continuación intentaremos desprendernos de todo esos elementos circundantes, del poderoso hype que acompaña a esta producción, y centrarnos en lo que a nosotros no atañe, que es las impresiones que nos ha generado la película en sí. Eso sí, antes de empezar con la crítica, una confesión. No hemos leído el libro, por lo que más allá de la comidilla popular en torno a la trilogía de E.L. James, llegamos a la película, cual Anastasia Steele, vírgenes en lo que a esta historia se refiere.
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El sexo siempre ha sido una de las grandes herramientas promocionales con las que ha contado el cine, especialmente el cine estadounidense, que con su puritana visión de este tema siempre ha convertido su escenificación en la pantalla grande en tema de controversia, una representación que la mayor parte de las veces acaba resultando bastante pacata y simplona. “50 Sombras de Grey” llegaba acompañada por la polémica de su visión del sexo sadomasoquista, con referencias a prácticas sexuales atípicas y consideradas tabú por nuestra sociedad como la sumisión, el bondage o la fustigación. La cinta nos narra la relación que se establece entre la virginal Anastasia Steele, una joven estudiante universitaria sin experiencia en la vida, y Christian Grey, un joven y acaudalado empresario, con fachada de príncipe azul, pero con sótanos de Barbazul. Mientras Anastasia busca una relación romántica, sentimental, Christian es deudor de sus deseos oscuros, su necesidad de tener control absoluto y dominar a su pareja. Tras ellos encontramos todo un trasfondo freudiano, basado en las carencias afectivas de ambos personajes, sus relaciones disfuncionales con sus progenitores (especialmente sus madres) y con la muerte como nexo común (Grey quedó huérfano a la edad de 4 años, el padre de Anastasia murió al día siguiente de nacer ella). La dura infancia de él le marcó psicológicamente llevándole a tener una visión tortuosa del sexo; mientras, ella nunca ha mantenido una relación, amparada en una idealización novelesca del amor (su confesa predilección por Thomas Hardy sobre Emily Brönte evidencia también una visión oscura y tortuosa del amor). La seguridad y fortaleza de Christian despiertan en ella esa necesidad de protección heredada de historial familiar, mientras que el bloqueo emocional de él y su faceta oscura la llevan a un (casi maternal) ansia salvador y redentor a través del amor. Hasta ahí nada fuera de lo normal. Es su escenificación del sexo sadomasoquista lo que ha distinguido a esta obra (tanto en su faceta literaria como cinematográfica) frente a otras obras de argumentos similares. Insólitamente, un amplio público principalmente femenino se ha visto seducido por una visión del sexo que va más allá de la propia preferencia sexual de quienes optan por estas prácticas. Al fin y al cabo, el sadomasoquismo ejercido por Christian Grey no es escogido libremente, sino fruto de un trauma profundo que ha degenerado en una psicología perturbada. Aunque sea de manera consensuada (aunque con reservas por parte de ella), sus fantasías de someter violentamente a Anastasia no responden tanto a la búsqueda de placer sexual mutuo (que también), sino sobre todo a la somatización de su dolor interior y que sólo parecen encontrar alivio con la vejación y la humillación de la persona deseada.
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De cara a llevar esta historia de 544 páginas a la gran pantalla muchos han sido los elementos que se han tenido que quedar fuera, especialmente en lo que al tratamiento de secundarios se refiere, que en esta primera película apenas cuentan con espacio de desarrollo. Personajes como Kate, la compañera de piso de Anastasia, la madre de ésta, Carla, su amigo José, la madre de Christian o los hermanos de éste, Elliot y Mia, únicamente se esbozan como apoyo a la psicología de los dos protagonistas. Por otro lado, la historia presenta varios problemas de desarrollo. El comportamiento de los personajes no fluye de manera natural, sino que continuamente son empujados a tomar decisiones o tener reacciones forzadas con el fin de que la historia avance en la dirección que sus creadores (la escritora, el guionista o la directora) necesitan, aunque esto vaya en contra de la descripción previa que se ha hecho de los protagonistas (por ejemplo, la reacción de Anastasia cuando Christian le muestra por primera vez su “sala de juegos” resulta muy desnaturalizada y puede resultar inverosímil para el público). Esto provoca además situaciones o diálogos llevados tan al límite que caen en el ridículo (por ejemplo, la caída fortuita de Anastasia justo antes de encontrarse por primera vez con Grey o frases como “yo no hago el amor. Yo follo…. duro”). A nivel interpretativo, la cinta nos ha permitido descubrir a una prometedora Dakota Johnson. Pese a las limitaciones del personaje, la actriz ha sabido hacerlo suyo, le ha aportado inseguridad y la vulnerabilidad inicial, para, a partir de ahí, ir construyendo una protagonista que gana en fortaleza y firmeza a medida que la cinta avanza. Se aprecia un mayor mimo a la hora de subrayar el carácter independiente del personaje, e intentar así evitar así las acusaciones de machismo que han sobrevolado sobre la novela y la película. Menos afortunado ha sido Jamie Dornan. Christian Grey es un personaje desdibujado en la película, en parte por la necesidad de mantener el misterio a su alrededor, lo que hace que se evite la empatía con el público. Si la interpretación de Johnson resulta dúctil y con diferentes cambios de registros, la de Dornan resulta monolítica, hierática, en ocasiones cayendo más en el modelaje que la creación de personaje. Da la impresión de que la experiencia previa del actor como modelo ha pesado más que su (corta) trayectoria interpretativa.
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La elección de la directora Sam Taylor-Johnson para llevar a cabo este encargo ha venido determinada por dos aspectos fundamentales y que quedan evidentes en la cinta. El primero, obvio, es la necesidad de encontrar a una directora para llevar a la gran pantalla esta historia también escrita por una mujer y donde el rol femenino resulta tan delicado y polémico, como hemos visto. Taylor-Johnson se esfuerza en aportar una sensibilidad especial a la historia, de darle una perspectiva que el espectador pueda identificar como femenina y alejar así alusiones de machismo a la representación de la mujer como objeto sexual. Por otro lado, más que como cineasta (hasta ahora su trayectoria en este terreno se limitaba a algunos cortometrajes y la interesante película “Nowhere Boy” sobre la adolescencia de John Lennon) es conocida en su faceta como fotógrafa. Así, la puesta en escena de la película resulta tremendamente esteticista. Cada escena ha sido filmada cuidando el plano, la luz (exquisita labor por parte de Seamus McGarvey), la sensualidad del ambiente y la fisicidad de los actores. Abundan los planos cortos y detalle, buscando la expresividad de la imagen y la intimidad de los personajes. Esta exquisitez formal ayuda a hacer más atractiva la narración y potencia la recreación lujosa de ambientes y situaciones, aunque en ocasiones esto resulta excesivo, traspasando los límites narrativos, con la historia siendo devorada por la estética y cayendo en el formato de catálogo publicitario de moda o interiores. Pese a esto, hay que alabar el trabajo de la directora, quien se las apaña para esquivar con elegancia la lectura morbosa y sórdida de la relación de Christian y Anastasia. A esto ayuda sobremanera una exquisita labor musical, ya sea con la espléndida partitura de Danny Elfman, quien ofrece un trabajo sugestivo y cargado de sensualidad, como la elección de canciones que acompañan algunas de las secuencias principales de la cinta. Las insinuantes voces de cantantes como Annie Lenox (con una espléndida versión de “I Put a Spell on You”), Beyoncé (“Haunted” o “Crazy in Love”) o Sia (“Salted Wound”) se armonizan a la perfección con las melodías de Elfman, aportando un ritmo lento y seductor a las imágenes rodadas por Taylor-Johnson.
 
Dejamos para el final el comentario de la escenificación del sexo en la película, plato fuerte de la misma y principal elemento promocional. Si bien, las cualidades que hemos comentado previamente sobre la puesta en escena de Sam Taylor-Johnson son aplicables especialmente a estas escenas, el erotismo de la cinta se enfrenta a una importante resistencia ante la que acaba perdiendo la batalla: la hipocresía puritana de Hollywood. No vamos a negar aquí que estemos ante una cinta erótica. Estas escenas sí cuentan con un peso importante en la narración y se ha buscado un delicado equilibrio en el metraje para crear la impresión en el espectador de que hay más sexo en pantalla de lo que realmente hay. Aquí sin duda hay que reconocer el mérito del montaje de la película, que ha sabido distribuir estas escenas de manera muy acertada, sin restar espacio dramático a la historia, pero sin permitir que el espectador se desprenda del componente sexual de las imágenes. Sin negar cierta turbiedad y morbo a estas escenas, la directora ha sabido construir escenas de estética sadomasoquista que evitan la sordidez o una visión prejuiciosa de este mundo, trasmitiendo esa curiosidad, y al mismo tiempo, recelo de Anastasia y, de nuevo, buscando disfrazar a ojos del espectador una visión denigrante del rol sumiso de la protagonista femenina en la historia. Es en los aspectos más explícitos de la historia donde la película traiciona a la novela, suavizando en extremo las prácticas descritas por E.L. James y dando una imagen muy light de los encuentros sadomasoquistas de Anastasia y Christian por miedo a espantar al público y, de paso, evitando en Estados Unidos la temida clasificación NC-17, reservada exclusivamente para mayores de 17 años (la cinta se ha estrenado con clasificación R o Restringida, que sí permite la entrada de menores de edad, acompañados por un adulto). Esto supone también evitar el desnudo integral de los protagonistas, especialmente Jamie Dornan, quien luce torso durante la película y algún desnudo trasero, pero cuyo frontal se escamotea (de Johnson sí hay algún plano fugaz de vello púbico, pero también se juega con la planificación y el montaje para evitar exponer también a la actriz a un frontal completo). No es que con esto estemos reclamando una adaptación pornográfica de la novela, pero sí nos lleva a preguntarnos qué sentido tiene llevar al cine una novela de contenido sexual explícito como ésta si después éste va a ser vetado por la mojigatería habitual.
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“50 Sombras de Grey” es una cinta con más sombras que luces. Es cierto que cuenta con un trabajo de dirección e interpretativo por parte de su protagonista femenina esforzado, cualidades de producción notables (la dirección de fotografía, la música), pero acaba sucumbiendo ante un guion esquemático y forzado, con situaciones y diálogos que rozan la vergüenza ajena y que se muestra timorato ante sus tan promocionadas escenas sexuales. Tal vez sea la película evento del momento, pero en nuestra opinión carece de valores que puedan asegurarle más vida una vez deshinchado el hype promocional que la ha impulsado.
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2 comentarios:

  1. que lástima... mas allá del boom y de lo cursi que pueda hacer, no interesa hacer buenas adaptaciones sino recaudar lo mas posible transformando todo a mas light.... en fin...

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  2. Cierto, sobre todo porque partimos de la base de que si se ha adaptado este libro al cine no ha sido por el interés literario que pudiera tener, sino por el éxito de ventas que ha supuesto para la editorial.

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