lunes, 4 de enero de 2016

“STAR WARS. EPISODIO VII. EL DESPERTAR DE LA FUERZA”. ¿UNA NUEVA ESPERANZA?

El estreno de “Star Wars. Episodio VII. El Despertar de la Fuerza” ha llegado con la sana intención de convertirse en una nueva esperanza para el devenir de la franquicia. Después de haber provocado el despertar de toda una generación de fans a finales de los 70 y principios de los 80, la producción de las precuelas supuso un doloroso mazazo a estos seguidores y trajeron el desprestigio a la saga. La salida de George Lucas de la franquicia tras la venta de los derechos a Disney abrió un nuevo espectro de posibilidades en un universo hasta entonces férreamente controlado por su creador, pero no nos engañemos, la Disney no es la resistencia, no ha llegado para liberar Star Wars de la tiranía del emperador Lucas. Sus intereses son principalmente mercantilistas, como hemos podido comprobar con la desbordante campaña de marketing que ha acompañado al estreno de esta séptima entrega. Por delante no sólo nos quedan años de nuevos episodios y spin offs, sino también todo un bombardeo de merchandising y publicidad, con el que Disney espera que Star Wars supere la rentabilidad que le está proporcionando su adquisición de Marvel. Como base de este plan maestro, el estudio ha aprendido de los errores cometidos por Lucas, quien se ofuscó en vender una visión de la franquicia alejada de lo que pedían los fans. Puestos a validar su adquisición de la saga, la Casa del Tío Walt sabía que el enemigo a abatir era precisamente esa deriva a la que su creador había llevado las películas, básicamente, las precuelas. Disney ha tomado nota de lo que demandaba el público y ha armado una película que se ajustara a ello con todas sus consecuencias. Que nadie busque grandes innovaciones en la saga, ni en este primer episodio, ni en los que están por venir. Disney ya tiene establecida la fórmula del éxito y, como ha venido haciendo con las películas de Marvel, no tiene intención de apartarse mucho del camino marcado. El público no quería una sobresaturación de efectos digitales, no quería historias ni personajes infantiloides, cargados de diálogos ridículos; había que regresar a la esencia original, al sentido de la aventura y la magia, recuperar el carisma de los personajes originales y extraer de su ADN las características de las nuevas incorporaciones, y eso, para bien o para mal, es lo que han hecho.
Esta nueva entrega nos traslada 30 años después de la muerte del emperador, en una incipiente República, que tiene como principal enemigo a la Primera Orden, reducto del viejo imperio, dirigida por el Líder Snoke y capitaneada por el general Hux y Kylo Ren, maestro de la orden de los caballeros de Ren, sociedad primigenia de la que surgieron tanto los Jedi como los Sith. Combatiendo los avances de la Primera Orden se mantiene la resistencia, con la generala (antes princesa) Leia Organa al frente. En este contexto, se nos presentan nuevos personajes: Rey, una joven chatarrera de pasado misterioso; Finn, un soldado de asalto desertor; Poe Dameron, un experto piloto de X-Wing y BB-8, un androide heredero del espíritu de R2D2 y custodio del plano que conduce a un desaparecido Luke Skywalker.
J.J. Abrams cumple con los dos objetivos principales de la película marcados por Disney. El primero era recuperar el tono de la primera trilogía, recreando aquel ambiente de fantasía poblado por todo tipo de criaturas. Se vuelve a potenciar el uso de maquillajes, prótesis y animatrónicos, frente al abuso de personajes digitales de los Episodios I, II y III. Esto no implica que no se haga uso de ellos, pero su peso en el conjunto del metraje es más reducido y bien integrado. Lo mismo podemos decir de la recreación de los diferentes entornos y artefactos. Aquí encontramos fusión de elementos físicos y digitales, dependiendo de las necesidades de la escena. Ejemplo de esto lo tenemos en el Halcón Milenario, cuya versión digital se emplea principalmente para las escenas de vuelo, con el fin de darle un mayor dinamismo, frente a su presentación en tierra o el interior, para lo que se emplean decorados reales. La dirección de fotografía de Daniel Mindel, colaborador habitual de Abrams, mimetiza también el trabajo realizado por Gilbert Taylor en 1977. En este sentido, con todos estos elementos, Abrams quiere aprovechar al máximo el componente nostálgico en la película, colocados estratégicamente para que los fans veteranos aplaudan los guiños, y con la esperanza de que las nuevas generaciones puedan acercarse a la mitología gracias a las nuevas incorporaciones.
La recuperación de los personajes clásicos (en mayor medida, Han Solo y Chewbacca) resulta también un acierto, una excelente manera de establecer el puente entre las películas originales y esta nueva entrega. Particularmente, los nuevos personajes nos parecieron atractivos y bien interpretados, con especial mención a Daisy Ridley, que se come la pantalla en su papel de Rey; en lo que se refiere a John Boyega, Adam Driver y Oscar Issac, consideramos que defienden bien sus personajes, aunque estos se ven más afectados por las deficiencias de un guion que, como comentaremos, no está a la altura de las circunstancias. En cualquier caso, es innegable que ninguno puede hacer sombra al carisma de Harrison Ford. Mucho se ha debatido sobre el desorbitado salario de la estrella frente a sus compañeros de reparto. En nuestra opinión, ha sido dinero bien invertido. Él solo carga con la película a sus espaldas y ayuda a dar peso a otros personajes. Si bien la participación de Carrie Fisher queda en entredicho por la desgana de la actriz, Ford consigue que los momentos juntos de Han y Leia (enaltecidos por la espléndida recuperación por parte de John Williams del tema de amor que acuñó en “El Imperio Contraataca”) están cargados de ternura y de historia, de igual manera que la camaradería entre el mercenario y su ayudante wookie.
El segundo objetivo alcanzado por Abrams es ofrecer una película trepidante y dinámica, repleta de acción y emoción. En este sentido, Disney ha preferido sacrificar el misticismo de Lucas en favor de ofrecer un entretenimiento de primer orden, vibrante y emocionante, con secuencias verdaderamente épicas, como los dos ataques del ejército de la Primera Orden a Jakku o la llegada del escuadrón de las X Wings al planeta Takadona. No hay en ella espacio para la reflexión, sino puro espectáculo cinético. Apenas hay tiempos muertos en las dos horas y cuarto de metraje de la película, las secuencias de acción se van encadenando una detrás de otra, sin que exista la sensación de que el director intente dilatar la narración, aunque sí es cierto que algunas pueden resultar un tanto gratuitas, como la lucha contra los Rathtars. También se respeta una de las características básicas de la space opera, que es el concepto de viaje y visitar varios planetas. “El Despertar de la Fuerza” nos permite visitar varios escenarios nuevos, aunque algunos de ellos (de acuerdo a ese componente nostálgico en la estética de la película) rememoren otros antiguos, como es el caso del planeta Jakku, que parece un remedo de Tatooine, o el planeta donde la Primera Orden oculta la base Starkiller, un lugar helado que recuerda al planeta Hoth. El humor es también un componente esencial, acompañando a los momentos de tensión y ayudando a aliviar la intensidad de la acción.
Si bien en lo referente al tono y la estética, la cinta cumple sus objetivos, el principal hándicap con el que cuenta la película radica en su guion. Durante la producción de la cinta se enfatizó como rasgo positivo y garantía de confianza de cara al fan clásico, el regreso de Lawrence Kasdan a la saga. Kasdan no sólo firmó algunos de los mejores momentos de la trilogía clásica, sino que además ayudó a George Lucas con otro de sus personajes clásicos, Indiana Jones. Su retorno al universo Jedi prometía una mayor solidez literaria a la historia, sin embargo esto no ha sido así. Es cierto que, desde sus inicios, la saga siempre ha contado con muchas deficiencias e incongruencias argumentales, que aumentaron de manera exponencial con la llegada de las precuelas, sin embargo, esto no justifica que nos encontremos con una trama tan débilmente hilvanada, con agujeros de guion tan evidentes, conceptos carentes de explicación o mal expuestos y situaciones resueltas de manera facilona o poco verosímil, hasta el punto de que da la impresión de que quien está detrás del guion no es Lawrence Kasdan, sino Damon Lindelof. Por otro lado, no todo lo referente a ese factor nostálgico que mencionábamos antes es positivo y es que el libreto bebe en exceso de las referencias a la primera película de la saga, “Episodios IV. Una Nueva Esperanza”, hasta el punto de que, más que una secuela, el resultado parece un remake escondido. La estructura argumental es calcada, los giros y características de los personajes muy similares. Esto da a la película una incómoda sensación de deja vú, provocando que los principales giros argumentales se vuelven previsibles, restando originalidad y sorpresa al desarrollo de la historia.
Si bien, estas deficiencias que hemos comentado nos supusieron una decepción con respecto a las expectativas depositadas en la película, en general, nos dejamos llevar más por su sentido del espectáculo y su carácter nostálgico. “Star Wars. Episodio VII. El Despertar de la Fuerza” no es la mejor película de la franquicia, tampoco creemos que ese fuera su objetivo. Afortunadamente, tampoco es la peor (en nuestra opinión, este demérito pertenece a "Star Wars. Episodio II. El Ataque de los Clones"). Para nosotros, consigue remontar los lastres dejados por George Lucas, pero por el camino pierde también su discurso, dejando como resultado un ejemplo perfecto de blockbuster hollywoodiense actual (sin ir más lejos, el caso de “Jurassic World”): visualmente desbordante, nostálgicamente clónico, pero argumentalmente hueco.    

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