INTRODUCCIÓN
Porque no todos los héroes del cine tienen que llegar de Estados Unidos, en 1979 nació en Australia Max Rockatansky, un agente de la ley enfrentado a un mundo postapocalíptico, que no sólo lanzó al estrellato al actor que lo interpretaba, Mel Gibson, y al director de la película, George Miller, sino que también inició uno de los periodos más prolíficos y de mayor éxito internacional del cine australiano.
“MAD MAX. SALVAJES DE LA AUTOPISTA”
A finales de los años 70 un grupo de cineastas, con el apoyo del gobierno australiano, iniciaron los movimientos adecuados para potenciar la industria cinematográfica del país. Muchos de estos artistas consiguieron triunfar tanto dentro como fuera de su país, estableciéndose posteriormente en su mayoría en Hollywood, donde desde entonces han mantenido una fructífera carrera. Nada de esto hubiese sido posiblemente sin el estreno de “Mad Max”, cinta de modesto presupuesto pero con aspiraciones comerciales, que fue la primera en romper las barreras internacionales. Su director George Miller consiguió crear una cinta de ritmo frenético, de impactante violencia que entroncaba con algunos valores estéticos y argumentales heredados del western clásico. “Mad Max” supuso el debut cinematográfico de Miller, quien previamente había dirigido únicamente un cortometraje, y que gracias a esta película demostró que Australia estaba preparada para plantar cara a la invasión del cine norteamericano con sus propias armas.
Uno de los principales atractivos de la película era su protagonista, un desconocido Mel Gibson. Curiosamente Gibson se presentó al casting de manera accidental. Inicialmente iba únicamente a acompañar a un amigo, pero enseguida su rostro llamó la atención de la directora de casting. La noche anterior el actor había tenido una pelea en un bar y tenía la cara marcada de moratones, por lo que en un principio lo contrataron para interpretar a uno de los pandilleros de la cinta. Semanas más tarde cuando se volvió a presentar ya con el rostro curado, quedó claro que su papel no era el de villano, sino el del héroe de la cinta.
“Mad Max” contaba con un presupuesto muy limitado, pero a su favor contaba con los espacios naturales de Australia, muy poco aprovechados cinematográficamente por aquel entonces, y el talento visual de Miller. Como decíamos antes, la película ofrecía una clara influencia del western clásico, con el cine de John Ford y películas como “Sólo ante el Peligro” como principales referentes. Los espacios desérticos del país se convirtieron en el Monument Valley particular de George Miller, quien supo sacar de ellos el máximo partido para representar esa sociedad futurista decadente que presentaba la historia.
Junto al personaje de Max, el último héroe de esa comunidad postapocalíptica, nos encontramos una población perdida y desorientada, que intenta a duras penas mantener una ilusión de civilización. Frente a ellos tenemos a la pandilla de violentos moteros, lacra de la sociedad que aprovecha el caos imperante para hacer su voluntad. Ante esta situación a las fuerzas de la ley sólo le queda el ejercicio de la violencia como única medida para mantener el orden en las calles. Esto va desgastando la integridad de Max, quien ve cómo poco a poco la línea que le separa de sus agresores es cada vez más difusa. Su único punto de contacto con la realidad es su familia, a los que pierde salvajemente en un ataque de la pandilla de moteros.
Como en el western, donde el bien más preciado de cualquier cowboy, por encima incluso de su pistola, es su caballo, en “Mad Max”, los vehículos motorizados son vitales y llevan consigo asignados una mayor carga de poder y violencia que las propias armas. En este sentido el interceptador de Max se convierte en un símbolo de su masculinidad, de su heroísmo y de su carácter indómito. Antes de saber el enorme gancho comercial que iba a significar la presencia de Mel Gibson en la película, todo el aparato de promoción de la cinta se centró en las impactantes secuencias automovilísticas, donde Miller no dudó en exprimir al máximo la violencia explícita de éstas.
Mad Max se estrenó casi de tapadillo en Estados Unidos, con un doblaje en inglés americano ante la posibilidad de que el acento australiano pudiera malograr las posibilidades comerciales de la cinta. Sin embargo, las dudas de los creadores resultaron estar infundadas, la película tuvo una más que saludable vida internacional, convirtiéndose en uno de los mayores éxitos comerciales del cine de su país.
“MAD MAX 2. EL GUERRERO DE LA CARRETERA”
Evidentemente este éxito llamó a la creación de una secuela que se estrenó en las salas de cine dos años más tarde. En esta segunda historia, Miller nos presentó un entorno aún más decadente que en la anterior, donde ya los recursos energéticos empezaban a escasear y la lucha por el petróleo se convierte en un tema central. Nuestro héroe se ha convertido en un ser errante, sin raíces, cuya apariencia va más en consonancia con el entrono. Si para la primera parte Miller había puesto su mirada en el cine de John Ford, en la secuela el referente más claro era Sergio Leone.
Max Rockatansky pasa a convertirse en el hombre sin nombre, ese modelo de héroe sin pasado ni futuro que tan bien había definido Clint Eastwood en la Trilogía del Dólar. Max ya no es un agente de la ley, y la pérdida de sus seres queridos y los valores que defendía, le han convertido en un ser cínico y sin esperanza, que deambula por el mundo de manera errática con un único objetivo, sobrevivir. Su llegada a un reducto de la sociedad en una refinería de petróleo que está siendo acosada por un grupo de vándalos, le devuelve parte de su humanidad, convirtiéndole nuevamente en el brazo ejecutor de la justicia.
Otro aspecto que Miller enfatiza en esta segunda parte es la idea de la deformidad como degradación. Si en la primera parte se establecía un contraste entre el uniforme pulcro de Max frente a la apariencia salvaje de los motoristas, aquí los villanos de la función pasan a tener también una estética en la que se cruzan referencias sadomasoquistas con el movimiento punk. Humungus, interpretado por Kjell Nilsson, viste con unos shorts y unas cintas de cuero, luciendo su cuerpo de culturista, pero oculta su rostro deformado bajo una careta de metal. Este contraste entre perfección física y deformidad facial, refleja esa decadencia de la sociedad.
Nuevamente la violencia será un elemento importante en la película. Como ya sucediera con la primera parte, Miller compone “Mad Max 2” como una cinta esencialmente agresiva, donde incluso en las escenas de transición el espectador mantiene una sensación de intranquilidad y de amenaza en la sombra. Esto desembocó en una extensa secuencia final, donde nuevamente el papel protagonista pasa a estar representado por los vehículos. Para esta secuela, el director creó una de las más impactantes y aparatosas persecuciones de la historia del cine.
“Mad Max 2” superó el éxito de su precedente, y es comúnmente aceptada como la mejor película de la trilogía, ejerciendo una notable influencia en títulos posteriores como por ejemplo “Waterworld” o más recientemente “El Libro de Eli”.
“MAD MAX 3. MÁS ALLÁ DE LA CÚPULA DEL TRUENO”
Nuevamente, la tercera parte de Mad Max tardó poco en llegar a las pantallas, estrenándose en 1985, desgraciadamente en esta tercera aventura los efectos del desgaste de sus autores empezaron a ser ya evidentes. No es que “Mad Max 3. Más Allá de la Cúpula del Trueno” sea una mala película, pero sí es cierto que la mayor parte de sus aciertos son heredados de la segunda parte. Miller no hace evolucionar la serie, sino que la exagera hasta límites casi paródicos. Ese futuro decadente adquiere un tono grotesco y la violencia deja de ser tan subversiva y pasa a ser más cartoonesca. Lo mismo pasa con la representación de la deformidad. Si en la segunda parte resultaba algo turbador, aquí recibe un cierto grado de patetismo, ejemplificado en la figura del Maestro Golpeador, el binomio de un enano que representa el cerebro, con un gigantón mentalmente deficiente que simboliza la fuerza, juntos son una amenaza a temer, pero por separado no son nada.
Una de las principales incorporaciones que podemos encontrar en esta tercera parte es la presencia de Tina Turner, que da un carácter diferente al villano, en este caso villana, de la historia. Mientras que en películas anteriores nos encontrábamos con personajes que estaban concebidos para ser atemorizantes a través de su apariencia. Aquí Tía Ama resulta amenazante por lo que representa y por el poder que controla, y no por tener una apariencia inquietante.
Las referencias que utiliza Miller en esta tercera parte apuntan también a otros campos, no sólo al género del western. Si bien se mantiene ese toque spaguetti western de la segunda parte, argumentalmente la cinta bebe de la novela de William Goldign “El Señor de las Moscas”, y estéticamente Miller disfruta haciendo guiños cinematográficos a David Lean y su “Lawrence de Arabia”. No es casualidad que la música de esta tercera aventura corra a cargo de Maurice Jarre y no del habitual Brian May (quien dicho sea de paso no es el guitarrista del grupo Queen sino un veterano compositor de cine australiano).
“MAD MAX 4. FURY ROAD”
Tras el éxito de “Mad Max 3” la serie quedó en suspenso. Mel Gibson dio el salto a Hollywood con “Arma Letal”, mientras que Miller también se instaló en Estados Unidos participando en la cinta episódica “En Los Límites de la Realidad”, y dirigiendo películas como “Las Brujas de Eastwick”, “El Aceite de la Vida” o “Happy Feet”. Ambos habían confesado ya su agotamiento de las aventuras de Max Rockatansky, sin embargo, el rumor sobre el rodaje de una cuarta parte ha permanecido durante todos estos años. Ahora parece que Miller se ha decidido a poner en marcha el proyecto, que se titulará “Mad Max. Fury Road”, pero para el cual no está prevista la participación de Mel Gibson. Los nombres que se están barajando en estos momentos son Nicholas Hoult, Zoë Kravitz y Charlize Theron, y se espera que la película empiece a rodarse próximamente en las mismas localizaciones que vieron nacer a esta particular saga hace más de 30 años de cara a un estreno en el año 2012.
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