miércoles, 24 de noviembre de 2010

“HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE. PARTE I”. NO ES UN TRUCO DE MAGIA, SINO HUMO Y FUEGOS DE ARTIFICIO.


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1. INTRODUCCIÓN
Según el Nuevo Testamento, Jesús obró el milagro de los panes y los peces, multiplicando la comida de la que disponía para alimentar a cinco mil seguidores hambrientos. Con la excusa de que el libro era demasiado extenso y que adaptarlo en una única película suponía dejar fuera parte de la historia fundamentales (o dicho de otra manera, con el fin de seguir explotando la gallina de los huevos de oro y sobrealimentar a los fans de Harry Potter), la Warner Bros decidió también ejercer de mesías y multiplicar por dos la adaptación de la última novela de la saga creada por J.K. Rowling. El pasado fin de semana llegaba a las pantallas la primera parte de esta duplicación y el resultado no podía ser mejor para el estudio (205 millones de dólares recaudados en 54 países, el séptimo mejor estreno internacional de la historia del cine), sin embargo, habría que analizar si además de estos buenos resultados económicos la partición del material supone también una mejoría a la hora de contar la historia.
2. LLEGANDO AL FINAL
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Lo primero que deja claro esta “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte I” es que ya nos acercamos al final de la saga. Esto queda patente en el tono apremiante y solemne de la película desde su mismo principio. Ya la primera secuencia en el castillo de Lucius Malfoy donde está reunida la plana mayor de los Mortífagos desprende un tono fúnebre, ofreciendo algunas de las imágenes más violentas de toda la saga cinematográfica. Por otro lado, ésta es la primera de las películas cuya acción se desarrolla íntegramente fuera del entorno protector de Hogwarts. Harry, Ron y Hermione inician una búsqueda con cuenta atrás de los Horrocruxes que albergan partes del alma de Lord Voldemort, lo que da una sensación de urgencia a la acción, a pesar de que esta aventura le supondrá a los tres una larga odisea. Después de dos entregas carentes de peso dramático (no por lo que cuentan, sino por la forma lamentable cómo lo hacen), este penúltimo episodio en la gran pantalla parece querer recuperar cierto brío en la narración.
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A lo largo de la serie hemos visto como el tono infantil de la historia iba desapareciendo, dejando paso a elementos mucho más siniestros de lo esperado en una película de estas características. Esto es aún más marcado en esta penúltima entrega. Dadas las características de la historia se eliminan elementos joviales como los partidos de Quidditch o el ambiente en las clases y el colegio. Esto, que puede parecer una evolución natural de la saga, implica también una cierta traición a su público inicial. Es posible que los primeros fans de los libros de J.K. Rowling hayan madurado con su héroe (el primer libro se publicó en 1997 y la primera película llegó a la gran pantalla en 2001), pero hay muchos otros nuevos seguidores de corta edad y más impresionables para los que, por ejemplo, el arranque de la película en Malfoy Manor puede resultar un tanto aterrador.
3. DAVID YATES
Harry Potter and the Deathly Hallows: Part I
Resulta llamativo que después de pasar por las manos de directores de mayor peso en Hollywood, como Chris Columbus, Alfonso Cuarón o Mike Newell, la Warner haya preferido dejar la mitad de las películas de la saga en manos del inexperto y desconocido David Yates (más aún cuando nombres más comerciales como M. Night Shyamalan o Guillermo del Toro se barajaron para este tramo final). Este cineasta británico venía avalado por una interesante trayectoria televisiva (donde destacaba principalmente la miniserie “La Sombra del Poder”, posteriormente adaptada a la gran pantalla de manera notable por Kevin McDonald, con Russell Crowe y Ben Affleck como principales protagonistas), sin embargo, en “Harry Potter y la Orden del Fénix” y en “Harry Potter y el Misterio del Príncipe” evidenció una falta total de personalidad, presentando las dos películas más planas y olvidables de la serie.
Harry Potter and the Deathly Hallows: Part I
Cualquiera podría sospechar que eso es precisamente lo que quería el estudio, un realizador manso, sin personalidad, incapaz de imponer su visión sobre la historia. No es que las películas anteriores de la saga hayan sido especialmente notables (un servidor se decanta por “Harry Potter y el Prisionero de Azkabán”, pero aún así, opino que toda la saga, sobre todo a partir del material del que partía, podría y debería haber alcanzado resultados mucho más meritorios), pero está claro que Yates no ha estado a la altura de sus predecesores. En cualquier caso, hay que decir que en este caso, los problemas que surgen del visionado de esta séptima entrega no son responsabilidad directa de Yates. El director se esfuerza en dar prestancia a la película, y sin grandes alardes, consigue que, al menos en lo referente a su puesta en escena, la película funcione de manera correcta.
4. GUIÓN INANE, IMAGEN PLANA
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En esta ocasión, la responsabilidad de las deficiencias de la película recae principalmente en esa absurda decisión del estudio de dividir la historia en dos partes. Tal vez sea cierto que este último volumen ofrezca demasiada información indispensable como para resumirla toda en una única película, sin embargo, la impresión que se lleva alguien que no esté familiarizado con la novela es que esta “Reliquias de la Muerte. Parte I” carece por completo de un argumento sólido. A lo largo de dos horas y media encontramos varias acciones, pequeñas subtramas que afectan a la relación de amistad de los personajes principales, varias secuencias de acción (generalmente con los protagonistas huyendo y escondiéndose de las fuerzas de Lord Voldemort), sin embargo, al final de la función, uno sale de la sala con una sensación de indiferencia ante lo que es meramente una película de transición, un peaje que hay que pagar para ese supuesto despliegue épico que nos espera en la Parte II a estrenar el próximo mes de julio. Es cierto que el cine ha dado ejemplos de grandes películas de transición dentro de una saga (“El imperio Contraataca” es, sin duda, el ejemplo más claro de ello), sin embargo “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte I” no es, ni mucho menos, una de ellas.
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Otro aspecto irresuelto de la cinta es el formato para el que está pensado. Inicialmente la película fue rodada en 2D con intención de convertirla posteriormente al formato estereoscópico, tal y como se hizo con títulos como “Furia de Titanes”, “Alicia en el País de las Maravillas” o “Airbender. El último Guerrero”. Esto finalmente no se produjo, ya que el estudio no quedó satisfecho con los primeros resultados de la conversión, depositando en la Parte II la distinción de ser la única aventura de Harry Potter que será presentada en 3D. Sin embargo esto no quita para que no quede constancia en la puesta en escena de Yates de este propósito inicial, por lo que la sensación de precipitación y gratituidad de la película se incrementa.
5. LA COMUNIDAD DEL HORROCRUX
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Evidenciar a estas alturas los vínculos que unen la creación de J.K. Rowling con “El Señor de los Anillos” es algo baladí, principalmente porque lo que aquí estamos tratando no es de un acto de imitación, sino la perpetuación de unas estructuras narrativas ancestrales, lo que se ha dado a llamar “el viaje del héroe”. Desde que el mundo es mundo, al ser humano le ha gustado idear historias en las que una persona normal y corriente (incluso más débil o aparentemente indefenso que sus conciudadanos) se convierte en la esperanza para el futuro de su comunidad, llevando a cabo una hazaña que excede sus habilidades. Esto implica para el protagonista un proceso de cambio y maduración similar al que lleva a cabo Frodo Bolsón, Harry Potter, Luke Skywalker, Neo o Jake Sully entre muchísimos otros.
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En esta “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte I” esta sensación de cercanía con la obra de Tolkien se intensifica, dado que la mayor atención de la historia está centrada en el viaje que llevan a cabo los tres protagonistas custodiando uno de los Horrocruxes hasta estar en disposición de destruirlo. El carácter oscuro de este objeto (que llevan colgado al cuello) produce que salgan a la luz los peores sentimientos de su portador, poniendo a prueba la amistad que existe entre ellos, especialmente entre Harry y el siempre fiel Ron Weasley. A una menor escala, por lo tanto, no es difícil identificar a Potter con Frodo, a Ron con Sam Gamgee, Lord Voldemort con Sauron o al horrocrux con el Anillo de Poder. Como decimos, esto no debería ser tomado en cuenta, ya que nos encontramos básicamente con la aplicación de un lugar común al esquema particular del universo de Harry Potter, si no fuera por la falta de otros componentes que den una mayor identidad propia a la película. Una vez más la poca sustancia sobre la que se erige el guión vuelve a pasar factura a la película, generando en el espectador una impresión constante de déjà vu.
6. ACTORES SECUNDARIOS
Harry Potter and the Deathly Hallows: Part I
Dentro del apartado de personajes secundarios de la película podemos establecer dos grupos. En primer lugar la incorporación de nuevos personajes, los más importantes, como viene siendo habitual desde el principio de la saga, interpretados por conocidos actores británicos (en este caso destacan especialmente Bill Nighy como el ministro de magia Rufus Scrimgeour y Rhys Ifans como el padre de Luna, Xenophilius Lovegood). Sin embargo, dado que, como hemos comentado, esta historia está centrada por completo en Harry, Ron y Hermione, la participación de estos intérpretes es muy reducida, casi testimonial.
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En segundo lugar tenemos la recuperación de viejos conocidos (como siempre encarnados por los populares rostros de Ralph Fiennes, Helena Bonham Carter, Alan Rickman, Jason Isaacs, Brendan Gleeson, Timothy Spall, Robbie Coltrane, Maggie Smith, Michael Gambon, Miranda Richardson, David Thewlis, Julie Walters o Imelda Staunton), algunos vistos fugazmente en algún título anterior, como John Hurt, que ya aparecía en “Harry Potter y la Piedra Filosofal”. Dado que nos acercamos al final de la historia, parece necesario generar una breve reunión para definir los integrantes de ambos bandos, aunque ello suponga la pérdida por el camino de algún personaje importante (aunque, como sucediera en títulos anteriores, estas muertes suelen sucederse fuera de plano y sin darle excesivo énfasis, al fin y al cabo, aún se quiere mantener la ilusión de que se trata de una cinta infantil).
7. REQUIEM
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Si decimos que la película desprende un tono fúnebre, esto queda marcado por una banda sonora que en esta ocasión corre a cargo del francés Alexandre Desplat (quien de esta manera hace doblete en cartelera, tras el estreno la semana pasada de “Tamara Drewe”). Originariamente, el estilo musical de las aventuras de Harry Potter fue establecido por el legendario maestro John Williams, quien dio con el tono épico, aventurero, pero también infantil de la historia. Williams se mantuvo durante tres entregas (aunque en “La Cámara Secreta” delegó gran parte del trabajo en su orquestador William Ross), después fue sustituido por el británico Patrick Doyle, quien supo recoger el testigo con una deliciosa partitura, pero desde la incorporación de Daid Yates a la dirección, el apartado musical había corrido a cargo del menos diestro Nicholas Hooper, quien optó por una composición más simplista y carente de los matices que habían empleado sus predecesores. Al parecer, el esfuerzo personal y familiar que le supuso a Hooper las partituras de “La Orden del Fénix” y “El Misterio del Príncipe” le llevaron a rechazar una tercera participación en la serie (aunque no es difícil imaginarse a los ejecutivos del estudio celebrando el poder sustituir a un compositor de segundo rango en la industria por uno de los más prominentes en la actualidad). A Desplat le ha tocado una ingrata tarea, por un lado encargarse de un argumento incompleto (aún no se ha anunciado quién se encargará de la música de la última entrega y algunas voces anuncian un posible regreso de Williams para cerrar el círculo) y por otro, llevar a cabo un cambio de tono, desechando los leitmotivs habituales y desarrollando una especie de misa de réquiem, de sonoridad melancólica, lóbrega y neutra, que se correspondiera con el carácter tétrico y ominoso de la película. Desplat cumple con oficio y destreza su labor, aunque está claro que la suya no será la partitura más retentiva o tarareada de la saga.
8. CONCLUSIÓN
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Habrá que esperar a julio para realmente evaluar la relevancia de “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte I” dentro de la serie y en conjunción con el desenlace final. Es posible que una vez completado el puzle y visto todo en su conjunto podamos aportar mayor sustancia a este argumento, pero lo cierto es que a fecha de hoy, nos encontramos ante una película banal y que poco aporta a lo ya visto, salvo algunos apuntes de información explicativos o que servirán de nexo de unión entre acontecimientos anteriores y lo que está por llegar, y, sinceramente, emplear dos horas y media sólo en eso me parece desproporcionado y absurdo (cuando no una estafa al bolsillo del espectador).
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