INTRODUCCIÓN
Ya nos lo avisaba Don Miguel de Cervantes a principios del siglo XVII con su “Don Quijote de la Mancha”. No tenemos que creer todo lo que leemos, ni fiarnos de la información que se nos transmite, ya que el ser humano tiene la tendencia a etiquetar y caer en clichés para “explicar” aquello que nos rodea y no comprendemos. Esto es especialmente evidente cuando se trata de otra cultura a la que, por miedo y desconocimiento, preferimos no acercarnos, escudándonos en estereotipos y falsos lugares comunes para justificar nuestra ignorancia. Precisamente de eso trataba “1001 Iranes”, la cinta que clausuraba el pasado 6 de noviembre el festival de cine documental de Guía de Isora MiradasDoc.
FIROUZEH KHOSROVANI
Su directora, Firouzeh Khosrovani, es una joven realizadora, quien en 2008 ya había sido premiada en este evento con su trabajo “Rough Cut”, una metáfora sobre la situación de las mujeres iraníes a lo largo de la historia que partía de una realidad anecdótica pero significativa de su país donde los establecimientos tienen prohibido exhibir los maniquíes femeninos completos y deben amputar algunas partes. Para su último trabajo se fijó en la repercusión que la imagen de Irán está teniendo en el mundo occidental, marcada en ocasiones por conceptos erróneos o mal interpretados. Por ello la directora, al igual que hiciera Cervantes con su hidalgo aventurero, decidió sacar el cliché a las calles y confrontar al público con sus propios prejuicios.
ORIENTALISMO
Para empezar a hablar de esta película es necesario hacer primero una referencia a su título, verdadera clave de este documental. “1001 Iranes” no quiere decir que la cineasta haya contabilizado el número de versiones que se difunden por el mundo de su país. Se trata de una referencia clara a “Las Mil y Una Noches”, obra fundamental de la literatura árabe, teóricamente construida por el contador de cuentos Abu abd-Allah Muhammed el-Gahshigar a partir de múltiples relatos de tradición oral (recordemos que Cervantes también le adjudicó la autoridad de su obra a Cide Hamete Benengeli, un supuesto historiador musulmán que también había recogido el relato de las andanzas caballerescas de Alonso Quijano), y que sirvió para crear, siglos más tarde, en Occidente, una intensa curiosidad por todo lo referente al mundo de Oriente. Esta imagen novelesca del mundo árabe vino a ser desarticulada, ya en pleno siglo XX, por el estudioso Edward Said, quien en su obra “Orientalismo” analizó esa construcción occidental y la confrontó con el auténtico (y multicultural) Oriente, dejando en evidencia la artificiosidad de esa imagen. Algo similar ocurre hoy en día. El miedo al terrorismo islámico ha producido una intransigente generalización en Occidente donde conceptos como “Islam” o “Árabe” se confunden (como nos recordaba la directora, Irán es un país islámico, pero no es árabe) o donde “El Otro” se convierte no sólo en un ser incivilizado (por ejemplo, en su trato a las mujeres), sino además en un terrorista extremista en potencia. Sin entrar en juicios de valor, Khosrovani entrevista a personas de diferentes localizaciones en Occidente (España, Italia, Francia o Estados Unidos) acerca de la imagen que tienen de Irán. Salvo algunas excepciones (gente que habían viajado al país o que conocían a personas que procedían de allí), lo que se evidencia es una gran incultura con respecto al país o su propia localización en el mapa.
POSTMODERNIDAD
Este retrato de la visión externa que se tiene de Irán se complementa con todo tipo de materiales audiovisuales, desde extractos de informativos de estos países, videos colgados en youtube o similares o fragmentos de películas de cineastas iraníes que han tenido distribución en Occidente. Esto permite complementar el apartado de comentarios, incrementando la sensación de artificiosidad en esa construcción orientalista. Resulta interesante que en su (aparente) intención de no involucrarse subjetivamente y dar una interpretación a la información que recoge la cámara, la directora haya preferido contrarrestarla con recursos audiovisuales de documentación que corroboran la adulteración de lo expuesto por muchos entrevistados. Sólo en algunos de ellos se refutan las declaraciones (reflejando el trabajo de jóvenes artistas, de las galerías de arte o la celebración de fiestas privadas donde las mujeres pueden desprenderse libremente del pañuelo que cubre su cabeza), mientras que la gran mayoría se encarga de corroborar el afianzamiento del cliché en los medios de comunicación y que sigue promoviendo una imagen equivocada de Irán.
A la hora de combatir esta circunstancia, Firouzeh Khosrovani defiende el trabajo realizado por otros compañeros cineastas de gran prestigio internacional como Abbas Kiarostami (“El Sabor de las Cerezas”), Jafar Panahi (“El Globo Blanco”), Bahman Ghobadi (“Las Tortugas También Vuelan”) o Mohsen y Samira Makhmalbaf (“Kandahar”, “A las Cinco de la Tarde”). Estos directores han traído a Occidente una imagen más cercana a la realidad cotidiana de Irán, menos politizada y más crítica con la situación política y social. La buena recepción de estas películas y el prestigio que han recaudado en festivales ha ayudado también a romper las barreras y estereotipos que la prensa o los políticos han extendido en contra de Irán.
CONCLUSIÓN
Firouzeh Khosrovani es consciente de las luces y las sombras de su país (su propia película no podrá ser vista en su país al contener algunas imágenes prohibidas para su exhibición y ella nos confesaba que muchos de estos trabajos se deben hacer sin permisos), sin embargo, esta película no trata sobre la realidad de Irán, sino sobre la percepción que se ha generado en el exterior del país. Este mosaico de documentos y declaraciones logran su objetivo al hacernos cuestionarnos qué sabemos realmente y qué es falso de nuestra visión de Oriente. Conseguido este importante paso, el entendimiento entre los pueblos está cada vez más cerca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario