1. INTRODUCCIÓN
No soy la persona más adecuada para cantar las alabanzas de “Crepúsculo”, una de las franquicias que están rompiendo records en taquilla actualmente. Mi conocimiento de las novelas de Stephenie Meyers que originaron el fenómeno es ciertamente limitado y mi valoración de las dos primeras películas de la serie ni siquiera se acerca al aprobado. Sin embargo, reconozco que, a medida que hemos ido incorporando nuevos títulos cinematográficos, mi impresión sobre cada episodio es ligeramente superior a la anterior.
2. ANTECEDENTES
La primera película de la saga, “Crepúsculo”, me pareció un título mediocre, pésimamente realizado, con unos actores carentes de carisma y talento, y una historia que únicamente debería funcionar para un público de cierta edad (adolescentes en plena fase de ebullición hormonal). Como película de vampiros me pareció un insulto a tan noble tradición, y como único elemento positivo me quedaba con su dirección de fotografía y su titánica labor de montaje, a cargo de Elliot Davis y Nacy Richardson, respectivamente, quienes supieron cubrir las múltiples carencias de la película para que no resultara aún más bochornosa de lo que ya era. Sin embargo, de manera incomprensible para mí, lo que parecía un directo a dvd completamente olvidable se convirtió en la sensación sorpresa de ese año. Kristen Stewart y Robert Pattinson se instauraron como la pareja de moda en Hollywood, y la maquinaria para una segunda parte arrancó de manera inmediata.
Pese al éxito, el propio estudio fue consciente de las deficiencias de la película, de ahí que prefirieran prescindir de la directora original, Catherine Hardwicke (siempre con la excusa de las consabidas “diferencias creativas”), y le cedieran el puesto a otro realizador, Chris Weitz. Éste supo reconocer desde un primer momento que se encontraba en terreno cenagoso: por un lado el estudio le pedía que diera mayor empaque a la secuela, mientras que para los fans las bases ya estaban establecidas y no podía apartarse demasiado de ellas (por ejemplo, Weitz intentó prescindir de Taylor Lautner, el actor que había interpretado a Jacob Black de manera fugaz en la primera parte, viéndose obligado a mantenerlo ante la protesta generalizada del público).
A favor de la película hay que decir que la saga ganó de manera sustancial con su incorporación. Weitz demostró que, al menos, sabía cómo usar la cámara, algo que brillaba por su ausencia en el trabajo de Catherine Hardwicke. Sin que sea detrimento al trabajo de Elliot Davis, el cambio de director de fotografía al español Javier Aguirresarobe también lucía de manera más notable, especialmente en el tramo final en Italia. La música de Alexander Desplat resultaba magnífica (aunque eclipsada bajo la selección de canciones habitual, algo que también le sucedía a Carter Burwell en “Crepúsculo”), y por último, los efectos especiales, uno de los aspectos más deficitarios de la primera parte, evidenciaban su mayor presupuesto (tal vez las transformaciones de los hombres lobos resultaba muy simples, pero las versiones digitales de los enormes animales tenía su complejidad, sobre todo en el tratamiento del pelo). Pese a estas mejoras, en mi opinión, la saga seguía teniendo que cargar con un reparto inicial insuficiente (especialmente por parte de una sosa e inexpresiva Kristen Stewart), y, sobre todo, una historia plagada de situaciones ñoñas y pastelosas, que deberían ruborizar a cualquier persona que hubiese superado la pubertad.
3. “ECLIPSE”
Tras los resultados de las dos primeras partes, la elección del director para “Eclipse” no podía ser más chocante. David Slade era un director que se había caracterizado por películas de una fuerte carga de violencia (implícita en “Hard Candy”, explícita en “30 Días de Oscuridad”). Se trataba además de un director que había abominado del tono blando y romanticón de la primera parte, estrenada al mismo tiempo que su segunda películas, esa sí un título con vampiros brutales y sedientos de sangre. Su incorporación a la saga “Crepúsculo” suponía por lo tanto una “bajada de pantalones” en favor de un bonito cheque, o un cambio drástico de rumbo para la franquicia. Al final, como suele ser habitual en Hollywood, nos quedamos con un “ni para ti, ni para mí”.
La principal novedad de “Eclipse” es que se trata de una cinta sustancialmente más violenta que las dos anteriores (generalizando mucho y salvando distancias absolutamente titánicas, podemos ver en este tercer episodio un intento por ser el equivalente a “El Imperio Contraataca” de la saga “Crepúsculo”). Ya desde su prólogo, con esa conversión del personaje de Riley (Xavier Samuel) en vampiro, se puede apreciar el cambio de tono. Slade introduce a la película, ya desde su mismo principio, un nivel de tensión y de incomodidad en el espectador del que carecía la puesta en escena de “Crepúsculo” y “Luna Nueva”. Esto se mantiene principalmente en todas las secuencias dedicadas a la creación del ejército de Neófitos, pero también se puede apreciar la tensión existente entre Jacob y Edward, o, por extensión, entre la manada de lobos y el clan Cullen. Finalmente, el clímax de la película nos ofrece también algunos brotes de violencia en pantalla (especialmente en el cara a cara con Riley y Victoria) que, por contraposición con el tono cándido e inocentón de las anteriores, resulta hasta impactante. Evidentemente detrás de esta violencia, se puede apreciar una dura negociación con el estudio para mantener el tono de la película dentro de unos parámetros permisibles y que no desnaturalicen la esencia de la franquicia (de hecho, pocos meses antes del estreno de la película saltó la noticia de que el estudio había obligado a Slade a realizar algunos cambios en su montaje para suavizar el tono), pero, para aquellos que salimos de las dos anteriores bordeando la diabetes, el cambio se agradece.
También en lo referente a la historia de amor (o mejor, el triángulo amoroso ente Bella, Edward y Jacob), sin perder su tono naif y edulcorado, “Eclipse” parece aportar una cierta madurez en los personajes que los hace menos insufribles. Kristen Stewart, Robert Pattinson y Taylor Lautner siguen siendo intérpretes con muchas limitaciones, pero tal vez por esa lejana intención de dar una mayor dimensión a sus personajes, su trabajo resulta menos tedioso (incluso, conscientes de lo ridículo de algunas situaciones, se permiten bromear con, por ejemplo, la excesiva sobreexposición de los pectorales y los abdominales de Lautner). Otro aspecto mejorado es la participación del resto del clan Cullen, quienes también cumplen una función más determinante en la historia y se ahonda un poco más en las características de algunos de ellos (especialmente en lo referente a Jasper / Jackson Rathbone y sus antecedentes previos como vampiro).
Lamentablemente estas mejoras no suponen que nos encontremos ante una buena película. Lo cierto es que pese a los esfuerzos, “Eclipse” sigue resultando un producto pobre e irrelevante, donde lo único verdaderamente reseñable vuelven a ser los apartados de dirección de fotografía (de nuevo a cargo de Javier Aguirresarobe, quien deja el listón muy alto para quien le vaya a sustituir en las dos películas que cerrarán la saga) y de composición musical (Desplat le cede aquí el testigo a Howard Shore, célebre autor de la partitura de “El Señor de los Anillos”, quien deja claro una vez más su habilidad para crear texturas inquietantes con la música, ofreciendo además algunos notables temas melódicos, como el destinado a Jacob Black, con un cierto tono trágico, o el nuevo tema de amor entre Bella y Edward).
4. CONCLUSIÓN
Tal y como adelantaba en la introducción de esta crítica, no me considero la persona más adecuada para hablar de la serie de películas que aquí nos ocupa. Está claro que no formo parte del público objeto al que va destinada y que aquellos aspectos que, a mi gusto, más rechinan en las películas son precisamente los que las han encumbrado como una de las franquicias más lucrativas de la industria cinematográfica actual. Por ello, lector, si formas parte de la legión de fans que veneran esta serie, espero que entiendas mis críticas como surgidas, principalmente, de una disparidad de criterios. Si por el contrario, al igual que yo, te sentiste como peregrino en tierra de infieles con los dos episodios anteriores, espero que mis comentarios te hayan ayudado a decidir si aventurarte o no con esta tercera parte.
Hola Manuel, soy Víctor Conde. Gran fan de tu programa de TV y ahora que lo he descubierto, también de tu blog. Mientras vosotros estábais en el Fimucité (qué envidia) yo estaba en la Semana Negra de Gijón presentando mi último libro, y en una rueda de prensa uno de los periodistas me preguntó si yo estaba relacionado con el mundo del cine. Le dije que sí, y que tenía muchos amigos que trabajaban en él, y aproveché para nombrarte y mencionar el programa que hacías para TV, que era muy bueno. Un abrazo y a seguir disfrutando del séptimo arte, que para nosotros es el primero. ¡Saludos!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Se te echó de menos en Fimucité, pero seguro que la Semama Negra te ha ayudado a seguir avanzando en esa gran carrera literaria de la que nos sentimos tan orgullosos los que te conocemos. Un abrazo para ti también.
ResponderEliminar