sábado, 9 de abril de 2011

“EN UN MUNDO MEJOR”. ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO.

POSTER

En su momento, Susanne Bier fue uno de los integrantes del movimiento Dogma 95, dentro del cual rodó en 2002 “Te Quiero para Siempre”, pero, desde entonces, al igual que el resto de sus compañeros, se ha dedicado a romper con los patrones marcados para adentrarse en un tipo de cine de cuidada estética y puesta en escena. Su campo es el melodrama familiar, terreno en el que nos ha ofrecido trabajos destacados como “Hermanos” o “Cosas que Perdimos en el Fuego”, siempre con la violencia inherente al ser humano como hilo conductor.

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Con “En un Mundo Mejor”, cinta que le ha supuesto el Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa en la pasada edición de los premios de la Academia de Hollywood, vuelve a introducirnos en un contexto conflictivo, donde denuncia algunos de los males endémicos de nuestra sociedad. Con la confrontación entre la realidad en los campos de refugiados en África y la vida acomodada de una ciudad residencial danesa la directora nos vuelve a demostrar que, tal vez, nosotros vivamos en un mundo mejor, más civilizado y con unos bienestares y lujos inexistentes en el Tercer Mundo, pero, pese a esto, pese a contar con mejor sanidad, mayor educación y unos parámetros sociales que nos deben proteger y facilitar la vida en comunidad, la violencia y la incomunicación sigue dinamitando nuestras ansias de utopía. Si los adultos no somos capaces de superar el discurso de la violencia, qué podemos esperar de las nuevas generaciones, con el bullying propagándose por las escuelas, mientras el sistema observa pasivo.

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El que pega más fuerte gana, esa parece ser la moraleja que la realidad enseña a nuestros hijos día a día. Esa misma realidad que tiene confundidos a los dos protagonistas de la cinta, Christian y Elias, el primero traumatizado por la muerte de su madre e incapaz de mantener una relación afectiva con su padre, el segundo víctima de abusos en la escuela, mientras en casa el matrimonio de sus padres se está resquebrajando. Mientras los adultos están absortos en sus propios problemas, los dos adolescentes tendrán que descubrir, por sus propios medios, el alto precio que se paga cuando se pasa de víctima a agresor.

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Bier cuenta a su favor con un reparto de actores extraordinario, en todo momento contenidos a la hora de dar expresión al drama y la emoción, parcos a la hora de articular sus sentimientos, como es propio de países fríos como Dinamarca, pero bajo cuya mirada podemos encontrar el dolor, la confusión y el desamparo de los personajes. La directora, por su parte, mantiene la cámara siempre a una distancia prudencial, intimista, pero sin trasgredir el espacio vital de sus protagonistas. En esto ayuda de manera exquisita la excelente dirección de fotografía de Morten Søborg, el montaje realizado por Pernille Bech Christensen y Morten Egholm o la partitura de Johan Soderqvist, todos ellos colaboradores habituales de la cineasta que le han ayudado a definir un estilo personal.

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En lo referente a este último, debemos decir que, por regla general, estamos tan acostumbrados a la música que nos llega desde Hollywood que, en ocasiones, pasamos por alto a grandes compositores procedentes de otras latitudes. Afortunadamente, el éxito de una película a nivel internacional puede servir también de trampolín para estos músicos. En la carrera reciente del compositor danés Johan Soderqvist, hay dos puntos de inflexión a la hora de darse a conocer fuera de su país. El primero es su vínculo con el cine de Susanne Bier (para la que ha compuesto la partitura de títulos como “Hermanos”, “Después de la Boda” o la que aquí nos concierne, “En un Mundo Mejor”), el segundo es el éxito de “Déjame Entrar”, drama de terror dirigido por Tomas Alfredson, donde también la frialdad de temperamento y temperatura jugaba un papel fundamental a la hora de definir a los personajes y la partitura. En ambos casos hay que resaltar la delicadeza y contención de la música de este compositor, quien con temas aparentemente sencillos y etéreos ayudó a profundizar en la quebrada psicología de los personajes de estas películas. En “En un Mundo Mejor”, al igual que hiciera en “Después de la Boda”, Soderqvist toma elementos de música africana, como el uso del Array Mbira, un instrumento con cierto sonido a campanilleo, y la voz femenina en forma de lamento para crear una partitura que acompaña al drama de la historia sin caer en un tono afectado o sensiblero.

“En un Mundo Mejor” es cine comprometido, pero no ejemplarizante. Expone una realidad, pero no se atreve a generalizar o a ofrecer juicios moralizantes, dejando que los personajes sean protagonistas de sus propias historias y no alegorías de algo que está por encima de ellos. Es por esto que, al final, son los personajes los que acaban conquistando al espectador, haciendo que éste se preocupe por su devenir y las decisiones que toman.

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