lunes, 7 de noviembre de 2011

MIKE LEIGH. LA VOZ DE LO COTIDIANO.

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La industria británica cuenta con una excelsa tradición de cine social. Si en los años 50 el free cinema la colocó en el escenario del cine de vanguardia, a partir de la década de los 70 la cinematografía de este país se caracterizó por reflejar la realidad cotidiana que le rodeaba gracias a una generación de cineastas encabezada por Mike Leigh, Alan Clarke, Ken Loach y Stephen Frears, formados en el campo del teatro y la televisión. Se trataba de tiempos convulsos para la sociedad británica y todos ellos desarrollaron un interés por la crítica política y social en sus obras. En su cine se puede apreciar no sólo una cercanía por historias cotidianas que trataran problemas reales o describieran la situación social, también existía un interés por trabajar con actores no profesionales o desconocidos a los que dan gran libertad para improvisar y crear a su manera sus propios personajes.

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Mike Leigh nació en Salford, Inglaterra en el seno de una familia judía inmigrante, el 20 de febrero de 1943. Su padre era médico, lo que daba una cierta estabilidad a su familia, al mismo tiempo que le permitía al joven Leigh tener un contacto directo con algunos de los problemas de la clase trabajadora de su país. Desde muy joven empezó a demostrar inquietudes sociales. A los 12 años ya se dedicaba a debatir asuntos de temática social con su grupo de amigos, y posteriormente empezó a implicarse en todo el movimiento de protesta que estaba teniendo lugar en Inglaterra a finales de los 60. Leigh inició su carrera artística en el mundo del teatro, viendo a éste como un medio para dar salida a su combativa visión de la realidad. Ya en los escenarios, Leigh empezó a desarrollar aquellos aspectos que posteriormente han marcado el desarrollo de su carrera como cineasta: Obras de temática social, en las que no se cuenta con un guión establecido a la hora de iniciar la producción, sino que se va creando a partir del trabajo conjunto con los actores. Leigh siempre ha potenciado que sus intérpretes aporten elementos personales a sus personajes, dándoles un amplio margen para la improvisación. De esta manera, llegado el momento de representar la función o de empezar a rodar, los protagonistas de la historia son al mismo tiempo ficción y una extensión de los propios actores que los interpretan. Si bien, la carrera posterior de Leigh se ha centrado principalmente en sus trabajos para el cine, nunca ha abandonado el teatro, que sigue siendo en muchas ocasiones un punto de inspiración para sus películas.

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Leigh debutó como director en la gran pantalla en 1971 a partir de una de sus obras de teatro, con la cinta “Bleak Moments”, una desarmante historia sobre la soledad y la alienación en la sociedad contemporánea, pero su estreno se saldó con un fracaso. A partir de aquí y durante toda la década de los 70 y gran parte de los 80, Leigh estuvo dedicado a su trabajo en la pequeña pantalla, industria a la que llegó precisamente gracias a algunas de sus obras teatrales. Su carrera televisiva comenzó en la BBC, pero fue su paso al Channel Four lo que le permitió rodar películas para la pequeña pantalla en formato cinematográfico y estrenarlas en salas comerciales. Además, su trabajo en Channel Four le sirvió de proceso formativo para poder desarrollar posteriormente su carrera como director en el cine. El tipo de televisión que se estaba llevando a cabo en aquel momento, con realizadores comprometidos con la situación política y social que estaba atravesando el país, forjó esa generación de directores interesados en aportar una puesta en escena realista, cercana a los personajes y sus situaciones cotidianas, con historias que hablaran de aspectos como el paro, la pobreza, los abismos que separaban las clases sociales, las relaciones personales y sexuales, y temas tabúes como el aborto, o la homosexualidad. Todos aquellos contenidos que el cine no se atrevía a tocar por miedo a ofender al espectador, empezaron a despuntar en el mundo de la televisión. Los bajos presupuestos con los que se contaba no permitían demasiados aspavientos ni grandes medios, por lo que Leigh, al igual que sus compañeros, aprendió a trabajar de manera rápida y económica, con actores desconocidos y, en ocasiones, no profesionales, pero que daban a la perfección el perfil de sus personajes, desarrollando además un buen ojo para la elección de intérpretes, los cuales procedían en su mayor parte del teatro.

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Uno de los títulos más destacados de este periodo fue “Meantime”, una cinta inspirada en un hecho real, el suicidio de dos jóvenes angustiados por el desempleo y donde ya se podía ver asentado el estilo del director. Esta película fue una de las primeras estrenadas en cines por Channel 4 antes de ser emitidas por televisión y, si bien tuvo una corta vida en las pantallas, pasó a convertirse en un fenómeno de culto entre la juventud inglesa de la época, con copias de la película pasando de mano en mano. Para Leigh esta cinta supuso también el origen de una trilogía sobre la administración de Margaret Thatcher, que completó posteriormente con “Four Days in July” en 1985 y “Grandes Ambiciones” en 1988. Descontando aquel primer intento con “Bleak Moments” en 1971, “Grandes Ambiciones” fue la primera película puramente cinematográfica de Leigh. A lo largo de casi dos décadas, el prestigio del director había ido creciendo poco a poco gracias a sus trabajos en televisión, siendo considerado como un director de ideología laborista, aunque muy crítico también con las políticas y actitudes de este partido. Dado que algunos de los títulos que había hecho para televisión se habían estrenado previamente en cines, el paso de un medio a otro no supuso grandes cambios en el estilo de trabajo o los temas a tratar en sus películas. Leigh se mantuvo fiel a sus principios no sólo ideológicos sino también estéticos.

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La principal novedad que supuso el cambio de formato tuvo que ver con la distribución que recibieron estos trabajos, así como el despegue internacional de su carrera. Éste se empezó a producir con la cinta de 1990 “La Vida Es Dulce”, presentada en el Festival de Cien de Londres y, posteriormente, proyectada en el Festival de Berlin, siendo distribuida a nivel europeo y estadounidense. Aquí Leigh recuperó a algunos de sus actores habituales, como Timothy Spall, David Thewlis o Jim Broadbent y se mantuvo en su línea a la hora de plantear los problemas sociales a los que la administración de Margaret Thatcher había llevado al Reino Unido durante su mandato, principalmente el desempleo y el desanimo social que imperaba. “La Vida Es Dulce” tuvo un aceptable éxito internacional y despertó la curiosidad de los cinéfilos del resto del mundo que no conocían hasta entonces el trabajo en televisión de Leigh. Sin embargo, con su siguiente película, “Indefenso”, Leigh quiso alejarse de la imagen que ahora el público internacional tenía de su cine y tratar explorar nuevos terrenos. No es que abandonara los temas que habían nutrido su obra hasta entonces, sino que abandonó su enfoque tradicional para optar por una puesta en escena más dura, oscura y chocante. Algunos de los que se habían sentido cautivados por su anterior película se encontraron con una cinta agresiva y devastadora. Este cambio de enfoque fue alabado por la crítica y la película triunfó en festivales y entrega de premios como Cannes o los Independent Spirit Awards.

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Si bien tanto “La Vida Es Dulce” como “Indefenso” habían funcionado muy bien a nivel internacional y habían obtenido críticas muy favorables, el momento de mayor éxito de Mike Leigh en su carrera llegaría en 1996 con su siguiente trabajo, “Secretos y Mentiras”. Se trata de una película en la que confluyen diferentes historias que ahondan en el tema de la relación entre las personas y la creación de la propia identidad. Al principio de la historia todos los personajes se encuentran en una situación de desamparo y distanciamiento de sus seres más cercanos debido a ese mundo de secretos escondidos y falsas verdades en el que nos escudamos para no afrontar nuestros miedos y errores. La forma en la que la propia realidad obliga a estos personajes a enfrentarse a estos elementos y superarlos es lo que compone una de las cintas más coherentes y compactas de la carrera del director. Protagonizada, entre otros, por Brenda Blethyn, Timothy Spall, Phyllis Logan, Marianne Jean-Baptiste, “Secretos y Mentiras” llegó a obtener cinco nominaciones a los Oscars, incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión.

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Tras una obra tan compleja y multipremiada como ésta, Leigh optó por un proyecto menos ambicioso con “Dos Chicas de Hoy”. Utilizando como telón de fondo los problemas sentimentales de dos jóvenes amigas que no se veían desde su época en la universidad, Leigh, de manera sencilla, desarrolla una nueva muestra del tipo de cine que le gusta llevar a cabo. Con especial énfasis en el trabajo de las actrices y una puesta en escena discreta pero efectiva, Leigh volvía a ofrecer un acercamiento a la realidad desde el punto de vista de unos personajes cotidianos que conectaban perfectamente con el público. El éxito de “Secretos y Mentiras” ayudó también a Leigh a llevar a cabo en 1999 “Topsy-Turvy”, una película sobre los famosos músicos W.S. Gilbert y Arthur Sullivan, cuyas operetas, repletas de humor y virtuosismo musical, hicieron las delicias de la sociedad victoriana. En esta ocasión, Leigh necesitó un presupuesto mayor de lo habitual en su cine para poder reproducir la época en la que se desarrolla la historia. Sin embargo, a pesar de haber sido ese año nominado a los Oscars en cuatro categorías, incluyendo la de mejor guión original para Leigh y ganando dos de ellas (a Mejor Vestuario y Mejor Maquillaje), la película no tuvo demasiado éxito en taquilla.

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El fracaso comercial de “Topsy Turvy” devolvió a Leigh a su terreno habitual en su siguiente película, “Todo o Nada”, con otra historia ambientada en el seno de una familia de clase trabajadora en el Londres actual. Aquí volvía a darle el papel protagonista Timothy Spall, quien gracias a su rol en “Secretos y Mentiras” había visto subir su caché como actor, consiguiendo algunos papeles secundarios en películas de Hollywood, sin embargo, tal y como sucediera con “Dos Chicas de Hoy”, esta película pasó desapercibida por taquilla. Tras varios títulos sin demasiado éxito, el público y la crítica volvieron a aplaudir el trabajo de Leigh en 2004 con “El Secreto de Vera Drake”. Aquí Leigh volvía a repetir con una historia de época, en esta ocasión ambientada en la Inglaterra de después de la Segunda Guerra Mundial, y nos presentaba una historia moral, sobre una mujer que se dedica a practicar abortos con el fin de sacar adelante a su familia de clase trabajadora. En este caso Leigh contrapone los prejuicios de la sociedad frente al carácter compasivo y generoso de la protagonista, magníficamente interpretada por la actriz Imelda Staunton. Nuevamente el trabajo del director con los actores y su capacidad a la hora de hilar fino con un tema tan controvertido fueron alabados pro la crítica y la película se convirtió en uno de los títulos más premiados de ese año, además de obtener tres nominaciones a los Oscars (Mejor Director, Mejor Guión y Mejor Actriz Principal).

Mike Leigh 9

Tras una historia tan tremendamente dura y dramática, Leigh ofreció un cambio de rumbo en su cine, pero sin apartarse de sus temas tradicionales en “Happy o el Cuento de la Felicidad”, una cinta sobre una maestra de primaria, irreductiblemente optimista ante la realidad que la rodea. El tono abiertamente cómico de la película chocó a los seguidores habituales de Leigh, a pesar de que en sus películas el humor ha sido siempre un elemento importante y necesario para afrontar las duras temáticas que trata en ellas. No faltan en esta cinta sus habituales denuncias a los problemas de la sociedad contemporánea, pero hechas en esta ocasión con un tono más ligero, gracias principalmente a la explosiva interpretación de Sally Hawkins y a su divertidísima relación con un amargado e iracundo profesor de autoescuela al que daba vida Eddie Marsan. Con esta cinta Leigh volvió a estar nominado a los Oscars, aunque sólo en la categoría de Mejor Guión Original.

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El último trabajo hasta la fecha de Mike Leigh es “Another Year”, nueva muestra de la habilidad del director británico para desenvolverse con plena naturalidad y sencillez por la vida cotidiana de sus personajes, mostrando sus miserias y sus alegrías sin caer en aspavientos ni melodramatismos. Protagonizada por Jim Broadbent, Ruth Sheen, Lesley Manville, Oliver Maltman, Peter Wight, David Bradley e Imelda Staunton (con una corta pero extraordinaria interpretación), la cinta abarca un año en la vida de sus protagonistas, dividida en cuatro bloques correspondientes a cada estación, dibujando pequeñas viñetas cotidianas en las que el director disemina las claves de su discurso, sin querer con ello dirigir o condicionar al espectador. Todos los personajes reflejan una honda humanidad, cercanía y credibilidad.

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Los personajes de Tom y Gerri (interpretados Jim Broadbent y Ruth Sheen) se convierten en el epicentro alrededor del cual orbitan todos los demás. Matrimonio burgués, progresista, culto, concienciado con la ecología, abren las puertas de su casa a amigos y familiares sirviendo de lugar de desahogo para penas ajenas. Entre ellos destaca Mary (excelente Lesley Manville, la gran revelación de la película), compañera de trabajo de Gerri que atraviesa una profunda depresión y no encuentra un punto de sujeción en la vida, agarrándose como clavo ardiente a cosas de lo más triviales, como el coche de segunda mano que se acaba de comprar o su pueril enamoramiento de Joe (Oliver Maltman), el hijo de Tom y Gerri. También encontramos a Ken (Peter Wight), amigo de la infancia de Tom, en su momento un atractivo atleta y ahora un viudo depresivo y obeso que causa repulsión entre el género femenino; Joe, vivaz e inteligente, es el único que parece alcanzar cierta estabilidad gracias a su relación con Katie (Karina Fernandez); alegre y dicharachera, ésta es el único personaje que entra en la vida de los dos protagonista sin arrastrar consigo ningún trauma vital, aunque su encuentro con Mary generará una de las situaciones más tensas de la película; finalmente cierran el reparto Ronnie (David Bradley) y su hijo (Martin Savage), padre e hijo distanciados por una relación conflictiva que deben reencontrarse tras el fallecimiento de la mujer del primero y madre del segundo. Ronnie es el hermano de Tom, pero no ha sido tan afortunado en la vida. Dependiente siempre de su mujer, la muerte de ésta le ha dejado incapaz de valerse por si mismo y totalmente inseguro ante la vida. Carl, por su parte, es un personaje agresivo y desconforme, pero además su reencuentro con su padre no se produce en las mejores condiciones, no sólo por el dolor de la pérdida de su madre, sino también por la tensa situación que se produce durante el entierro.

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La cinta se desarrolla de manera pausada y despreocupada, con la puesta en escena de Leigh registrando las acciones de sus personajes como si la cámara fuera un mero testigo ocasional, que siente curiosidad por lo que sucede, pero que en ningún momento se quiere entrometer o juzgarles. Una vez más la dirección de actores resulta de alto nivel, revalidando la fórmula creada por Leigh, donde el reparto en conjunto, a través de un cuidado ejercicio de improvisación, se encarga de construir sus personajes, los diálogos y el desarrollo de la historia, siempre bajo la estrecha guía del cineasta. La fotografía del siempre excelente Dick Pope mima cada imagen, extrayendo gloriosos momentos de cada estación del año y sólo la partitura de Gary Yershon afea un poco el conjunto. La música no aporta demasiado a la historia y acaba resultando reiterativa y cansina. Dejando este detalle aparte, “Another Year” se revela como una película compleja y hondo calado emocional, escondida bajo un modesto disfraz aparentemente trivial y descriptivo, una característica que define, por otro lado, define a la perfección el cine de este peculiar director.

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