martes, 28 de septiembre de 2010

DONACCIÓN. TRASPLANTES EN EL CINE.

“Los Ojos sin Rostro”

1. INTRODUCCIÓN

Que la donación de órganos es donar vida a esta altura del partido no lo pone en duda nadie. Lo que en épocas anteriores era ciencia ficción y un dilema de dimensiones éticas, hoy en día es una práctica aceptada y, afortunadamente, en constante progreso. Sin embargo, resulta curioso que lo que ya está asentado en la sociedad sigua cargando a menudo con un cierto tributo ancestral peyorativo en expresiones culturales como el cine o la literatura.

2. EL MAL COSIDO AL MAL

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Cuando en 1818 hizo su aparición por primera vez la obra de Mary Shelley “Frankenstein”, su intención era principalmente poner en tela de juicio la ética de los avances científicos y la necesidad del ser humano de equipararse a Dios. Sin embargo, de manera tangencial introdujo en el subconsciente colectivo otro concepto, el vínculo entre las partes de cuerpo con el alma de la persona. “El mal cosido al mal”, lo definió Shelley: Si recibimos un órgano de una persona malvada, parte de esa maldad entrará en nosotros y nos veremos afectados por su personalidad. Ese mismo concepto se ha perpetuado no sólo en las múltiples adaptaciones que ha ofrecido el cine de esta obra, sino también en otras películas que toman la novela de Shelley como referencia o punto de inspiración.

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Junto con la siempre presente referencia a “Frankenstein”, una cinta de gran influencia en el Séptimo Arte es “Las Manos de Orlac”, basada en la novela de Maurice Renard y llevada al cine por primera vez en 1924 por Robert Wiene, el autor de “El Gabinete del Doctor Caligari”. En ella las manos de un asesino condenado a muerte le son trasplantadas a un pianista después de un grave accidente. Tras la operación, sus nuevas manos mantendrán los instintos asesinos de su anterior dueño. Esta novela ha contado con otras versiones cinematográficas posteriores, además de servir de inspiración a múltiples películas donde variaban los órganos trasplantados, siendo especialmente recurrente el trasplante de córneas.

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Un ejemplo reciente es “The Eye”, tanto en su versión hongkonesa de 2002 como en la norteamericana de 2008. En ambas la protagonista, ciega de nacimiento, recibe, junto con sus nuevas córneas, la capacidad de la donante de ver los espíritus que nos rodean. El trasplante se convierte por un lado en milagro, ya que le proporciona al receptor algo de lo que estaba privado, pero también una maldición, ya que con los órganos hereda también los males de la otra persona.

sola en la penumbra

Tampoco especialmente halagüeño es el esquema presentado en títulos como la cinta de 1994 “Sola en la Penumbra”. Aquí no existe ningún tipo de transmisión metafísica al receptor por parte del donante, pero sí la idea de que, tras la operación, el trasplantado debe enfrentarse a un periodo de inestabilidad en el que es más vulnerable. La protagonista de la película es una mujer, también ciega de nacimiento, quien tras recuperar la vista es testigo de un asesinato, con la peculiaridad de que no es consciente de ello hasta horas más tarde cuando su cerebro es capaz de asimilar la nueva información.

ojos sin rostro

Otro título clásico de referencia es “Los Ojos sin Rostro”, dirigida en 1960 por el francés Georges Franju. En ella un eminente doctor, llevado por la culpabilidad de haber sido el responsable de la desfiguración del rostro de su hija, inicia una serie de experimentos para trasplantarle un nuevo semblante. Para ello secuestra y asesina a jóvenes adolescentes, sin percatarse del cada vez más inestable estado mental de aquellos que participan en el experimento (él mismo, su ayudante, la enfermera Louise, y su hija).

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Contradiciendo a Mary Shelley, el director hongkonés John Woo presentaba también en su película “Face Off. Cara a Cara” una historia de trasplantes faciales, con la particularidad de que los dos protagonistas son las dos caras de una misma moneda: un policía íntegro y un asesino sádico. Aquí el juego se plantea precisamente por el contraste de mantener cada uno sus propias personalidades tras el cambio de rostro, intentado fingir ser lo que no son.

3. UN ACERCAMIENTO HUMORÍSTICO

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Como contraste a este conjunto de películas pertenecientes en su mayor parte al género de terror, podemos encontrar un pequeño grupo de títulos que ofrecen un acercamiento humorístico, por regla general haciendo uso de un estilo de comedia gruesa, con profusión de chistes de carácter sexual. La obra de Mary Shelley tuvo su remedo paródico en la cinta de Mel Brooks, “El Jovencito Frankenstein”. Aquí un gag recurrente parte de la necesidad de contar con órganos de grandes dimensiones para que el proceso de devolver a la vida el cuerpo sea efectivo, lo que da paso a múltiples referencias sobre la dotación genital de la criatura.

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Aprovechando el desarrollo de los primeros trasplantes, la comedia ligera española e italiana de los años 70 y 80 también hizo mofa de este avance médico. Así, por ejemplo, en “Trasplante a la Italiana”, un anciano multimillonario recién casado con una jovencita muy fogosa ofrece una gran fortuna a aquel que se preste a un pequeño trasplante, mientras que, en “El Donante”, Andrés Pajares es un popular presentador de radio con gran éxito con las mujeres, quien decide donar sus órganos. Tras su muerte descubrirá que el Más Allá está repleto de mujeres desinhibidas, pero que él ya no cuenta con la herramienta necesaria para satisfacerlas.

4. REDENCIÓN

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Afortunadamente no todos los acercamientos al tema de los trasplantes dan una visión tan oscura o frívola. El acto de salvar la vida de otra persona con una parte de tu cuerpo o de poder continuar tu vida gracias a los órganos de otro tiene un componente de redención que también ha sido explotado por el cine. Redención para el donante porque así puede expiar sus pecados, redención también para el trasplantado porque tiene una nueva oportunidad para enmendar su vida. Por otro lado, la insuficiencia de algún órgano y la necesidad de un trasplante son cosas que afectan al enfermo a todos los niveles, no sólo el fisiológico, suponiendo también un impacto en su entorno social, familiar y sentimental. En el cine reciente podemos encontrar algunas muestras de ello.

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En la cinta de 2002 “Deuda de Sangre”, Clint Eastwood interpretaba a un policía retirado quien descubre las pistas para atrapar a un huidizo asesino en serie gracias al nuevo corazón que le han trasplantado. Gracias a esta donación, cumplirá una doble misión, cerrar un caso que nunca pudo resolver y vengar la muerte de la persona cuyo corazón late en su pecho.

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Ese mismo año se estrenaba “John Q”, una película centrada en temas como la situación de la sanidad privada en Estados Unidos, el comportamiento inhumano de los seguros médicos y el racismo. El protagonista de la historia, interpretado por Denzel Washington, un hombre íntegro y honesto que siempre ha cumplido con sus responsabilidades sociales y familiares, debe arriesgar su libertad y su propia vida, saltándose la ley, para denunciar un caso abusivo de discriminación y conseguir el nuevo corazón que necesita su hijo para sobrevivir.

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En ocasiones el trasplante llega tarde para redimir al enfermo. En “21 Gramos”, el personaje interpretado por Sean Penn recibe un corazón procedente de la víctima de un accidente. Sin embargo, eso no cambia el rumbo de su vida, marcado por la depresión y el distanciamiento de su mujer. Cuando su cuerpo empieza a rechazar el nuevo órgano, su vida confluye con la de la esposa del donante y el autor del accidente que acabó con su vida, produciéndose un choque emocional en el que cada cual deberá redimirse de sus actos más sombríos.

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Los protagonistas de la cinta española de 2007 “Lo Mejor de Mí”, se enfrentan a la necesidad de un trasplante desde dos perspectivas. Por un lado la fisiológica, que supone el desgaste físico del enfermo y lo agresivo de los tratamientos médicos. Por otro, a nivel emocional, por cómo una pareja afronta un problema de esta magnitud y cómo influye en su relación.

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Una de las últimas películas en tratar el tema del trasplante ha sido “Siete Almas”, protagonizada en 2008 por Will Smith. Aquí, la donación de órganos se vuelve a presentar como un medio para expiar pecados. El protagonista sufre un profundo sentimiento de culpabilidad por un acto del pasado, sacrificándose para cambiar la vida de siete personas. Se trata de una historia de humanidad que demuestra que realmente la generosidad de un individuo puede suponer el aporte de esperanza que reactive la vida de otros.

5. CONCLUSIÓN

Y es que, al final Mary Shelley tampoco estaba tan errada en su planteamiento. Generar vida a partir de los órganos de una persona malvada no supone heredar sus pecados, pero tal vez sí sea cierto que parte de la esencia del donante queda cosida en el trasplantado y los logros que éste pueda alcanzar sumarán también entre las recompensas de aquel que ha ayudado a impulsarlos.

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* Este artículo sirvió de guión para los reportajes presentados en el programa Donacción (producido por Creacción.tv para Televisión Canaria 2) de los días 18 y 25 de septiembre.

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