jueves, 23 de septiembre de 2010

TENIENTE CORRUPTO. CORAZÓN EN TINIEBLAS

1. “TENIENTE CORRUPTO” (ABEL FERRARA, 1992)
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Introducción. El “Taxi Driver” de los 90
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En 1976, la cinta “Taxi Driver” del director Martin Scorsese se convirtió en una pieza fundamental para entender el estado existencial de la sociedad norteamericana tras la guerra de Vietnam. Travis Bickle, al que daba vida Robert DeNiro, era un ex combatiente que regresaba a casa y no encontraba su sitio en la sociedad, pasándose las noches al volante de su taxi observando la degradación que le rodeaba y acumulando en su interior una rabia repleta de odio racista y homófobo. Este resentimiento provocaba una violenta explosión final, cuando, en una especie de acto de redención, se enfrentaba armado a un proxeneta y su banda con el fin de rescatar a una prostituta menor de edad. En 1992, el director Abel Ferrara presentaba otra historia ambientada en las calles de Nueva York, entre su prostitución, su tráfico de droga y su violencia, para reflejar de igual manera otro estado de vacío existencial ante el declive de la humanidad.
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Ferrara era ya por aquel entonces un director con reputación de agresivo y desgarrador, con gusto por historias de violencia ambientadas en las calles, potenciadas por un crudo realismo y un total desinterés por hacer concesiones de cara al espectador. Desde los principios de su carrera, con títulos como “Ángel de Venganza” o “Driller Killer”, este director demostró su conocimiento del entorno y los personajes, de esa violencia que yacía entre los proscritos de la sociedad y que provocaba que sus películas evidenciaran un doloroso realismo. Esto poco a poco se fue refinando hasta que en 1990 dirigió “El Rey de Nueva York”, donde ya todas las bases de su filmografía aparecían bien asentadas. “Teniente Corrupto” se estrenó justo a continuación de esta película, en 1992, y a fecha de hoy sigue manteniéndose, junto con “El Funeral”, como el exponente más depurado de su cine.
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El papel protagonista de la cinta recayó en manos de Harvey Keitel, un actor perteneciente a la generación de los 70, quien en los primeros años de su carrera se había granjeado una magnífica reputación como intérprete gracias principalmente a sus trabajos en las primeras películas de Martin Scorsese. Keitel se convirtió de esta manera en otro nexo de unión entre la cinta de Ferrara y “Taxi Driver”. Durante parte de la década de los 80 la carrera de este actor había ido perdiendo predominancia en la industria, sin embargo a principios de los 90 volvió a convertirse en el actor fetiche del nuevo cine independiente gracias a su éxito con películas como “Reservoir Dogs” de Quentin Tarantino o “El Piano” de Jane Campion. El papel de “Teniente Corrupto” le llegó precisamente después de apadrinar la opera prima de Tarantino, convirtiéndole en el intérprete ideal para reflejar el vacío existencial del personaje. El actor ofreció a lo largo de toda la película un auténtico tour de forcé interpretativo, atreviéndose con algunas escenas de alto riesgo y que, sin duda, daban muestra de su coraje artístico.
Sexo, Drogas, Violencia y Redención
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El Teniente Corrupto del título no se presenta como un héroe o un villano, es más bien ese espacio que queda en medio de estas dos categorías y al que podríamos denominar anti-héroe. Durante gran parte de la cinta, especialmente en la primera mitad, Ferrara se esfuerza en demostrar que no estamos ante alguien heroico, mostrándonos cómo comete actos abominables no sólo para un agente de la ley, sino para cualquier ser humano. No conocemos nada del personaje, cuál es su pasado ni qué le ha llevado a esa situación, ni siquiera su nombre, pero lo cierto es que nos encontramos ante alguien que ha perdido por completo la fe en su oficio o en el ser humano. Podemos aventurar que al estar rodeado continuamente por violencia y degradación, finalmente ha sucumbido convirtiéndose en un miembro más de aquello que oficialmente debería combatir.
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Ferrara presenta a su protagonista rodeado por completo de vicios. Ya desde el principio de la película vemos como esnifa cocaína tras dejar a sus hijos en el colegio, y a lo largo del metraje le veremos consumir crack o inyectarse heroína. El alcohol es otra muesca en su continuo camino de degradación. Desde el personaje de Pike Bishop en “Grupo Salvaje” no se veía en pantalla a nadie pegar sus labios a una botella con tanta necesidad de autodestrucción. El derrumbe físico y anímico del personaje es representado por el director no sólo con la portentosa interpretación de Keitel, sino con una paulatina desestabilización del plano. Al principio, Ferrara opta por planos fijos y estables, mientras que en el último tercio de la película abundan las tomas cámara al hombro que acompañan el errático deambular del protagonista.
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En este proceso de degradación juega un papel importante la representación del sexo. Las tres escenas de contenido sexual de la cinta tienen un mismo elemento en común, la humillación de alguno de los personajes. La primera de ellas nos muestra al protagonista borracho y drogado, acompañado por dos prostitutas. Mientras las dos mujeres fingen un coito, el protagonista está completamente sumido en su propio mundo, quedándose solo, dependiente de la botella de alcohol y lloriqueando desnudo ante su propia degradación. La segunda escena es una de las más impactantes de la película, aquella en la que nuestro antihéroe obliga a dos chicas adolescentes a desnudarse y realizar actos obscenos mientras él se masturba en plena calle. Y por último tenemos la escena de la violación en la iglesia, donde diferentes símbolos religiosos son mancillados. No sólo con la monja siendo agredida sexualmente en el altar, sino con los grafitis en el templo o esparciendo las hostias por encima del cuerpo desnudo de la mujer.
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Las diferentes adicciones del protagonista incluyen también el juego, o mejor dicho las apuestas deportivas ilegales, hasta el punto de desatender su labor policial por llamar por teléfono a su corredor de apuestas. A lo largo del metraje vamos viendo como la ludopatía del personaje lo van sumergiendo cada vez más en un pozo de deudas, del que difícilmente va a salir, depositando sus esperanzas para abonar este dinero en nuevas apuestas que siguen incrementando la cantidad. La evidencia cada vez más patente de lo que le pueden suponer estos compromisos contraídos con la mafia incrementa la ansiedad del protagonista y le hunde aún más en su consumo de drogas y alcohol.
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La conjunción de los elementos anteriores incentiva los instintos violentos del personaje. Continuamente abusa de su posición de poder como agente de la ley para imponerse por la fuerza a quien le rodea, sin dudar en ningún momento en hacer uso de su arma a la más mínima ocasión, bien sea para asustar a unos rateros en una tienda o para liberar su ira contra la radio del coche cuando pierde una de sus apuestas.
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1992
Réal. : Abel Ferrara
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Como es habitual en el cine de Ferrara, la religión juega un papel fundamental en la historia. Representada fundamentalmente por la figura de la monja violada y las escenificaciones de la crucifixión de Cristo, el desprecio de los personajes hacia los símbolos religiosos ahonda aún más en la pérdida de valores de la sociedad. El director deposita en la religión uno de los pocos caminos hacia la redención del protagonista, acompañándolo, aunque sea de manera discreta, en varias escenas de la cinta donde queda claro que, pese al brutal comportamiento de éste, en todo momento ha contado con una vía alternativa alejada de ese torbellino de violencia y degradación en el que vive.
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1992
Réal. : Abel Ferrara
COLLECTION CHRISTOPHEL
La redención final le llega a nuestro teniente corrupto a través precisamente de uno de los dogmas fundamentales del catolicismo, el perdón. En el mundo de ira en el que vive el protagonista la decisión de la monja violada de perdonar a sus agresores y no denunciarles carece de sentido. Llegados al punto culminante de su caída a los infiernos, en pleno grito existencial, responsabilizará al propio Jesucristo de todos los males, implorando a continuación su perdón y su ayuda para poder salir del pozo en el que se encuentra. Un último acto de generosidad, ayudando a los violadores a huir de la ciudad y, en cierta medida, de ese entorno de degradación en el que están todos sumergidos, supondrá una liberación para el personaje antes de encontrar su destino frente a la escopeta de un sicario de la mafia.
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Recepción
La dureza de las imágenes de la película, lo explícito de algunos de sus momentos, como la secuencia en la que el protagonista se droga en casa de una prostituta, provocó una doble reacción hacia la cinta. Una parte del público se sintió horrorizado ante la crudeza y la frialdad de la puesta en escena de Abel Ferrara, mientras que otro sector de la audiencia alabó la osadía de la película y la valentía de la interpretación de Harvey Keitel (ganador del Independent Spirit Award a Mejor Actor de ese año). Con el paso del tiempo, la cinta se ha asentado como un verdadero título de culto, venerada por una legión de cinéfilos.
2. “TENIENTE CORRUPTO” (WERNER HERZOG, 2009)
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El Otro Teniente Corrupto
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Dada esta devoción que inspira la película de Abel Ferrara, la noticia en 2008 de que “Teniente Corrupto” iba a contar con un remake fue recibida con un rechazo instantáneo y la total incredulidad de los fans de que algún otro cineasta pudiera atreverse a versionar un título tan claramente vinculado a la personalidad de su autor. Al propio Ferrara no le hizo mucha gracia la idea y los comentarios del director al cargo del remake, Werner Herzog, diciendo que no había visto la cinta original, tampoco ayudaron a aplacar los ánimos. Además al frente del reparto se encontraba Nicholas Cage, un intérprete que en los últimos años había tirado por el desagüe su reputación, encadenando títulos nefastos como “The Wicker Man”, “El Motorista Fantasma”, “Next” o “Bangkok Dangerous”. Sin embargo, Herzog no era un director al uso, dispuesto a llevar a cabo un proyecto de encargo de estas características por mero interés alimenticio, sino un cineasta con una marcada personalidad que llevaba 48 años desarrollando una filmografía cuando menos peculiar. Lo cierto es que el principal hándicap de este nuevo “Teniente Corrupto” resultó ser precisamente su título. La referencia a Ferrara ponía a aquellos que habían visto la cinta original en posición de comparar ambas películas, cuando (tal y como anunciaba Herzog) tienen poco que ver.
Similitudes y Divergencias
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Si es cierto que el tema principal es cercano (ese viaje a los infiernos de sus personajes principales a medida que caen en la degradación personal y profesional a través del sexo, el juego y las drogas), sin embargo en la nueva versión se procura dar una mayor justificación al protagonista (sí tenemos esa puesta en antecedentes que Ferrara en ningún momento quiso emplear). Terence McDonagh (aquí el nuevo teniente corrupto sí tiene nombre y apellidos) se convierte en drogadicto debido a los calmantes que tiene que tomar para aliviar el dolor que le provoca una lesión sufrida en acto de servicio.
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Por otro lado, la localización de la acción es también determinante para ambas historias. En la cinta de Ferrara el director nos paseaba por el lado oscuro de la ciudad de Nueva York, mientras que Herzog ambienta su película en Nueva Orleans tras la catástrofe del Katrina. En ambos casos, la ciudad, con su propia idiosincrasia, se convierte en un personaje más. En la nueva versión, el ambiente de decadencia y desolación de lugar provocado por la catástrofe se vuelve una extensión de la podredumbre moral de sus habitantes, algunos movidos por la necesidad, otros, por su mero egoísmo y corrupción. Herzog aprovecha también para reflejar las abismales diferencias sociales de la ciudad, en muchas ocasiones determinado también por el factor racial.
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Por último, hay una serie de escenas que parten de premisas comunes, pero que son desarrolladas de diferente manera, como el caso de la agresión sexual (en la versión de Ferrara eran dos chicas adolescentes que habían cogido sin permiso el coche del padre de una de ellas, mientras que en la película de Herzog se trata de una pareja que sale de la discoteca) o la última secuencia de la cinta (“Teniente Corrupto”, versión Herzog, apuesta también por el camino hacia la redención de su antihéroe, aunque no a través del sacrificio, sino de una manera más optimista, con un final de la historia que bien podría ser un guiño cinéfilo a aquel “éste puede ser el comienzo de una gran amistad” de “Casablanca”).
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Hasta aquí llegan las afinidades entre ambos trabajos, en general demasiado superfluas como para poder hablar de un remake. Por su parte, Werner Herzog ha desarrollado su película basándose en el concepto del exceso, donde la interpretación de Nicholas Cage y algunos rasgos de puesta en escena están deliberadamente pasados de rosca con el fin de situar al espectador en el mismo estado alucinatorio del protagonista. No existe un argumento coherente, sino que la acción fluctúa de manera desmedida con cambios de tono y de ritmo que buscan confundir e incluso irritar al espectador. Esto se convierte en lo más destacado, pero también en otro hándicap para la cinta. Es gracias a estas salidas de tono que el director extrae lo que más le interesa de la historia y ofrece un planteamiento original y personal, sin embargo esto también aporta desproporción a la narrativa. Herzog se arriesga a jugar a límite y en ocasiones se excede de su objetivo.
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Nicholas Cage entra de lleno en este juego y recupera esa capacidad histriónica de los primeros papeles de su carrera, como “Besos de Vampiro” o “Corazón Salvaje”, con momentos en los que su personaje parece una caricatura de sí mismo, con ese encorvamiento del actor y la presencia exageradamente fálica de su magnum 44. En este sentido, el nuevo “Teniente Corrupto” es también un one man show a cargo de Cage, quien no deja sobresalir a ningún otro de sus compañeros de reparto. Si bien se trata de la interpretación más destacada que ha realizado el actor desde que en 2005 rodara “El Hombre del Tiempo” y “El Señor de la Guerra”, comete el mismo error que el director: Su actuación es tan excéntrica y estrafalaria que en ocasiones se sobrepasa en su histrionismo.
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En un segundo plano queda Eva Mendes (quien aporta un alto grado de erotismo y sensualidad a la cinta, pero la presencia intermitente de su personaje en la historia hace que éste quede diluido en la maraña general) y, a mayor distancia, otros actores como Val Kilmer, Fairuza Balk, Jennifer Coolidge o Brad Dourif, cuyos personajes dan la impresión de haberse quedado en su mayor parte en la mesa de montaje.
Recepción
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Como era de esperar, esta segunda versión de “Teniente Corrupto” fue vapuleada por la crítica en su estreno obteniendo unos irrisorios ingresos en taquilla que quedaron lejos de recuperar la inversión. Es cierto que la película queda muy lejos de los excelentes resultados de la versión de Ferrara, pero sí es de recibo reconocerle el mérito del riesgo asumido. Herzog se adentró en tierras cenagosas, hundiéndose en el camino, pero en el proceso fue capaz de aportar personalidad y una excéntrica peculiaridad a la obra. Eso es más de lo que nadie esperaba de ella.

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