Al final, puestos a
escoger bandos, parece que la disyuntiva no está entre Batman o Superman, sino
entre quienes defienden la película y los que la abominan. Ahí nosotros,
sintiéndolo mucho, nos adscribimos al segundo bando. Enfrentar en pantalla a
los “Mejores del Mundo” era un sueño anhelado por muchos, más si tenemos en
cuenta la excelsa tradición en papel que tienen estos dos personajes. El primer
encuentro de los dos buques insignia de la editorial DC llegó al papel en 1952,
cuando Superman llevaba ya catorce años sobrevolando Metropolis, mientras que
Batman sólo uno menos ajustándose los leotardos y la capa. En aquella historia,
un tanto naif y acorde a los tiempos, los dos héroes enseguida hacían buenas
migas y se convertían en fuertes aliados. Desde entonces, su relación siempre
ha sido amistosa, aunque no han faltado los guionistas que le han sacado punta
a las diferencias psicológicas de ambos personajes. Fue Frank Miller en 1986
con “El Regreso del Señor de la Noche” quien marcó un contexto menos cordial,
escenificando una épica batalla entre el hombre de acero y el caballero oscuro
a la luz de la farola que vio morir al matrimonio Wayne. Junto con otros
guionistas, como Alan Moore o Grant Morrison, fue uno de los autores que abrió
las puertas a una visión menos infantil y con más aristas del superhéroe (no
sólo con Batman, previamente, Miller ya había avanzado en Marvel esa nueva
línea de estudio con Daredevil). Este acercamiento más maduro y psicoanalítico
marcó una pauta y durante la década de los 90 fuimos testigos del auge de una serie
de personajes moralmente cuestionables y con tendencia a la sociopatía. Años
después escritores como Alan Moore se propusieron reconducir una situación que había
afectado rotundamente al tono y la estética de los cómics, devolviendo a los
héroes el valor aventurero y colorido de antaño. En los últimos años, el auge
de los superhéroes en el cine se ha estado debatiendo también en esta doble
vertiente. Frente a la línea más aventurera y ligera, marcada principalmente
por Marvel, el Batman de Christopher Nolan abogaba por un tono oscuro, realista
y más adulto. Con su entrada en la franquicia, Zack Snyder ha querido apostar
por esa misma línea oscurantista, aunque dejándose llevar por una puesta en
escena más esteticista y cercana al lenguaje enfático del cómic. Los
antecedentes de Snyder, con sus adaptaciones de “300”, “Watchmen” o “Sucker
Punch” (aunque ésta no estuviera basada en un comic), dejaban claro que el
bagaje cultural del cineasta derivaba más hacia esa vertiente de los 80 y los
90; sin embargo, entre las dos primeras y la tercera pudimos apreciar un
importante cambio narrativo. Si en las adaptaciones de las novelas gráficas de
Frank Miller y Alan Moore podíamos apreciar un gusto por una narrativa pulcra y
clara, para la historia de Babydoll (primera cinta en la que el cineasta
contaba con un guion original y también la primera en la que ejercía como
productor) desató un amor por el exceso, saturando la puesta en escena de una
manera que sobrepasaba la capacidad de asimilación del espectador. Esa misma saturación
fue la que se llevó las peores críticas de “El Hombre de Acero” y la que, en
parte, ha sido la responsable de esa debacle que es “Batman V Superman. El
Amanecer de la Justicia”.
Empecemos por el
principio. Como punto de partida, la idea de la película es arriesgada, pero no
carente de interés. El guion nos presenta tres líneas argumentales principales:
La primera, general, con una reflexión sobre el valor de Superman en la
sociedad; la segunda, más concreta, con el debate moral de Batman frente a
Superman; y una tercera centrada en el plan maquiavélico de Lex Luthor. Con
estas ideas sobre la mesa, parecería que nos encontramos ante una película
reflexiva, más interesada en establecer una confrontación intelectual entre las
diferentes atalayas morales que representan cada uno de los tres personajes;
sin embargo, tras un (innecesario) prólogo, donde se nos vuelve a contar los
orígenes de Batman, y una introducción donde guionistas y director sitúan a
Bruce Wayne en el contexto del clímax final de “El Hombre de Acero” (en nuestra
opinión, la mejor secuencia de la película), la película se diluye por líneas
argumentales confusas, incoherentes, que traicionan las características de los
dos superhéroes y conducen, una vez más, a un clímax sobreexpositivo, recargado
y antinarrativo. Se enfatizan las aparatosas secuencias de acción, mientras que
se racanea cualquier confrontación dialéctica entre los dos protagonistas,
quedando como único momento en el que ambos establecen sus posiciones la exigua
conversación entre Clark Kent y Bruce Wayne en su primer encuentro en la casa
de Lex Luthor.
Como con sus guiones
para la trilogía de “El Caballero Oscuro” de Christopher Nolan, Goyer se dedica
a plagiar (perdón, homenajear) con descaro los comics, especialmente,
combinando dos novelas gráficas de peso en la historia de ambos personajes como
son “El Regreso del Señor de la Noche”
de Frank Miller (de donde coge elementos como el Batman maduro o la armadura
con la que se enfrenta al Hombre de Acero) y “La Muerte de Superman” de Dan
Jurgens (todo lo referente a la aparición de Doomsday). Sin embargo, Goyer lo
hace de manera torpe y caprichosa, malcosiendo tramas y guiños a los comics, dando
por sentado que los espectadores conocen los referentes y por lo tanto son
capaces de cubrir las zonas oscuras del guion. Parte de esto se puede achacar a
la labor de tijera que se ha llevado a cabo por orden del estudio para aligerar
media hora de película. Si bien el desarrollo de la trama evidencia cortes
abruptos, la cinta no puede esconder que partía de un libreto excesivo y
desproporcionado, que podría haberse resuelto de manera más concisa, y con
giros argumentales más verosímiles. A esto se suman varios elementos crípticos
que quedan sin resolver a la espera de futuras entregas de la franquicia. Estos
no quedan en meros apuntes, sino que incluso se desarrollan en forma de
complejas secuencias, que finalmente quedan descolgadas y sin explicar al
espectador (como el sueño de Bruce Wayne). Por otro lado, desfigura a ambos
personajes. La nueva versión de Batman y Superman que ha parido Warner es fruto
de los tiempos convulsos y cínicos que vivimos, y de ahí que los héroes, como
sucediera en los comics durante la década de los 90, más que referentes morales
pasen a convertirse en individuos psicológicamente inestables.
La forma en que se
representa a ambos personajes protagonistas es agresiva. Ya en “El Hombre de
Acero”, Superman se mostraba como un personaje psicológicamente traumatizado
por la figura paterna (algo que aquí sigue teniendo en un papel determinante) e
incapaz de asimilar de manera equilibrada su situación en la Tierra. Batman es
más vigilante que detective. Se enfatiza esa sed de venganza, pero se
minimaliza la parte intelectual del personaje. Alfred parece cargar más con la
parte reflexiva del personaje. Hasta el final, Superman es una figura pasiva.
Todos los personajes tienen que ver con él, incluso el propio Clark está
inmerso en un proceso de evaluación de sus acciones como Superman, pero no es
partícipe de la acción. Para paliar esto, se introducen con calzador algunas
secuencias para que el espectador no tenga la impresión de que es una película
de Superman, sin Superman. Batman, por su parte, es el verdadero protagonista
de la película, hasta que Goyer y Snyder deciden sacarlo de la acción una vez
Doomsday entra en acción. Entre los dos personajes principales se sitúa a Lex
Luthor, maestro de marionetas que mueve los hilos de toda la trama.
Traumatizado también por la figura de su padre, es un personaje extremo, en
plena ruptura psicológica que lo conduce a una psicopatía que a duras penas
puede contener o disimular. Con los años Ben Affleck ha aprendido a ganar
personalidad como actor, algo que aún le falta a Henry Cavill, sin embargo,
tanto uno como el otro dan el físico para sus respectivos personajes y les
saben dar presencia en pantalla. Cavill se esfuerzo por reflejar las dudas de
Superman frente a lo que hace, aunque cuando mejor sabe representar al
personaje es en las escenas de acción. Por su parte, pese a las dudas
iniciales, Affleck consigue encarnar espléndidamente a ese Bruce Wayne maduro y
taciturno, de rabia contenida. En este sentido, el problema con los dos personajes
protagonistas no corre tanto de mano de los actores, sino de las fallas del
guion y el enfoque, a nuestro entender errado,
de la dirección. Jesse Eisenberg, por su parte, carga excesivamente las
tintas con su interpretación de Lex Luthor. Mientras que el resto del reparto
se ajusta a un registro sobrio, interiorizando los conflictos de los
personajes, el actor de “La Red Social” se decanta por un trabajo histriónico,
esperpéntico e irritante. Si, como parece, la intención era que el espectador aborreciera
al villano, el objetivo se ha cumplido. Sin embargo, a nosotros particularmente
nos hubiese gustado un Luthor más centrado y sibilino, y no esa burda imitación
del Joker.
La presentación de
Wonder Woman es corta e insuficiente (imaginamos que a expensas de explayarse
más sobre el personaje en su película individual). Es verdaderamente cuando
entra en acción que el personaje coge fuerza, aunque cojea por esa falta de
presentación. Así por ejemplo vemos su lazo actuar contra Doomsday, pero sin
darle el valor dramático que tiene y sin explicarle al espectador profano de
dónde sale o qué es. De entre los personajes secundarios, destacan, por su
valor emocional hacia los protagonistas, Lois, Martha Kent y Alfred, sin
embargo, más allá de actuar como muletas de los dos héroes aportan poco a la
trama. El resto de los personajes secundarios son insustanciales y
prescindibles. Algunos están por ser personajes clásicos de los comics y otros
para dar una cierta consistencia a la trama, aunque al final lo único que
consiguen es alargarla de manera innecesaria. Gal Gadot era otra apuesta
arriesgada para la película. La modelo y actriz contaba con escasa experiencia
cinematográfica para un papel de esta envergadura y, si bien a nosotros
físicamente sigue sin parecernos que refleje bien al personaje, no podemos
negar que sí le otorga sensualidad, elegancia y presencia en pantalla, de igual
manera que cumple con nota en el clímax final. Jeremy Irons aporta ironía
británica a su Alfred, pero está lejos de dar la humanidad que Michael Caine
supo aportar al personaje. En esto de nuevo es responsable el guion, que apenas
concede espacio de desarrollo al personaje, dejándolo prácticamente en un
apunte humorístico. Holly Hunter y Scoot McNairy dan algo de enjundia a sus personajes,
sin embargo, como la mayor parte de los secundarios, su presencia en la
película carece del peso dramático adecuado como para que aporten algo al
conjunto. De igual manera que, como sucediera con “El Hombre de Acero”, Goyer y
Snyder no saben qué hacer con el personaje de Lois Lane (aunque todo parece
apuntar que en un futuro sí tendrá más peso en la trama), de ahí que Amy Adams
tampoco pueda aportar mucho a su personaje, más allá de dar apoyo emocional a
Superman.
A cada nuevo trabajo,
aquel prometedor Zack Snyder de sus primeras películas nos parece más lejano.
Desde “Sucker Punch” el cineasta ha
preferido optar por una línea de saturación visual que obstaculiza la
narración, queriendo mantener además un nivel de intensidad dramática siempre
al límite y sin apenas descanso que permita a los personajes respirar. La
película tiene problemas de ritmo, con una primera mitad que tarda en arrancar
y donde la trama parece empeñada en adentrarse por recovecos que no conducen a
ningún sitio, desembocando al final en un totum revolutum, sin carga narrativa
alguna, y donde esa búsqueda de intensidad y violencia acaba sacrificando por
el camino el sentido de la aventura y la diversión que siempre se había
asociado a estos personajes. Por otro lado, heredado de sus trabajos con “300”
o “Watchmen”, Snyder planifica su película como si cada encuadre fuera una
viñeta, aparentemente olvidando que el lenguaje visual del séptimo y el noveno
arte no tienen por qué ser equivalentes. El director apuesta por un tono
oscuro, anulando por completo cualquier posibilidad de contraste entre los dos
protagonistas. Como ya sucediera con “El Hombre de Acero”, Superman está lejos
de los colores vistosos a los que nos tiene acostumbrados, y el director lo
escenifica con tonos oscuros, diferenciándose de Batman, más en una cuestión de
grado, que de contraste. Todo esto aporta al conjunto un valor artificioso, que
se incrementa con el abrumador trabajo de retoque digital de cada plano. El uso
de la tecnología digital devora por completo cualquier atisbo de naturalismo en
la escenificación, llegando al límite en el clímax final, donde más que una
película de imagen real, parece que nos encontremos ante la animática de un
videojuego de última generación.
Para una película de 250
millones de dólares y tras casi dos años de postproducción, el trabajo
infográfico queda lejos de lo que cabía esperar. Aquellos elementos que
pretendían integrarse con los componentes físicos quedan claramente expuestos,
mientras que las partes que debían ser puramente digitales acaban siendo tan
excesivas y saturadas que carecen de valor dramático. El gran apoyo de la
película acaba siendo su diseño de producción. El trabajo de Patrick Tatopoulos
es excelente, especialmente en lo que se refiere a la recreación de Gotham y
todo el entorno de Bruce Wayne, aportado una estética definida a la película,
algo que ni el guion, ni la dirección consiguen equiparar. Por último, la
partitura musical esgrimida por Hans Zimmer y Junkie XL se acomoda
perfectamente a las características de la película. Resulta ruidosa,
desproporcionada, estridente y, si bien cuenta con algunos temas afortunados,
carece de discurso narrativo y prefiere optar por saturar auditivamente al
espectador.
Como primer encuentro en
la gran pantalla de estos dos héroes, “Batman V Superman. El Amanecer de la
Justicia” se salda como un sueño roto para los que ansiábamos ver ese duelo
cinematográfico. Desgraciadamente, 424 millones de dólares de recaudación en su
primer fin de semana validan este nuevo enfoque de la Warner que, mucho nos
tememos, seguirá sumando oportunidades perdidas en las próximas entregas de la
franquicia.
Para nada de acuerdo pero bueno, son cuestiones de gusto en todo caso porque esas criticas de enfoque y oscuridad que le haces es lo mejor que tiene el film... Ojalá sigan en este rumbo que da un lindo contraste con lo que hace Marvel... Saludos...
ResponderEliminarBueno, no siempre podemos coincidir :). Muchas gracias por tu comentario y me alegro de que a ti sí te haya gustado.
Eliminar