miércoles, 4 de abril de 2012

“IRA DE TITANES”. FAMILIA DISFUNCIONAL

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En 2010, el estreno de “Furia de Titanes” se convirtió en todo un esperado acontecimiento. En plena moda del cine de fantasía épica, recuperando un clásico del maestro de los efectos especiales Ray Harryhausen, con la moda del 3D digital aún incipiente y novedosa, y avalada por la presencia de actores de prestigio como Liam Neeson y Ralph Fiennes, además de los nuevos chicos bonitos de Hollywood, Sam Worthington y Gemma Artenton, la película supuso una notable decepción para los espectadores que se acercaron a verla. Con un guión insulso y un desastroso empleo del sistema estereoscópico, lo único que logró la película fue despertar la furia del respetable que se sintió estafado hasta niveles titánicos.

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Dispuesto a enmendarse, y de paso salvar el futuro de su franquicia (al fin y al cabo, y pese a todo, la película había logrado unos nada despreciables réditos comerciales), el estudio puso inmediatamente en marcha una secuela, “Ira de Titanes”, donde, ahora sí, se optó por rodar directamente en sistema 3D, y no una falsa conversión desde el master bidimensional. Se ha cambiado de director, a favor de Jonathan Liebesman, más amoldable a los intereses del estudio que Louis Leterrier, quien tuvo que sufrir las presiones de los productores en la anterior película, y se apostó por intentar reconducir la historia romántica entre Perseo y Andrómeda (una de las grandes parejas de la cultura occidental, junto con Tristán e Isolda o Lanzarote y Ginebra, pero obviada en la primera parte en favor de Ío, a la que daba vida Gemma Artenton), al mismo tiempo que se quiso potenciar el vínculo emocional entre los personajes masculinos con una historia de relaciones paterno filiales como telón de fondo.

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Hay que empezar diciendo que tras el fracaso de “Furia de Titanes”, Liebesman no lo tenía complicado para salvar los muebles en una segunda parte. Ya el punto de comparación no iba a ser la cinta de culto de Harryhausen, sino su penoso remake. Sin embargo, “Ira de Titanes” sigue siendo un quiero y no puedo de “El Señor de los Anillos”. Al igual que sucediera con la primera entrega, el listón y el modelo marcado por Peter Jackson sobrevuela toda la película, sin que la nueva aventura de Perseo pueda acercarse mínimamente al viaje de Frodo. El guión sigue siendo un concadenado de escenas de acción, hiladas pobremente con una trama simplona y torpe, con situaciones que se resuelven de manera caprichosa e inexplicable (por ejemplo, ese momento en que tras intentar utilizar infructuosamente el mapa de Hefesto, Agenor logra llevar a los protagonistas a través del Laberinto de manera intuitiva). Tampoco destaca un desarrollo de personajes burdo y unos diálogos que, en su búsqueda de la solemnidad, caen en el ridículo más espantoso, por mucho que estén recitados por actores del calibre de Liam Neeson o Ralph Fiennes.

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A su favor, la cinta cuenta con que las escenas de acción están mejor llevadas que en la primera entrega. El uso del 3D obliga al director a emplear planos más largos y un montaje tradicional, en lugar del uso de planos cortos y montaje rápido de Leterrier. Hay secuencias impactantes y llamativas, como el enfrentamiento con la Quimera, el ataque de los cíclopes o el clímax final, sin embargo, otras como la lucha contra el minotauro o el enfrentamiento entre Perseo y Ares quedan bastante deslucidas. Liebesman subraya cada momento de la película con el sistema estereoscópico, dispuesto a dejar claras las diferencias con su antecedente. Es más, el empleo del 3D es tan marcado que da la impresión de que se ha querido restregar por la cara a los más críticos con “Furia de Titanes”.

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A nivel interpretativo, Sam Worthington es tan inexpresivo como en la anterior, Fiennes y Neeson siguen estando infrautilizados, Edgar Ramírez carece de la presencia y la fuerza necesaria para interpretar al Dios de la Guerra, y el Agenor de Toby Kebbell se convierte en un secundario cómico insufrible. Sólo Rosemund Pike resulta reseñable en esta película, logrando aportar intensidad y liderazgo a su Reina Andrómeda, un personaje ampliamente maltratado en la primera parte y que aquí recupera parte del protagonismo que le correspondía.

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En general, “Ira de Titanes” se presenta como una cinta entretenida, superior a su antecedente, pero que sigue fallando en aspectos fundamentales como guion o desarrollo de personajes. ¿Conseguiremos finalmente ver una buena película en la anunciada tercera parte, ya en preproducción?

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