lunes, 22 de febrero de 2016

“ZOOTROPOLIS”. DELITOS Y PREJUICIOS

Uno de los secretos del éxito y la longevidad de los Estudios Disney es su capacidad para reinventarse cada cierto tiempo, sin perder los conceptos básicos de su identidad cinematográfica. En ocasiones, estos cambios tardan en llegar o pasan por un periodo de indecisión, pero finalmente, acaban encontrando el camino para mantenerse como el principal referente dentro del mundo de la animación. La pasada década, la explosión de las producciones de Pixar, junto con la competencia brutal de Dreamworks Animation o, en menor medida, Blu Sky, cogió con la guardia baja a la factoría del Tío Walt. En 2004, “Zafarrancho en el Rancho” finiquitó aquella época dorada que nació con “La Sirenita” en 1989 (y que venía renqueando desde el 2000 con “Dinosaurios”), llevándose consigo el último estudio de animación tradicional de la empresa. A partir de ahí, títulos como “Chicken Little”, “Salvaje”, “Descubriendo a los Robinsons”, “Bolt” o “Tiana y el Sapo” definieron una fase en la que la Disney no sabía si plegarse al modelo de su principal competidora o seguir apostando por el clasicismo de las dos décadas anteriores. La solución a este conflicto de identidad llegó en 2010 con “Enredados”, cinta que estableció el tono y la estética de la última andadura del estudio. La mezcla de aventuras, comedia, un tono menos trascendente en sus historias y un estilo visual fresco y colorido abrió las puertas a otros éxitos como “Rompe Ralph”, “Frozen” o “Big Hero 6”, donde la influencia de los videojuegos o el mundo del cómic les reconcilió con las nuevas generaciones de espectadores.
El último título en sumarse a esta corriente ha sido “Zootrópolis”, película en la que el estudio fusiona dos conceptos diferentes. En primer lugar, la película bebe de las películas de colegas de los años 80 y 90, aquellas que nacieron con títulos como “48 horas” o “Arma Letal” y que tan prolíficas fueron a finales del siglo XX. Fiel a esa combinación de contrarios que define este subgénero, aquí no sólo encontramos dos protagonistas de personalidad diferente, sino que se juega con las características de dos enemigos universales del reino animal, el zorro y el conejo. La protagonista es Judy Hopps, la primera conejita policía, entusiasta y emprendedora, aunque naíf e inexperta. A su lado tenemos a Nick Wilde, un zorro pícaro, acostumbrado a sobrevivir a base de astucia y chanchullos, moralmente displicente, pero dispuesto a entrar por el buen camino si eso le beneficia. A partir de ahí los directores y los guionistas desarrollan un juego del gato y el ratón, según el cual, cuanto más contraste encontramos entre los dos héroes, más cercanos nos parecen y mejor van limando asperezas y complementándose. El humor juega una baza muy importante en este proceso, sacando partido a los lugares comunes para generar complicidad con el espectador. Curiosamente, junto con el guiño cinéfilo, el segundo concepto que rige toda la película es precisamente la necesidad de romper con esos clichés y prejuicios. Si bien a priori la definición de personajes y el concepto general de esa zootrópolis se construye sobre las características estereotipadas que definen a cada raza animal (salvo los dos protagonistas, el resto de los personajes cuentan con poco tiempo para darse a conocer al espectador), el desarrollo argumental se dedica a dinamitar estos conceptos, apoyándose en el más cinematográfico “nada es lo que parece”. Si décadas atrás Disney nos convenció de que la belleza está en el interior, ahora (como ya sucediera con “Rompe Ralph”) busca recordarnos que, con esfuerzo y tesón, podemos superar los condicionamientos que nos ha puesto la naturaleza para hacer de nuestra vida lo que queramos que sea, de la misma manera que para construir una sociedad mejor es necesario superar esos prejuicios y recelos hacia los demás.
Para llevar a cabo esta historia, el estudio ha confiado en un conjunto de artistas que en los últimos años se ha granjeado su confianza. El guion ha sido confeccionado por Jared Bush y Phil Johnston (ambos vinculados a diferentes etapas creativas de “Rompe Ralph”), mientras que la dirección corre a cargo de Byron Howard (“Bolt”, “Enredados”) y Rich Moore (“Rompe Ralph”). Estos confeccionan una narrativa dinámica, colorista, llena de humor y suspense. Si bien el argumento se basa en parodiar los esquemas de las películas policíacas y de colegas, eso no quita para que la trama esté bien armada y se sostenga sobre sí misma, con un flujo constante entre elementos de comedia, tensión, suspense y emoción que enganchan al espectador desde un principio y lo mantienen cautivo hasta el final.  A nivel técnico, la cinta refleja el siempre superior dominio técnico de los estudios Disney. En este sentido se trata de una película extremadamente compleja, que aglutina muchos retos para el equipo de animadores, como el trabajo con el pelo de los personajes (a destacar la esponjosidad del pelaje de la protagonista), el contraste de texturas, el juego con las diferentes escalas dependiendo del tamaño de cada especie animal, los diferentes modos de andar y moverse de cada uno, complejos planos generales con multiplicidad de elementos en pantalla, diversidad de localizaciones, cada una con sus propias características (ambientes urbanos, rurales, helados). Todo desarrollado con un minucioso afán de detalle que convierten a la película en un prodigio técnico. En lo que se refiere a la partitura musical, Disney ha vuelto a confiar en Michael Giacchino, quien el año pasado ofreciera al estudio, a través de la división de Pixar, una de las mejores partituras del año con “Del Revés”. En este caso, el compositor no ha alcanzado las cotas de virtuosismo de la anterior, pero sí ofrece una partitura dinámica, variada y divertida, con referencias a la samba o al jazz que reflejan esa mezclas de especies y culturas dentro de la sociedad de Zootrópolis, así como manejando perfectamente las referencias al género policíaco y otros guiños cinéfilos (como cierto homenaje a la música italiana y a Nino Rota). Menos afortunada nos pareció la incorporación de Shakira, si bien entendemos la introducción de la canción “Try Everything” como práctica comercial dentro del apartado musical de la película, los momentos que la cantante da voz al personaje de Gazzelle más allá de sus secuencias musicales nos parece el punto flaco de una cinta por otro lado sobresaliente.
En una época en la que el público familiar parece cada vez menos interesado en las historias de princesas encantadas y príncipes azules, los estudios Disney vuelven a apostar por otro formato fresco y diferente, plenamente disfrutable por espectadores de todas las edades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario