miércoles, 17 de febrero de 2016

“SPOTLIGHT”. TODOS LOS HOMBRES DE LA IGLESIA

Los casos de abusos sexuales dentro del ámbito de la Iglesia se han convertido en uno de los mayores escándalos que han implicado a esta institución en su historia reciente. Las múltiples acusaciones de pederastia en diferentes partes del mundo y la forma en que se ha gestionado este problema desde dentro han abierto una caja de Pandora en el seno del catolicismo que ha indignado a creyentes y no creyentes. En ocasiones, la forma en que se han tratado estos hechos por parte de los medios u otros medios, como el cine, tampoco ha sido precisamente ejemplar, cayendo más en el amarillismo y lo sensacionalista. Afortunadamente, ese no ha sido el caso de “Spotlight”, cinta que narra el proceso de investigación de un grupo de de periodistas del Boston Globe, galardonados con el Premio Pulitzer, entorno a varios casos de pederastia.
Thomas McCarthy es un cineasta inteligente y sensible, ajeno a los efectismos y estereotipos melodramáticos habituales del cine. Experimentado en historias pequeñas, siempre ha preferido volar de manera discreta dentro de la industria del cine, contando sus historias de manera honesta y sin aspavientos. Estas características, sin duda, le avalan como el director ideal para esta trama que, desde un primer momento, deambula por terrenos delicados y conflictivos, fácilmente dados a la polémica, los mensajes tendenciosos y los prejuicios moralistas. De acuerdo a la propia filosofía de Spotlight, la sección de periodismo de investigación del rotativo que investigó el caso, la película evita los discursos precipitados y opta más por una exposición de los hechos serena y paulatina. El tono interpretativo, incluso de un actor con tendencia al histrionismo como Michael Keaton, es calmado y analítico, sustentado en el diálogo y la definición de personajes, que desde un primer momento se alejan del estereotipo y adquieren un perfil tridimensional. Se evita también convertir a la película en una caza de brujas introduciendo personajes con diferentes rangos de creencias, a los que la propia investigación genera un dilema moral y religioso, distinguiendo la cinta en todo momento fe y valores cristianos de lo que es claramente un comportamiento abominable y criminal. McCarthy en ningún momento suaviza su denuncia, pero consigue eludir un discurso generalizador, agresivo u ofensivo y erigirse juez, jurado y verdugo. Su objetivo es, sobre todo, analizar el impacto social de este caso, ya sea desde la perspectiva de los periodistas, las víctimas, algunos de los agresores o las propias instituciones sociales y políticas que participaron en el encubrimiento de esta situación. Al mismo tiempo, el cineasta aboga por una recuperación del verdadero espíritu del periodismo, reivindicando su valor social e integridad y mostrando lo que, para él, debería ser el cuarto poder, cada vez más diluido entre el sensacionalismo, las presiones comerciales, el intrusismo o la cada vez más rápida sucesión de noticias, sin contrarrestar, ni analizar.
Si bien McCarthy establece algunos juegos dramáticos para dar mayor ritmo a la cinta y mantener el interés del espectador, por lo general la puesta en escena es pulcra y sencilla, directa, casi documentalista, pero manteniendo un cierto clasicismo narrativo, sin manipular el mensaje, ni imponiendo la imagen a la trama. El montaje se plega también totalmente a la narración, jugando con acciones simultáneas para desarrollar las diferentes líneas de investigación de los protagonistas, pero evitando malabarismos postmodernos y concentrándose en que la historia llegue lo más directa y claramente posible al espectador. En este sentido, nos encontramos con una película que parece anacrónica frente a los montajes espídicos y la multirreferencialidad de la imagen en el cine de las últimas décadas, y tal vez su ritmo resulte demasiado pausado para el gusto del público actual; sin embargo, en nuestra opinión, lo que McCarthy nos ofrece es auténtico cine, íntegro, comprometido, con un inteligente tratamiento literario y un extraordinario reparto coral (con especial mención para Keaton, Rachel McAdams y Mark Ruffalo). Si el caso de Spotlight se presenta como un ejemplo de profesionalidad e integridad dentro del campo periodístico, esta película de Thomas McCarthy debería ser un modelo a seguir como ejercicio narrativo o a la hora de tratar temas tan controvertidos.

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