lunes, 31 de octubre de 2011

LOS TERRORES FAVORITOS DEL TÍO FORRY

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Con motivo de la celebración de Halloween de este año no vamos a hablar de un director, ni de un actor, ni de una película, ni siquiera de un personaje, sino recuperar la figura de alguien que estuvo al mismo tiempo dentro y fuera de la industria, alguien que por si sólo representa todas las facetas del llamado fenómeno de culto, Forrest Ackerman. Fan, escritor, editor, agente de artistas, coleccionista, inagotable base de datos y de anécdotas del cine clásico, actor ocasional, Ackerman era ante todo un apasionado del género fantástico, que intentó llevar esta dedicación a su máximo exponente. Conocido principalmente por su extensa colección de más de 300.000 fetiches relacionados con la ciencia ficción y el terror, o por ser el creador de la famosa revista Famous Monsters of Filmland, su relevancia fue mucho más allá, siendo un referente ineludible para muchos creadores del género, quienes aprendieron a amar y conocer el medio gracias a él. Gran aficionado de los seudónimos, Ackerman era conocido también bajo múltiples alias, como Tío Forry, Dr. Acula, Mr. Ciencia Ficción, the Ackermonster o el Sargento Ack Ack. Con todos ellos lo que pretendía era reinventarse una y otra vez, manteniendo una actitud entusiasta e incluso juvenil hasta sus últimos días.

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Forrest Ackerman nació el 24 de noviembre de 1916 en Los Angeles, en el seno de una familia de clase media, alejada del mundo del cine y la literatura. Su mayor vínculo familiar con el Séptimo Arte fue su abuelo, arquitecto del famoso edificio Bradbury, que ha servido de escenario para películas como “Blade Runner” o “Lobo”. Sin embargo su vida cambió en el año 1922, cuando con sólo seis años asistió a su primera proyección cinematográfica, al mismo tiempo que adquiría su primera revista de ciencia ficción. La película fue “One Glorious Day”, una comedia con elementos fantasmagóricos que, con el paso de los años, quizás sólo fue recordada por el propio Ackerman. La revista era Amazing Stories, una de las publicaciones fundacionales de ciencia ficción que empezaron a proliferar en la década de los 20 y que supusieron el boom del género en Estados Unidos. A lo largo de la década de los 20 el gusto cinematográfico de Ackerman se fue definiendo, sobre todo gracias a su apreciación de películas de terror protagonizadas por Lon Chaney, como “El Fantasma de la Ópera”, “El Jorobado de Notre Dame” o “London After Midnight”. Sin embargo, la película que terminó de marcar la fértil imaginación del joven Forrest fue “Metropolis” en 1927. Esta película pasó a ser un emblema en su vida, hasta el punto de que años más tarde, estando en un Festival de Cine en Rio de Janeiro junto a Fritz Lang, el director comentó a la audiencia después de una proyección que si tenían alguna duda, mejor se la preguntaran a Forrest Ackerman, quien sabía mucho más acerca de la película que él mismo.

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El interés coleccionista de Ackerman estuvo ya presente desde este primer momento, comprando toda revista relacionada con la ciencia ficción que se publicaba. Su entusiasmo le llevó también a escribir numerosas cartas mensuales a todas ellas expresando sus opiniones sobre los relatos que allí se publicaban. A través de estas publicaciones entró en contacto con otros aficionados a la Ciencia Ficción igual que él, fundando en 1929 The Boys Science Fiction Club (años más tarde justificó el sexismo comprendido en este nombre aduciendo que, por aquella época, la ciencia ficción no contaba con el interés que tiene actualmente entre el público femenino). Cosas del destino, uno de los primeros miembros de este club fue un joven Ray Bradbury, quien desde entonces mantuvo una estrecha amistad con Ackerman. En 1939 asistió a la 1ª Convención Mundial de Ciencia Ficción, donde se codeó con muchos de los escritores y editores de las revistas donde había ido publicando sus textos. Como muestra de su extravagancia, acudió al evento ataviado con un traje de confección propia, inspirado en película de William Cameron Menzies “La Vida Futura”.

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En plena adolescencia, Forrest Ackerman asistió a todos los rodajes de películas que le era posible, intentando siempre conocer no sólo a las estrellas, sino también a todos los técnicos que había detrás de las cámaras. En estas visitas, no dudaba en pedir algún souvenir de recuerdo, alguna pieza del decorado, fotos de promoción, autógrafos, etc. Por esta época, no había conciencia de guardar y archivar el material utilizado en la producción de una película, que directamente iba a parar al basurero. Este interés de Ackerman por preservar con cariño algunas de estas piezas ayudó a mantenerlas para las futuras generaciones. Poco a poco esta colección fue en aumento, pasando a ser una de las más importantes muestras de artículos relacionados con el cine. En ella entre otros artículos de interés se encontraba una de las tres capas que utilizó Bela Lugosi en “Drácula”, su anillo, y otro anillo perteneciente a Boris Karloff en “La Momia”.

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A base de escribir en diferentes revistas y pasearse por los rodajes de las películas y por cualquier convención o evento relacionado con la ciencia ficción existente, Forrest Ackerman fue engrosando su listado de amistades y contactos dentro del mundo literario y cinematográfico. Conoció a actores como Bela Lugosi, Boris Karloff, Vincent Price, Peter Lorre o cineastas como Ray Harryhausen. Pronto la relación con algunos de estos artistas pasó a un nivel más profesional, encargándose de gestionar los contratos literarios de autores consagrados como Ray Bradbury, Ron Hubbard o Issac Assimov. Entre sus clientes se encontraba incluso el inefable Ed Wood, quien utilizó algunos de sus consejos en sus películas. Otro elemento por el que es recordado Forrest Ackerman es por su facilidad para la creación de acrónimos y neologismos, destacando principalmente el término “Sci-fi” para referirse a la ciencia ficción, acuñado en 1954 y que pronto se convirtió en un vocablo de uso común.

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En 1957 fundó revista Famous Monsters of Filmland, una publicación que se apoyaba principalmente en el inconmensurable fondo fotográfico de la colección de su creador, y que estaba dirigido principalmente a un público juvenil, con comentarios jocosos acerca de los monstruos clásicos, pero también con esa profusión de información y anécdotas que él almacenaba en su memoria. De forma inmediata la revista se convirtió en un éxito de ventas, recibiendo cientos de cartas de lectores que habían encontrado entre sus páginas un lugar en el que por fin encajar. Muchos de estos lectores años más tarde incluso llegaron a trabajar en la industria del cine, reconociendo la importante influencia que esta revista ejerció en su juventud. Dentro de listado podemos encontrar a gente como Steven Spielberg, George Lucas, Joe Dante, John Landis o Peter Jackson. Incluso, la amistad y la veneración que algunos de estos creadores tenía a la figura de Forrest Ackerman les llevó a invitarle a participar en pequeños cameos como actor ocasional en sus películas, aunque estaba claro que la vocación del tío Forry no pasaba por la interpretación.

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Durante toda su vida Forrest Ackerman abarcó principalmente los medios literarios y cinematográficos, sin embargo, en 1969, se atrevió también a hacer sus pinitos en el mundo del cómic, creando el personaje de Vampirella. Curiosamente, pese a que éste pasó a ser un personaje muy popular sobre todo en los años 70, esta experiencia quedó más en una curiosidad, no desarrollando más allá esta otra vertiente artística.

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Para desespero de su mujer, toda su colección no sólo pasó a conformar la decoración de su casa y tomar el sótano por completo, sino que además Forrest la convirtió en un museo de puertas abiertas. Todos los sábados la llamada Ackermansion recibía la visita de fans que querían ver aquellos retazos de un Hollywood extinguido y de paso conocer a su maestro de ceremonias, quien les ilustraba el paseo con miles de historias. Algunos de estos visitantes daban muestras de su egoísmo e ingratitud robando alguno de los fetiches para quedárselo como recuerdo. Sin embargo esto nunca importó en exceso a Forrest Ackerman, quien siempre vio su colección como un bien a compartir con otros aficionados al género fantástico y no como algo a mantener escondido y protegido del exterior.

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A mediados de los 90, Forrest recibió la oferta de recuperar su revista Film Monsters, sin embargo esta nueva etapa de la publicación no fue tan satisfactoria para su creador, principalmente por problemas con Ray Ferry, el editor que le había hecho la propuesta. Esto desembocó en una serie de problemas legales que repercutieron perniciosamente en la economía de Ackerman a pesar de ganar el juicio, viéndose en la obligación de vender su mansión y la mayor parte de su colección. A esto se sumaron problemas de salud, que hicieron que el fin del siglo XX fuera un tanto doloroso para él. Afortunadamente, el apoyo de amigos y seguidores ayudaron al tío Forry a recuperarse, pasando los últimos años de su vida acompañado por sus admiradores que siguieron visitándole para escuchar sus historias y ver los restos de su colección. Al final La Muerte encontró a Forest Ackerman, no en Samara, sino en su casa el 4 de diciembre de 2008, pocas semanas después de cumplir 92 años.

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