El género fantástico, y el terror en particular, cada vez está más afianzado en la industria del cine español. El éxito comercial de cintas como “El Laberinto del Fauno”, “El Orfanato” o las dos entregas de “Rec” han ido demostrando a los productores que el público nacional acepta de buen grado estas muestras de cine de género, consiguiendo unos resultados económicos envidiados por aquellos cineastas de corte más dramático. En las últimas semanas, esta afluencia hacia los patrones del terror por parte del cine español nos ha llevado a disfrutar en pantalla de dos ejemplos de esto que comentamos, avalados por dos cineastas con sello de autor y bregados ya en el género: Juan Carlos Fresnadillo y Jaume Balagueró.
“INTRUDERS”. PECADOS DE LOS PADRES.
El nivel de presión que ha ido acumulando Juan Carlos Fresnadillo con sus trabajos cinematográficos no debe ser sencillo de sobrellevar. Nominado al Oscar en 1997 por su cortometraje “Esposados”, con el que saltó a la fama, al menos, en el territorio español, hasta ahora el director se ha caracterizado por no querer precipitarse en sus elecciones. Cinco años trascurrieron entre este corto y su debut en el terreno del largometraje con la película “Intacto”. De nuevo la recepción de esta opera prima fue muy positiva, demostrando Fresnadillo que, pese a algunas irregularidades en el desarrollo del guión, su puesta en escena se caracterizaba por una poderosa narrativa que aportaba fuerza y entereza a la factura a la película. Tras “Intacto”, encontramos otro largo periodo de aparente inactividad hasta que en 2007 regresara el director con un proyecto sorprendente, la secuela de “28 Días Después”, una cinta del británico Danny Boyle, quien para esta segunda parte optó por quedar en un segundo plano y ceder la silla del director a un cineasta prácticamente desconocido a nivel internacional. Fresnadillo demostró no achicarse ante los retos y supo hacer suyo un proyecto ajeno. “28 Semanas Después” volvió a sumar otro éxito de crítica y público a su filmografía, así como a afianzar su interés por desarrollar un tipo de cine comercial, pero de calidad, donde el guión y los personajes juegan un papel fundamental sobre el que se apoya la puesta en escena del director. Tras este éxito, el nombre de Juan Carlos Fresnadillo se fue relacionando con diferentes proyectos, algunos de fuerte calado, como “Wednesday”, una producción de Dreamworks, avalada directamente por Steven Spielberg, que finalmente acabó siendo cancelada sin visos de ser retomada en un futuro cercano. Mientras el cineasta sigue buscando un hueco para finalmente incorporarse de manera efectiva en la industria de Hollywood (se le mencionó como posible opción para el remake de “El Cuervo” y ahora parece ser el director asignado para la nueva versión de “Los Inmortales”), “Intruders” aporta un puente entre las diferentes cinematografías donde ha desarrollado su carrera, la hollywoodiense, la británica y la española, con la participación de equipo técnico y artístico procedentes de los tres países productores.
La principal diferencia de esta nueva película con respecto a las anteriores, es que en esta ocasión Fresnadillo no ha participado en la elaboración del guión. Si bien sí en el germen de la historia, para la labor de escritura ha delegado en las manos de Nicolás Casariego (“Y Decirte alguna Estupidez, Por Ejemplo, Te Quiero”, “¿Tú Que Harías por Amor?”) y Jaime Marques (“Noche de Reyes”, “Ladrones”). Por otro lado, sí sigue contando con colaboradores habituales de su cine, como el productor Enrique López-Lavigne, responsable de sus dos anteriores largometrajes (y productor además de otros cineastas clave del cine español actual como Julio Medem, Javier Fesser o Nacho Vigalondo), el director de fotografía Enrique Chediak o la diseñadora de vestuario Tatiana Hernández.
El apartado interpretativo de la película se apoya en dos pilares principales: La labor de los veteranos Clive Owen y Pilar López de Ayala (especialmente el primero como verdadero protagonista de la cinta, caché manda) y la frescura de los actores infantiles, Ella Purnell e Izán Corchero, a los que se suman en calidad de secundarios Carice Van Houten, Daniel Brühl y Héctor Alterio. Aquí Fresnadillo vuelve a dar muestras de una excelente capacidad de dirección de actores, consiguiendo buenos registros de todos los intérpretes, aunque uno hubiese esperado mayor protagonismo por parte de Van Houten, cuyo personaje aporta poco a la historia, mientras que otros, como los dos curas interpretados por Daniel Brühl y Héctor Alterio, parecen adquirir mayor relevancia en la trama básicamente por los actores que les dan vida, pero que acaban siendo prescindibles en el contexto global.
“Intruders” es una película que perfectamente podría incorporarse a la moda de cintas de corte sobrenatural en escenarios realistas inaugurada en 1999 con “El Sexto Sentido”. De hecho, podemos decir que la sombra de M. Night Shyamalan en la cinta de Fresnadillo es bastante alargada, no sólo por esa búsqueda de un giro sorprendente final o su intención de utilizar la temática sobrenatural como metáfora de un componente emocional, sino también por el carácter poético que en ocasiones adquiere la puesta en escena. Bajo su disfraz de cuento de fantasmas, la cinta nos habla del concepto del miedo en nuestra sociedad y cómo éste se transmite de padres a hijos. Si bien a lo largo de la película se esbozan diferentes modelos de familia, todos coinciden precisamente en esa herencia cultural, encarnada aquí en la figura de Carahueca, una especie de Hombre del Saco que acosa a los dos niños protagonistas.
Desgraciadamente, “Intruders” también tiene que sobrellevar la carga del cine último de Shyamalan, sobre todo esa dificultad por mantener al espectador expectante ante lo que sucede en pantalla, quedando en evidencia las sorpresas de la trama mucho antes de lo esperado y perdiendo efectividad. La estructura del guión está pensada para funcionar como un reloj, depositando una serie de pistas a lo largo de su desarrollo que el espectador debería reconstruir de manera retrospectiva una vez el cuento desvele sus secretos. Es básicamente lo que se suele denominar una película tramposa, dicho esto sin ánimo peyorativo. “Intruders”, como otras películas de naturaleza similar, busca despistar al espectador, jugando con la perspectiva y una narrativa fragmentada. Cuando esto funciona, caso precisamente de “El Sexto Sentido”, el espectador se puede ver conmovido por un giro que le obliga a reevaluar toda la historia que ha estado viendo hasta entonces. Sin embargo, “Intruders” no logra este efecto, sino que sus cartas quedan a la vista desde muy temprano en el metraje, por lo que todas esas pistas diseminadas son anticipadas por el propio espectador, derrumbando ese castillo de naipes creado por el director para sobrecogerle.
El resultado es una película a la que no se le puede negar una buena factura, con una excelente dirección de fotografía, una partitura musical angustiante y un ajustado reparto de actores que acaban resultando vacíos y triviales al verse privados de ese efecto sorpresa que ha mediatizado el trabajo de todos ellos.
“MIENTRAS DUERMES”. LA MANO QUE ABRE EL ASCENSOR.
El caso de Jaume Balagueró resulta verdaderamente atípico en nuestro país. Este director comenzó su carrera artística en 1994 con dos sorprendentes cortometrajes, “Alicia” y “Días sin Luz”, gracias a los cuales recibió una oferta de Filmax para producirle su primer largometraje “Los Sin Nombre”, adaptación de una novela de Ramsey Campbell. El resultado fue una película inquietante, muy atmosférica y con un excelente plantel de actores. Balagueró demostró que en nuestro país podía hacerse cine de género y comercial sin renunciar a un cierto carácter autoral, algo que siguió desarrollando en sus siguientes trabajos: “Darkness” y “Frágiles” (el documental sobre “Operación Triunfo” que realizó en 2002 junto con Paco Plaza lo podemos considerar una rareza trivial y absurda en su filmografía). Estos tres trabajos ofrecían además la características de ser películas ideadas para poderse vender en el mercado internacional, contando además con rostros conocidos como Anna Paquin, Giancarlo Giannini (ambos en “Darkness”) o Calista Flockhart (cuando su éxito por la serie “Ally McBeal” aún era reciente, en “Frágiles”).
Tras su participación en la serie producida por Chicho Ibáñez Serrador “Películas para no Dormir” con “Para Entrar a Vivir”, se reunió con Paco Plaza para presentar una película de zombies (o infectados) española, “Rec”, que se apuntaba al revival del género de los muertos vivientes inaugurado por “28 Días Después” y “El Amanecer de los Muertos”. Lo que comenzó siendo un experimento por parte de estos dos cineastas pasó a convertirse en una de las franquicias más rentables del cine español (“Torrente” aparte, evidentemente), que ya ha presentado una secuela, de nuevo dirigida a cuatro manos por Balagueró y Plaza, y actualmente está produciendo de manera casi simultánea la tercera y la cuarta entrega, aunque ya con los cineastas por separado y con las que se anuncia el final de la serie.
Mientras Paco Plaza se ha encargado de dirigir “Rec 3. Génesis”, Balagueró no se ha quedado con los brazos cruzados. Simultaneando con la preproducción de “Rec 4. Apocalipsis” (que debería empezar a rodarse este próximo año), el director ha llevado a cabo un trabajo atípico, pero al mismo tiempo perfectamente coherente con su filmografía. Atípico porque por primera vez, Balagueró se aleja de los ambientes sobrenaturales, plagados de fantasmas o zombies, para adentrarse en terrores más cercanos y cotidianos. La cinta nos presenta a César, portero de un edificio de viviendas, bajo cuya apariencia ordenada y afable se esconde un psicópata en desarrollo, con un ansia existencial por causar dolor a los que le rodean como único modo de alcanzar la felicidad. En este sentido, Balagueró se apoya casi por completo en la extraordinaria interpretación de Luis Tosar, quien de manera sobria y con pocos elementos, nos introduce en la sórdida mente de su personaje. Ambos artistas, Balagueró y Tosar, sitúan al espectador en una morbosa tesitura. Al narrar la historia desde la perspectiva de César, nos vemos dirigidos a empatizar con un personaje amoral y sádico, aunque en ningún momento se cae en justificaciones baratas ni se intenta hacer simpático al personaje.
Es precisamente en este retrato de la maldad donde la película conecta de manera más clara con los anteriores trabajos del director. Al igual que esa esencia del mal que buscaban los miembros de la secta de “Los Sin Nombre” o los infectados de “Rec”, César es un componente maligno insertado en un escenario inocente al que poco a poco irá corrompiendo de manera casi imperceptible. De esta manera, al mismo tiempo que este aprendiz de psicópata va corroyendo la comunidad de vecinos con sus maquiavélicas acciones, podemos ver también el proceso de perversión dentro del propio protagonista, tanteando poco a poco los límites de sus insidias y arriesgándose cada vez más con maniobras más aparentes y perniciosas.
Alrededor de César veremos transitar varios personajes, inquilinos del inmueble, que de un modo u otro van a pasar a ser víctimas del protagonista. En primer lugar, y de manera más agresiva, Clara, objeto del deseo del portero, quien centrará en ella toda su obsesión. Entre ambos personajes se genera una cierta dicotomía, convirtiéndose en el reverso el uno del otro. Ella es la víctima, él el verdugo. Ella vive en el ático del edificio, él en el sótano. Mientras César es seco, serio, ordenado, oscuro, receloso; Clara es confiada, alegre, luminosa, caótica. Por otro lado, a medida que las acciones de César van minando la salud de Clara, éste se siente alentado y poderoso, pero cuando ella logra alejarse de él y recupera su ánimo, el protagonista sufre una regresión a su carácter depresivo. El personaje de Clara está interpretado por Marta Etura (curiosamente, pareja sentimental de Luis Tosar en la vida real, lo que añade un componente perverso y morboso a la película), quien le aporta naturalidad y encanto. Por un lado comprendemos la atracción que genera en César, por otro se convierte en un personaje cercano y simpático para el espectador.
Uno de los principales obstáculos entre César y Clara será el novio de ésta, Marcos, uno de los pocos en recelar contra la imagen afable del portero. Quizás el hecho de ser un personaje externo al entorno del edificio le hace inmune a la infección del más que éste propaga, sin embargo, finalmente, jugará un papel decisivo en la evolución de César y su transformación definitiva. Marcos está interpretado por Alberto San Juan, quien lleva a cabo un trabajo correcto, aunque su personaje es de los menos definidos de la película. Otra víctima de César es la Señorita Verónica, una septuagenaria solterona con dos perros, espléndidamente interpretada por Petra Martínez, quien subraya con su trabajo la candidez y el patetismo inherente a su personaje, algo de lo que sacará partido César en una de las mejores escenas de la película, aquella en la que el protagonista en un arrebato de ira decide reconfortarse humillando a la pobre anciana. Balagueró vuelve a contar con uno de sus actores fetiche, Carlos Lasarte, cuya inquietante presencia en esta ocasión viene a encarnar al vecino del 4ºB, un anciano repelente que continuamente persigue y acosa al protagonista. En esta ocasión, el director, apoyado con la interpretación de Lasarte, busca generar en el espectador antipatía hacia este personaje, siendo el único caso en el que el odio del protagonista es compartido por la audiencia.
Por último, tenemos al personaje de Úrsula, la niña que espía a nuestro protagonista y le chantajea con desvelar sus maquinaciones. Para Balagueró esto supone un nuevo juego morboso, situando como mal mayor a las acciones de César a una niña con uniforme escolar que se convierte en otra psicópata en potencia. Desgraciadamente éste pasa a ser uno de los puntos aspectos menos logrados de la cinta. Si bien podemos aplaudir el trabajo de la joven Inés Almeida, se trata de un personaje que podía haber dado más de sí y que no adquiere suficiente protagonismo durante el desarrollo de la película, prácticamente desapareciendo de escena en todo el bloque central del metraje. Podría tratarse de un caso de recortes en post-producción para ajustar el ritmo y la duración de la película, pero algunas escenas más entre Tosar y Almeida hubiesen ayudado a reforzar y perfilar mejor la relación entre estos dos personajes.
Un elemento primordial en la cinta es el escenario, ese edificio de estructura clásica, pero con apartamentos remodelados, en el que transcurre la acción. Exceptuando las visitas de César a su supuesta madre, el resto del metraje se desarrolla íntegramente de puertas para adentro de la casa. A través de un cuidado diseño de producción, cada localización se identifica con su inquilino, generando departamentos estancos dentro del mismo inmueble, pero todos ellos cohesionados en un único objetivo, despertar suspense y terror en el espectador a partir de escenarios cotidianos y cercanos. De esta manera, todo el edificio pasa a convertirse en una extensión del personaje protagonista, acechando a cada uno de los vecinos y convirtiendo lo que debería ser un hogar en un elemento amenazante y turbador.
Jaume Balagueró sorprende también con su puesta en escena, prefiriendo una narración sobria y pausada, en absoluto intrusiva y dejando vía a libre a los personajes. No apreciamos salidas de tono y, pese al gusto del cineasta por imágenes de impactante violencia, aquí prefiere una agresividad contenida, donde incluso en el momento climático de la acción opta por no regodearse en imágenes demasiado explícitas, dejándolo casi todo a la imaginación del espectador. Al igual que la interpretación de Luis Tosar, esta austeridad en las imágenes y la puesta en escena beneficia a la cinta por su capacidad de sugerencia y sugestión, logrando además que en aquellos momentos en los que es necesario marcar más la acción Balagueró sólo necesite un ligero énfasis para provocar el efecto deseado, ya que previamente ha ido cargando de manera paulatina la tensión de la atmósfera.
“Mientras Duermes” puede parecer a priori un título menor en la filmografía de su realizador, ya que se trata de una historia más simple y acotada. Sin embargo, la eficacia de la puesta en escena, el carácter aterrador de su personaje protagonista y el sabio manejo de los mimbres del género dan como resultado una obra honesta, compacta y, a su manera, perfectamente integrada en ese universo de maldad destilada que ha ido dibujando Jaume Balagueró en todas sus películas.
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