miércoles, 2 de febrero de 2011

JOHN BARRY. LICENCIA PARA EMOCIONAR

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INTRODUCCIÓN

El 31 de enero de 2011 pasará a la historia el cine como un día triste en el que despedíamos a uno de los iconos de la música para el cine, John Barry, excepcional autor de títulos tan destacados como la mayor parte de las partituras de la serie Bond, “Nacida Libre”, “El León en Invierno”, “Cowboy de Medianoche”, “En Algún Lugar del Tiempo”, “Fuego en el Cuerpo”, “Memorias de África” o “Bailando con Lobos”. El suyo era sin duda un estilo particular, basado sobre todo en elegantes melodías y una fusión de su formación jazzística con la ampulosidad de la música sinfónica.

JOHN BARRY Y EL JAZZ

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Nacido en York, Inglaterra, en 1933, el contacto del joven John Barry con el cine fue precoz, ya que su padre era el dueño de una cadena de cines y desde muy joven el futuro compositor ya manejaba el proyector, sin embargo su gran pasión era la música. Durante su paso por el ejército formó parte de una banda militar y posteriormente fue ingresando en diferentes grupos de jazz con los que desarrolló su habilidad en este estilo musical hasta que se decidió a formar su propia banda, los John Barry Seven.

Esta banda obtuvo un inesperado éxito en su época, grabando varios discos con EMI Records. De manera simultánea, Barry, quien seguía atraído por el mundo del cine, empezó a coquetear con el sector audiovisual componiendo la música para algunas series de televisión y anuncios. Su primer largometraje fue la cinta británica “Beat Girl”, donde llevó a cabo una partitura moderna y jazzística, acorde a los gustos de la juventud de la época (y que puede ayudar a aclarar dudas sobre la verdadera autoría del James Bond Theme, polémica a la que haremos referencia más adelante).

Tras sus primeros éxitos en la gran pantalla, poco a poco la presencia de John Barry en el cine británico fue acaparando más protagonismo, marcando un estilo jazzístico alejado del típico sinfonismo postromántico de Hollywood. Dentro de este grupo de trabajos destaca “El Knack… y Cómo Conseguirlo”, un trabajo ligero y alegre que acompañaba a la perfección las imágenes rodadas por Richard Lester (cineasta con el que volvió a coincidir en títulos como “Petulia” o “Las Aventuras de Alicia”) y aportando un toque de modernidad a la historia.

De la Inglaterra Beat de los 60, Barry abrió las puertas de los desencantada Estados Unidos de los 70 con “Cowboy de Medianoche”, donde la armónica y la guitarra solista aportaban ese toque urbano y contemporáneo a una partitura de ocultaba bajo su melodía un tono agridulce y desalentador. La banda sonora fue inmortalizada por el tema principal de Harry Nisson, “Everybody’s Talkin’ at Me”, pero la música de Barry dio contexto y gravedad dramática a la historia de los dos perdedores interpretados por John Voight y Dustin Hoffman.

La experiencia de John Barry con el jazz (en este caso un jazz más clásico) fue fundamental para el éxito de “Fuego en el Cuerpo”. Renovadora del cine negro del Hollywood dorado, en un principio el trabajo fue ofrecido a Miklós Rózsa, pero éste lo rechazo por su contenido de sexo explícito. Barry subrayó esta sexualidad con un extraordinario uso del saxofón que se insinúa al espectador a lo largo de la película, como Kathleen Turner a William Hurt.

El éxito de “Fuego en el Cuerpo” volvió a poner de moda en Hollywood el cine negro y el director alemán Wim Wenders quiso hacer también su propio juego de referencias con “El hombre de Chinatown”, donde se narraban las aventuras de Dashiel Hammett, autor de novelas como “La Llave de Cristal” o “El Halcón Maltés”, pero quien previamente había trabajado para la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton. Barry mantuvo un estilo similar al de la película de Lawrence Kasdan, pero con una partitura más sutil, no tan abiertamente sexual, sustentada por el piano y el clarinete.

El colofón de esta vinculación de John Barry con el jazz clásico llegó en 1984 con “Cotton Club”, cinta de Francis Ford Coppola, donde la extraordinaria música del compositor se integraba de manera orgánica en una selección de temas de la época interpretados por los artistas de la película. Barry mimetizó a la perfección el sonido jazzístico de los años 30 de manera que existe en toda la banda sonora una exquisita coherencia estilística.

BARRY, JOHN BARRY

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En 1962, la popularidad adquirida por John Barry gracias a su faceta musical con The John Barry Seven llamó la atención a los productores de “Agente 007 contra Dr. No”, Albert Broccoli y Harry Saltzman, quienes en ese momento no se encontraban plenamente satisfechos con el trabajo realizado por Monty Norman para la película. Barry llevó a cabo una serie de variaciones en el tema principal, introduciendo elementos como la trompeta y el rasgueo de guitarra del principio. La nueva versión resultó tan impactante que acabó multiplicándose por toda la película, convirtiéndose de esta manera en la firma musical de James Bond.

Si bien Monty Norman acabó sustentando la autoridad del tema, Barry pasó a ocupar el puesto de compositor oficial a partir de la siguiente película de la serie, “Desde Rusia con Amor” (y componiendo en total 11 de las aventuras del agente secreto británico). En esta película, Barry presentó un segundo leitmotiv para el personaje, que pasó a bautizarse como “007 Theme”, un tema enérgico, violento y aventurero que pasó a alternarse en las películas de la franquicia con el “James Bond Theme” de Monty Norman.

Otro rasgo que inauguró Barry en “Desde Rusia con Amor” fue la introducción de una canción principal que a su vez sirviera de tema principal para cada aventura. Estos temas rápidamente pasaron a ingresar en las listas de éxitos musicales y muchos de ellos han quedado grabados para la posteridad, sobre todo a partir del “Goldfinger” interpretado por Shirley Bassey, con el que se establecieron las bases de cómo debían ser las canciones Bond.

Su firma fue inamovible durante toda la etapa de Sean Connery en el papel de James Bond, llegando a la cumbre con la exquisita “Al Servicio Secreto de su Majestad”, presentación y despedida de George Lazenby. Fue con la llegada de Roger Moore que los productores quisieron renovar musicalmente al serie, recurriendo a compositores como George Martin (“Vive y Deja Morir”), Marvin Hamlisch (“La Espía que me Amó”) o Bill Conti (“Sólo para sus Ojos”), sin embargo, siempre se acababa regresando a Barry como el único músico que había sido capaz de definir musicalmente de manera eficaz al personaje.

A medida que avanzaba la serie, Barry fue conduciendo cada nueva partitura hacia el terreno sinfónico, pero sin perder su esencia jazzística (sobre todo en el uso de viento metal en las orquestaciones), incluso ya en su última etapa, con “Panorama para Matar” y “Alta Tensión”, fue incorporando sonidos electrónicos. Al final, Barry terminó rompiendo su relación con la franquicia cuando vio que no iba a tener libertad para componer la canción principal de las películas, un apartado que, con los años, se había convertido en todo un negocio donde pujaban los principales artistas de la industria.

A LA ZAGA DE LA SAGA BOND

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Si bien hoy en día cuando pensamos en John Barry la mente nos traslada de manera casi automática a África, lo cierto es que durante muchos años, su nombre estaba más vinculado al cine de acción y espionaje, debido precisamente por su vinculación a 007. Esto provocó que en su filmografía se infiltraran otros agentes secretos que precisaban de los acordes del compositor para intentar rivalizar con la creación de Ian Flemming en pantalla.

Con “Ipcress” no sólo coincidiría con su amigo y compañero de piso durante una temporada, Michael Caine, sino que puso música al debut en la pantalla del más inmediato competidor de James Bond, Harry Palmer. Manteniéndose en el mismo terreno musical que en la saga de 007, Barry evitó caer en una repetición de lo ya planteado para este personaje, con melodías más enigmáticas y oscuras que poco tenían que ver con el glamour de la creación de Ian Flemming.

“The Quiller Memorandum” era otro título que venía a sumarse a la moda del cine de espías, con el añadido de contar con un autor del prestigio de Harold Pinter como guionista. Con una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial, la partitura opta por melodías sinuosas y amenazantes que marcan el suspense de la trama. Como contraposición a esto tenemos un tema romántico en la vertiente más melódica de su autor, que establece la relación entre el protagonista, Quiller, y el personaje interpretado Senta Berger.

John Barry fue convocado también en 1974 por el director Blake Edwards para componer “La Semilla del Tamarindo”, sustituyendo al habitual compositor de este director, Henry Mancini. La cinta narraba una historia de amor y espionaje entre los personajes interpretados por Omar Sharif y Julie Andrews. Barry desplegó una partitura portentosa, con un dinámico tema principal y un delicioso tema de amor para la pareja protagonista, en la línea más sinfónica que estaba desarrollando en aquel momento para la saga Bond (ese mismo año llegaba también a las pantallas “El Hombre de la Pistola de Oro”).

Si bien no podemos clasificar esta película como integrante del subgénero de espías, lo cierto es que la partitura de John Barry para “Juego con la Muerte” está claramente emparentada con sus trabajos para la serie Bond. En primer lugar cuenta con una balada jazzística durante los títulos de crédito que posteriormente pasa a convertirse en el tema de amor de la película. Después utiliza los mismos recursos musicales de la franquicia de 007 para las escenas de acción, incorporando algunos sonidos orientales al conjunto para definir la localización de la acción y al protagonista. El resultado es una obra menor, pero curiosa dentro de la carrera de John Barry.

Mientras Pierce Brosnan se preparaba para convertirse en el quinto actor en encarnar de manera oficial a 007, John Barry recuperaba con “El Especialista” un sonido muy cercano al creado por él a lo largo de toda la serie Bond. El tema de amor resultaba sensual y desafiante con un delicioso saxo solista, mientras que el resto de la partitura ofrecía una explosión de adrenalina que demostraba que, pese a su edad, Barry seguía siendo un maestro en este tipo de trabajos.

JOHN BARRY Y LA ÉPICA HISTÓRICA

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El género histórico tampoco le fue ajeno a John Barry, quien desde el principio de su carrera demostró excelentes cualidades para llevar a cabo épicas composiciones que subrayaran el carácter legendario de los personajes. El primer ejemplo de esto lo podemos encontrar en la cinta de 1963 “Zulú”, con Michael Caine al frente en el primer papel protagonista de su carrera y narrando el asedio real al que se vio sometido un destacamento de 169 soldados del ejército británico por parte de un ejército de 4000 guerreros zulúes en 1879. Barry, construyó la partitura bajo la idea de amenaza, con un imponente tema principal que iba marcando con el ritmo la llegada de los zulúes. Esta película le dio a Barry el impulso necesario para abandonar el tipo de cintas juveniles y modernas con las que se había adentrando en la industria y adentrarse en trabajos más ambiciosos y de mayor presupuesto.

Con “El León en Invierno” se partía de un material de base mucho más ambicioso que “Zulú”. La historia de Leonor de Aquitania narrada a partir de la exitosa obra de teatro de James Goldman, adaptada por el propio autor para la pantalla y protagonizada por dos actores del prestigio interpretativo de Kathleen Hepburn y Peter O’Toole ofrecía la oportunidad perfecta para llevar a cabo una partitura repleta de esplendor y fuerza, con un extraordinario trabajo coral de corte sacro. La música de Barry fluía con una deliciosa naturalidad de los pasajes más épicos (como la vigorosa fanfarria inicial) a los más intimistas, otorgándole al compositor el segundo Oscar de su carrera en el apartado de Mejor Partitura Original.

Barry se reencontró con Michael Caine en “El Último Valle”, cinta bélica ambientada durante la Guerra de los Treinta Años. De nuevo nos encontramos ante un grandioso despliegue de producción acorde al auge del cine histórico de la época y para el que Barry repitió en cierta forma la fórmula de “El León en Invierno”, con portentosos temas épicos, sustentados con enérgicas masas corales, y un intimista y lírico tema de amor para la relación entre el Capitán interpretado por Micahel Caine y Erica, a la que da vida Florinda Bolkan. En este trabajo Barry vuelve a hacer uso de referencias a la música sacra, aunque en esta ocasión principalmente para subrayar la visión aterradora e inquisitiva que se da de la religión.

Barry cerró su “Trilogía Histórica” con “María, Reina de Escocia”, otro ejemplo de la exquisita sensibilidad del compositor para elaborar temas de gran belleza dramática, con un tema principal absolutamente delicioso con predominio de las cuerdas para reflejar la personalidad de la protagonista, interpretada por Vanesa Redgrave (quien además interpreta uno de los temas compuestos por Barry, "Vivre et Mourir"). En esta ocasión, el autor minimiza el uso de sonoras fanfarrias y los temas más oscuros, para centrarse en aspectos más intimistas. Barry estuvo nominado a los Oscars por este trabajo, pero perdió en favor del francés Michel Legrand y su “Verano del 42”.

Igualmente deliciosa resultó la partitura de Barry para “Robin y Marian”, un Robin Hood crepuscular, con dos espléndidos Sean Connery y Audrey Hepburn, en el que el músico se alejaba del aspecto jovial de, por ejemplo, el “Robin de los Bosques” de Erich Wolfgang Korngold (aunque no del todo, como podemos escuchar en pasajes como la llegada al Bosque de Sherwood, donde Robin parece reverdecer sus primeras aventuras), para centrarse en ese reencuentro del amor maduro de los dos protagonistas y la cercanía de la muerte. La partitura incorpora también algunos momentos de acción, donde la música se muestra más desnuda, amenazante y percusiva, en absoluto aventurera, en clara contraposición con el tema romántico.

NACIDA LIBRE Y EL INICIO DE UN SELLO INCONFUNDIBLE

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Si bien las facetas jazzística, jamesbondiana o histórica de John Barry son fundamentales para la carrera cinematográfica del compositor y suficientemente trascendentales como para otorgarle por si solas un lugar de honor en la Historia del Cine, lo cierto es que el estilo más representativo de toda su filmografía es el de sus partituras más intimistas y melodramáticas. Aquí la gran sensibilidad del autor aportó al cine un amplio conjunto de extraordinarias y deliciosas melodías capaces de emocionar a toda la platea con su cuidado uso de las cuerdas o los instrumentos de viento.

El título que marcó el inicio de un estilo inconfundible fue la cinta “Nacida Libre”, donde el compositor tomaba contacto con África (un continente que sería aún más decisivo posteriormente en su carrera) a través de la figura de Elsa, una joven leona criada en cautiverio a la que se quiere devolver su libertad. Barry tuvo una mala experiencia con esta película, ya que se encontraba continuamente con el obstáculo de un director al que no le gustaba su música y que también era contrario a la introducción de la canción principal, sin embargo, finalmente la Academia de Hollywood acabó recompensándole por su partitura y su tema principal (las dos primeras nominaciones de Barry a los Oscars y sus dos primeras estatuillas). Hoy en día, “Nacida Libre” es recordada gracias a la música de John Barry y no por sus valores cinematográficos.

Barry subió varios escalones más en cuanto a la delicadeza y la belleza de sus composiciones con la cinta de 1980 “En Algún Lugar del Tiempo”. Christopher Reeves y Jane Seymour protagonizaban esta historia de amor sin límites basada en una novela de Richard Matheson, que el propio autor adaptó para la pantalla. La película contaba con dos extraordinarios temas de amor, “Rapsodia sobre un tema de Paganini” de Sergei Rachmaninov y el tema principal compuesto por Barry, con un exquisito uso de la flauta, los violines y el piano. A pesar de esta dualidad, ambos temas conviven de manera apacible en la película, complementándose el uno al otro y dando como resultado una de las partituras más deliciosas de la Historia del Cine.

Un año más tarde el maestro volvió a deleitarnos con otra extraordinaria partitura para “Frances”, biopic de la actriz Frances Farmer, protagonizado por Jessica Lange. La azarosa y atormentada vida de la actriz quedó magníficamente reflejada con una composición de trasfondo trágico y melancólico, que destila belleza en cada una de sus notas. De nuevo, la magistral combinación de piano, vientos (en especial el uso de la armónica) y cuerdas se armonizaba para llevar a los espectadores a un éxtasis emotivo y enternecedor con la conmovedora suite final que cerraba la película.

En 1985, casi 20 años después de “Nacida Libre”, John Barry regresaba al continente africano con la extraordinaria “Memorias de África”. En esta historia cargada de romanticismo protagonizada por Meryl Streep y Robert Redford, el director Sydney Pollack sabía que debía lograr que los paisajes se convirtieran no sólo en un personaje más de la película, sino en su principal protagonista. Para ello era necesario darles voz propia a través de la música, algo que logró de manera ejemplar John Barry con una partitura que ha marcado escuela y se ha convertido en una de las melodías más identificativas e inconfundibles del Séptimo Arte (además de suponerle al compositor su tercer Oscar a Mejor Partitura Original).

Menos conocida, pero también exquisita es la partitura para la película que reunió a John Barry con Francis Ford Coppola en 1986, “Peggy Sue Se Casó”. Para esta historia de una mujer adulta que regresa a su juventud y tiene la posibilidad de evitar los errores que cometió en su adolescencia, el compositor creó un tema principal que transmitía inocencia, pero con un poso agridulce, a través de las notas del piano y las cuerdas. La belleza y discreción de Barry quedó supeditada a la selección de temas de los años 60, sin embargo, al final era su partitura lo que mejor ahondaba en la historia y el conflicto de los personajes, haciéndolos más accesibles y emotivos para los espectadores.

JOHN BARRY Y EL NUEVO HOLLYWOOD DE LOS 80

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Llegados a finales de los 70, principios de los 80, la industria del cine en Hollywood cambió de manera radical. La llegada de nuevos cineastas con una perspectiva más comercial del Séptimo Arte y sus bandas sonoras inauguró un periodo dorada para la música para el cine. Títulos como “La Guerra de las Galaxias” o “En Busca del Arca Perdida” devolvieron a las plateas el gusto por el cine de aventuras y muchas producciones exigieron a sus compositores amoldarse a este modelo sinfónico. Si bien Barry siguió desarrollando una línea propia, como hemos visto en los apartados anteriores, con títulos como “Fuego en el Cuerpo”, “Memorias de África” o sus últimos trabajos para la serie Bond, también entró en este juego, aunque con películas, en su mayor parte, no especialmente relevantes más allá de su excelente apartado musical.

La moda de “Star Wars” le llevó a participar en un producto ínfimo titulado “Star Crash. Choque de Galaxias”. La película no era más que otra explotation de la saga de George Lucas de producción italiana, con desastrosos efectos especiales, imperdonables interpretaciones (a la carnalidad de Caroline Munro y la presencia de un Christopher Plummer fuera de contexto hay que sumar la aparición de un imberbe David Hasselhoff), paupérrima puesta en escena y una extraordinaria banda sonora. “Star Crash” tiene el discreto honor de ser uno de los trabajos más experimentales de Barry, quien aprovechó la temática fantástica para probar nuevas sonoridades y un mayor uso de la música electrónica, que se conjugaban a la perfección con el despliegue sinfónico creado por el compositor.

De manera casi consecutiva, Barry participó en otro título de ciencia ficción, esta vez avalado por el sello de la Disney, “El Abismo Negro” (al que también habría que sumar la aventura de James Bond “Moonraker”, estrenada entremedias de estos dos títulos, y que también acusaba la influencia del éxito de “La Guerra de las Galaxias”). A priori la película prometía ser un verdadero vehículo para la carrera de John Barry, ya que contaba también con la presencia de actores de la talla de Maximilian Schell, Anthony Perkins y Ernest Borgnine, sin embargo, el resultado se saldó con un fracaso de crítica y público que recondujo a la Disney hacia el cine de animación. Aquí Barry volvió a establecer su propia personalidad y sonoridad a la partitura, evitando refugiarse en referencias externas. Si bien para la obertura inicial sí se atuvo a un estilo más cercano al implantado por John Williams en “Star Wars”, con un tema en el que se potenciaba una grandilocuencia orquestal de heroica majestuosidad, en el resto de la partitura apuntaba hacia temas de corte más oscuros y dramáticos.

De la influencia de “La Guerra de las Galaxias” saltamos a Indiana Jones con la cinta de aventuras “La Gran Ruta Hacia China”, una película con la que el actor Tom Selleck quiso resarcirse sin éxito de haber perdido la oportunidad de interpretar el papel del famoso arqueólogo. Barry desarrolló un extraordinario trabajo sinfónico, amparado en un hermoso tema de amor marca de la casa y un excepcional leitmotiv heroico para el protagonista. Pese a las carencias de la cinta, la música logró levantar el ánimo del espectador con sus vibrantes temas de acción que elevaban la narración por encima del impreciso pulso del director Brian G. Hutton.

Barry tampoco tuvo suerte ni siquiera aliándose con el propio George Lucas. En una época en la que todo lo que tocaba este productor se convertía en un éxito comercial y un referente para la posteridad, a Barry le tocó musicar uno de sus pocos fracasos, “Howard, Un Nuevo Héroe” (el otro fracaso de la época de Lucas fue “Willow”, sin embargo, esta cinta de Ron Howard se ha revalorizado con el tiempo, algo que no ha sucedido con la penosa traslación a la pantalla del personajes creado por Steve Gerber). Barry tampoco se mostró especialmente satisfecho de su trabajo, sin embargo es innegable que su partitura resultaba mucho más interesante que la película en sí. En general podemos decir que se trata de un divertimento musical del compositor, del que, eso sí, podemos extraer algunos temas realmente notables.

REGRESO A LA COMPOSICIÓN

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A finales de los 80 John Barry cayó gravemente enfermo y estuvo próximo a la muerte. Este periodo de convalecencia produjo un profundo cambio en él y en su obra. A partir de este momento sus composiciones se adentraron cada vez más en melodías intimistas y trascendentales, haciendo que perdiera el interés por proyectos más comerciales pero que no le aportaban nada ni emocional ni intelectualmente. En este periodo Barry fue estrechando cada vez más sus intereses musicales y fue depurando su estilo, generando también críticas sobre el tono reiterativo de su música.

Su regreso al cine se produjo en 1990, con uno de sus trabajos más alabados, “Bailando con Lobos”. Emparentada con “Memorias de África” por la cercanía de sus temas principales y por su función de dar voz a un territorio, la partitura busca alejarse de las típicas sonoridades del cine del oeste (salvo en la secuencia de la caza de búfalos, por deseo expreso de Kevin Costner) para ejercer de vaso comunicante entre el protagonista, John Dunbar, con el nuevo entorno al que ha sido destinado (identificado especialmente a través de la figura del lobo Calcetines) y los indios. “Bailando con Lobos” es una partitura emotiva y grandiosa, destacando, además del tema principal (John Dunbar’s Theme), el tema de Calcetines (Two Socks Theme) y el tema de amor, como principales referentes. Barry fue nuevamente galardonado con un Oscar por este trabajo.

El tono melancólico de las composiciones de John Barry casó a la perfección con “Chaplin”, biopic del genial Charles Chaplin dirigido por Richard Attenborough y protagonizado por Robert Downey Jr.. Attenborough llevó a cabo una cinta irregular pero contó a su favor, entre otros factores, con la excepcional labor de su actor protagonista y la exquisita partitura de Barry. Éste compuso un hermoso y melancólico tema principal que acompañaba a la figura trágica del actor, alguien marcado por sus orígenes humildes, la enfermedad de su madre, la pérdida de su amor de juventud, su obsesión por el trabajo y los enfrentamientos políticos que provocaron su exilio de Estados Unidos. Frente a esto, Barry readaptó algunas de las composiciones del propio Chaplin para sus películas, lo que da un tono también cómico y dinámico a la partitura. La Academia de Hollywood le nominó en el apartado de Mejor partitura Original, aunque ese año el vencedor fue Alan Menken por su trabajo para “Aladdin”.

En su búsqueda de películas que ofrecieran un mayor trasfondo argumental y psicológico de personajes, Barry aceptó componer la música de “Una Proposición Indecente” de Adrian Lyne. Desgraciadamente, Lyne prefirió quedarse en el polémico punto de partida, sin ahondar realmente en las posibilidades de los personajes, algo que sí hizo John Barry, ofreciendo una bellísima partitura con el que pretendía subrayar sobre todo la inocencia y el cándido amor que se profesaban los dos protagonistas y el choque ante la proposición que se les planteaba, obligándoles a replantearse su ingenua concepción del amor.

Sin lugar a dudas el haber experimentado la muerte de cerca debido a su enfermedad y el haber sobrevivido a ella fue un punto de inspiración fundamental para Barry a la hora de componer la excepcional “Mi Vida”. Nuevamente, el fracaso comercial de una película acabó sepultando en el olvido una partitura de gran belleza en la que Barry no esconde la tragedia de la historia, pero que ante todo es su particular canto a la vida.

John Barry regresaría una vez más a África con la banda sonora de “Llanto por la Tierra Amada”, prometedora película basada en la novela de Alan Paton y protagonizada por Richard Harris y James Earl Jones acerca de los conflictos raciales en Sudáfrica durante la época del Apartheid. Una vez más Barry asume la responsabilidad de ser la voz del continente con una partitura emotiva y solemne, cuya carga dramática queda muy por encima de la presentada por el director Darrell Roodt, quien pierde la oportunidad de llevar a cabo una excelente película.

“La Letra Escarlata” fue una película sentenciada por sus problemas de producción. De hecho, Barry contó con poco tiempo para llevar a cabo su trabajo, ya que previamente se le había encargado la partitura a autores tan consagrados como Ennio Morricone o Elmer Bernstein. Pese a estas dificultades, Barry llevó a cabo una partitura compacta, de carácter pasional, y con un bellísimo tema de amor en la línea habitual de su autor. Tal vez no sea una composición a la altura de los grandes trabajos del compositor, pero sí elogiable por las distancias existentes entre las condiciones de composición y el excelente resultado final.

ÚLTIMA ETAPA

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Llegados ya a finales de la década de los 90, John Barry empieza a alejarse del mundo del cine. La industria ha cambiado mucho y cada vez se siente menos atraído por el tipo de películas que se realizan en Hollywood, prefiriendo concentrarse en composiciones propias donde puede reflejar libremente su estado de ánimo existencial. A pesar de ello, sus últimos trabajos muestran no sólo la extraordinaria capacidad del autor, sino que pueden servir también de canto del cisne para algunas de las facetas que había ido desarrollando a lo largo de su carrera.

“El Hombre que Vino del Mar” recupera ese John Barry último de un romanticismo desatado, con melodías de gran belleza, en esta ocasión apoyadas por una onírica voz femenina que le da un tono etéreo a la música. La partitura subraya también los orígenes del personaje principal, incorporando influencias eslavas y bailes de inspiración tradicional. La partitura añadió leña a las críticas de que Barry estaba encallado en un estilo concreto y resultaba repetitivo, y el fracaso comercial y crítico de la cinta no ayudó a favorecer al compositor, sin embargo la belleza de la partitura es innegable.

El distanciamiento de John Barry de la industria fue aún más patente con “Mercury Rising”. En esta cinta de acción para lucimiento de Bruce Willis, los productores esperaban de Barry una nueva partitura en la línea de James Bond, sin embargo a Barry no le interesaban las secuencias de acción, sino los momentos de intimidad entre el héroe y el niño autista. De esta manera, los temas de acción de la partitura resultaban rutinarios y repetitivos (hasta el punto de que el estudio contrató al compositor Carter Burwell para que compusiera música adicional que sustituyera a la de Barry), mientras que la música se elevaba hasta los cielos gracias al tema de Simon, con un magnífico empleo de la flauta como instrumento solista.

“Jugando con el Corazón” podría ser considerada como la última obra maestra de John Barry, un regreso a sus orígenes jazzísticos con la colaboración de los trompetistas Chet Baker y Chris Botti. Se trata de una partitura fresca, imaginativa, dinámica, con pasajes verdaderamente magistrales. Desgraciadamente, esta composición fue infrautilizada en la película, siendo sustituida en su mayor parte por canciones preexistentes, llevando a Barry a editarla de manera independiente como un disco de jazz y no como la banda sonora de la película.

John Barry cerró su prolífica carrera cinematográfica con “Enigma”, un thriller de espionaje, basado en un hecho real y protagonizado por Dougray Scott y Kate Winslet. Aquí el compositor recuperó su estilo para este género, con una partitura de corte clásico, con melodías intrigantes y de suspense, donde el piano jugaba un papel primordial, a las que se les sumaba un último tema romántico con el que este genial autor se despedía del mundo del cine.

DESPEDIDA

En la última década John Barry estuvo alejado de la vida pública. No sólo no componía para cine, sino que también fue abandonando su actividad concertística debido a su deteriorada salud. Su pérdida no por anunciada no deja de ser dolorosa para los que amamos la música para el cine. Con él se marcha uno de los últimos compositores clásicos, aunque afortunadamente su legado es ya inmortal.

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