lunes, 16 de agosto de 2010

“NIÑOS GRANDES”. UNAS VACACIONES EN FAMILIA

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“Niños Grandes” llegó a nuestro país en un fin de semana difícil. Una semana más tarde que “Toy Story 3”, coincidiendo con “El Equipo A” y siete días antes del estreno de “Origen”. Sin duda, todos ellos títulos que apostaban muy fuerte para llevarse su porción del pastel de la taquilla. Sin embargo, Adam Sandler es un humorista que ha sabido ganarse al espectador español. Sus películas, principalmente aquellas que apuestan expresamente por la comedia gamberra suelen funcionar muy bien en terreno nacional (“Zohan. Licencia para Peinar” es un buen ejemplo de ello). Esta fidelidad del público aupó a la película al segundo puesto de recaudación de ese fin de semana, con una recaudación de 1,53 millones de euros (no llegó a desbancar a “Toy Story 3”, pero sí se impuso a “El Equipo A”, a pesar de contar con menos salas de proyección). En su segundo fin de semana se tuvo que rendir ante la entrada “Origen” y “Airbender. El Último Guerrero”, pero siguió manteniéndose entre las 5 más taquilleras, con un promedio más que aceptable.

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Recientemente en Adivina Quién Viene al Cine hemos repasado la carrera como actor de Adam Sandler. En este repaso veíamos que, salvo algunos títulos excepcionales (donde el cómico buscaba aportar variedad y algo de realce a su filmografía), su cine se ampara principalmente en las mismas bases temáticas y humorísticas, e incluso sus personajes, con sus peculiaridades e idiosincrasias, parecen siempre cortados por un mismo patrón.

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En este sentido, “Niños Grandes” se ajusta perfectamente a estos títulos mayoritarios. Se trata de una comedia sobre los valores familiares y la amistad, sobre la importancia de crear vínculos entre padres e hijos, crítica con una sociedad que da preferencia a las ambiciones profesionales sobre las relaciones afectivas, y donde los personajes deben aprender a actuar con honestidad y superar sus miedos, envidias y odios para alcanzar la felicidad. Todo ello expresado de una manera sencilla, incluso pueril, y acompañado de innumerables gags procaces y sexistas, marca de la casa.

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Si hay algo que debemos aplaudir de Adam Sandler es que, profesionalmente, es (o al menos lo aparenta) consecuente con el mensaje de sus películas. Le gusta mantener esos vínculos de amistad en todas sus películas, de ahí que siempre suela contar con el mismo grupo de actores y directores, e incluso no dude en producir las películas de éstos cuando no las protagoniza. Sin embargo, “Niños Grandes” es la primera vez que el actor cede protagonismo hasta el punto de que podemos hablar perfectamente de una cinta coral. La película está pensada para que el grupo de comediantes tengan su espacio de lucimiento bien equilibrado, sin que ninguno sobresalga especialmente sobre los demás.

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Sandler (Lenny) hace uso de su repertorio de chistes procaces, al mismo tiempo que juega con un sentimiento de culpabilidad burguesa por tener éxito y dinero frente a sus compañeros. Kevin James (Eric), por su parte, se encarga de defender la parte de slapstick de la historia, siempre bromeando con su sobrepeso y torpeza física. Chris Rock (Kurt) deja ligeramente aparcada en esta ocasión su línea de chistes sobre discriminación racial y parodia los roles sexuales, interpretando a un amo de casa, supeditado a la profesión de su mujer. David Spade (Marcus) interpreta al seductor del grupo, centrando sus gags en su supuesto físico irresistible y sus anécdotas de gigoló. Finalmente, Rob Schneider (Rob) es quien da vida al personaje más esperpéntico de los tres, jugando con la caracterización, la voz, su libidinosa relación con una mujer octogenaria y su intención de restablecer lazos con sus hijas (dos de ellas de físico espectacular y una tercera de apariencia más acorde a su padre).

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Uno de los principales objetivos de la cinta es, por lo tanto, ofrecer un sano sentido de camaradería entre todos los personajes, a modo de títulos como “Reencuentro” o “Los Amigos de Peter”. Si bien en el apartado humorístico el conjunto de actores busca repartirse de manera equitativa los diferentes gags de la película (respetando cuando llega el momento de lucimiento del compañero, cediendo la pantalla como si fuera el escenario, y apoyando el gag cuando hace falta), a nivel argumental sí hay establecida entre ellos una cierta jerarquía, donde evidentemente, Sandler interpreta al líder del grupo, mientras que el resto de los personajes pululan a su alrededor a la espera de que sea él quien tome las decisiones. En este sentido, esa compenetración entre el reparto masculino, la confianza y el respeto que se muestran el uno al otro pasan a ser uno de los mayores activos de la película, ya que el espectador realmente puede apreciar esa camaradería entre los personajes como una extensión de la propia de los actores. Pese al carácter coral “Niños Grandes”, todos saben acatar que es una película de Adam Sandler (no por nada también productor y co-guionista de la cinta), mientras que éste en ningún momento pretende imponerse o relegar a sus compañeros a un estrato inferior. A esto hay que sumar también la labor del director Dennis Dugan, realizador absolutamente impersonal, cuya función tras la cámara es prepararlo todo para que los humoristas se luzcan.

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Como suele ser habitual en las películas de Adam Sandler, mientras ese sentimiento de fraternidad y compañerismo suele tener bastante importancia y da un cierto realce a los personajes masculinos, los personajes femeninos quedan relegados a un segundo plano, sirviendo principalmente de contraste con los protagonistas. En esta película, como en otras anteriores del actor, las mujeres representan dos roles diferentes. En primer lugar las esposas simbolizan la estabilidad, pero también la responsabilidad y las obligaciones de la madurez frente al carácter peterpanesco de los hombres (ellas cuidan de los hijos, están centradas en sus profesiones, mientras que ellos se pasan el día haciendo el gamberro y el vago). En segundo lugar, las hijas pródigas de Rob representan el objeto de deseo de la juventud, despertando sus cuerpos esculturales un bullir de hormonas adolescentes entre este grupo de hombres de mediana edad.

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El primer grupo juega un papel más determinante en la película (especialmente en lo referente a Salma Hayek, Maria Bello y Maya Rudolph, que son las que tiene un mayor cache) y se les permite tener cierto protagonismo propio (como por ejemplo las escenas en el parque acuático con el musculado ligón de playa), además de que cada una tiene su propia subtrama (el personaje de Salma Hayek con su pase de modas en Milán, Maya Rudolph con el embarazo y su rol de cabeza de familia, y Maria Bello, como madre que no quiere dejar crecer a su hijo y sigue dándole el pecho a los cuatro años). El segundo se basa más en el cliché puro y duro, sirviendo para hace chistes fáciles entre el esplendor físico de Madison Riley y Jamie Chung, y el esperpento de Ashley Loren y Joyce Van Patten. Si la cercanía y el compañerismo que definen el apartado masculino suponen una de las virtudes de la película, el medio trazo con el que están presentados los personajes femeninos pasa a ser una de sus principales carencias.

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Evidentemente, en una película como “Niños Grandes” el elemento principal no es el desarrollo de personajes. Ante una reunión de humoristas como ésta lo habitual es que tanto el argumento como los papeles que interpretan sean meras excusas para justificar una sucesión de gags. Como hemos indicado, tenemos cinco cómicos, cada uno con un estilo de comedia particular y que procuran distribuirse de manera igualitaria su tiempo de lucimiento en pantalla. Esto supone que la película intenta introducir chistes en prácticamente todas sus escenas, a sabiendas de que algunos puedan tener más éxito que otros. El problema es que, como suele suceder en las películas de Adam Sandler y pese a la oportunidad que suponía la cinta, los gags resultan muy simplones, poco inspirados y reiterativos, por lo que algo que puede tener cierta gracia al principio de la película va perdiendo efectividad a base de desgastarlo a lo largo de toda la cinta. Las posibilidades de desarrollo humorístico que tienen los diferentes personajes están completamente desaprovechadas y no van más allá del esbozo inicial, al igual que sucede con algunas situaciones, donde la reiteración del chiste no supone una evolución, sino simplemente repetir por repetir.

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Al final, “Niños Grandes” queda en una comedia amable, con personajes que pueden generar cierta ternura nostálgica en el espectador, pero arquetípicos, con un mensaje de lo más convencional (la vida moderna apesta porque se ha olvidado de los valores familiares), y un conjunto de gags que no por acumulación provocan más carcajadas en el espectador.

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