domingo, 6 de junio de 2010

“ROBIN HOOD” Y “PRÍNCIPE DE PERSIA”. MALOS TIEMPOS PARA LA ÉPICA.


1. Introducción
Con apenas una semana de margen entre ellas llegaban a las carteleras “Robin Hood”, nuevo acercamiento a la leyenda del noble que robaba a los ricos para dárselo a los pobres a cargo del tándem Ridley Scott-Russell Crowe, y “Príncipe de Persia. Las Arenas del Tiempo”, reconversión de uno de los más populares videojuegos de todos los tiempos en película de aventuras dirigida al público adolescente y producida por el mago de las superproducciones de Hollywood Jerry Bruckheimer (“Superdetective en Hollywood”, “Top Gun”, “Dos Policías Rebeldes”, “La Búsqueda” o “Piratas del Caribe”). En ambos casos se apela a cierto sentido de nostalgia en el espectador, no sólo al recuperar personajes de sabor añejo (más en el caso de “Robin Hood” que en “Príncipe de Persia”, obviamente), sino también por querer recuperar y redefinir el concepto aventurero y épico del cine.
2. Robin Hood
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El proceso de producción (más concretamente la preproducción) de esta nueva versión de Robin de los Bosques ha sido largo, conflictivo y muy peculiar. Inicialmente, la idea de Ridley Scott era centrar la atención no en el héroe tradicional, sino en el villano, el Sheriff de Nottingham. Iba a ser una reescritura vista desde la perspectiva de este personaje, convirtiendo a Robin Hood en asaltador de caminos y al Sheriff en el verdadero héroe que debe acabar con el reinado del terror del criminal. Incluso se llegó a proponer la posibilidad de que Russell Crowe se encargara de interpretar ambos personajes. En un par de ocasiones el rodaje estuvo a punto de recibir luz verde, pero ni Scott ni Crowe terminaban de quedar contentos con el guión. Por otro lado, comentarios acerca de la edad y el sobrepeso del actor ponían en entredicho su capacidad para ponerse las mallas verdes y dar saltos por el bosque de Sherwood. Se daba el caso también de que Crowe había subido bastante de peso para su anterior película con Ridley Scott, “Red de Mentiras”, y le estaba costando terminar de perder el peso necesario para interpretar al personaje. La salida de la producción de la Lady Marian inicial, Sienna Miller, enfatizó aún más los comentarios jocosos. Oficialmente, los cambios en el guión y las fechas del rodaje habían provocado la baja de la actriz, sin embargo, hubo quien lo interpretó como una manera de evitar que la juventud y la menudencia física de Miller pusieran aún más en evidencia al protagonista. Finalmente, Scott decidió poner orden en una producción que se le iba de las manos y regresó al esquema tradicional, con Robin Hood nuevamente como el héroe de la función.
Pese a este supuesto regreso a los orígenes, lo cierto es que Scott ha estado muy lejos de hacer una versión canónica de la leyenda. Es más, si realmente queremos ir a ver una película sobre este personaje, saldremos decepcionados de la sala, ya que el director de “Gladiator” ha preferido sacarse de la manga una pseudo precuela que, salvo en algunos detalles, se salta a la torera la historia que todos conocemos. En este sentido, el guión de Brian Helgeland parece inspirarse más en otros títulos clásicos del cine.
Untitled Robin Hood Adventure
La huella de “Gladiator” es evidente. No sólo porque comparten actor protagonista o porque, pese a estar ambientadas en épocas diferentes, las últimas cintas de género histórico de Ridley Scott parecen cortadas por el mismo patrón, sino también porque algunos personajes son tremendamente familiares: Robin y Máximo son héroes muy físicos, de inamovible integridad, muy arraigados a la tierra y que se saben ganar el respeto de sus hombres con su valentía en la batalla; El Rey Juan no llega a ser tan repelente y mezquino como Cómodo, pero va en la misma línea; Ricardo Corazón de León tampoco es representado de manera tan idealizada como Marco Aurelio, pero sí es un dirigente carismático, adorado por sus súbditos, y su muerte al principio de la película marca el destino del héroe. Además algunos personajes secundarios menores recuerdan poderosamente a otros de “Gladiator”, como Pequeño John (Kevin Durand), que pasa a ser un remedo de Hagen (Ralph Moeller): grande, bruto y responsable de algunos de los momentos de alivio cómico de la película.


Dado los pocos elementos procedentes de la tradición que se mantienen en este nuevo guión, y en vista de esa trama en la que Robin pasa a convertirse en el liberador del pueblo frente a la opresión de la corona (en ambos casos presenciaron la muerte de su padre por orden del rey), podemos afirmar que Ridley Scott ha querido dirigir su propia “Braveheart”. De ésta toma también la inconsistente alianza de los nobles del norte, el carácter amoral y déspota del monarca, o las conflictivas relaciones con la corona de Francia.
Curiosamente de todas las versiones anteriores de la leyenda de Robin Hood, la que más se acerca a la nueva versión de Ridley Scott es “Robin y Marian”, protagonizada por Sean Connery y Audrey Hepburn y dirigida por Richard Lester en 1976. Ambas coinciden en su estética sucia, desencantada y crepuscular, algo especialmente patente en la puesta en escena del asedio al castillo, donde Scott canibaliza sin rubor la cinta de Lester. A esto se suma también un Russell Crowe que ha interpretado al personaje con la misma edad que tenía Connery en su momento (46 años), frente a los 28 de Errol Flynn, o los 36 de Kevin Costner, por ejemplo.
No parece descabellado tampoco apuntar ecos de la cinta francesa “El Retorno de Martin Guerre” protagonizada por Gerard Depardieu y Nathalie Baye en 1981 (o en su defecto, su versión americana de 1993, “Sommersby”, con Richard Gere y Jodie Foster). En ellas tenemos también esa trama acerca de un farsante que se hace pasar por el señor de las tierras después de una larga ausencia de éste. Al igual que Martin Guerre, Robin es aceptado en una comunidad que está imperiosamente necesitada de liderazgo, ayudando a que ésta resucite y florezca.

Finalmente, la batalla final, con la llegada del ejército francés a las costas, se presenta como una clara referencia al desembarco de Normandía escenificado por Steven Spielberg en los primeros 22 minutos de “Salvar al Soldado Ryan”, a través del uso de la fotografía, las tomas subacuáticas, o la violencia de esta secuencia. La diferencia es que mientras Spielberg quería producir aprensión en el espectador, Scott intenta insuflar fuerza y aliento épico a este enfrentamiento.
Untitled Robin Hood Adventure
En vista de lo comentado anteriormente, la primera duda que nos asalta con respecto a la película es ¿por qué titularla “Robin Hood”? Ridley Scott y Russell Crowe ya tienen bastante tirón por ellos mismos como para estar dependiendo del gancho comercial de una leyenda medieval llevada al cine en infinidad de ocasiones. Por otro lado, los intereses de Scott iban por otro lado. Él quería una cinta épica de grandes batallas, algo que no caza mucho con la guerra de guerrillas ideada por Robin de los Bosques, cuya referencia en la cinta es meramente testimonial.
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Muchos de los giros del argumento alejan al personaje de su propia leyenda, empezando por el nombre, ya que ni se llama Robin de Locksley ni es un noble renegado. Es un arquero del ejército del rey Ricardo de pasado incierto que acaba suplantando la personalidad del verdadero Lord Locksley de manera fortuita y sin especial convencimiento. Lady Marian si pertenece a la nobleza, pero ha perdido su status con la ruina de la familia, labrando la tierra para poder subsistir. El Sheriff de Nottingham, quien en una etapa inicial del proyecto iba a ser el protagonista, aquí se queda en un pelele sin autoridad, prendado de Marian, sin peso ni presencia en la historia.
Por su parte, el Rey Juan sin Terra no es más que un mocoso caprichoso, envidioso de la estima que el pueblo le profesa a su hermano, sin embargo, Scott no quiere tampoco retratarlo como un villano al 100% (de hecho, durante el último tercio de la cinta pasa a incorporarse al bando de los héroes, regresando a su papel de malvado en el epílogo).
Por lo tanto, con los dos villanos habituales de la leyenda fuera de la ecuación, es necesario inventarse a uno nuevo, el traidor Lord Godfrey, interpretado por Mark Strong, un actor que pese a haber demostrado gran habilidad en el pasado dando vida a personajes moralmente ambiguos o directamente malvados, aquí se las ve y se las desea por dar entidad a un papel del que no se terminan de explicar bien sus motivaciones.
Hagamos un ejercicio de abstracción y eludamos, por lo tanto, la predisposición que supone para el espectador el título de la película. ¿Se sostiene la película por sí sola?, ¿resulta un trabajo entretenido, interesante, merecedor del precio de la entrada que pagamos? En mi opinión, la respuesta es “no”. Aún reconociéndole determinados méritos como el tremendo despliegue de producción para reflejar la época y sobre todo las grandes batallas, la cinta carece de ritmo y fuerza, resultando demasiado larga. Los momentos de humor son necesarios y ayudan al espectador, pero también son escasos. En lo referente a los actores, estos se esfuerzan en mantener sus papeles, pero el material con el que trabajan es poco inspirado y, a medida que avanza la cinta, marcadamente inverosímil (especialmente en el caso de Lady Marian, ya que una cosa es querer darle un espíritu feminista al personaje para acercarlo al público actual y otra muy diferente convertirla en Juana de Arco).
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Entre estos anacronismos, el pastiche argumental y su deliberada ruptura con la tradición (en mi opinión toda una tomadura de pelo, por no decir un engaño fragrante), la película apenas consigue levantar cabeza, dando más la impresión de tratarse de una cinta caprichosa, donde sus creadores se han dedicado a hacer lo que han querido sin plantearse que toda revisitación requiere mantener un mínimo porcentaje de tradición si quieres que el público la acepte (y en este caso “Robin Hood” no cubre ese cupo).
3. Príncipe de Persia. Las Arenas del Tiempo
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Y de la húmeda campiña inglesa saltamos al seco clima de Persia. “Príncipe de Persia. Las Arenas del Tiempo” toma como punto de partida uno de los videojuegos de plataformas más legendarios y adictivos, creado en 1987, y del que, desde entonces, se han creado múltiples secuelas y remakes tanto para ordenadores personales como para consolas. El uso del sistema de rotoscopio para que los movimientos del héroe fueran fluidos y realistas crearon escuela, y desde entonces sus intrincados laberintos forman parte de imaginario visual de todo “gamer” que se precie.
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En 2007, tras la finalización de la trilogía de “Piratas del Caribe”, el veterano productor Jerry Bruckheimer emprendió la búsqueda de una nueva franquicia con la que mantener las excelentes cifras de las películas protagonizadas por Johnnie Depp. Para ello puso su ojo en el mundo de los videojuegos, cada vez más exitoso que las aparatosas producciones cinematográficas, y rescató a este título referencial. Su idea era plantar la semilla para futuras secuelas que permitieran explotar a nuestro héroes, el Príncipe Dastan, en cuantas aventuras hicieran falta.
PRINCE OF PERSIA: THE SANDS OF TIME
Tras la cámara se situó al británico Mike Newell, responsable de “Harry Potter y el Cáliz de Fuego”, pero más conocido por la comedia romántica “Cuatro Bodas y un Funeral”. Newell debía enfrentarse a una producción que demandaba dos estilos antitéticos. Por un lado una estética de viejo serial, repleto de aventuras y paisajes exóticos, y por otro, una puesta en escena moderna cercana al público juvenil que iba principalmente a llenar las salas de cine. Como suele ser habitual en Hollywood, el trabajo se dividió en diferentes unidades de producción. La unidad principal era responsabilidad de Newell y evidentemente se centraba en el desarrollo de la historia y el trabajo con los actores protagonistas. Las escenas de acción derivaron a la segunda unidad, aquí responsabilidad de Alexander Witt, un director de fotografía, que había debutado como director de cine en 2004 con “Resident Evil. Apocalipsis”. El trabajo de Newell, sin ser especialmente destacado, si es funcional y elegante, sin embargo, las escenas de acción de Witt se caracterizan por ser confusas y caóticas (dos hándicaps que afectaron también de manera nefasta a “Resident Evil. Apocalipsis”).
PRINCE OF PERSIA: THE SANDS OF TIME
Para protagonizar esta película, y siguiendo el buen resultado obtenido en “Piratas del Caribe”, Bruckheimer optó por escoger para los papeles principales a actores atípicos en este tipo de producción. Jake Gyllenhaal se había caracterizado hasta ese momento por participar principalmente en producciones independientes, ganándose cierta reputación de actor concienciado. Para interpretar al Príncipe Dastan se metió en el gimnasio, trabajó los músculos y se entrenó en diferentes disciplinas alternativas, como el Parkour (de gran popularidad en el mundo del cine últimamente gracias a su dinamismo y la fluidez de sus acrobacias). Este trabajo le permitió desarrollar él mismo la mayor parte de las escenas de riesgo, algo que queda lastrado por la puesta en escena de Witt y un montaje que escamotean el lucimiento del actor. Donde menos da la talla Gyllenhaal es en las partes de diálogo, donde no exhibe carisma alguna, limitándose a explotar su mirada lastimosa de cordero degollado.
PRINCE OF PERSIA: THE SANDS OF TIME
Gemma Arterton consigue encadenar con esta película su segundo papel de importancia en una superproducción, tras su paso por “Furia de Titanes”, y al igual que aquella, el resultado es de una insipidez desastrosa. Entre el patetismo de uno y la sosería de la otra, la conjunción de ambos actores en los momentos románticos tampoco ayudan a levantar la película.
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Ben Kingsley parece tomarse este papel como un mero trabajo alimenticio, aunque afortunadamente no repite el ridículo de interpretaciones como las de “Thunderbirds” o “La Última Legión”, dando el pego como villano de manera efectiva pero sin demasiado esmero. El único actor que destaca es el siempre excelente secundario Alfred Molina, quien con poco sabe ganarse al espectador y obtener algunos de los instantes más divertidos de la película.
PRINCE OF PERSIA: THE SANDS OF TIME
Una vez más el peso de la cinta acaba cayendo más en el apartado de efectos especiales que en la trama o los actores. Las características de la película, con sus multitudinarias escenas de batalla, sus guerreros de habilidades especiales y sus viajes en el tiempo, han requerido un gran esfuerzo al equipo de efectos digitales. Este trabajo alcanza su mayor cota con el bautizado “Dagger Time”, una variante evolucionada del “Bullet Time” de “Matrix”, donde se genera una versión en 3D de una escena, para que la cámara virtual pueda girar alrededor de ella, simulando que el tiempo se ha congelado y que las acciones de los personajes se van rebobinando ante los ojos atónitos del protagonista. Otro momento especialmente destacado en lo referente a efectos es la avalancha de arena del final y la forma en la que el héroe se integra dentro de ella.
PRINCE OF PERSIA: THE SANDS OF TIME
Pese a sus hándicaps, “Príncipe de Persia” logra entretener al espectador que busca producciones de consumo rápido, donde el principal objetivo de los productores es lograr que la cinta tenga un gran rendimiento en taquilla durante dos o tres semanas y que, tres meses más tarde, pueda ser explotada en diferentes formatos domésticos. Si se cumple este objetivo y la cinta recauda lo que se espera de ella, muy posiblemente tengamos nuevas secuelas en años venideros. Si no, Jerry Bruckheimer ya tiene en marcha otros productos de rentabilidad asegurada, como “Piratas del Caribe 4”, “La Búsqueda 3”, o una nueva entrega de “Dos Policías Rebeldes”.
4. ¿Sin épica no hay Paraíso?
Pese a tratarse de dos producciones muy diferentes entre sí, la poca trascendencia de estos dos trabajos más allá de lo que paga la promoción, nos lleva a plantearnos sobre el penoso estado de la épica cinematográfica en estos momentos. ¿Tan agotada está la fórmula que ya no hay por donde continuar? ¿Ya no queda inventiva en los cineastas actuales? No nos equivoquemos, la épica no necesita escenarios mastodónticos, ni efectos especiales de ultimísima generación, ni miles de barcos arribando a la costa en busca de batalla, ni ejércitos de incontables soldados. Lo que sí requiere es una voz narrativa poderosa, alguien que sepa coger una historia y situarla por encima de las expectativas de un ser humano corriente, y ni Ridley Scott, ni Mike Newell han sido capaces de ello.

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