miércoles, 1 de abril de 2020

“SONRISAS Y LÁGRIMAS”. COLINAS ETERNAS



Hay dos personajes que nos vienen a la mente cuando recordamos la carrera de Julie Andrews en el cine, uno es Mary Poppins, el otro es Maria, la joven novicia reconvertida en institutriz de los siete hijos del Barón Von Trapp. Con esto no queremos decir que no haya otros roles importantes en su larga trayectoria (ahí está “Victor o Victoria” para atestiguarlo), pero está claro que debutar en la gran pantalla con estos dos iconos es difícil de superar. Hoy 1 de abril se cumplen 55 años del estreno en Estados Unidos de “Sonrisas y Lágrimas” y no se nos ocurre mejor ocasión para dejarnos llevar por las fabulosas canciones de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II que este periodo de confinamiento por el COVID19.
El origen de la historia lo tenemos en la experiencia real de la familia Von Trapp. Maria efectivamente fue la institutriz de los hijos del Barón, viudo desde hacía unos años. Georg Ludwig von Trapp era un importante militar retirado, contrario a la anexión de Austria a la Alemania del Nacional Socialismo hitleriano tras el Anschluss. Debido a esto, lograron huir del país, exiliándose en Italia y posteriormente en Estados Unidos. La historia de amor entre Maria y Georg, la trayectoria artística de toda la familia más tarde conocida como The Trapp Family Singers y su éxodo justo antes de que Hitler cerrara las fronteras de Austria se popularizaron con las memorias de la Baronesa publicadas en 1949. En 1959, esta historia fue adaptada por primera vez al cine en “La Familia Trapp”, una producción alemana dirigida por Wolfgang Liebeneiner (y que llegó a tener una secuela), al mismo tiempo que los populares Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II estrenaban en los escenarios el musical “The Sound of Music”.
Estos dos compositores habían iniciado su colaboración en 1943, encadenando un éxito tras otro. Su primer musical conjunto fue “Oklahoma” de 1943, por el que recibieron un premio Pulitzer especial. Después llegaron, entre otros, “Carousel” (1945), “Allegro” (1947), “South Pacific” (1949) y “El Rey y Yo” (1951). “The Sound of Music” fue su última colaboración debido a que Hammerstein falleció por cáncer de estómago nueve meses después de su estreno en Broadway. La primera representación estuvo protagonizada por Mary Martin como Maria y Theodore Bikel como el Capitán Georg von Trapp. En esta versión ya se encontraban las principales canciones que luego darían el salto al cine. La obra fue tan popular que llegó a contabilizar 1443 funciones, alzándose también con seis premios Tony en 1960.
Entre la popularidad de la familia Trapp en Estados Unidos y el éxito del musical, era cuestión de tiempo que éste llegara al cine. En un principio, los principales estudios en pujar por los derechos fueron Universal y 20th Century Fox, resultando ganadora ésta última. William Wyler y Billy Wilder fueron los primeros directores a los que se les ofreció la película, rechazándola ambos en última instancia, aunque Wyler estuvo un tiempo adherido al proyecto. La Fox pasó entonces a tantear a Robert Wise, quien tenía aún reciente el éxito de “West Side Story” y para el que la posibilidad de volver a trabajar con Saul Chaplin, Ernest Lehman y Boris Leven resultó irresistible. Por su parte, Richard Rodgers compuso dos temas nuevos expresamente para la película, "Something Good" y "I Have Confidence”, reemplazando el primero al tema de amor original "An Ordinary Couple".
Robert Wise es una figura legendaria del cine. Su carrera comenzó como montador en “Ciudadano Kane” y “El Cuarto Mandamiento”, debutando como director en 1944 con “La Venganza de la Mujer Pantera” (secuela de la película del clásico de Jacques Tourneur, “La Mujer Pantera”). En sus 56 años de carrera como director demostró ser un cineasta todo terreno, capaz de afrontar con éxito todo tipo de proyectos, ya fuera un western, una cinta de terror, de ciencia ficción, un musical o un alegato contra la pena de muerte. Entre sus títulos más importantes se encuentran “Nadie Puede Vencerme” (1949), “Ultimátum a la Tierra” (1951), “Marcado por el Odio” (1956), “¡Quiero Vivir!” (1958), “La Casa Encantada” (1963), “El Yang Tse en Llamas” (1966), “La Amenaza de Andrómeda” (1971) o “Star Trek: La Película” (1979), además, de por supuesto, “West Side Story” y “Sonrisas y Lágrimas”. Wise se caracterizó por ser un director elegante, capaz de aportar profundidad e intimidad a historias de corte épico y grandilocuente, además de por ser un excelente director de actores.
El primer reto de la película fue encontrar a la Maria adecuada. Hacía falta una actriz que dominara la parte interpretativa, pero también con la suficiente solvencia musical como para afrontar los exigentes números musicales. Julie Andrews contaba con una excelente reputación en los escenarios. Sus interpretaciones en “Camelot” o “My Fair Lady” la habían lanzado al estrellato; sin embargo era aún una desconocida en el cine. Esa había sido precisamente la razón por la que fue sustituida por Audrey Hepburn en la adaptación cinematográfica de “My Fair Lady”. En aquel momento, Andrews acababa de rodar “Mary Poppins”, pero el impacto que iba a tener esa película aún estaba por descubrir. La propia artista tenía reticencias con respecto al papel de Maria, porque no quería quedar encasillada en el rol de institutriz. Afortunadamente, las dudas por ambas partes quedaron disipadas y la actriz fue la escogida para el papel.
El papel del Capitán fue para Christopher Plummer, quien daba la planta de galán, aparte de ser un actor con una trayectoria más asentada en teatro, cine y televisión. De temperamento cínico, el edulcoramiento de la historia no era de su gusto; aún así, se preparó a fondo para los números musicales. La relación entre los dos actores no fue la más cordial, especialmente por parte de Plummer que encontraba irritante la sensiblería con la que Andrews abordaba su papel. A esto se sumó el hecho de que, pese a sus esfuerzos, finalmente su voz fue doblada en postproducción, como su interpretación con la guitarra en “Edelweiss”. “Sonrisas y Lágrimas” tuvo un efecto positivo en su carrera, lanzándole a la fama, pero esa fama y que, pese a lo extenso de su carrera, aún hoy en día se le siga reconociendo principalmente por esta película son aspectos que siempre han enfurecido al actor. Al menos, tras el fin del rodaje, logró romper sus reticencias hacia Julie Andrews y acabaron siendo grandes amigos.   
Es cierto, tal y como criticaba Christopher Plummer, que “Sonrisas y Lágrimas”, sobre todo desde una perspectiva actual, es una película edulcorada, hasta cursi, repleta de números e interpretaciones cargadas de ingenuidad e idealismo. La interpretación de los niños puede resultar repelente y Julie Andrews desprende demasiado candor. Sin embargo, Robert Wise era perro viejo y sabía lo que hacía. Toda esa luminosidad (obra de la maravillosa fotografía de Ted D. McCord) no es gratuita sino que actúa de contraste con la paulatina entrada en la acción de la sombra del nazismo y la necesidad de la familia de abandonar su casa y su país natal. La historia habla de una época perdida, en la que todavía se podía ser inocente y honorable, algo que moriría con la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, ese número fundamental de “Edelweiss” no es otra cosa que un canto a ese tiempo perdido y que, al igual que su casa, los protagonistas ya no podrán recuperar.
La puesta en escena de Wise es esplendorosa y potente, empezando por ese primer número musical con el que arranca y en el que vemos al personaje de María cantándole a las montañas. Cada canción está rodada de manera única y especial, dándole un gran protagonismo a la parte musical, pero, como también sucedía en “West Side Story”, sin restarle valor a la parte dramática. Pese a su distanciamiento tras la cámara, delante de ella, Andrews y Plummer desprenden química y construyen gran parte de la película gracias a su interpretación.
Candidata a diez Oscars, ganadora de cinco, incluyendo mejor película y mejor director, 55 años después de su estreno la película y las canciones siguen manteniendo su poder de fascinación y de entusiasmo, trasladándonos a ese lugar idílico, impermeable al cinismo y la crueldad del mundo. ¿No es eso lo mejor que una película nos puede ofrecer hoy?

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