lunes, 20 de abril de 2020

“FREUD”. VIENA MALSANA



Atención amantes del psicoanálisis y de las series de corte histórico, pese a su título, “Freud” no es un biopic del médico neurólogo austriaco, y si bien cabe darle una lectura a la serie de acuerdo a sus teorías (de hecho, cada capítulo lleva por título algún concepto definido por el famoso intelectual), lo cierto es que la producción deambula por territorios muy distintos y más cercanos al fantástico y a la cultura de lo grotesco. Quedan avisados porque éste quizás pueda ser el mayor obstáculo a la hora de sumergirse en la trama.
Distribuida a través de la plataforma de Netflix, esta producción austríaco alemana cuenta con un importante respaldo de producción, que no sólo se emplea en una cuidada recreación de la época, sino en toda la puesta en escena emprendida por Marvin Kren y que construye una atmósfera asfixiante y desagradable en esa Viena de 1886. El Sigmund Freud que aquí se presenta es un joven aspirante a médico de 30 años, procedente de una familia judía ortodoxa y exigente, y al que aún le queda una década para revolucionar la medicina con la publicación de sus libros “Estudios sobre la Histeria” (1895) y, sobre  todo, “La interpretación de los sueños” (1899), pero que ya está experimentando con la hipnosis y empezando a desarrollar sus teorías sobre el subconsciente. Este joven Sigmund Freud se verá de manera accidental inmerso en la investigación de una serie de crímenes truculentos y aparentemente inconexos y que le lleva a establecer una peculiar relación con un policía y antiguo militar llamado Alfred Kiss y la joven médium húngara Fleur Salomé. Verdaderamente, el uso de Sigmund Freud como personaje principal no es más que un reclamo y una forma de encuadrar la historia en un contexto determinado identificable por el espectador; sin embargo, la historia funcionaría igual de bien con un personaje completamente ficticio. Encontramos también una trama histórica, vinculada a los enfrentamientos entre Austria y Hungría, además de beber de cierta mitología húngara que aporta el componente fantástico a la serie.
La serie se ajusta al formato de otros títulos precedentes, como la adaptación de “El Alienista” (también en Netflix) o “Penny Dreadful”, en cuanto a la recreación gótica de la ciudad, su gusto por los ambientes sórdidos, el componente malsano de los crímenes, e incluso el carácter grotesco de muchos personajes. Este elemento se va incrementando a medida que avanza la serie, adentrándose en terrenos desproporcionados y exagerados. La curva de locura de la trama se descarrila a partir del cuarto episodio y mantiene la sensibilidad del espectador a prueba hasta el último episodio, donde retoma en cierta medida el tono de los primeros episodios para cerrar la historia. Pese a que es la zona más delicada de la producción, la que traspasa los límites de aceptación del espectador con situaciones absurdas e interpretaciones histriónicas, está claro que es a ese punto a donde pretendía dirigirse y que, más que el tono más contenido de los primeros episodios, lo que atraía a Kren de la historia era ese cruce lynchiano y kubrickiano que suponen los episodios 5, 6 y 7.
A nivel interpretativo, la serie cuenta con actores que equilibran bien esa dualidad entre contención e histrionismo que define a la serie, como el trío protagonista, formado por Robert Finster, Georg Friedrich y, la verdadera estrella de la función, Ella Rumpf. A esta lista podemos sumar otros intérpretes como una espléndida Anja Kling como Sophia von Szápáry, Christoph F. Krutzler como Poschacher (el noble Sancho Panza de Kiss) o Stefan Konarske como el repulsivo Príncipe Rudolf. Desgraciadamente, en una propuesta tan excesiva como éste, también hay otros actores que fallan a la hora de tocar el tono adecuado. Philipp Hochmair como Viktor von Szápáry se pasa claramente de frenada, mientras que Brigitte Kren (el ama de llaves de Freud, Lenore) tiene que encarnar a un personaje mal desarrollado, sin demasiado contexto y que protagoniza algunas de las situaciones más absurdas y prescindibles de la serie.
“Freud” es una serie desproporcionada e irregular que juega con la percepción previa del espectador al presentar a un personaje histórico en un contexto puramente ficticio y que se sale de los patrones en los que le tenemos englobado. Los altibajos de tono resultan desconcertantes y sus momentos más estridentes e histriónicos pueden coger desprevenido al espectador casual. A pesar de todo esto, o precisamente por ello, la serie evita caer en el conformismo y la reiteración, resultando una propuesta inesperada, sorprendente e inclasificable. 

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