SORPRESAS
Sin ser de lo mejor del año, sí hay películas que nos han dejado buen sabor de boca y que nos han reconciliado con el cine en épocas de carencia. “Orígenes” de Mike Cahill nos ha parecido una propuesta diferente e interesante, visualmente intrigante y con un valor reflexivo poco habitual en el cine. Por otro lado, si bien la anterior entrega nos pareció una comedia divertida, “Infiltrados en la Universidad” nos sorprendió por su habilidad para jugar con las referencias metafictivas y reírse de su propia naturaleza de continuación. Con “El Niño”, Daniel Monzón se ha apuntado otro tanto en taquilla tras “Celda 211”. Aquí se atreve con un western moderno, ambientado en ese punto de confluencia de España, Inglaterra y Marruecos que es Algeciras, ofreciendo una cinta dinámica, entretenida y con un buen plantel de actores. Arriesgada era también “Locke”, una cinta narrada en tiempo real, con el interior de un coche como único espacio y sólo con un actor en pantalla. Sin acción y apoyándose totalmente en los diálogos, la planificación y el montaje para mantener la atención del espectador. Sin embargo, para nosotros, el título sorpresa de este año, ha sido la estupenda “La Isla Mínima”, regreso al género del thriller de Alberto Rodríguez, con una historia dura e intensa, rodada sin paliativos y desvelando el lado más oscuro de la España profunda de la transición, con unos espléndidos Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez.
LO MEJOR
Pasamos ahora a enumerar nuestro ranking de las 10 películas que más nos gustaron en este 2014:
10. X-MEN: DÍAS DEL FUTURO PASADO: Tras el éxito de “X Men: Primera Generación”, el director Bryan Singer regresaba a la franquicia de los mutantes con intención de hacer limpia y depurar errores anteriores. Aquejada de tijera en su montaje final que limitaba la presencia de algunos personajes a algo meramente anecdótico y quizás cargada de un casting muy extenso, la película nos ofrecía un entretenimiento inteligente y desafiante, jugando con la nostalgia del espectador al recuperar a los actores iniciales de la franquicia, pero no dejando que estos, ni siquiera Hugh Jackman en su papel de Lobezno, restaran el verdadero protagonismo al nuevo reparto encabezado por Michael Fassbender, James McAvoy y Jennifer Lawrence.
9. EL GRAN HOTEL BUDAPEST: Wes Anderson es un director exquisito, al que le gusta jugar con sus películas como si fueran miniaturas kitsch. Aquí narra una historia embebida por el naif espíritu europeísta de entre guerras, repleta de humor absurdo y surrealista, extraordinariamente protagonizada por Ralph Fiennes y Tony Revolori (acompañados por un amplio cast de estrellas en ocasiones de lo más extravagante y rupturista). La precisión de la puesta en escena, la elegante y deslumbrante dirección artística y la relevancia de la música a la hora de dar con el tono y el ritmo de la historia convierten a este título en una joya del cine reciente.
8. LA LEGO PELÍCULA: La dupla formada por Phil Lord y Christopher Miller han traído una frescura inesperada al cine, especialmente en el terreno de la animación. Si bien Lego se las había arreglado para sacar partido de sus productos a nivel audiovisual en el terreno de los videojuegos o películas pensadas para el formato doméstico, nadie esperaba que su salto a la gran pantalla fuera un estallido tal de colorido, originalidad, diversión y guiños al espectador; incluso cuando nadie esperaba que el argumento fuera a tener mucho peso más allá de enlazar mundos y personajes del universo Lego, los autores se sacan de la manga una lectura metafictiva que da plena coherencia a ese mundo de figuras rectangulares.
7. GUARDIANES DE LA GALAXIA: Sin duda, una de las películas del año. Marvel se aleja de su línea habitual y se arriesga con un grupo de personajes poco conocidos por el público general, dejando el show en manos de James Gunn, un director atípico que si bien mantiene el componente espectacular de efectos y acción deriva la película fuera de su terreno de confort con un tipo de humor postmoderno. Lo que podía haber sido un error de dimensiones galácticas, acabó convirtiendo a esta película en una de las grandes favoritas del público que se dejó convencer por unos personajes del extrarradio del mainstream y aplaudió ese tono nostálgico con el cine de la década de los años 80.
6. BOYHOOD (MOMENTOS DE UNA VIDA): El último trabajo de Richard Linklater ahonda aún más en la línea autoral de este director y su compromiso con la descripción naturalista de sus personajes, en esta ocasión llevándolo al extremo al tratarse de un proyecto rodado a lo largo de 13 años con los que retratar la evolución física y psicológica de sus protagonistas. El autor de “Antes del Anochecer” vuelve a apostar por una narrativa discreta, cercana a los personajes y dando total libertad a los actores para poder improvisar y construir sus personajes, a destacar el estupendo trabajo de Patricia Arquette y el acierto de casting de Ellar Coltrane. El resultado es una lección vital y un registro de los cambios sociales durante la primera década del siglo XXI en Estados Unidos.
5. INTERSTELLAR: Con nueve películas a sus espaldas, Christopher Nolan ha conseguido que cada nuevo estreno suyo sea un acontecimiento. Su salto a la ciencia ficción pura era uno de los títulos más esperados del año y si bien el resultado ha generado debate y opiniones contrastadas, nosotros no ponemos en duda de que se trata de una de las películas decisivas de este 2014, tanto por su potente puesta en escena, como por su capacidad para acercarse a conceptos científicos complejos desde una perspectiva emocional. Lástima que, una vez más, la versión comercial estrenada en cines acuse importantes cortes en su montaje, dejando varios personajes vacíos en la trama. ¿Podremos contar con un montaje extendido en las ediciones domésticas que cubran los agujeros, no de gusano, pero sí de guion?
4. PERDIDA: David Fincher nos engañó a todos (o al menos a aquellos que no habíamos leído la novela original de Gillian Flynn) con este supuesto thriller que se desvela como una comedia negra ácida e irreverente contra la institución del matrimonio. Con una sabia construcción argumental que divide la trama en dos bloques, no independientes, pero sí tonalmente contrapuestos, Fincher se esmera en una puesta en escena impecable y rotunda, artificiosa por la propia naturaleza de la historia, pero también por un esteticismo naturalista (apoyado en una extraordinaria dirección de fotografía de Jeff Cronenweth) que le vuelve a colocar entre lo más granado de la nueva narrativa hollywodiense. Además, consigue que los habituales hándicaps interpretativos de Ben Affleck se conviertan no en un obstáculo sino en un activo en favor del personaje principal, aunque la verdadera reina de la función en una Rosemund Pike, a la que sólo podemos alabar sin entrar en detalles para evitar spoilers inoportunos.
3. CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN 2: En sus escasos 17 años de vida, Dreamworks Animation se ha convertido en uno de los estudios de animación de mayor proyección y éxito en el panorama estadounidense, algo que podría haber llegado incluso a más de no ser por su empeño en asegurarse primero el apartado económico en detrimento en ocasiones de los artístico. Sin embargo, su tendencia a dejarse llevar por la explotación gratuita de sus franquicias, incluso a riesgo de saturar al espectador y corromper las bondades iniciales de algunos de sus productos (el mejor ejemplo sigue siendo cómo esquilmaron la saga Shrek), no quita que reconozcamos cuando se preocupan en tratar con mimo algunos de sus títulos más queridos. La primera entrega de “Cómo Entrenar a tu Dragón” demostró que el estudio podía ofrecer una producción comercial al mismo tiempo que aumentaba sus estándares de la calidad (otro ejemplo reciente fue “El Origen de los Guardianes”). La segunda entrega de esta adaptación de la obra de Cressida Cowell, lejos de caer en la mera explotación de los méritos de la anterior, sabe construir a partir de lo conseguido y ofrecer una secuela superior a la original, visualmente deslumbrante y con un diseño de producción colorido e imaginativo, pero que también sabe hacer crecer a sus personajes llevándoles un paso más en su evolución personal. Un auténtico gozo para el espectador.
2. EL VIENTO SE LEVANTA: Es imposible no llorar al ver subir los créditos finales de “El Viento se Levanta”. No sólo porque se trata de una historia profundamente emocional, sino también por la dolorosa idea de que esta explosión de creatividad y virtuosismo visual es la despedida de uno de los mayores cineastas de la historia del cine (así, sin paliativos), Hayao Miyazaki. Es verdad que su canto del cisne no es su gran obra maestra (ahí nosotros nos decantaríamos por “El Viaje de Chihiro” o “Ponyo en el Acantilado”, dos obras opuestas en cuanto a técnica, pero que muestran el súmmum narrativo de su autor), pero tampoco lo necesita. Este acercamiento a la biografía de Jiro Horikoshi no sólo es una obra tremendamente personal con la que Miyazaki vuelca todo su amor por la aeronáutica y cinética del vuelo, también es un retrato contundente y emotivo de la sociedad japonesa de la segunda mitad del siglo XX, todo esto narrado con una depuración y exquisitez técnica con la que el veterano cineasta vuelve a demostrar que no hace falta recurrir a las técnicas infográficas para seguir haciendo crecer el universo de la animación.
1. EL LOBO DE WALL STREET: Martin Scorsese en su salsa. Apoyado en un juguetón guion escrito por Terence Winter, el cineasta de Brooklyn regresa a sus fueros más personales con esta historia que traslada las estructuras y la moral de sus películas de mafiosos al terreno de la bolsa en la década de los 90 (algo así como “Wall Street meets Goodfellas”). Seducido por el dinero y el poder, Jordan Belfort es el nuevo Henry Hill, quien no duda en vender su alma al Dios del siglo XX y adorarlo con auténticas orgía del exceso. Posiblemente una de las obras menos sutiles de Scorsese (que ya es decir), adorna la vulgaridad y la exuberancia del modo de vida de Belfort con un despliegue visual barroco y recargado totalmente coherente con el tono de la historia. La primera comedia pura de este cineasta desde los tiempos de “Jo, Qué noche” (1985) nos demuestra que sigue siendo un autor en plena forma y uno de los grandes del cine estadounidense moderno.
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