Ver de una sentada el catálogo Canarias en Corto 2011-2012, presentado el pasado jueves 7 de junio en Aguere Espacio Cultural, no es una tarea fácil, ni cómoda. No por falta de talento o calidad en los trabajos que lo integran, sino por la dureza y dramatismo de las historias que cuentan. Se trata de una selección de obras que, evidentemente, no nacieron con la intención de convivir en un mismo soporte y que abarcan tendencias cinematográficas distintas e incluso divergentes, pero que, pese a ello, conforman un conjunto temático homogéneo.
La proyección se abrió con “Cosas que Olvidamos”, de Iván López, un director que con sus últimos trabajos ha logrado establecer una identidad muy marcada en el tipo de historias que narra, su tono (reflexivo, nostálgico, agridulce) y, sobre todo, el tratamiento intimista y poético, pero también crudo y cercano, que da a sus personajes. El propio cineasta presentó su corto como una historia sobre las segundas oportunidades y el paso del tiempo. A través de la experiencia de un matrimonio en crisis y el rencuentro de un antiguo amor, nos presenta a un conjunto de personajes solitarios y abatidos por la realidad, quienes buscan un medio de fuga a través del recuerdo de idealizados tiempos pasados. La cinta comienza con un baile de ambientación años 50, una reunión de antiguos alumnos. La impostura de los atuendos de los asistentes camufla otro tipo de disfraces de corte sentimental, donde los protagonistas falsean una imagen exterior que no evidencie la decadencia emocional de sus vidas. El propio Iván López contagia también a su puesta en escena de esta actitud, abandonando su narrativa habitual por un discurso clasicista, de planos preciosistas y equilibrados, y un ritmo pausado, pero constante, de acuerdo a los cánones del melodrama (no por casualidad, un género que alcanzó sus mayores cuotas de esplendor en el cine hollywoodiense durante la década de los 50). “Cosas que Olvidamos” es un trabajo hecho con mimo y cariño en todos sus apartados, pero donde el peso principal recae en los actores, con un Santi López que expresa mucho más con la mirada y los gestos que con las palabras, pero, sobre todo, un duelo entre Naira Gómez e Iriome del Toro que sustenta el conflicto principal de la trama. En nuestra opinión se trata de un excelente trabajo de contención por parte de Iván López, un cortometraje exquisito, aunque, particularmente, se nos quede un punto por debajo del extraordinario resultado de “Odio los Lunes”.
A continuación se presentó “La Caja de Medea” de Samuel Alarcón y José Cabrera, en nuestra opinión, uno de los trabajos más difíciles y arriesgados de los que conforman este catálogo. Tomando como punto de partida el mito de Medea, personaje mitológico que sacrificó a sus hijos en un acto de venganza, nos plantea una historia que se desarrolla en diferentes planos temporales, pero que los cineastas combinan en un único espacio a través de la mente torturada de la protagonista. Con una belleza plástica extraordinaria, el cortometraje localiza la acción no en un espacio físico concreto, sino en la psicología estriada por el sentimiento de culpa y el dolor de Nadia, cuyo secreto está protegido por una pequeña caja de madera. En este sentido se establece una conexión fundamental entre ese mundo interior de la protagonista y las localizaciones de Fuerteventura donde se rodó el cortometraje, de manera que el espacio se convierte en un elemento decisivo para el buen desarrollo de la narración. A medio camino del vouyerismo hitchcoriano y el postmodernismo de David Lynch, juega a confundir al espectador al mismo tiempo que le va aportando pistas sobre la verdadera naturaleza de la historia. Una puesta en escena fría y cerebral, la espléndida fotografía de Roberto San Eugenio, los juegos de montaje de Jesús Ramé y, especialmente, la perturbadora interpretación de mirada doliente de Gadea Quintana se convierten en los principales apoyos de este trabajo de naturaleza experimental, que suma un peldaño más en esta inmersión en el lado oscuro del corazón que es el catálogo 2011-2012.
Si “La Caja de Medea” es para nosotros la apuesta más difícil y arriesgada de esta selección, “En un Momento” de Vasni Ramos no se le queda a la zaga. En lo que supone un notable cambio de registro del autor de cortos como “Brainstorm”, “Buenas Noches” o “¿Hay Alien Ahí?”, este nuevo trabajo parte de una excusa argumental sencilla y muy concreta, sustentada en dos únicos personajes y un espacio, pero desarrollada hasta sus últimas consecuencias, con una puesta en escena dura y asfixiante, apoyada en planos largos que dan al conjunto una sensación de tiempo real que dilata la tensión de la acción y sitúa al espectador en el centro del conflicto. Ramos evita disfrazar la situación y convierte al tratamiento temporal de la acción en un eje realista. Aquí juega también un papel determinante la dirección de fotografía de David González, quien consigue unificar a través de la luz todo el espacio con un complejo trabajo de iluminación, facilitando el rodaje de esas extensas tomas. Otro importante pilar es el interpretativo, donde tanto Marc García Cote como Marta Viera buscan en todo momento darle inmediatez a su actuación, viéndose en la responsabilidad añadida de establecer una conexión emocional entre sus personajes en pocos minutos antes de que se desate el conflicto. El perfil de los personajes, al igual que el argumento es sencillo, pero lo justo para dejar patente el objetivo de la historia, lo efímera y volátil que es la vida. Si bien existe una excelente retroalimentación entre los dos actores, aquí nos gustaría resaltar el trabajo de Viera, más complejo y dinamizador de la situación. Con su interpretación la actriz consigue apropiarse de la empatía del espectador y trasmitirle la agonía de su personaje.
“Una Historia de Amor” de Chedey Reyes suaviza levemente el tono con respecto a los dos cortometrajes anteriores, ofreciendo por momentos algo de respiro al espectador, pero aún así sigue siendo una historia sustentada en las carencias afectivas de los protagonistas, sentimientos amorosos mal dirigidos y el distanciamiento emocional que establecen entre sí como barrera defensiva ante el dolor y el desengaño, todo ello ambientado en un espacio desolador y decadente. Rodado en el antiguo mercado de fruta y verdura de Legazpi en Madrid, nos presenta dos estereotipos masculinos (el bruto insensible, Juan Carlos, y el artista apasionado, Pedro) atraídos por una misma mujer (Silvia, radiante y eufórica, pero también inestable, dependiente, sumisa). “Una Historia de Amor” es al mismo tiempo la crónica de una maduración personal, la transición de una visión de la vida y del amor platónica a otra más amarga, pero también más real. Por último, es la historia de un desengaño, la del joven protagonista que idolatra a su hermano y descubre que tras esa fachada de seguridad se esconde el fracaso. El corto cuenta con un buen trabajo interpretativo de Enrique Gimeno, Joaquín Mollá y Esther Rivas, destacando la característica voz en off de Luis Callejo. Por su parte Chedey Reyes deja que sean los propios personajes quienes lleven el peso del a narración, aunque se guarda para sí algunos juegos de perspectiva con la cámara y el montaje, sobre todo a la hora de plasmar ese espacio escénico partido que genera el muro del graffiti. Un trabajo encomiable aunque, particularmente, ha sido el que menos nos ha atraído del conjunto.
De “El Círculo” hemos hablado más extensamente en un post anterior, tras su estreno en TEA Tenerife Espacio de las Arte, por lo que nos remitimos a lo entonces comentado (http://www.adivinaquienvienealcine.com/2012/04/el-circulo-veneno-sesion-doble-con.html). En cualquier caso, sí queremos comentar que dentro del contexto del Catálogo, y a este altura de la proyección, este trabajo de Eugenia Arteaga nos ofrecía una historia más inocente y optimista (aunque no por ello carente de dramatismo o carga emocional), de la que además hay que recalcar una vez más la elegancia con la que la directora aborda un trabajo de encargo y, en última instancia, de fines promocionales, presentándonos la labor de Funcasor de manera natural, sin que se fuerce la atención del espectador hacia ella.
El tono dramático y tenso que define al catálogo regresó con el que, a nuestro entender, es el mejor trabajo de la selección, “La Vida en las Manos” de Mercedes Afonso. Con un argumento mínimo, nos presenta una historia desgarradora, de importantes raíces autobiográficas, y en la que, una vez más, vemos perfectamente definida la personalidad artística de la cineasta. La cinta está protagonizada por Naira Gómez e Iriome del Toro, quienes repiten como pareja en crisis junto con “Cosas que Olvidamos”. La primera pasa a convertirse en un alter ego de Afonso en pantalla, una máscara a través de la cual la cineasta ha sido capaz de exorcizar algunos hechos dolorosos de su vida reciente. En este sentido, el personaje masculino pasa a ser un componente pasivo de la historia, donde el núcleo principal no es sólo el fin de una relación sentimental, sino sobre todo la fuerza de la protagonista para superar un momento traumático de su vida y dar un paso adelante esperanzador y emotivo. Como otros trabajos de este catálogo, “La Vida en las Manos” se sustenta principalmente en los diálogos y el trabajo de los actores, quizás incluso en esta ocasión más que en los anteriores, sin embargo, Afonso no descuida por ello la puesta en escena, arriesgándose con una narración intimista y de planos detalle, pero sobre todo un montaje abrupto y cortante, que frente a la belleza de las imágenes y la luminosidad, introduce un componente destabilizador y violento que subraya el desencuentro de los dos personajes protagonistas. A destacar también el tratamiento del espacio y como el escenario íntimo y compartido de la cama del dormitorio pasa a ser abandonado y escindido en un baño y un pasillo, materializando en el plano físico la separación emocional de los personajes.
La proyección del catálogo se cerró con “Velando a los Muertos” de Sebastián Álvarez, un broche final de lo más agradecido y que vino a romper con el tono melancólico y doliente del resto de los trabajos. A partir de un texto de Antonio Tabares, el cortometraje nos presenta una comedia esperpéntica protagonizada por los actores de la compañía Delirium Teatro Soraya Glez. del Rosario, Severiano García Noda, Carlos Pedrós, Abraham Gómez Rosales, Zoraida Sánchez y, en un papel muy especial, Juan Francisco Expósito. Esta propuesta se convirtió en un oasis de distensión gracias a su humor negro, la grotesca interpretación de los actores, cada uno con un personaje singular y predefinido, la elegancia de la puesta en escena de Álvarez, una lujosa fotografía en blanco y negro que ayuda a dar un tono aún más caricaturesco al conjunto y la excelente labor musical de Raúl del Corte (sin paliativos, la mejor banda sonora de todos los trabajos incluidos en esta edición del catálogo y la única que realmente juega un papel determinante y conductor de la acción, hasta el punto de que casi se hubiese podido prescindir de los diálogos ya que la combinación de las imágenes y la música son lo suficientemente expresivas). El corto carece de la gravedad o la trascendencia de sus compañeros de catálogo, pero precisamente por su carácter rupturista con el conjunto y su espíritu desprejuiciado se convirtió en uno de los títulos más aplaudidos de la noche y, como decíamos antes, un perfecto broche final a la presentación.
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