martes, 30 de marzo de 2010

BROTHERS – HERMANOS


Siempre se suele decir que todas las comparaciones son odiosas, pero creo que en el caso de un remake no sólo están justificadas, sino que, por lo general, son necesarias, especialmente cuando se trata de nuevas versiones de películas recientes que aún no han perdido vigencia. Sabemos que en Estados Unidos, las políticas de distribución controlan el doblaje de películas extranjeras, por lo que éstas están limitadas a los circuitos de versión original subtitulada. De esta manera, cuando los estudios de Hollywood se encuentran con una película que ha tenido bastante repercusión en el Viejo Mundo, procuran hacerse con los derechos para así llevar a cabo su propia versión, con actores estadounidenses y, por supuesto, en inglés.

Esto ha hecho que el remake se haya convertido en una manera de que el público estadounidense se acerque al cine europeo, aunque sea de manera camuflada. La cinta que aquí nos ocupa, “Hermanos”, es un buen ejemplo de ello. No se trata de una versión que añada prácticamente nada nuevo con respecto a la original. De hecho, en su mayor parte resulta calcada en cuanto a los acontecimientos y los diálogos de los personajes. Es por esto que para esta crítica me voy a centrar más en los elementos que las diferencian.

El primer elemento que podemos destacar es el cambio de enfoque en lo que a puesta en escena se refiere. Susanne Bier, la directora original, estuvo vinculada años atrás al movimiento Dogma, liderado por Lars Von Trier, y en la película se podían apreciar algunos rasgos de este decálogo: rodaje en formato digital, abundando la cámara en mano para dejar más espacio de improvisación a los actores, y un uso de la luz natural, aunque en las escenas más oscuras nos encontráramos con abundancia de grano (también es verdad que no se cumplen otras reglas, como la no acreditación del director o las que prohibían los cambios temporales y geográficos, y el uso de filtros y trucajes). Bier daba a la cinta un tono intimista, acercando los personajes al espectador a través de expresivos primeros planos, o planos detalle.

Por su parte, Jim Sheridan es un director de trayectoria diferente. Procedente del cine social británico, su interés se centra más en historias familiares, especialmente las que presentan relaciones de intensidad dramática entre progenitores e hijos (“El Prado”, “Mi Pie Izquierdo”, “En El Nombre del Padre”, “In America”). Su puesta en escena se aparta del modelo de Bier, optando por una planificación y un montaje más tradicional (llegando a ser en algunos momentos plano e impersonal). El director del remake no quiere distraer al espectador con juegos visuales, dejando todo el peso de la película en la historia y los personajes.

Si bien, como decimos, a nivel argumental las dos películas son prácticamente idénticas, sí podemos establecer algunos cambios, pequeños, pero significativos. En primer lugar, la cinta de Bier estaba más interesada en la descripción de tres personajes en particular. Su cámara se ceñía a los tres protagonistas, dejando meramente apuntada su influencia sobre los demás. Sheridan, por su parte, (y esto lo considero el único aspecto en el que el remake supera a la original) consigue, simplemente añadiendo un par de matices, dar un giro a la relación familiar, especialmente en lo que se refiere al vínculo que une a los dos hermanos con la figura paterna (interpretada por un magnífico Sam Shepard).
Si ya en la primera versión se apreciaba la influencia del progenitor en el carácter del hermano pequeño, Jannik (Nicholaj Lie Kaas), en el remake esta autoridad resulta dañina por igual para ambos hermanos. Tommy (Jake Gyllenhaal) es un inadaptado debido al constante menosprecio de su padre, mientras que Sam (Tobey Maguire), aparentemente más estable, acaba derrumbándose cuando ya no puede seguir siendo el hijo perfecto. Esta mayor relevancia a los personajes secundarios, ayuda también a que la relación de afecto entre las hijas de Sam y su tío quede más clara, por lo que el rechazo de Isabelle (Bailee Madison) a su padre tras su regreso es aún más patente.

En el apartado interpretativo, el trabajo de Jake Gyllenhaal y Tobey Maguire resulta más emocional que el de sus antecesores, Nicholaj Lie Kaas y Ulrich Thomsen, aunque esto se debe más a una cuestión cultural, que por capacidad de los intérpretes. Considero que Gyllenhaal sabe acercar a su personaje a los espectadores, mientras que Maguire resulta un tanto esforzado en su composición. Es tal el esfuerzo que hace por hacer una interpretación memorable, que acaba perdiendo naturalidad. En el apartado femenino, Connie Nielsen resulta mucho más creíble en su papel de viuda que Natalie Portman, cuyo personaje es posiblemente el que más sale perdiendo en el trasvase de una película a otra.

Para aquellos que ya han visto la original, el visionado de “Hermanos”, en su versión estadounidense, pueda aportar algunos elementos novedosos, aunque, como indicamos, se trata de algunos matices a una historia que en esencia se mantiene igual. Fuera de estas pequeñas modificaciones, la sensación es de redundancia, de reiteración. Para un espectador que no conozca la versión de Susanne Bier, la película puede tener mayor interés, aunque ese exceso de sobriedad y discreción por parte de Sheridan le resta carga dramática a la película.

No hay comentarios:

Publicar un comentario