1. INTRODUCCIÓN
Ayer, martes 16 de marzo de 2010 se cumplía el 50 aniversario de una película que marcó un antes y un después en la historia del cine, “Al Final de la Escapada”. Amparado dentro del movimiento de la Nouvelle Vague, el debut tras la cámara de Jean Luc Godard es equiparable, por su importancia, con el “Ciudadano Kane” de Orson Welles. Ambas películas abrieron las puertas a una nueva concepción, más moderna, del séptimo arte, tomando elementos de la tradición, pero elaborando una radical reestructuración del lenguaje cinematográfico.
2. NOUVELLE VAGUE
La Nouvelle Vague nació en Francia a finales de la década de los 50 como respuesta, por un lado, a una estandarización del cine procedente de Hollywood, y por otro, a una vertiente extremadamente academicista de la industria nacional. El grupo estaba formado por un conjunto de cineastas, encabezados por François Truffaut, Jean Luc Godard, Claude Chabrol, Jacques Rivette o Eric Rohmer, que previamente se habían forjado como críticos de cine en las páginas de la emblemática revista Cahiers Du Cinema, bajo el liderazgo y el estímulo crítico de André Bazin. Uno de los planteamientos principales de la línea crítica de la publicación era enfatizar la importancia del director como verdadero “autor” de la obra cinematográfica, un artista frente a una industrializada forma de ver el cine, donde el peso principal recaía sobre el productor y las estrellas. Los textos de estos futuros directores abogaban por devolver al cine un valor experimental, innovador, fresco y artístico.
Parte de este carácter renovador surgió de la necesidad de ofrecer un tipo de cine más honesto y realista, alejándolo de la artificialidad de los platós y los decorados y sacando a las cámaras y a los actores a las calles. Nada de grandes equipos de producción, el rodaje debía ser ágil y adaptable a las necesidades que presentara cada sesión, dando así mayor libertad a los actores para la improvisación.
Dispuestos a predicar con el ejemplo, estos críticos empezaron a rodar sus propios cortometrajes, para enseguida dar el salto al terreno del largo. Fue precisamente la opera prima de Truffaut, “Los 400 golpes”, junto con la cinta de Alain Resnais “Hiroshima mon amour”, la que despertó la atención y sentenció el advenimiento del nuevo fenómeno cinematográfico en 1959. Ese año, en el prestigioso Festival de Cannes, Truffaut recibiría el premio a la mejor dirección por su película, al mismo tiempo que la cinta de Resnais era también ampliamente aclamada por el público y la crítica presente.
Sin embargo, la cinta verdaderamente determinante en esta nueva revolución fue “Al final de la escapada” de Jean Luc Godard, considerada como el auténtico manifiesto cinematográfico del nuevo cine francés. Aquí, Godard estableció las bases de un nuevo estilo rupturista y renovador capaz de saltarse las leyes del cine, a través de la alteración del raccord, los movimientos de cámara, los fundidos, o el uso de asincronías. Godard hizo que sus actores miraran fijamente a la cámara, apostando por un amplio grado de improvisación y rompiendo la barrera que les separaba del espectador.
3. CINE Y LENGUAJE
Esta nueva ola cinematográfica estaba con y contra el cine. “Contra” porque se dinamitaban los fundamentos sobre los que se había construido el séptimo arte a lo largo de su más de medio siglo de existencia; “con” porque pese a su carácter rebelde, estos cineastas lo que buscaban ante todo era liberar al lenguaje del yugo que le estaba oprimiendo, además de ser todos ellos grandes amantes del cine. Esto es algo que Godard dejaría patente en su primera película.
“Al Final de la Escapada” se presentó como un desafío a las convenciones del cine. La forma de rodar de Godard, la desgramatización de la película, la ruptura de la cuarta pared, el uso del montaje y de la elipsis narrativa, o el naturalismo de su puesta en escena apostaban por llevar a cabo todo aquello que iba en contra de la narrativa cinematográfica tal y como era entendida hasta ese momento. Con esto el director buscaba abrir nuevas vía de expresión, nuevos caminos artísticos que permitieran romper los límites que el séptimo arte se había autoimpuesto. Sin embargo, en todo esto había también una necesidad de provocar no sólo a los académicos más puristas, sino también al público general, al que continuamente se le desafiaba de manera brusca y se le obligaba a replantearse la forma en que se le presentaba la historia a través de las imágenes.
Como decíamos antes, esta rebeldía contra los convencionalismos del cine no implicaba un interés destructivo por parte de Godard, sino todo lo contrario. De hecho, a lo largo de la película el cineasta ofrece continuos guiños cinematográficos que dejan patente su gran pasión por todo tipo de películas, desde el cine clásico de Hollywood, hasta figuras destacadas de la industria francesa. Empezando por el propio argumento de la cinta (un claro homenaje a la serie negra americana) hasta el cameo de Jean-Pierre Melville (director de “Los Niños Terribles”, “El Silencio de un Hombre” o “El Ejército de las Sombras”), y pasando por referencias explícitas a títulos como “Más Dura Será la Caída” de Mark Robson, u “Orfeo” de Jean Cocteau, “Al Final de la Escapada” destila cine por todos sus fotogramas.
4. PERSONAJES
La historia de “Al Final de la Escapada” gira en torno a dos únicos personajes, Michel Poicard, un ladrón que acaba de asesinar a un policía, y Patricia Franchini, una aspirante a periodista aparentemente inocente, insegura de su amor por Poicard. Ambos personajes estaban interpretados por Jean Paul Belmondo y Jean Seberg, dos jóvenes intérpretes que gracias a esta película pasaron a convertirse en iconos de la modernidad, reconocidos incluso hoy en día, 50 años después (no olvidemos que el famoso gesto con los labios de Belmondo fue recuperado hace pocos años por la marca Martini en un popular anuncio publicitario).
Como personaje principal de la cinta, Poicard es quien mejor sabe reflejar esa doble tendencia de Godard que mencionábamos antes. Por un lado, se trata de un personaje extraído del imaginario de la serie negra tradicional (ladrón, seductor, agresivo, va vestido con traje y sombrero, como su idolatrado Humphrey Bogart). Por otro, de toda la película es el personaje que más desafía al espectador a través de sus comentarios (en ocasiones reaccionarios y machistas; ofensivos en general) y el único (salvando el gélido plano final de Jean Seberg) que rompe la cuarta pared y habla directamente al espectador.
Patricia, por su parte, se presenta como una mujer sexualmente liberada, pero aún así dependiente de los hombres, o al menos eso es lo que se nos da a entender en un primer momento. Desde su primera aparición (aquella sublime escena en Les Champs Elysees), Godard nos hace creer que estamos ante una mujer ingenua que se deja llevar por los engaños de Poicard, sin embargo, tras esta apariencia anida la Femme Fatale. Poicard arriesga su libertad permaneciendo en París con ella a la espera que resuelva sus dudas, pese a saber que el cerco policial cada vez se cierra más entorno suyo, hasta que finalmente es la propia Patricia quien le traiciona por mero despecho.
5. MÚSICA
Un aspecto fundamental en el desarrollo y popularización de la Nouvelle Vague fue la música. Si bien los cineastas que integraron este grupo promulgaban un tipo de cine más naturalista, sin los artificios del medio, uno de los aspectos de los que no quisieron prescindir fue del carácter mediador de la música entre la historia y el espectador.
A la hora de generar una identidad musical propia, los pioneros de la Nouvelle Vague buscaron apoyo en compositores procedentes de ámbitos externos al cinematográfico, como Jean Constanin o Martial Solal. Este último fue el responsable de la banda sonora de “Al Final de la Escapada”, que identificó ineludiblemente a este movimiento con las formas más libres del jazz. Solal compuso un tema principal reiterativo, que enfatizaba esa historia de (y sobre) amor protagonizada por estos dos personajes al mismo tiempo arquetípicos y tridimensionales.
6. CONCLUSIÓN
Vista hoy en día, “Al Final de la Escapada” no ha perdido ni un ápice de su originalidad, su fuerza y su carácter desafiante. Si bien hay recursos que posteriormente se han aplicado de manera regular en el cine (se han estandarizado), la película sigue siendo un reto para cualquier espectador que llegue inocente a verla. Resulta llamativo que ahora, 50 años después, llamamos revolucionaria a una película como “Avatar” por lo que supone en avance en efectos especiales, sin embargo, aquella revolución que defendían los miembros de la Nouvelle Vague, aquel cambio hacia un cine más libre, liberado de moldes y convencionalismos narrativos, parece estar cada vez más acotado en un grupo de cineastas para minorías, sin que sus propuestas tengan el impacto global del cine de los años 60 y 70.
¿50 años no son nada?
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