lunes, 28 de diciembre de 2015

“EL PUENTE DE LOS ESPÍAS”. LOS ROSTROS ESCONDIDOS DE LA HISTORIA

 
Resulta llamativo que, en un mismo fin de semana, se hayan estrenado nuevas películas dos cineastas tan cercanos como Steven Spielberg y Ron Howard. Al fin y al cabo, pese a los años que han pasado, Howard no puede ocultar el haber crecido a la sombra del maestro, cuyas señas de identidad siguen influenciando al director de “Una Mente Maravillosa”. Eso sí, mientras que, como comentábamos en nuestra crítica a “En el Corazón del Mar”, Howard se ha quedado estancado como artesano, jugando con los recursos expresivos de la narrativa cinematográfica, pero incapaz de dar el salto cualitativo a desarrollar un discurso de autor propio; a estas alturas de la historia, en el caso de Spielberg y más allá del valor comercial de muchas de sus películas, nadie duda que se trata de un cineasta con un lenguaje y unas temáticas propias, que ha ido desarrollando desde sus primeros años y que a día de hoy siguen proporcionando una coherencia interna a toda su filmografía. Curiosamente, diluido el impacto comercial de sus películas (si bien sigue siendo un productor sagaz, Spielberg está lejos de mantener el apelativo de “Rey Midas de Hollywood” que ostentó en la década de los 80), es su prestigio como narrador lo que mejor define su filmografía reciente. En este contexto, el estreno de “El Puente de los Espías” nos retrotrae temáticas propias de su cine anterior, como los valores familiares, los ideales estadounidenses de libertad (que el cineasta sitúa por encima del fascismo y el conservadurismo que su mismo país ha empleado para defenderlos) y la historia reciente (a lo largo de su filmografía, el cineasta siempre se ha mostrado interesado por ese periodo de mediados del siglo XX, marcado por la Segunda Guerra Mundial o, como es aquí el caso, la Guerra Fría).
Para tocar estos temas, Spielberg recurre al caso real del abogado, especialista en seguros, James Donovan, quien de manera paralela ejerció también una importante labor como negociador entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Concretamente, “El Puente de los Espías” narra el proceso de intercambio de rehenes entre los dos países, tras atrapar a sendos espías enemigos, empleando Spielberg para ello un discurso en favor del contrato de libertades que garantiza la constitución de los Estados Unidos, incluso en aquellos casos en los que los propios ciudadanos están en contra de respetar. Donovan se convierte así, no sólo en un ejemplo claro de héroe spielberiano, sino en un modelo clásico, siguiendo la pauta marcada por actores pretéritos como James Stewart o Henry Fonda (curiosamente dos actores que se situaban a ambos lados del espectro ideológico, pero que se caracterizaron por interpretar personajes honestos e incorruptibles). Esto no quita para que no estemos ante personajes con doble cara, o que ocultan su verdadera identidad. No es baladí que la película comience con un plano en el que vemos al personaje de Rudolf Abel pintando su autorretrato, mostrando su rostro por un lado en un espejo y por otro en el lienzo, en representación de esa faceta oculta del espía. Tampoco Donovan, pese a su honestidad intrínseca, está libre de ese reflejo. Por un lado oculta su verdadera jugada a ambos bandos (que no al espectador, que en todo momento es consciente de su estrategia), de igual manera que bajo su apariencia de gris letrado especializado en un tema tan tedioso como los seguros y padre de familia, oculta una vida más novelesca y peligrosa. Ambos, Abel y Donovan, son dos rostros prescindibles, olvidados, pero cuya labor fue representativa y determinante en un momento de la historia. De hecho, bajo la mirada de Spielberg, son los otros personajes, los agentes de la CIA y del KGB los que representan una imagen más maniquea y caricaturesca. A nivel interpretativo, la cinta cuenta con dos grandiosos trabajos por parte de Tom Hanks y Mark Rylance, en los papeles de Donovan y Abel. Entre ambos se genera una poderosa química, que da a la relación de los dos personajes una espléndida cercanía y emotividad. El resto de los actores se ajustan al perfil de sus personajes, le dan cierto peso dramático, pero sin salir de ese componente bidimensional que comentábamos antes, hasta el punto de que muchos de ellos, por su carácter grotesco y hasta paródico, no desentonarían en una de las aventura de Indiana Jones.    
El trabajo de puesta en escena del director es también uno de los componentes a destacar de la película. Nos encontramos ante un Steven Spielberg más maduro y moderado que en sus trabajos clásicos. Su narrativa prescinde de la espectacularidad de los grandes planos y los alambicados movimientos de cámara para ajustarse a enfatizar el trabajo de los actores y jugar con el tempo dramático y el suspense. Aquí juega un papel determinante el veterano Michael Khan, quien lleva desde 1977 (desde “Encuentros en la Tercera Fase”) editando todas las películas de Spielberg como director y muchas como productor. Una vez más la dirección de fotografía corre a cargo de Janusz Kaminski (éste un colaborador más reciente del cineasta, desde 1993 con “La Lista de Schindler”), quien lleva a cabo un trabajo esplendoroso (aunque a nosotros particularmente su gusto por el tratamiento en postproducción de la imagen siempre nos ha parecido excesivo y artificioso). Como buen cinéfilo, encontramos también en el discurso de Spielberg un juego de referencias, tanto visuales como tonales al cine clásico. Así, por ejemplo, el tratamiento del suspense y algunos juegos de planificación rememoran el cine de Alfred Hitchcock, sin embargo, la descripción de personajes, especialmente en lo que se refiere al protagonista, pero también ese tono emotivo, conscientemente naíf, frente a la crudeza y la suspicacia del contexto de la Guerra Fría, apunta más hacia el idealismo de Frank Capra.
“El Puente de los Espías” es un nuevo ejemplo del magnífico talento de Steven Spielberg tras la cámara, de su capacidad narrativa, su habilidad para dirigir actores y su destreza a la hora de emplear patrones genéricos (en este caso el cine jurídico y de espionaje) para tratar temas personales (el valor de la familia y la utopía estadounidense). Spielberg ya no es el Rey Midas de Hollywood, y, lamentablemente, en un año cargado de películas sobre las que se ha depositado tantas expectativas, “El Puente de los Espías” pasará más desapercibida, pese a tratarse de una de las mejores películas del año.

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