Resulta llamativo que, en un mismo
fin de semana, se hayan estrenado nuevas películas dos cineastas tan cercanos
como Steven Spielberg y Ron Howard. Al fin y al cabo, pese a los años que han pasado,
Howard no puede ocultar el haber crecido a la sombra del maestro, cuyas señas
de identidad siguen influenciando al director de “Una Mente Maravillosa”. Eso
sí, mientras que, como comentábamos en nuestra crítica a “En el Corazón del
Mar”, Howard se ha quedado estancado como artesano, jugando con los recursos
expresivos de la narrativa cinematográfica, pero incapaz de dar el salto
cualitativo a desarrollar un discurso de autor propio; a estas alturas de la
historia, en el caso de Spielberg y más allá del valor comercial de muchas de
sus películas, nadie duda que se trata de un cineasta con un lenguaje y unas
temáticas propias, que ha ido desarrollando desde sus primeros años y que a día
de hoy siguen proporcionando una coherencia interna a toda su filmografía.
Curiosamente, diluido el impacto comercial de sus películas (si bien sigue
siendo un productor sagaz, Spielberg está lejos de mantener el apelativo de
“Rey Midas de Hollywood” que ostentó en la década de los 80), es su prestigio
como narrador lo que mejor define su filmografía reciente. En este contexto, el
estreno de “El Puente de los Espías” nos retrotrae temáticas propias de su cine
anterior, como los valores familiares, los ideales estadounidenses de libertad
(que el cineasta sitúa por encima del fascismo y el conservadurismo que su
mismo país ha empleado para defenderlos) y la historia reciente (a lo largo de
su filmografía, el cineasta siempre se ha mostrado interesado por ese periodo
de mediados del siglo XX, marcado por la Segunda Guerra Mundial o, como es aquí
el caso, la Guerra Fría).
Para tocar estos temas, Spielberg
recurre al caso real del abogado, especialista en seguros, James Donovan, quien
de manera paralela ejerció también una importante labor como negociador entre
Estados Unidos y la Unión Soviética. Concretamente, “El Puente de los Espías”
narra el proceso de intercambio de rehenes entre los dos países, tras atrapar a
sendos espías enemigos, empleando Spielberg para ello un discurso en favor del
contrato de libertades que garantiza la constitución de los Estados Unidos,
incluso en aquellos casos en los que los propios ciudadanos están en contra de
respetar. Donovan se convierte así, no sólo en un ejemplo claro de héroe
spielberiano, sino en un modelo clásico, siguiendo la pauta marcada por actores
pretéritos como James Stewart o Henry Fonda (curiosamente dos actores que se
situaban a ambos lados del espectro ideológico, pero que se caracterizaron por
interpretar personajes honestos e incorruptibles). Esto no quita para que no
estemos ante personajes con doble cara, o que ocultan su verdadera identidad.
No es baladí que la película comience con un plano en el que vemos al personaje
de Rudolf Abel pintando su autorretrato, mostrando su rostro por un lado en un
espejo y por otro en el lienzo, en representación de esa faceta oculta del
espía. Tampoco Donovan, pese a su honestidad intrínseca, está libre de ese
reflejo. Por un lado oculta su verdadera jugada a ambos bandos (que no al
espectador, que en todo momento es consciente de su estrategia), de igual
manera que bajo su apariencia de gris letrado especializado en un tema tan tedioso
como los seguros y padre de familia, oculta una vida más novelesca y peligrosa.
Ambos, Abel y Donovan, son dos rostros prescindibles, olvidados, pero cuya labor
fue representativa y determinante en un momento de la historia. De hecho, bajo
la mirada de Spielberg, son los otros personajes, los agentes de la CIA y del
KGB los que representan una imagen más maniquea y caricaturesca. A nivel
interpretativo, la cinta cuenta con dos grandiosos trabajos por parte de Tom
Hanks y Mark Rylance, en los papeles de Donovan y Abel. Entre ambos se genera
una poderosa química, que da a la relación de los dos personajes una espléndida
cercanía y emotividad. El resto de los actores se ajustan al perfil de sus
personajes, le dan cierto peso dramático, pero sin salir de ese componente
bidimensional que comentábamos antes, hasta el punto de que muchos de ellos,
por su carácter grotesco y hasta paródico, no desentonarían en una de las
aventura de Indiana Jones.
El trabajo de puesta en escena del
director es también uno de los componentes a destacar de la película. Nos
encontramos ante un Steven Spielberg más maduro y moderado que en sus trabajos
clásicos. Su narrativa prescinde de la espectacularidad de los grandes planos y
los alambicados movimientos de cámara para ajustarse a enfatizar el trabajo de
los actores y jugar con el tempo dramático y el suspense. Aquí juega un papel
determinante el veterano Michael Khan, quien lleva desde 1977 (desde
“Encuentros en la Tercera Fase”) editando todas las películas de Spielberg como
director y muchas como productor. Una vez más la dirección de fotografía corre
a cargo de Janusz Kaminski (éste un colaborador más reciente del cineasta,
desde 1993 con “La Lista de Schindler”), quien lleva a cabo un trabajo
esplendoroso (aunque a nosotros particularmente su gusto por el tratamiento en
postproducción de la imagen siempre nos ha parecido excesivo y artificioso). Como
buen cinéfilo, encontramos también en el discurso de Spielberg un juego de
referencias, tanto visuales como tonales al cine clásico. Así, por ejemplo, el
tratamiento del suspense y algunos juegos de planificación rememoran el cine de
Alfred Hitchcock, sin embargo, la descripción de personajes, especialmente en
lo que se refiere al protagonista, pero también ese tono emotivo,
conscientemente naíf, frente a la crudeza y la suspicacia del contexto de la
Guerra Fría, apunta más hacia el idealismo de Frank Capra.
“El Puente de los Espías” es un nuevo
ejemplo del magnífico talento de Steven Spielberg tras la cámara, de su
capacidad narrativa, su habilidad para dirigir actores y su destreza a la hora
de emplear patrones genéricos (en este caso el cine jurídico y de espionaje)
para tratar temas personales (el valor de la familia y la utopía estadounidense).
Spielberg ya no es el Rey Midas de Hollywood, y, lamentablemente, en un año
cargado de películas sobre las que se ha depositado tantas expectativas, “El
Puente de los Espías” pasará más desapercibida, pese a tratarse de una de las
mejores películas del año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario