Francis Ford Coppola es uno de los cineastas más importantes que ha dado el cine estadounidense en los últimos 40 años. Autor de títulos tan reconocidos como la trilogía de “El Padrino”, “Apocalypse Now” o “Drácula de Bram Stoker”, también ha sido el protagonista de importantes descalabros comerciales como el caso de “Corazonada” en 1982. Su carrera es el mejor ejemplo de los excesos y las virtudes de un artista megalómano con una visión única del mundo del cine, quien, con el paso de los años, a base de caerse y volverse a levantar, ha comprendido que si se quiere innovar y experimentar en el cine, el talento no lo es todo, también hace falta un buen colchón económico que amortigüe la caída cuando las cosas no salen como uno se esperaba. Precisamente la edición en Blu Ray de una de sus obras cumbres y de más ardua realización, “Apocalypse Now”, nos sirve de excusa para repasar su carrera.
Desde que debutara en el cine a principios de los años 60, cuando aún estaba estudiando en la Universidad de California, Francis Ford Coppola ha mostrado una capacidad camaleónica que le ha permitido ejercer su carrera como cineasta desde diferentes facetas, pero siempre intentando mantener su integridad como artista. En todo este tiempo ha trabajado dentro de los estudios y fuera de ellos, ha levantado sus propios proyectos y ha aceptado encargos para poder costeárselos, ha sido vitoreado con sus grandes éxitos y vilipendiado con sus fracasos, se ha enriquecido y se ha arruinado en más de una ocasión, su empresa American Zoetrope ha muerto y ha renacido de sus cenizas en varias ocasiones; sin embargo, por encima de sus aciertos y sus fracasos, una cosa es cierta, pocos directores en la actualidad pueden vanagloriarse de amar tanto el cine como Francis Ford Coppola.
Uno de los temas fundamentales de sus películas es, sin duda, la familia. Ya sean los Corleone o los protagonistas de su última película “Tetro”, las conexiones familiares son decisivas tanto para analizar su filmografía como para explicar ese universo vital que rodea a este autor. Y es que en su vida Coppola ha contado con dos familias, la natural y la profesional, y no siempre la división entre ambas ha estado muy clara.
Francis Ford Coppola nació el 7 de abril de 1939 en el seno de una familia de artistas de ascendencia italiana. Su padre, Carmine Coppola, era director de orquesta y trompetista, y su madre actriz de cine, sus hermanos también son escritores, actores y músicos, y dentro de las siguientes generaciones del linaje de los Coppola surgieron otros artistas como la directora Sofia Coppola, los actores Nicholas Cage y Jason Schwartman, o el director Roman Coppola. En este sentido podemos ver que el impulso artístico es algo que forma parte indivisible del ADN familiar. Esta unión siempre ha sido muy fuerte, hasta el punto de que en varias ocasiones se ha acusado a Francis Ford Coppola de nepotismo al contar siempre en sus películas con miembros de su familia. Su padre compuso la música de algunas de sus películas, su hermana, Talia Shire interpretó a Connie Corleone en la trilogía de “El Padrino”, su sobrino Nicholas Cage tuvo uno de sus primeros personajes importantes en “Peggie Sue se Casó”, su hijo Roman Coppola ha sido director de segunda unidad en todas sus películas desde “Drácula” y su hija Sofia, antes de dedicarse a la dirección, interpretó el papel de la hija de Michael Corleone en “El Padrino III”, recibiendo por ello duras críticas.
La otra familia de Francis Ford Coppola, la cinematográfica empezó a formarse en la Universidad de California. Durante su periodo de estudios el director entabló amistad con otros futuros creadores, como Martin Scorsese, George Lucas, Steven Spielberg, Paul Schrader, John Millius o Brian DePalma, formando posteriormente una generación llamada a cambiar la industria de Hollywood. Coppola ocupó dentro de este grupo el puesto de patriarca, no sólo por ser el mayor en cuestión de edad, sino porque fue el primero que logró abrirse un hueco en la industria, ayudando a continuación a sus amigos a introducirse. En este sentido especialmente importante y complicada ha sido la relación de Coppola con George Lucas. Coppola produjo los primeros trabajos del futuro creador de “La Guerra de las Galaxias”, y en 1970 ambos crearon su propia productora, Zoetrope, con la que querían apoyar el trabajo de nuevos cineastas. Sin embargo, poco a poco los caminos de ambos tomaron caminos divergentes. Coppola estaba más interesado en la experimentación artística, mientras que Lucas se centró en proyectos comerciales, donde desarrollar grandes avances tecnológicos que ayudaran a ampliar las fronteras del cine.
Los primeros años de la carrera artística de Francis Ford Coppola se caracterizaron por su integración dentro del sistema de estudios. Empezó desde abajo, trabajando a las órdenes de Roger Corman, quien le dio la oportunidad de dirigir sus primeras películas, como “El Terror” (sin acreditar, junto con otros nombres de artistas en ebullición como Monte Hellman o Jack Nicholson) o “Dementia 13”, títulos de muy bajo presupuesto rodados en tiempo record. Su primer contacto con los grandes estudios fue realizando trabajos de encargo para la Warner, escribiendo los guiones de películas como “Propiedad Condenada”, “Patton” o “El Gran Gatsby”, y dirigiendo películas como el musical “El Valle del Arco Iris”.
Su gran oportunidad le llegó en 1972, cuando el productor Robert Evans le contrató para dirigir la adaptación de la novela de Mario Puzo, “El Padrino”. Fue en este momento en el que Coppola demostró que, más allá de aceptar productos de encargo, era también capaz de desarrollarlos de una manera artística y personal. El director se preocupó de reflejar de manera fidedigna el carácter familiar y el entorno italoamericano de la historia, por encima incluso de la trama mafiosa, dándole a la película un fondo de tragedia clásica. La película fue un éxito atronador y la crítica se deshizo en halagos con la película y, desde entonces, ésta ha pasado a posicionarse en los primeros puestos de todos los listados de las mejores películas de la Historia del Cine.
Tras este éxito, Coppola dirigió una película más modesta titulada “La Conversación”, un experimento sobre el uso del sonido y la importancia de la tecnología que dio como resultado un exquisito ejercicio de estilo. Protagonizada por Gene Hackman, la cinta se presentaba como una cinta de espionaje, para desarrollar un discurso sobre el aislamiento y la paranoia, con el que el director hacía un doble homenaje a “El Lobo Estepario” de Herman Hesse y “Blow Up” de Michelangelo Antonioni. Despreocupado por mantener un enfoque comercial y revalidar el éxito de “El Padrino”, Coppola prefiere concentrarse en una puesta en escena fría y aséptica, marcando entre el protagonista y el espectador la misma distancia que el primero establece con el resto de los personajes de la película.
Por esta fecha empezó también la producción de “Apocalypse Now”, un guión escrito por John Millius basado en la novela “Corazón de Tinieblas” de Joseph Conrad, que en principio Coppola sólo iba a producir, cediendo la dirección a George Lucas. Sin embargo toda la producción resultó ser muy costosa y complicada, teniendo que abandonar temporalmente el proyecto para encargarse de dirigir “El Padrino II”. La secuela de su película más importante llegó para demostrar que una segunda parte podía igualar e incluso superar a su predecesora. “El Padrino II” llevó más allá los temas ya presentes en la primera parte, profundizando en los conflictos morales de Michael Corleone y su descenso al infierno por el bien de la familia, llegando incluso a ordenar el asesinato de su hermano Fredo, que se había convertido en un lastre para el resto. Al mismo tiempo, en una revolucionaria construcción narrativa a base de flashbacks, Coppola nos presentó también los orígenes de la familia Corleone, con la llegada de Vito a Estados Unidos y su lucha por sobrevivir.
Una vez finalizada “El Padrino II”, Coppola retomó el proyecto de “Apocalypse Now”, ahora con él como director. Rodada en Filipinas, la filmación de la película fue todo un infierno con múltiples complicaciones en un rodaje que se extendió durante todo un año y una post producción que le llevó tres años de trabajo (los problemas que acompañaron a esta película han quedado maravillosamente reflejados en el documental “Heart of Darkness. A Filmmaker’s Apocalypse” dirigido por los documentalistas Fax Bahr y George Hickenlooper, a partir del material de archivo rodado por la mujer de Coppola, Eleanor). Martin Sheen sufrió un infarto debido al estrés del rodaje, Coppola se enfrentó a uno de sus momentos más difíciles debido los excesos de divismo de Marlon Brando, quien llegó al rodaje con bastante sobrepeso, con la cabeza rapada y sin haberse leído el guión, improvisando muchas de sus frases. Mientras tanto en Estados Unidos las noticias del desastre hacían presagiar un descalabro monumental. Sin embargo, la película consiguió superar estos problemas y estrenarse con éxito, a pesar de recibir algunas críticas muy duras que no supieron valorar en su momento su verdadera valía. En cualquier caso, el propio Coppola no quedó del todo satisfecho con el montaje estrenado en 1979, y 22 años más tarde estrenó su versión definitiva, “Apocalypse Now Redux”, donde incorporó casi una hora adicional de metraje.
Tras el tremendo esfuerzo que supuso la realización de esta película, Coppola pasó los siguientes años dedicado a la producción de proyectos como “Kagemusha” del japonés Akira Kurosawa o “Hammet” del alemán Wim Wenders. Para su regreso como director, se arriesgó con un proyecto muy personal, el musical “Corazonada”, una película megalómana, rodada por completo en estudio, con elaboradísimos decorados y una extraordinaria dirección de fotografía obra del maestro Vittorio Storaro. La película resultó muy cara y fue un fracaso económico, arruinando a Coppola y obligándole a cerrar su productora Zoetrope. A pesar de esto, con el paso del tiempo la cinta ha ido revalorizándose, reconociéndose a posteriori la magnífica labor de dirección de su autor.
Tras el fracaso de “Corazonada”, Coppola se vio en la necesidad de regresar a los trabajos de encargo para poder recuperarse de las deudas. El primer proyecto que aceptó fue “Rebeldes”, basada en una pequeña novela escrita por Susan Hinton, una adolescente de 15 años, que había pasado a convertirse en un extraordinario éxito de ventas. Para esta película Coppola hizo una extensa selección de casting, escogiendo a un grupo de actores desconocidos, que posteriormente pasaron a convertirse en grandes estrellas de Hollywood, como Tom Cruise, Mat Dillon, Patrick Swayze o Rob Lowe. La película tuvo una excelente aceptación, tanto crítica como comercial, ayudando a Coppola a recuperar parte del prestigio perdido con el descalabro anterior.
El director encadenó esta película con su siguiente proyecto, “La Ley de la Calle”, también basado en una obra de Susan Hinton, quien además se encargó de escribir el guión. Aquí repitió con algunos actores de “Rebeldes”, como Matt Dillon o Diane Lane, además de dar uno de sus primeros papeles importantes a Mickey Rourke. A diferencia de “Rebeldes”, aquí Coppola se permitió un enfoque más experimental, jugando con la estética del blanco y negro y apartándose de la narrativa clasicista de “El Padrino” en favor de una puesta en escena más libre y rupturista. Este nuevo acercamiento jugó beneficiosamente para el director quien con estas dos películas conectó con las nuevas generaciones de espectadores de los 80, aún demasiado jóvenes como para conocer las implicaciones cinematográficas de “El Padrino”.
Restituido en la industria, en 1984 Coppola volvió al género gansteril de la mano del productor Robert Evans con “The Cotton Club”. Con una puesta en escena exquisita, un reparto de lujo, excelentes números musicales y un guión en el que el cineasta volvía a colaborar con Mario Puzo, la película fue un nuevo éxito de crítica y público, pero también una nueva muestra del fuerte carácter del director, quien tras haber tenido varios enfrentamientos con Evans en las dos primeras partes de “El Padrino”, desencadenó una verdadera batalla campal contra el productor a la hora de imponer su visión de la película, lo que terminó con una ruptura profesional definitiva entre ambos.
Tras un proyecto del peso de “The Cotton Club”, en 1986 Coppola optó por una comedia más ligera, “Peggy Sue se Casó”. Protagonizada por Kathleen Turner y su sobrino, Nicholas Cage, en uno de sus primeros papeles importantes, el cineasta ofreció un retrato nostálgico de la América de principios de los 60 y una historia sobre la pérdida de la inocencia y los desengaños depara que la madurez. El resultado fue una cinta más amable y convencional de lo que nos tenía acostumbrados, pero que en su propia inocencia encontraba sus principales hallazgos. De esta manera Coppola demostró que lo suyo no eran sólo las grandes epopeyas familiares, también sabia lidiar con proyectos más sencillos y comerciales.
Ese mismo año se reunió con sus amigos George Lucas y Steven Spielberg para producir “Captain EO” para la Disney, una película de ciencia ficción en 3D destinada a uno de los parques temáticos de la factoría y que servía de vehículo para el cantante Michael Jackson. Inicialmente este proyecto iba a estar dirigido por Spielberg, pero diferencias creativas entre el realizador y la estrella hicieron que finalmente fuera Coppola quien se puso tras la cámara.
La segunda mitad de la década de los 80 volvió a dar quebraderos de cabeza a Francis Ford Coppola, con interesantes proyectos cinematográficos que se vieron lastrados por una recepción irregular por parte de la crítica y el público. Su drama de corte militar “Jardines de Piedra” le permitieron volver a trabajar con James Caan, el Sonny Corleone de “El Padrino”, pero pasó un tanto desapercibida y actualmente es uno de los títulos menos conocidos del director. Una lástima porque se trata de un interesante complemento a “Apocalypse Now”, profundizando en los efectos posteriores a la guerra de Vietnam en la sociedad norteamericana.
El carácter quijotesco de Coppola, siempre enfrentado a los molinos de la industria para poder alcanzar sus sueños de cineasta, quedaron reflejados en “Tucker. Un Hombre y Su Sueño”, biopic de Preston Tucker el hombre que inventó el coche eléctrico y que vio como los intereses económicos de la industria del automóvil destruían su proyecto. La película servía también como una lectura sobre los escollos que tuvo que atravesar el cineasta para poder levantar Zoetrope y como las reglas de Hollywood le habían llevado a la bancarrota.
En 1989 Coppola colaboró con Woody Allen y Martin Scorsese en una película episódica titulada “Historias de Nueva York”. Cada historia debía dar una imagen de la ciudad de los rascacielos, siendo desgraciadamente el capítulo de Coppola el más flojo de los tres. Se trataba de un retrato nostálgico y cariñoso ambientado en el seno de una familia de artistas y desde el punto de vista de Zoe, una niña inquieta y creativa, con un fuerte vínculo hacia su padre, un violinista de prestigio que está siempre viajando.
Tras varias películas que no habían logrado buenos resultados económicos en taquilla, la carrera de Francis Ford Coppola volvía a estar en la cuerda floja, hasta el punto de que el cineasta tuvo que recurrir a su principal baza para salir del atolladero. En 1990 Coppola inició la producción de “El Padrino III”, de nuevo con Mario Puzo como guionista y Al Pacino y Diane Keaton en los principales papeles. La película fue recibida con expectación, pero muy duramente criticada al no mantener el extraordinario nivel de calidad de las dos anteriores. Sin embargo, pese a sus imperfecciones, la cinta vuelve a ser un producto de gran calidad, muy bien interpretado, con una extraordinaria fotografía a cargo nuevamente de Gordon Willis, y un clímax final apoteósico.
Jugada la carta de “El Padrino” y perdida la oportunidad, en 1992 Coppola aceptó un nuevo trabajo de encargo, la adaptación de la novela de Bram Stoker “Drácula”. Aquí el cineasta, a pesar de prometer la versión más fiel de la novela, prefirió desarrollar una historia más romántica que terrorífica, con múltiples referencias cinematográficas a los Dráculas del pasado, especialmente el “Nosferatu” de Murnau, que pasó a ser un punto de inspiración importante. La película recibió una respuesta clamorosa por parte del público, convirtiéndose en el mayor éxito del director desde los años 70.
Tras este triunfo Coppola intentó levantar un proyecto personal, “Megalópolis”, una ambiciosa cinta de ciencia ficción que nunca llegó buen puerto debido a su desproporcionado presupuesto. En su lugar Coppola pasó a dirigir entre 1996 y 1997 dos títulos de encargo con una finalidad meramente comercial. El primero fue “Jack”, una cinta a mayor gloria de Robin Williams, quien interpretaba a un niño con una enfermedad que le suponía un desarrollo físico acelerado, teniendo la apariencia de un adulto de 40 años pese a contar con tan sólo 10 años de edad. La película priorizaba los elementos cómicos, aunque no ocultaba el drama de la situación del protagonista, quien al contrario que en otros títulos similares, como “Big”, no podía desear volver a tener el aspecto de un niño. El siguiente título que aceptó dirigir fue “Legítima Defensa”, adaptación de una novela del escritor de moda en aquel momento, John Grisham. Coppola realizó un thriller modélico, muy bien narrado, con un grupo de actores eficaces, pero que pese a su pericia resultaba un producto completamente impersonal.
Tras estas dos experiencias, el director se alejó del mundo del cine y se dedicó a promover sus negocios vinícolas, que a la postre le suponían unos ingresos muy superiores a los que lograba con el cine. El éxito de sus vinos le permitió recuperar su fortuna, y de paso financiar sus propios proyectos personales al margen de la industria de Hollywood. Esta nueva etapa en la que ahora se encuentra el director se apunta como un periodo más personal, sin cortapisas, despreocupado de los resultados económicos de las películas en taquilla. Se trata de hacer películas por el placer de dirigirlas, experimentando con el lenguaje sin miedo a equivocarse o fracasar, ya que para Coppola el error forma parte del proceso creativo. Como él mismo ha dicho, no le importa si al final la película es buena o mala, si gusta al público y la crítica o no, él simplemente quiere rodar proyectos que le ayuden a explorar preguntas personales. Lo importante no es el resultado, sino el proceso de aprendizaje que supone hacer la película.
La primera de las películas de esta nueva etapa, inédita aún en nuestro país, fue “Juventud Sin Juventud”, basada en una novela de Mircea Eliade y protagonizada por Tim Roth y Bruno Ganz. A ésta le siguió “Tetro”, un regreso a la temática familiar y el choque de personalidades, en este caso en una familia de artistas, con la envidia y la rivalidad como temas principales. La recepción de estas películas ha sido un tanto irregular, la crítica se ha congratulado de recuperar a un cineasta como Francis Ford Coppola, pero ha reaccionado de manera desconcertada ante unas propuestas tan arriesgadas, con momentos sublimes y otros abiertamente fallidos, pero que tanto en un caso como en el otro son claramente huella de su creador. Tanto “Juventud sin juventud” como “Tetro” son dos películas formalmente atractivas, que parten de ideas que dan mucho juego en manos de un director de la trayectoria de Francis Ford Coppola, pero desgraciadamente también erradas por el carácter caótico y excesivo del cineasta, quien cuando consigue dar forma a sus ideas logra auténticas obras maestras, pero que cuando se deja llevar por su megalomanía no sabe discernir entre lo artístico y lo ridículo, quedando en muchos casos como resultado un producto pretencioso.
Actualmente el cineasta se encuentra en proceso de post producción de su tercera película autofinanciada, “Twixt Now and Sunrise”, protagonizada por Val Kilmer, Bruce Dern y Ben Chaplin, y de la que poco se sabe, salvo que será en 3D y aparentemente con un argumento de misterio. Habrá que esperar para ver cómo se desarrolla esta nueva etapa de su carrera y qué futuros proyectos nos deparará. Tal vez sea una oportunidad para poder descubrir al auténtico Coppola, una vez se ha liberado de los requisitos comerciales que le imponía la industria y que le limitaban como artista; o por el contrario, la constatación de que el cineastas es uno de esos artistas que necesitan figuras que pongan coto y encaucen su creatividad para poder separar el grano de la paja.
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