Este 2013 está siendo fatídico en lo comercial y más aún los datos dejados en el mes de abril. La asistencia del público a las salas de cine ha estado bajo mínimos, con niveles de recaudación propios de grandes macroacontecimientos deportivos del estilo de una final de la Eurocopa o de Mundial. La crisis, las descargas ilegales, el precio de las entradas de los cines, el aumento del IVA, el fracaso de muchos estrenos a la hora de llamar la atención del público, todo esto son condicionantes de una situación que no sólo está suponiendo el cierre de salas de proyección. Recientemente, Enrique González Macho, propietario de Alta Films, ha anunciado que si en un plazo de dos meses no se encuentra algún apoyo que aporte una importante inyección económica a la empresa, la principal distribuidora de cine español y de autor de nuestro país va a tener que cerrar, peligrando con esto también las pocas salas Renoir (también propiedad de Alta Films) que resisten aún en nuestro país (en Madrid, Barcelona y, curiosamente, Tenerife). Las cifras del cine español son también aterradoras, siendo la única que se salva de la quema “Los Últimos Días”, y aún así, sin alcanzar cifras en absoluto esperanzadoras para el sector. Títulos como “Alacrán Enamorado” o “Combustión”, fuertes apuestas de la industria nacional, no han cubierto las expectativas, e incluso títulos comerciales de Hollywood han visto como sus cifras resultaban también desalentadoras. En este contexto, la esperanza radica en la llegada de la temporada estival y las grandes superproducciones hollywoodienses. Como adelanto de esto, frente a tanto abatimiento económico, sólo dos títulos han aportado movimiento de espectadores. El primero “Oblivion”, gracias a la presencia de Tom Cruise; el segundo “Iron Man 3”, que en sus primeras semanas ya se ha alzado como el título más taquillero de lo que llevamos de año, no sólo en España, sino a nivel internacional, batiendo el propio record establecido por “Los Vengadores” el pasado verano en todo el mundo y presentándose ya como candidata a ser la más taquillera de la saga. Esperemos que estas dos películas supongan realmente el pistoletazo de salida de la temporada veraniega y las taquillas logren remontar tan aciago panorama. Por delante, para este mes de mayo, nos quedan “Objetivo: La Casa Blanca”, “El Gran Gatsby 3D”, “Fast & Furious 6” y “R3SACÓN”.
“OBLIVION”. LO RECORDAMOS TODO POR USTED.
Cuando en 1968 el astronauta George Taylor llegó a la playa nació una nueva iconografía cinematográfica. Los grandes monumentos de nuestra civilización se convirtieron en la decadente prueba de nuestro carácter autodestructivo, que el Séptimo Arte se preocupaba de evidenciar gracias a la imaginería de visionarios cineastas. “Oblivion” es la última de las incorporaciones a esta tradición que comenzó con “El Planeta de los Simios” y, en parte, en ella podemos encontrar algunos ecos de la cinta de Franklyn J. Shaffner. En esta ocasión, el detonante apocalíptico no es el ser humano en sí, sino una invasión extraterrestre, pero la herramienta sí es el arsenal nuclear creado por el hombre y que acaba convirtiendo a nuestro planeta en una tierra baldía. En este contexto encontramos a Jack Harper, un técnico que patrulla pasajes desolados supervisando la extracción de las últimas reservas energéticas del planeta antes del éxodo definitivo.
Esta historia nació de la imaginación del director Joseph Kosinski, quien inicialmente la concibió como una producción modesta, con pocos personajes participantes de la acción, y que debía servir como su carta de presentación para la industria del cine. Sin embargo, el director no necesitó de este humilde proyecto para introducirse en el esquema hollywoodiense, ya que el destino lo puso al frente de otra historia de ciencia ficción, “Tron Legacy”, ambicionado proyecto que resucitaba una de las cintas de culto de la década de los 80 del pasado siglo. Los resultados de esta ópera prima quedaron por debajo de lo esperado, pero sí nos descubrió a un director con una novedosa y fuerte destreza visual. Aquella idea embrionaria pasó a inspirar una novela gráfica, autopublicada por el autor con una tirada limitada, con la suerte de que uno de aquellos ejemplares fue a parar a las manos de Tom Cruise. El interés de la estrella devolvió a esta historia al terreno para el que fue ideada, pero ahora sin las restricciones económicas de una producción de serie B. Lo que nació como un proyecto modesto, de repente se había convertido en el vehículo estelar de uno de los principales actores de Hollywood.
El objetivo principal de Kosinski era recrear un mundo apocalíptico, pero prescindiendo de los principales clichés del subgénero. Aunque se apoye en recursos como el empleo de localizaciones identificables por el espectador para situarlo geográficamente (el Empire State Building, la Estatua de la Libertad, el puente de Brooklyn o el estadio de los Yankees), el director evita el tono lúgubre y oscuro, para trasladar la acción en su mayor parte a pleno día, desplegando espectaculares imágenes, como las rodadas en Islandia, que ahondan en ese concepto de planeta abandonado, pero ofrece una imaginería nueva y sorprendente. En este proceso, el cineasta ha apostado también por reducir al mínimo el uso de efectos digitales, intentando que todo fuera lo más real posible, desde las localizaciones donde se ha rodado, hasta el diseño de la tecnología futurista, llevando un poco más allá algunas referencias actuales, como los dos principales vehículos del protagonista: La nave burbuja (basada curiosamente en el modelo clásico de helicóptero Bell 47,rediseñado de acuerdo a parámetros futuristas) o la moto (que recuerda al diseño de modelos eléctricos disponibles en los catálogos de marcas como Volta, aunque para ello se haya empleado como base una más convencional Honda CRF450 customizada). Lo mismo podemos decir del diseño arquitectónico y la domótica de la casa, o el sistema informático utilizado por Vica (Andrea Riseborough) para supervisar la labor del protagonista. Situando la acción en el año 2077, la idea es mostrar elementos avanzados, pero no excesivamente fantasiosos, de manera que se incrementa la sensación de futuro cercano. Con estos apoyos y la espléndida dirección de fotografía del recién oscarizado Claudio Miranda, Kosinski ha construido una cinta visualmente hipnótica y deslumbrante, narrativamente impecable.
Como estrella absoluta de la cinta, Tom Cruise domina por completo la acción, especialmente con una trama de estas características, donde el número de personajes es bastante reducido y el suyo se pasea en solitario casi el total del metraje. Se trata nuevamente de un papel que supone más un reto físico que intelectual para el actor, quien aprovecha para desplegar algunas de sus destrezas habituales, realizando él mismo la mayor parte de las escenas de riesgo. Su preparación militar previa para el cine de acción da verosimilitud a sus movimientos y empleo de las armas, al igual que su experiencia como piloto a la hora de ponerse al frente de los controles de la nave burbuja o sobre la moto. De esta manera, “Oblivion” pasa a ser una película claramente de actor, con la estrella cargando sobre sus hombros todo el peso del desarrollo de la trama y demostrando una vez más que su interpretación podrá ser mejor o peor, podrá gustar más o menos, pero que es un profesional que se entrega al 100% en cada producción en la que participa.
Frente a los hallazgos visuales y narrativos de la película y la presencia dominante de Tom Cruise, la cinta debe afrontar importantes fallas que lacran el resultado final, especialmente en lo que se refiere al apartado de guion. Entre referencias voluntarias (“El Planeta de los Simios”, “Soy Leyenda”) e involuntarias (“Wall E”, “Moon”), nos encontramos con una trama que busca ser original, pero acaba siendo un pastiche de situaciones conocidas. Esto resta a su vez sorpresa al desarrollo de la historia, que por mucho que lo intente ocultar, acaba siendo predecible y falta de sorpresas, a lo que, por otro lado, hay que sumarle algunos giros de guion que acaban generando situaciones incongruentes, sobre todo en lo que se refiere a la caja negra del Módulo de Julia (Olga Kurylenko) y las revelaciones que oculta. La simpleza del desarrollo de personajes hace que con la salvedad del Jack Harper interpretado por Tom Cruise, el resto quede con un nivel de definición demasiado básico y plano, resultando prescindibles e inoperantes. Los personajes femeninos no cumplen función alguna salvo ejercer de excusa romántica para el protagonistas. Por mucho que a Vica se le quiera dar una responsabilidad técnica en las acciones del protagonista, acaba cayendo en un mero objeto sexual, mientras que Julia parte como ideal platónico para a continuación transformarse en un apéndice pasivo del protagonista. Tampoco Beech (Morgan Freeman) o Sykes (Nikolaj Coster-Waldau) ganan en peso dramático, por no mencionar al personaje de Kara, únicamente reseñable por el dato anecdótico de estar interpretada por la actriz fetiche de Tarantino Zoe Bell, pero que pasa completamente desapercibida en la película. Se trata de personajes instrumentales, necesarios para ayudar a generar algún giro en la trama, pero que una vez cumplida esa función específica, pierden toda relevancia y se convierten en lastres para la película.
Uno de los aspectos más comentados de “Oblivion” ha sido la partitura musical creada por el grupo de música electrónica M83, quienes tomaban el relevo tras el trabajo realizado por Draft Punk en “Tron Legacy”. Con sendas colaboraciones con estos grupos, Kosinski ha sabido apuntarse dos buenos tantos a su favor, obteniendo una sonoridad que se compagina perfectamente con la fuerza de su puesta en escena. Con respecto al cambio, el director comentó que para “Oblivion” prefirió escoger a M83, porque le parecía que el estilo de Draft Punk no pegaba con la historia.En cualquier caso, sí hay que destacar que ambos trabajos han tenido en común al músico Joseph Trapanese, orquestador de las dos partituras, compositor adicional en “Oblivion” y encargado de la partitura de la serie de animación “Tron Uprising”, que retomaba los temas de Draft Punk para la película. Admitiendo ese espléndido trabajo de fusión entre música e imagen, sí nos extraña ese comentario de Kosinski sobre la idoneidad de estilos de ambos grupos musicales, cuando ambos trabajos guardan un estrecho parentesco. Parte de esa similitud se la podemos adjudicar precisamente a Trepanese, pero no podemos obviar también la cercanía con la música de Hans Zimmer, ya que si Draft Punk en "Tron Legacy" recordaba a "Origen", “Oblivion” evidencia notables deudas a la trilogía de "El Caballero Oscuro", producidas seguramente por el uso de temp tracks de estas dos partituras en el montaje temprano de ambas películas.
“Oblivion” es una cinta entretenida, un buen producto palomitero, escapista, visualmente deslumbrante y un espléndido vehículo de lucimiento para Tom Cruise. Quien vaya al cine buscando estos elementos no saldrá decepcionado. Sin embargo, existía la posibilidad de ser algo más, de ambicionar realmente aportar algo nuevo al género de ciencia ficción, y creemos que se podía haber conseguido si el guion hubiese estado a la altura de otros apartados de la producción. Joseph Kosinski sigue desarrollándose como cineasta, pero vuelve a tropezar en la misma piedra. Como joven director todavía cuenta con margen a su favor gracias a su talento visual, pero no le conviene seguir desatendiendo el apartado literario de sus trabajos si verdaderamente quiere dejar su impronta en la industria de Hollywood.
“IRON MAN 3”. ¿QUIÉN ES QUIÉN?
En 2008, Robert Downey Jr. acuñó la que iba a ser la frase definitoria de su personaje Tony Stark: “Yo soy Iron Man”, un giro inesperado que desintegraba el concepto de identidad secreta del comic y rompía barreras entre los dos alteregos. Sin embargo, llegamos a “Iron Man 3” y el concepto de identidad sigue siendo fundamental para la trama, ahora no sólo para el protagonista, sino para todos los personajes principales. Establecer quién es quién en esta nueva historia es la clave para desentrañar las incógnitas que nos plantea el nuevo director al cargo, Shane Black, y también co-guionista junto a Drew Pearce (autor también del libreto de otro de los títulos esperados de este 2013, “Pacific Rim” de Guillermo del Toro). Nombre clave para el cine de acción de los años 80 y 90, Black representa uno de esos casos en los que el guionista es la estrella. Su libreto para la primera entrega de “Arma Letal” redefinió el género, mientras que por sus trabajos para “El Último Boy Scout” y “Memoria Letal” se estableció como el guionista con mayor caché de Hollywood. Sin embargo, llegado a este punto, abandonó la industria, cansado de la presión que suponía estar siempre en lo alto del género de acción. Su regreso se produjo casi 10 años más tarde, con “Kiss Kiss Bang Bang”, donde además debutó como director, contando con una pareja de actores en aquel momento en horas bajas en su carrera: Robert Downey Jr. y Val Kilmer. Fue aquel encuentro lo que posibilitó la entrada de Black como director de “Iron Man 3”, gracias al apoyo de su ahora redimida estrella.
Esta tercera entrega viene a cerrar la trilogía iniciada en 2008, pero también a continuar la historia tras los acontecimientos de “Los Vengadores”. Coincide además con la expiración del contrato de Robert Downey Jr. con la Marvel, sin quedar todavía claro si la estrella aceptará renovar con el personaje que le ha llevado a los picos más altos de popularidad y éxito comercial de su carrera. Por ello, el guion apuesta conscientemente por establecer un cierre argumental, con una sensación funesta acompañando a los principales personajes a lo largo de todo el metraje. La muerte define esta historia, llevando a los principales personajes, en un sentido u otro, a resurgir de sus cenizas. Siguiendo ejemplos recientes como “El Caballero Oscuro. La Leyenda Renace” o “Skyfall”, la cinta nos presenta la caída de Tony Stark y su lucha por reestablecerse a tiempo para evitar una catástrofe mundial y personal. Resulta curioso ver cómo, después de criticar Robert Downey Jr. en 2008 las diferencias entre “Iron Man” y “El Caballero Oscuro” (tachando a ésta de ininteligible frente a la sencillez lúdica de su Hombre de Hierro), ahora la franquicia de Marvel se acopla a algunos rasgos de la trilogía de Nolan, apostando (al menos sobre el papel) por un tono más serio y complejo que las películas anteriores.
En las tres películas, Tony Stark ha encontrado en sus demonios internos el verdadero enemigo a abatir. Frente a la perfección tecnológica de sus armaduras, el componente humano del superhéroe ha supuesto siempre el principal obstáculo para salir victorioso. Si en la primera entrega encontrábamos un complejo paterno filial, transferido al personaje de Obadiah Stane en substitución del padre ausente Howard Stark, y en la segunda un caso de alcoholismo ampliado por la aceptación de una muerte próxima, aquí el cuadro psicológico del héroe viene marcado por el trauma generado tras los acontecimientos de “Los Vengadores”. Aunque victorioso, su enfrentamiento con los Chitauri dejó una nueva muesca en la personalidad de Stark, ahora obsesionado con proteger a sus seres queridos de toda amenaza, ya sea humana o extraterrestre. Así, el principio de la cinta nos presenta a un héroe abatido, con ataques de ansiedad y que utiliza la construcción de nuevas armaduras como muleta psicológica para bloquear sus miedos. Al igual que le sucediera a Batman o a James Bond, su primer enfrentamiento con el nuevo némesis, El Madarín, lleva al genio, millonario, playboy y filántropo al borde de la muerte, teniendo que reconstruirse a sí mismo desde cero, con su intelecto como principal herramienta para vencer a la nueva amenaza. Si en la primera entrega nos quedó claro que Tony Stark es Iron Man, ahora el objetivo era precisar que Iron Man no es la armadura, sino Tony Stark y que, con artilugios tecnológicos o sin ellos, él sigue siendo el héroe de la función. No hay que negarles a Shane Black y Drew Pearce que, sobre el papel, la premisa es interesante y prometedora, pero de ahí a los resultados en pantalla va un largo trecho, en nuestra opinión, plagado de decisiones y giros equivocados e incongruentes, tanto dentro de la propia trama, como de cara a la continuidad entre lo anterior y lo que pueda estar por venir.
Manteniéndonos en lo referente al protagonista, privado de sus armaduras, Tony Stark se trasmuta en una especie de James Bond, capaz de enfrentarse no sólo intelectualmente, sino también con proezas físicas, a un grupo de soldados tratados con el suero de nanotecnología Extremis que les hace aparentemente indestructibles. Esto conlleva dos problemas, el primero es que ese público que se acerca a la película dispuesto a emocionarse con las maravillas del superhéroe de la armadura se van a sentir defraudados, ya que el protagonismo de ésta (y todas sus versiones alternativas) queda relegado prácticamente al clímax final de la película. El segundo es, precisamente, el problema de incredulidad que genera esa versión de Tony Stark reconvertido en héroe de acción, salvando el día incluso a soldados profesionales como el Coronel James “Rhodey” Rhodes (Don Cheadle). Éste, por su parte, a lo largo de la trilogía no ha conseguido pasar de la categoría de “secundario cómico”, superándose en esta tercera entrega con sus ridículas aventuras como Iron Patriot. Quien si adquiere más protagonismo es Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), quien también va a experimentar un cambio profundo en esta aventura, dejando, por fin, de ser simplemente la novia del héroe (a buena hora mangas verdes, ya que la actriz ha anunciado que no repetirá en el papel en futuras secuelas de la franquicia). Por el contrario, es el otro personaje femenino de la cinta el que carece de entidad alguna. La Dra. Maya Hansen (Rebecca Hall) no pasa de ser una excusa argumental, un recurso para poder presentar y explicar Extremis, dando la impresión de que la mayor parte del personaje quedó cercenado en la mesa de montaje.
Ese villano bicéfalo que componen Guy Pearce (como Aldrich Killian) y Ben Kingsley (El Mandarín), desgraciadamente, carece del peso necesario para generar eficazmente esa confrontación extrema con el héroe. El Mandarín era, sin duda, un personaje necesario para la franquicia pero difícil de llevar a la gran pantalla. Némesis histórico de Iron Man en los comics, su origen está en el referente cinematográfico de Fu Manchú y el contexto de la Guerra Fría de los años 50, con una estética hoy políticamente incorrecta y nefasta de cara a una buena andadura de la película en el mercado chino. Inicialmente, Shane Black y Drew Pearce resuelven de manera eficaz la papeleta remodelando al personaje de acuerdo a referencias modernas de terrorismo islámico, con la figura de Osama Bin Laden a la cabeza. Se obvian elementos, como los 10 anillos de poder, y se ofrece una lectura más realista del personaje, que emplea los videos virales para atacar la moral estadounidense, al mismo tiempo que va situando ataques violentos por el territorio nacional. A nuestro entender, el problema surge cuando los guionistas quieren dar una vuelta de tuerca a esta idea y desarticulan por completo al personaje que han creado con una bufonada ridícula. Hay quien ha abrazado positivamente este giro, a nosotros particularmente nos pareció un error mayúsculo.
La sobreexposición de Robert Downey Jr. también nos parece que está empezando a ser un problema para la franquicia. A día de hoy es incuestionable que nadie da mejor el perfil para el personaje que este actor, sin embargo, tras la agradable sorpresa que supuso en la primera entrega, la franquicia se ha apoyado en exceso en la presencia de este actor y, al igual que sucediera con Johnny Depp y el Capitán Jack Sparrow en “Piratas del Caribe”, llega un momento en que el personaje y la sobreactuación de la estrella empiezan a perder frescura y pasan a resultar cargantes. No es que el actor haya bajado el listón, sino que llevamos cuatro películas viéndole hacer lo mismo (seis si contamos las dos de “Sherlock Holmes”, donde partía del mismo patrón) y el agotamiento de la fórmula es ya patente. Precisamente con esta tercera entrega se culmina el contrato firmado por Robert Downey Jr con Marvel (ahora Disney), dejando la duda en el aire sobre el regreso o no del actor a la serie. Lo cierto es que de cara a esto, “Iron Man 3” ha sido concebida como cierre de la trilogía, con una conclusión lo suficientemente abierta como para albergar nuevas entregas, pero con un sentido de cierre que posibilita la salida del actor. Lo cierto es que aunque, como decimos, la cinta no se cierra puertas de cara a la continuación, el punto en el que deja al personaje supondrá un quebradero de cabeza para idear cómo seguir desarrollándolo en futuras secuelas. Particularmente, consideramos que una buena alternativa podría ser contar con Downey Jr. en “Los Vengadores 2” y preparar el camino para que en la fase 3 Tony Stark cuente con un relevo actoral.
La puesta en escena de Shane Black es esmerada, sobre todo en lo referente a las escenas de acción, donde el cineasta compone algunas set pieces realmente espectaculares, con especial aplauso para el rescate del Air Force One. La combinación de elementos físicos con los efectos digitales está muy bien integrada, jugando con un virtuosismo visual que convierte a la película en un espectáculo continuo, sin desatender ese toque más oscuro de esta tercera entrega gracias a la espléndida dirección de fotografía de John Toll, quien retoma las características establecidas por Matthew Libatique en las dos anteriores y las amplia notablemente. Donde ha cojeado la narrativa ha sido a la hora de ajustar la duración de la película, evidenciando dificultades a la hora de no exceder la duración standard (y aún así sigue siendo la más larga de las tres entregas: 130 minutos frente a los 126 y 124 de las dos anteriores). El efecto tijera en el montaje (una hora y cuarto de metraje fue eliminada del montaje final) deja como daños colaterales un ritmo irregular, saltos bruscos en la acción y poca definición de algunos personajes clave (no sólo la ya mencionada Maya Hansen, sino otros como el Vicepresidente Rodríguez o el propio Aldrich Killian necesitaban de más desarrollo, y las características de Extremis no acaban de estar bien definidas). En el apartado musical, encontramos la incorporación de Brian Tyler a la franquicia, recogiendo el testigo dejado por Ramin Djawadi y John Debney. El primero ofreció aire fresco al esquema habitual de la música para superhéroes, introduciendo un potente toque rockero a través de las guitarras eléctricas que casaba perfectamente con la personalidad narcisista y rebelde del protagonista. El segundo se quedó en una partitura funcional, pero anodina, con más estruendo musical, pero carente de alguna seña de identidad que le diera personalidad. Tyler se queda en un cómodo término medio entre los dos. Aporta un sencillo, pero retentivo, tema principal al héroe y satura la acción con una potente masa orquestal; sin embargo, mucho ruido no da más nueces y, en nuestra opinión, la partitura únicamente logra despegar en los títulos de crédito finales, donde Tyler versiona su propio tema principal de acuerdo al tono metalero de Djawadi.
Como ha sucedido con algunos blockbusters recientes que aspiraban a ser algo más que un mero producto comercial, “Iron Man 3” ha generado posiciones encontradas entre la audiencia. Algunos se han dejado seducir por sus propuestas argumentales, llegando incluso a alzarla como la mejor de la trilogía, mientras que otros han salido francamente desilusionados con el resultado final. En nuestra opinión, esta tercera aventura queda muy lejos de la frescura de la primera entrega y evidencia el agotamiento de algunas de las claves del éxito de la franquicia, sin embargo, por su puesta en escena, una mejor dosificación de la acción y la declaración de intenciones con la que partía Shane Black nos pareció un título más interesante que la inane y soporífera “Iron Man 2”.
dos películas igualmente a tener en cuenta... parece que la ciencia ficción y todos sus efectos no logran hacerse con buenso guiones, pero igual, cuantas películas de otros géneros los tienen?
ResponderEliminarMuchas gracias por tus comentarios, JLO. Efectivamente, el guion no sólo cojea en la ciencia ficción y la fantasía. A nosotros es una parte del cine que nos interesa bastante, y por eso siempre intentamos poner mucho énfasis en el apartado literario de las películas que comentamos, sean del género que sean.
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