El cine de género nacional sigue
pujando fuerte, en parte gracias al apoyo de las televisiones. Tras el éxito el
año pasado de Atresmedia con “El Desconocido”, ahora Mediaset nos sorprende con
“Cien Años de Perdón”, cinta dirigida por Daniel Calparsoro, con guion de Jorge
Guerricaechevarría, y protagonizada por Luis Tosar, Rodrigo De la Serna, Patricia
Vico, Raúl Arévalo, José Coronado y Marian Álvarez. Tomando como punto de base
los patrones del cine de atracos y adornándolos con referencias más o menos
explícitas a la realidad política y social de nuestro país, especialmente a lo
que se refiere a los casos de corrupción, la cinta busca ante todo ofrecer al
espectador un entretenimiento compacto, repleto de tensión y con un conjunto de
personajes arquetípicos, pero bien definidos e interpretados.
Desde sus primeras películas, el
cineasta vasco se caracterizó por un tipo de cine rudo y cargado de
testosterona. Si bien inicialmente sus películas buscaban reflejar más la
situación social del País Vasco, poco a poco, la carga crítica de sus películas
se ha ido diluyendo en favor de elementos más propios del cine de género.
Precisamente, en su anterior trabajo, “Combustión”, Calparsoro apostaba por una
versión nacional del cine de coches tuneados y carreras ilegales heredado del
formato de la saga de “A Todo Gas”. En esta ocasión, ya desde el guion de
Guerricaechevarría podemos encontrar en “Cien Años de Perdón” ecos a muchas
películas Hollywoodienses, aunque quizás el referente más claro sea “Plan
Oculto” de Spike Lee. En aquella cinta, el cineasta afroamericano aprovechó la
coyuntura de una cinta de corte comercial para enlazar en su trama algunas
cargas de profundidad contra la proliferación de la violencia y las políticas
represivas en Estados Unidos tras los atentados del 11S. En este caso, los
casos de financiación ilegal de los partidos políticos y, más concretamente, la
alusión indirecta al Partido Popular y los papeles de Bárcenas son claramente
fuente de inspiración para la trama de la película, de igual manera que podemos
encontrar referencias a los abusos de los bancos como las preferentes o los
desahucios. No es que Guerricaechevarría y Calparsoro hayan querido hacer una
cinta de denuncia política o social, ni mucho menos. Por encima de todo,
estamos ante un thriller de acción, cuya finalidad va más por el lado del
entretenimiento que del posicionamiento político y donde en ningún momento se
hace mención explícita de partidos o individuos reales; sin embargo, sí se
permiten establecer el guiño para que posteriormente el espectador sea capaz de
establecer las conexiones entre ficción y realidad.
La película presenta un reparto
principalmente masculino, donde sobresalen los personajes de El Gallego y El
Uruguayo (interpretados por Luis Tosar y Rodrigo De la Serna), como los dos
líderes de la banda de atracadores, que deben agudizar su ingenio para poder
resolver una situación imposible. De los otros cuatro atracadores, tienen
también cierto protagonismo Loco (Joaquín Furriel) y Varela (Luciano Cáceres),
quedando los otros dos prácticamente reducidos a figuración. Podemos destacar
también la participación de Luis Callejo, Raúl Arévalo y Jose Coronado, quienes
aportan una importante presencia en pantalla que ayuda sobremanera a sus
personajes, Domingo, Ferrán y Mellizo. En lo referente a los personajes
femeninos, la cinta no se muestra tan precisa. Patricia Vico lleva a cabo una
buena representación de su personaje, la directora del banco, molesta con sus
jefes por un despido inminente, sin embargo, lo que comienza pareciendo uno de
los papeles principales de la película, poco a poco se va diluyendo y pierde
gran parte de su protagonismo. Marián Álvarez da presencia a un personaje que,
por otro lado, carece de entidad en la película, totalmente supeditado al rol
de Raúl Arévalo. Y finalmente, tenemos el personaje de Laura, interpretado por
Nani Jiménez, que en un momento de la película parecía que iba a tener más
desarrollo, pero que finalmente acabó sucumbiendo ante la trama principal. En
cualquier caso, la labor de dirección de actores es más que acertada y todos
cumplen perfectamente con su papel.
Calparsoro apuesta por una puesta en
escena rápida y enérgica, basada sobre todo en planos cortos y en un montaje
dinámico, que aporta a la narración un ritmo constante. Eso sí, una vez más, no
se trata de aquel cineasta primigenio que realizaba un cine muy personal, sino
que mantiene esa impronta de corte más artesanal que ha caracterizado sus
últimos trabajos. La cinta entra rápidamente en acción, sin apenas dar respiro
al espectador y basa su efectividad sobre todo en continuos giros de trama que
van dificultando la situación a los protagonistas, dejando al público poco
espacio para la reflexión o el aburrimiento. Toda la acción tiene lugar en
espacios cerrados, lo que trasmite una sensación de claustrofobia, al mismo
tiempo que el cineasta busca dar al conjunto un tono moderno y sofisticado,
apoyándose en la dirección de fotografía de tonos fríos y oscuros de Josu
Inchaustegui.
“Cien Años de Perdón” cumple con
creces las expectativas. Es una cinta que logra mantener su ritmo, sorprende al
espectador con sus giros constantes, le hace cómplice de los guiños políticos y
sociales y le mantiene anclado a la butaca hasta la última escena. Se le puede
achacar falta de personalidad, que no se atreva a ir más allá de los patrones
del género o que deje sin desarrollar algunas subtramas o personajes, pero en
ese caso, ésta sería otra película (y posiblemente no sería tan
entretenida).
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