Al cine y la literatura les encanta
las historias de supervivencia, aquellas en las que un ser humano se ve aislado
en un entorno hostil y tiene que hacer uso de los pocos recursos que tiene a su
alcance y de su ingenio para lograr sobrevivir. Nos gusta creer en el espíritu
humano y en su capaz de adaptarse y controlar hábitats salvajes o ignotos. Es
la esencia misma de la aventura. Y esto es lo que es “Marte” por encima de
todas las cosas, una historia de aventuras ambientada en un entorno de ciencia
ficción cercana. En la historia ideada por Andy Weir no hacen falta
extraterrestres, ni naves espaciales futuristas o misterios sobrenaturales,
sólo la existencia de un espacio tan agresivo y aparentemente disociado de la
posibilidad de colonización como es Marte. Esto, claro está, ideado antes del
anuncio de la Nasa sobre el descubrimiento de agua en el planeta. La
combinación de estos ingredientes del género de aventuras clásico con el
envoltorio científico de la novela de Weir convertía esta adaptación en un
proyecto muy goloso para un cineasta como Ridley Scott, autor de dos clásicos
de la ciencia ficción, como “Alien. El Octavo Pasajero” y “Blade Runner”, pero
cuyo tercer acercamiento al género resultó la fallida “Prometheus”.
Inicialmente, el proyecto iba a estar
adaptado y dirigido por Drew Goddard, quien finalmente rechazó dirigirla en
favor del spin off de “The Amazing Spiderman” sobre “Los Seis Siniestros”. En
cualquier caso, Goddard sí llevó a cabo el guion, consiguiendo el que es uno de
los principales logros de la película. El libreto de “Marte” es capaz de
condensar los principales elementos de la novela de Andy Weir, manteniendo su
esencia y su tono narrativo, desde la narración en primera persona, a través de
los video-diarios que va grabando el protagonista, hasta el uso fundamental del
humor en la historia y el personaje principal. Evidentemente, para aquellos que
se hayan leído el libro hay mucho material que se ha quedado fuera (y es que
por mucho que veamos sufrir al protagonista en la pantalla, lo suyo es un paseo
comparado con lo que tiene que afrontar el Mark Watney literario). Uno de los
aspectos de los que se ha prescindido ha sido todas las explicaciones
científicas que sustentan las diferentes soluciones que el héroe va ideando
para lograr sobrevivir. Esto aligera la narración, al fin y al cabo lo que
funciona en el papel no tiene que resultar igual de efectivo en una película,
sin embargo, también es cierto que hay algunos conceptos que hubiesen
necesitado al menos una ligera explicación para el público profano en la
materia. Por el resto, como decimos, creemos que el guion se mantiene bastante
fiel al texto literario y consigue darle forma de narración cinematográfica.
Uno de los principales elementos
responsables del éxito de la novela está en la construcción de su protagonista.
Mark Watney es uno de esos personajes que suponen una golosina para cualquier
actor, y aquí Matt Damon sabe sacarle todo el partido. El actor resulta
totalmente verosímil en su papel y le aporta el carisma necesario para hacer
justicia al héroe de la historia. Damon debe afrontar el reto de construir un
protagonista sin otros personajes de apoyo. Watney se pasa solo la mayor parte
del metraje y el actor debe buscar herramientas para hacerlo creíble y
accesible para el público, ya sea en esos monólogos ante la cámara, como las
escenas sin diálogo. Con respecto al resto de los personajes, se hace aún más
necesario contar con actores de peso, ya que su presencia en la historia es muy
corta y hace falta que el espectador los conozca y empatice con ellos de manera
rápida. Aquí podemos destacar a Chiwetel Ejiofor, Jeff Daniels, Sean Bean,
Jessica Chastain y Michael Peña, como los que mejor logran este objetivo,
mientras que otros como Kate Mara, Sebastian Stan o Kristen Wiig quedan más
rezagados en este proceso.
La puesta en escena de Ridley Scott
es eficaz, dinámica y técnicamente impoluta. El cineasta se las apaña para dar
un buen ritmo a la historia y que el espectador se mantenga atento e interesado
en todo momento por el devenir del astronauta Watney. La ambientación está
también muy cuidada. Se trata de una historia que se apoya más en los elementos
físicos, las localizaciones y el diseño de producción que en los efectos
especiales. En este sentido, en los últimos años (han trabajado juntos en “Prometheus”,
“El Consejero” y “Exodus. Dioses y Reyes”), Dariusz Wolski se ha convertido en
uno espléndido activo en la filmografía de Ridley Scott. El director de
fotografía cuadra a la perfección esa iluminación fría y distante que le gusta
al director, definiendo a la perfección con la luz los diferentes espacios en
los que se desarrolla la trama, desde los ambientes desérticos de Marte a la
atmosfera tecnológica del JPL, pasando por el progresivamente decadente refugio
del Hab o el estilizado interior de la Hermes. Scott es perro viejo y se sabe
rodear de un equipo excepcional por lo que todos estos elementos técnicos
quedan solventados a la perfección. Sin embargo, pese a que podemos decir que
“Marte” es la mejor película de Ridley Scott en años, el resultado final no va
más allá del trabajo de un artesano, bien ejecutado pero absolutamente
impersonal. No hay la más mínima huella de autor que distinga a esta película,
ni apreciamos interés en llevar esta historia más allá de su vocación de cine de
entretenimiento, a pesar de que la historia sí daba para reflexiones más
profundas.
La música se divide en dos apartados,
por un lado lo que es la partitura original y por otro las canciones
preexistentes que acompañan a protagonista. Frente a otras películas donde la
selección de canciones viene determinada más por cuestiones comerciales que
poco o nada tienen que ver con la historia que se nos narra, aquí sí existe una
justificación para la introducción de estos temas, que a su vez ofrecen un
divertido juego al espectador. Todas las canciones que encontramos en la película
cumplen una función intradiegética en la historia, se trata del archivo de
música disco que la Comandante Lewis deja en Marte y que se convierte en uno de
los pocos elementos lúdicos con los que cuenta el protagonista para evadirse de
su situación. Más allá de los comentarios sarcásticos de Mark Watney al
respecto de este estilo musical, existe también una vinculación con muchos de
los temas con conceptos como el espacio o la supervivencia. Así, canciones como
“Starman” de David Bowie, “I Will Survive” de Gloria Gaynor o “Hot Stuff” de
Donna Summer juegan un papel irónico dentro de la trama. Por su parte, la
partitura original de Harry Gragson Williams combina electrónica con orquesta,
intentando reflejar el componente humano de la historia, pero también los
ambientes desconocidos y las texturas donde se desarrolla la acción. La música
comienza dando voz al vacío y lo inhóspito del planeta. En un principio las
sonoridades que definen al planeta son sombrías y ominosas, sin embargo, al
igual que la película la partitura se va decantando más por ensalzar el
espíritu humano, de ahí que cuente con un tema principal que enfatiza las
hazañas del protagonista y donde la electrónica más que emplearse para subrayar
lo fatídico de la situación, se emplea para recalcar los logros de la ciencia
frente a un entorno hostil. La partitura adquiere también un valor intimista e
incluso espiritual a la hora de tratar las escenas más emocionales de la cinta,
como por ejemplo las excursiones de Watney por el terreno marciano o el
intercambio de mensajes entre el protagonista y los tripulantes de la Hermes.
Por último, Gregson Williams despliega todo su poderío musical en el tramo
final, donde la historia acumula más tensión. Aquí la combinación de orquesta,
electrónica y coros llega a su cénit, con un monumental tema lleno de heroísmo
y emoción. El resultado final es una partitura ecléctica, repleta de
componentes experimentales, pero que en su base mantiene los elementos
emocionales necesarios para trasladar esta historia al espectador.
Con todo esto, “Marte” es una
película técnicamente impecable, un gran divertimento, con un espléndido
reparto, pero también es una película a la postre irrelevante, disfrutable por
el público, pero sin capacidad para dejar huella en ellos.
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