El
estreno en 1993 de la cinta “Sinfonía en Soledad” fue un auténtico
descubrimiento. Este acercamiento
postmoderno a la figura de Glenn Gould nos descubría un nuevo cineasta con un
conocimiento y una sensibilidad especial para tratar la música en imágenes. A
partir de ahí el lenguaje de François Girard ha ido moderándose a cada nuevo
estreno. En “El Violín Rojo” seguíamos encontrando su interés por jugar con las
estructuras narrativas, pero de una manera menos rupturista que con su opera
prima. Su tercer largometraje, “Seda”, se asentaba ya en una puesta en escena
clásica, eso sí, enriquecida por una gran sensibilidad y elegancia. Con “El
Coro”, Girard nos muestra el momento más bajo de su carrera, pero no por
pérdida de habilidades como cineasta, sino por tener que afrontar, con
diferencia, el texto más gris y convencional de toda su carrera.
El guion original es
obra de Ben Ripley, cuyo crédito más loable como escritor es el guion de
“Código Fuente”, pero que también ha sido el perpetrador de los libretos de la
tercera y cuarta entrega de “Species”. Ripley cuenta a su favor con ser también
pianista profesional y tener un amplio conocimiento del mundo de las
agrupaciones corales infantiles. Esto último se aprecia en la película, en lo
cuidada que está la representación del funcionamiento interno de la escuela
donde se desarrolla la acción, sin embargo, para localizar esto, el guionista
repite fórmulas manidas, personajes estereotipados y situaciones tópicas, sin
ofrecer nada novedoso en cuanto a desarrollo de la historia. Partimos de un
personaje conflictivo, preadolescente, hijo de madre soltera y criado en un
entorno de pobreza y alcoholismo. Nuestro protagonista tiene a su favor contar
con un don, una voz excepcional, lo que le permite acceder a una escuela de
alta alcurnia y elitista. El choque social, los celos y la inadaptación al
nuevo medio marcarán el devenir de la historia. A su favor, nuestro héroe
cuenta con el apoyo de dos profesores, uno joven, entusiasta pero inexperto, y
otro veterano, huraño y en el último tramo de su carrera profesional.
Girard demuestra una vez
más su exquisita sensibilidad a la hora de rodar o tratar a los personajes. La
película tiene como principal virtud la elegancia y belleza con que ha sido
rodada, especialmente el cariño y el cuidado, sin caer en el sentimentalismo,
con el que el cineasta se acerca a las secuencias musicales, tanto a los
ensayos como a las actuaciones del coro infantil. El trabajo con los actores es
también meticuloso y refinado. A estas alturas de sus carreras, difícilmente
vamos a descubrir nuevos registros en las interpretaciones de Dustin Hoffman,
Debra Winger, Eddie Lizzard o Kathy Bates, pero veteranía manda y todos exhiben
una gran presencia en pantalla y un gran control de las necesidades de sus
personajes. Más llamativo resulta el trabajo con los
actores infantiles. Todos deben superar el doble reto de llevar a cabo sus
papeles y cubrir también las necesidades musicales de la película. Aquí hay que
resaltar el excelente descubrimiento de Garrett Wareing. Pese a la simplicidad y lo
estereotipado de su personaje, el actor logra darle personalidad y presencia,
creciéndose en los momentos musicales.
“El Coro” tiene en su
apartado musical uno de los aspectos más destacados de la película. Las voces
del American Boychoir no sólo aportan una gran belleza sonora a las imágenes,
sino que se convierten en la base misma de la película. La agrupación de voces
infantiles lleva a cabo prodigiosas interpretaciones de varios temas de música
clásica, donde destaca especialmente la elección de autores como Thomas Tallis,
Felix Mendelssohn, Benjamin Britten Georges Fauré o Georg Friedrich Haendel. Junto a
estos temas clásicos, en un segundo plano, encontramos la partitura original
compuesta por Bryan Byrne, una composición intimista y sencilla, pensada
principalmente para piano y cuerdas, que se encarga sobre todo de acompañar el mundo
interior del niño protagonista. En este sentido existe una buena compenetración
entre partitura original y música preexistente. El tema principal compuesto por
Byrne sirve también como base para la canción de los créditos finales, "The Mistery of Your Gift", interpretada por Josh Groban, con apoyo coral del American Boychoir. Sin ser
una mala canción, sí se trata de un tema que rompe estilísticamente el conjunto, además de darle un
tono más sentimental a una película que evita precisamente cargar las tintas en
el apartado emocional.
“El Coro” no es una gran
película, sufre de un guion de manual que no le permite llegar más arriba de un
melodrama al uso; sin embargo, pese a su hándicap de partida, ha sido rodada
con honestidad, elegancia y saberhacer, lo que hace que sea una cinta que se ve
con agrado y de la que podemos aplaudir su exquisita puesta en escena y esmero
interpretativo.
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