LADRONES DE CUERPOS

INTRODUCCIÓN

El pasado 11 de septiembre fallecía el actor Kevin McCarthy, un veterano secundario del cine estadounidense de amplia trayectoria televisiva, recordado por algunos títulos de serie B de los años 50 y por su presencia en varias películas del director Joe Dante (“Aullidos”, “En los Límites de la Realidad” o “El Chip Prodigioso”, entre otras). Sin embargo, de toda su filmografía hay un título que brilla especialmente, “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos”, un clásico de la ciencia ficción conspiratoria de mediados del siglo XX que Hollywood ha revisitado en varias ocasiones desde entonces y cuyo desarrollo nos gustaría recordar como tributo a la figura de este actor. Desde el estreno de este título hasta la última adaptación de esta historia en 2007 con “Invasión” existe un intervalo de cincuenta años, a lo largo de los cuales esta misma premisa ha recibido diferentes enfoques, no sólo convirtiéndose en un referente de la ciencia ficción cinematográfica, sino también ahondando en los cambios políticos y sociales de estos últimos años.

LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS

El origen lo podemos encontrar en un serial de tres partes publicados por el escritor Jack Finney en la revista en la revista Collier en 1954 (y más tarde convertido en novela). Esta historia fascinó al productor Walter Wanger, quien en seguida encargó al guionista Daniel Mainwarning que la adaptará a guión cinematográfico, bajo el título de “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos”. Se escogió al director Don Siegel, hasta ese momento no especialmente conocido, y a un grupo de actores, como Kevin McCarthy que encontraron en esta película el más importante trabajo de su filmografía.

A esta historia de alienígenas que llegan a la Tierra y se convierten en clones sin emociones de sus habitantes, Mainwarning le supo ver una lectura política de candente actualidad, concretamente con la brutal caza de brujas que el senador Joseph McCarthy había emprendido contra los comunistas. El propio Mainwarning fue víctima de esta persecución, donde cada norteamericano miraba a su vecino con temor sin saber si tras su trato cotidiano se encontraba un espía de los rusos. El guionista quiso destapar esta histeria colectiva que había infectado desde la política al entorno social. Así, según su visión de la historia, lo importante de la historia no era saber cuál de los personajes era un ladrón de cuerpos y cuál era humano, sino la paranoia creada que obligaba a todos a desconfiar de todos. Esto quedó eficazmente reflejado en la puesta en escena de Don Siegel, quien utilizó los recursos propios del cine negro para realzar esa idea de suspense y nerviosismo.

 

Curiosamente, por otro lado, hubo quien también hiciera una segunda lectura de la película completamente opuesta. Frente a la crítica de la cinta al uso por parte del senador McCarthy de las teorías del terror para mantener controladas a las masas e inconscientes de los verdaderos problemas de la sociedad de la época, hubo quien encontró en la cinta un verdadero mensaje anticomunista, donde los invasores eran metáforas del supuesto adoctrinamiento que ejercía esta ideología, anulando la voluntad personal en favor de la colectividad.

A pesar de su bajo presupuesto y su título (que hacía presagiar una cinta de ciencia ficción de Serie Z), la cinta tuvo una excelente acogida por parte del público, convirtiéndose con el paso de los años en un título de culto y una de las películas más destacadas del género.

LA INVASIÓN DE LOS ULTRACUERPOS

Años más tarde, en 1978 se presentaba una segunda versión de la misma historia, “La Invasión de los Ultracuerpos”, dirigida por Phillip Kauffman quien optó por prescindir de la lectura sobre el comunismo y sustituirlo por una visión sobre la alienación del ser humano en una gran ciudad donde la identidad personal queda confundida con la masa. Otro rasgo diferenciador de esta versión es que mientras que la original de Siegel buscaba generar la duda en el espectador sobre si todo es real o sólo parte de la imaginación de los personajes, aquí ese elemento es sustituido por un enfoque más cercano al género fantástico. Junto al ya legendario grito infrahumano emitido por los ultracuerpos y las icónicas vainas, se añadieron también otras imágenes que marcaron el género, como el híbrido entre perro y humano (homenajeado posteriormente en infinidad de ocasiones por directores como Tim Burton en “Mars Attacks” o en series como “Los Simpsons”).

Además la película contó con un ajustado reparto de actores, encabezados por un excelente Donald Sutherland, a quien acompañan Brooke Adams, Leonard Nimoy, Verónica Cartwright o Jeff Goldblum. Kauffman quiso también incluir algunos guiños a la versión anterior y de ahí los cameos de Kevin McCarthy, en una secuencia que recuerda al final de “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos”, o Don Siegel, que interpreta a un taxista.

El efecto provocado por el estreno de “La Invasión de los Ultracuerpos” fue más allá del mero impacto cinematográfico. Justo antes del estreno de la película se produjeron algunos incidentes que dejaron más patente la relevancia del mensaje de la película. Los asesinatos del concejal Harvey Milk y del alcalde de San Francisco George Moscone, figuras decisivas de los movimientos homosexuales de los 70 (cuya historia ha sido llevada al cine recientemente por el cineasta Gus Van Sant en “Mi Nombre es Harvey Milk”), y el suicidio colectivo de más de 900 personas pertenecientes a una secta en Guayana hicieron que esta historia de paranoia, conspiración, control psicológico y perdida de identidad del individuo frente a la masa no pareciera tanto producto de la imaginación de Hollywood, sino más bien una advertencia profética del futuro de la humanidad.

SECUESTRADORES DE CUERPOS

La tercera versión de la novela de Finney, “Secuestradores de Cuerpos”, llegó en 1993. El guión cayó en manos de Stuart Gordon, especialista en género fantástico a través de películas como “ReAnimator”, quien quiso llevar la paranoia propia de la serie un paso más allá situando la acción en una base militar. Los productores no se anduvieron con chiquitas y contrataron también a un director con fama de polémico y trasgresor, Abel Ferrara, quien acababa de dirigir una de sus obras cumbre, “Teniente Corrupto”. Ferrara supo aportar a la cinta su toque perturbador, presentando al ejército como una entidad anuladora de la identidad, donde sus miembros no pueden tener opiniones ni pensamientos propios, sino que se subordinan por completo al conjunto. Otro tema relevante era la desintegración del modelo de familia tradicional, donde sus miembros siguen caminos divergentes en lugar de ajustarse a esa imagen homogénea y equilibrada con la que siempre se le ha identificado.

Desgraciadamente varios elementos llevaron a convertir esta adaptación en una obra fallida, como la falta de un presupuesto holgado o un reparto que, sin ser malo y a pesar de contar con excelentes interpretaciones de Meg Tilly y Forrest Whitaker, no alcanza las excelencias de las dos versiones anteriores. A esto hay que añadir que el guión de Gordon, a pesar de su prometedor punto de partida y algunos momentos bastante acertados, no acaba de sacar todo el partido que la historia ofrecía, resultando un tanto rutinario en bastantes ocasiones.

INVASIÓN

Tras dos versiones modélicas, el fracaso de “Secuestradores de Cuerpos” parecía sentenciar el fin de las adaptaciones de esta historia al cine. Esto hasta cierto punto ha sido así, ya que a pesar de que la cuarta versión, “Invasión”, tomaba la misma historia como punto de partida, su intención era también alejarse de los parámetros generales de las otras dos adaptaciones y ofrecer una relectura muy libre.

El proceso de realización de “Invasión” no estuvo exento de polémica. En un principio su productor Joel Silver contrató al director alemán Olivier Hirschbiegel (“El Hundimiento”) para que se hiciera cargo del proyecto. Hirschbiegel, siguiendo la línea de las adaptaciones anteriores, se fijó en la realidad que le rodeaba para buscar la inspiración para este nuevo acercamiento a los ladrones de cuerpos. El referente lo encontró en la situación actual de paranoia frente al enemigo externo encarnado por el terrorismo islámico, y tal y como hiciera Siegel en el 56, presentó una historia sobre la pérdida de libertades en favor de la defensa interna del país. El director quiso dar un paso más allá y pone sobre el tapete la necesidad del ser humano de autodestruirse, su innato y feroz sentido de la violencia y la predominancia.

La dificultad radicaba en que como buen cineasta europeo, su película se centraba en el mensaje y en la descripción de ambientes, dejando el verdadero enfrentamiento solapado, con poco espacio para el dinamismo y la acción que tanto le gusta a Joel Silver, productor de la serie de “Arma Letal” y de “Matrix”. Tras la pobre respuesta del público de los pases de prueba, el productor solicitó al director una revisión del material, con la intención de hacer la película más afín al público americano. Hirschbiegel se negó en redondo, aduciendo que su trabajo ya estaba hecho, así que Silver recurrió a sus apadrinados, los hermanos Wachowski, quienes hicieron una reescritura de determinadas partes del guión. Estas nuevas escenas fueron rodadas por el director James McTeige, autor de “V de Vendetta”, e incluían varios momentos de persecuciones, incluyendo un aparatoso choque automovilístico, durante el cual la protagonista Nicole Kidman resultó magullada y tuvo que ir al hospital.

El resultado de este híbrido no ha sido en absoluto positivo. Si por regla general ya es muy difícil conseguir afinidad entre los estilos de dos directores, esto se incrementa cuando provienen de mundos tan distintos como es este caso. Los saltos entre las escenas rodadas por Hirschbiegel y las de McTeige no sólo son muy marcados, sino que además le dan a la cinta un ritmo completamente irregular, sopesado y sutil en ocasiones, dinámico y frenético en otras. No se trata de que uno sea mejor que otro, sino que son antagónicos y rompen el desarrollo de la película.

En cualquier caso, tampoco es justo achacar el problema de esta nueva versión a esta incompatibilidad de caracteres. Desgraciadamente nos encontramos ante una cinta fallida y en ello tiene parte de responsabilidad ambas partes de la producción. Por lo que se puede apreciar del metraje que ha quedado rodado por Hirschbiegel en el resultado final, la cinta ya estaba condenada antes del cambio. Por de pronto aquí no hay vainas, algo que a priori puede parecer irrelevante y de puntillismo purista, pero que a la larga hace que nos enfrentemos ante uno de los inconvenientes de la nueva versión. Aquí los invasores no clonan a los humanos, sino que los infectan e invaden literalmente su cuerpo, lo que da pie a momentos ridículos como el ataque del metro (donde para infectar a los protagonistas, los nuevos ultracuerpos se dedican a escupirles), por no mencionar un final francamente insatisfactorio donde los humanos descubren una cura a la infección y todo vuelve a la “normalidad”.

Por otro lado, los actores no dan la talla. Nicole Kidman hace tiempo que parece haber perdido su talento interpretativo y resultaba curioso percatarse cómo llegaba a ser más expresiva precisamente cuando su personaje debía simular no tener emociones. Su falta de reacción en determinadas escenas nos pueden llevar a pensar que ella misma es ya un ultracuerpo en la vida real de la actriz que una vez protagonizó títulos como “Retrato de una Dama”, “Eyes Wide Shut” o “Las Horas”. Por su parte, Daniel Craig acababa de protagonizar “Casino Royale” y era ya una estrella, pero su papel sufre por las modificaciones de la película, quedando muy desdibujado, tanto en la interpretación del actor como en su desarrollo en pantalla. Otros actores destacados de esta versión son Jeremy Northam, Jeffrey Wright o Veronica Cartwright, pero sus personajes también resultan superficiales, desaprovechando sus posibilidades.

CONCLUSIÓN

Después de la pobre recepción de crítica y público que tuvo “Invasión” no parece que en Hollywood estén interesados en recuperar la novela de Jack Finney en un largo periodo de tiempo. Desgraciadamente, como hemos visto, todas las versiones han nacido como respuesta a una situación social determinada, por lo que no descartamos que en algún momento sea necesario volver a despertar a los ladrones de cuerpos para que nos expliquen con sus metáforas sociales qué estamos haciendo mal.