lunes, 19 de noviembre de 2018

“MANDY”. LOS BOSQUES DE LA NOCHE


“¡Tigre! ¡Tigre!, ardiendo reluciente/ en los bosques de la noche, / ¿qué mano inmortal u ojo / pudo trazar tu terrible simetría? / ¿En qué lejanos abismos o cielos / ardió el fuego de tus ojos?” 
("El Tigre", William Blake, 1794)

No sabemos si será una conexión nuestra o si durante la producción de “Mandy”, Pan Cosmatos tomó como referencia la obra de William Blake, pero lo cierto es que, por alguna razón, el visionado de la película nos evocaba una y otra vez sus grabados iluminados o poemas como “El Tigre”. Emparentada también con la imaginería onírica y surrealista y la violencia descarnada de David Lynch (especialmente “Corazón Salvaje”, no por casualidad también protagonizada por Nicolas Cage, o “Carretera Perdida”) o, más recientemente, Nicolas Winding Refn (con títulos como “Sólo Dios Perdona” o “Neon Demon”), la cinta está cargada de un misticismo que nos retrotrae a la obra del artista inglés. 

Sería sencillo decir que estamos ante otra muestra del histrionismo legendario de Nicolas Cage, sin embargo, al contrario que otros trabajos suyos, aquí la delirante composición del actor está integrada en un conjunto de interpretaciones y en el marco de una historia llevados al límite e incluso podemos decir que es superado por un alucinado Linus Roache en el papel de Jeremiah Sand, el “charlesmansonesco” líder de la secta que se obsesiona con la Mandy del título (Andrea Riseborough); es más, durante la primera mitad de la película, Cage mantiene una posición bastante comedida, reservándose para la segunda mitad de película, donde ya sí despliega su exuberancia característica. 

En su base, “Mandy” es una historia de venganza, de un marido que emprende un camino de violencia para desagraviar la memoria de su esposa; sin embargo, Cosmatos no busca componer una cinta de género al uso, sino expandir sus ambiciones a estratos más filosóficos y artísticos. Para ello emplea referencias propias de la serie B más vulgar, con imágenes explícitas y provocadoras, con personajes alucinados y con una dirección artística que remite a aquellas películas de explotación surgidas en la década de los 80 tras el éxito de títulos como “Mad Max” y lo conjuga con unos diálogos ascéticos y crípticos y una puesta en escena esteticista y simbólica. 

En un principio, la cinta parece situarnos en un espacio próximo a nuestra realidad. Red (Cage) es leñador, Mandy trabaja en una tienda, ambos viven aislados en una casa en las montañas. Sin embargo, ya desde la aparición de los moteros del infierno, los límites con la realidad poco a poco se van diluyendo y nuestros protagonistas se van adentrando en una especie de entorno alucinógeno y postapocalíptico, de espacios ásperos, rocosos y estériles. En esto juega un papel determinante la psicodélica fotografía de Benjamin Loeb, con un constante juego cromático que, junto con la búsqueda de la simetría en el encuadre, define el tono y la estética de la película. 

Además del predominante valor de la imagen sobre la trama, “Mandy” se convierte también en una cinta abiertamente musical. Por un lado, se evidencia un gusto referencial del director por el heavy metal y el rock progresivo de los 70 y los 80 (por ejemplo, Mandy lleva una camiseta de Black Sabbath y los moteros del infierno parecen sacados de la portada de un disco de Iron Maiden); por otro, la omnipresente partitura de Jóhann Jóhannsson (último trabajo de este compositor islandés fallecido el pasado 9 de febrero) apuesta por sonidos estridentes y amenazadores, donde la percusión y las guitarras eléctricas tienen prioridad a la hora de generar un acompañamiento musical que proporciona a la narración también un cierto componente atávico y sobrenatural. 
    
Todo en “Mandy” apunta a la desproporción y la psicotronía, con una petulancia ostentosa y delirante, pero consigue generar en el espectador una fascinación hipnótica, no sólo con la fuerza plástica de sus imágenes, sino por ese viaje chamánico hacia los infiernos que emprende el personaje de Nicolas Cage. No es cine para todos los gustos y estómagos, pero al menos sí es un cine que se sale de los márgenes acostumbrados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario