martes, 13 de noviembre de 2018

"BOHEMIAN RHAPSODY". SIEMPRE NOS QUEDARÁ LA MÚSICA.



¡OJO, CONTIENE SPOILERS!
Queen es, sin duda, leyenda de la música del siglo XX y la figura de Freddie Mercury, un verdadero icono del rock. Su canciones y su historia son ampliamente conocidas por sus seguidores y el anuncio, hace en torno a 10 años, de una película contando sus vivencias atrajo enseguida la atención del público. Diferentes directores y artistas pasaron por el proyecto antes de que se hiciera realidad. Los que estuvieron más cerca de llevarlo a cabo antes de la llegada de Bryan Singer y Rami Malek fueron Stephen Frears y Sacha Baron Cohen. Sí, el humorista, que por aquel entonces era famoso gracias a la película “Borat”, fue durante una temporada la apuesta fuerte para encarnar Mercury. Finalmente, su visión del proyecto no recibió la aprobación de Brian May y Roger Taylor, particularmente por la forma cruda y explícita en que querían tratar en pantalla la vida privada de Freddie Mercury. La elección de Singer tampoco estuvo libre de polémicas. Los problemas legales del cineasta, el miedo a que el caso de Kevin Spacey pudiera destapar nuevas acusaciones de abuso sexual hacia el director y las continuas ausencias del set propiciaron que el estudio le despidiera cuando aún quedaba rodaje por delante. Su sustituto fue Dexter Fletcher, más conocido por su faceta de actor y quien posteriormente ha pasado también a dirigir “Rocketman”, el biopic de Elton John.

Bohemian Rhapsody” abarca el periodo histórico desde que Mercury conoce a Roger Taylor y Brian May, siendo estos aún miembros de la banda Smile, y cómo tras la partida del cantante Tim Staffell los tres se animaron a crear Queen, hasta el triunfal éxito obtenido con su actuación en el Live Aid de 1985. La cinta trata también la importante relación del cantante con Mary Austin, su salida del armario, su intento de carrera en solitario, su promiscua vida sexual, su relación con las drogas y el descubrimiento de que era seropositivo, todo esto acompañado por una extensísima selección de temas musicales del grupo. El nivel de guiños y huevos de pascua dirigidos a los connoisseur de la mítica de Queen y la música rock de la época es extensísimo, aunque se echa de menos más cameos de otros artistas de la época, especialmente David Bowie (la ausencia de Montserrat Caballé queda justificada por ser posterior al margen temporal que aborda la película). En este sentido, la cinta se convierte en una montaña rusa de emociones, pensada para arrastrar al espectador durante dos horas y veinte minutos, sin que sienta el peso del metraje y salga de la sala con los pelos de punta y lágrimas en los ojos. Si eres amante de la música de Queen (¿alguien no?) resulta extremadamente difícil mantenerte en la butaca sentado y no aplaudir al final. Pero seamos sinceros, esto se debe más a la música que a las cualidades cinematográficas de la película (en nuestra opinión, bastante deficientes y espinosas).

En el apartado interpretativo destaca principalmente la espectacular labor de Rami Malek mimetizando y dramatizando al personaje de Freddie Mercury, pero en general no podemos poner pegas al reparto. No sólo no hay ni una interpretación que chirríe en el conjunto, sino que además, el parecido físico entre los actores y sus referentes es casi sobrenatural (Gwilym Lee es casi indistinguible del verdadero Brian May, delatándose únicamente cuando toca la guitarra). En esto ayuda muchísimo la labor de vestuario. La fortuna de llevar a la pantalla a un grupo como Queen es que la documentación audiovisual es extensísima, lo que ayuda a recrear mejor indumentarias, pero también la forma de hablar, cantar y moverse de los personajes. El aspecto negativo aquí lo ponen las pelucas y protésicos, que rompen la apariencia de verosimilitud de la imagen. La dirección de Singer/Fletcher es correcta, con algunos momentos notables y lo suficientemente enfática como para subrayar aquellos componentes dramáticos que van a tener importancia y prolongación en la película (por ejemplo, la relación del protagonista con su padre); sin embargo, en ningún momento, la puesta en escena logra destacar más allá de su valor mimético, cayendo bastante a menudo en el regodeo melodramático (como por ejemplo su vergonzoso y manipulador uso del tema “Who Wants to Live Forever” en un momento determinado de la película; un tema, por otro lado, cuya autoría se sale del marco temporal que abarca la película).

Al igual que cualquier película histórica o basada en hechos reales, todo biopic requiere de cierta ficcionalización de personajes y situaciones. La vida real no sigue una estructura clásica de guion cinematográfico, de ahí que algunas cosas deban alterarse o perfilarse para ajustarse a las necesidades del relato cinematográfico. Hasta ahí, todo correcto y asumido. Pero, ¿qué sucede cuando los autores de una película deciden reinterpretar la historia para amoldarla a su discurso? A los conocedores de la cronología de Queen le chirriará el desorden temporal en la introducción de las canciones. Algunas de manera arbitraria, otras para intentar dar una relación dramática entre un acontecimiento y la temática de la letra. El guion de Anthony McCarten (con participación en el desarrollo del argumento de Peter Morgan) busca crear un arco argumental de superación personal, éxito, caída en desgracia y redención con el que darle al espectador un patrón dramático que pueda identificar y que le suponga emocionante y excitante, aunque, por otro lado, la cinta ignora por completo al resto de la banda. La información que recibimos de Brian May, Roger Taylor y John Deacon es totalmente anecdótica y subordinada por completo a la estela de Mercury.

El primer problema de esto es la manera en la que se tergiversa la historia real para meter con calzador los clichés dramáticos con los que emocionar al espectador. Por ejemplo, Queen no se disolvió por el interés de Mercury de emprender una carrera en solitario, simplemente se tomaron un tiempo para poder desarrollar todos proyectos en solitario (Roger Taylor sacó dos discos en solitario, en 1981 y 1984, y Brian May hizo también sus pinitos por su cuenta con Star Fleet Project en 1983); por otro lado, se anticipa el diagnóstico de la enfermedad a 1985, para hacerlo coincidir con la reunión del grupo y el éxito del Live Aid, añadiendo un empuje emocional a todo el clímax final, cuando en realidad, Mercury no supo de su enfermedad hasta 1987. Cerrar la trama en este concierto es también un recurso forzado, máxime cuando a la banda aún le quedaban por publicar otros tres álbumes tan importantes como “A Kind of Magic” (1986), “The Miracle” (1989) e “Innuendo” (1991). Precisamente toda la elaboración de este último disco, con un Freddie Mercury al borde de sus fuerzas y dispuesto a despedirse por todo lo alto, suponía un clímax dramático extraordinario y que queda aquí totalmente ignorado. En su lugar, se ha preferido hacer una reproducción prácticamente íntegra de su participación en el concierto del Live Aid, sin duda, la mejor parte de toda la película y un cierre espectacular, pero, una vez más, gracias al peso de la música, no por sus valores cinematográficos (desafortunado ese efecto pantalla que genera el croma con las imágenes desde el escenario del estadio y el público.).

Como decíamos antes, la alteración de los hechos reales, la cronología o el disfraz de algunas situaciones es terreno común y asumido de los biopics, pero, en nuestra opinión, aquí esto provoca lecturas más espinosas y desafortunadas. En primer lugar, la cinta da muchísimo valor a la relación entre Mercury y Mary Austin (justificado, ella fue sin duda una figura fundamental en su vida y hasta ahora esto no se había reivindicado lo suficiente) y al mismo tiempo se pasa muy de puntillas por sus relaciones homosexuales, tocando de manera colateral sus famosas orgías o su consumo de drogas y más de manera implícita que explícita. El regreso a la familia (Queen, la reconciliación con su padre y el regreso de Mary a su vida) junto con el inicio de una relación estable (homosexual, pero estable) con Jim Hutton abre las puertas a la redención del personaje. Al mismo tiempo, anticipar el diagnóstico de la enfermedad le da a la cinta un carácter moralista conservador, devolviendo al SIDA a ese peligroso puesto que creíamos ya superado de castigo divino a los homosexuales por su pecaminosa forma de vida (sorprende que este mensaje forme parte de una película de Bryan Singer).

Encontramos en la película también un peligroso carácter revanchista. En algunos casos, a modo de puya sarcástica, como en el caso de Tim Staffell (quien llevado por su ambición dejó en la estacada a May y Taylor y que posteriormente no llegó a nada frente al éxito de Queen) o Ray Foster (personaje ficticio en el que se resumen todos esos ejecutivos que no creyeron en la banda en sus orígenes, eso sí, con un espléndido Mike Myers haciendo un guiño maravilloso a su película “Wayne's World”), pero en el caso de Paul Prenter (quien falleció en 1991, por lo que no puede defenderse de la imagen que da la película de él), los guionistas encuentran al villano perfecto para la película: es él quien saca a Mercury de Queen y quien le introduce en un mundo sórdido de orgías, drogas y prostitución. No vamos a convertirnos aquí en defensores de Prenter, quien además, jugó un rol muy vengativo al sacar a la luz la vida privada del cantante; sin embargo, en la película se convierte en el cabeza de turco para poder exculpar a Mercury del estilo de vida que llevó entre finales de los 70 y el primer lustro de los 80. Éste pasa así de ser protagonista de la película a un elemento pasivo que se deja llevar por un pérfido maestro de marionetas que le enfrenta con todos los pilares positivos de su vida y, por ende, responsable último de que contraiga el SIDA.

Bohemian Rhapsody” es una película muy disfrutable si lo que queremos es conmemorar la música de Queen. Tiene también otros valores muy positivos, como la interpretación de Rami Malek, y como viaje emotivo lleva al espectador allí a donde quiere, pero las herramientas que emplea para ello no nos parecen honestas y, en nuestra opinión, queda lejos de ser la película que esperábamos sobre la banda de rock o sobre Freddie Mercury. Afortunadamente, siempre nos quedará la música.

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