En el mismo verano en el que proyectos épicos y ambiciosos, como “El Caballero Oscuro. La Leyenda Renace” o “Prometheus”, han generado controversia y opiniones contrastadas, nos ha llegado también “Rock of Ages”, una cinta de pocas aspiraciones, sustentada en un elemento tan recurrente como es la nostalgia y cuyo máximo propósito es caer simpática al espectador. Esta asumida naturaleza de medianía se convierte en una herramienta de doble filo, donde podemos englobar sus fallas, pero también sus aciertos.
Ya con solo leer la sinopsis podemos prever que el guion no va a ser el plato fuerte de la producción. Se trata de una historia manida y plana sobre el éxito, con personajes bidimensionales y que, en ningún momento, se sale del camino de lo previsible. Sabemos quienes son los héroes, quienes los villanos, como van a triunfar los primeros y como se va a humillar a los segundos. Conocemos los giros de trama, cuando el personaje X se va a equivocar y cuando el personaje Y va a dar un giro a la situación. Todo, absolutamente todo, está pensado para que el espectador esté cómodo y no tenga que prestar atención a la trama. Al fin y al cabo, también somos conscientes de que esta es completamente prescindible e intercambiable con tantas otras que han poblado la Historia del Cine. Esto no quita que no podemos encontrar en la película espléndidos momentos de humor o que no nos encariñemos con los personajes, que no tendrán profundidad dramática, pero sí son, en su mayor parte, divertidos y entrañables. También ese mundo de Rock’n’Roll está completamente mediatizado para no provocar. Sí, el alcohol corre a raudales, pero se obvia cualquier mención a las drogas y no se ve a ni un solo personaje fumando en todo el metraje, incluso las referencias sexuales están cuidadosamente medidas para no escandalizar. Al fin y al cabo, esto es una producción de Hollywood, no “Hedwig and the Angry Inch”. Como ya sucediera con “Hairspray”, el cineasta Adam Shankman ofrece diferentes resultados en su doble papel como director y coreógrafo. Tras la cámara no pasa de ser un realizador funcional, carente de una voz propia, lo que incrementa la sensación de obra perezosa. Sin embargo, es en las secuencias musicales (que afortunadamente en la película abundan) donde Shankman se luce, aportando ritmo y energía a cada una de ellas y sacando el máximo partido posible de unos actores sin experiencia musical previa y de un espléndido cuerpo de baile (impresionante en la secuencia de “Shadows of the Night”).
La cinta se apoya en un estelar elenco coral. Es uno de los dos pilares que dan interés y atractivo a la película. El as en la manga es, por supuesto, Tom Cruise como Stacee Jaxx. El cambio de imagen del actor, los guiños a diferentes estrellas del rock, las canciones que interpreta y sus líneas de diálogo lo convierten en el personaje estrella, el más divertido, el más lucido y el que acapara toda la atención del público. Sin embargo, la cinta cuenta con otras presencias destacadas. Particularmente, nosotros nos quedamos con esa pareja cómica formada por Russell Brand y Alc Baldwin. El primero es, de todo el reparto, quien exuda más autenticidad en este contexto y su vulgaridad británica nos ofrece algunas perlas (como su vis a vis con cierto micrófono). Además, su química con Baldwin es, sin duda, superior a la de los dos protagonistas. También Paul Giamatti se luce (¡cuándo no!) con su desagradable papel de agente y Catherine Zeta Jones resulta verdaderamente pérfida como la ultraconservadora mujer del alcalde. Eso sí, uno echa de menos que le dieran algo más de metraje a Bryan Cranston, cuyo personaje queda totalmente minimizado y desaprovechado. Lo único que sobra de este reparto son sus dos actores protagonistas. Si los intérpretes antes mencionados consiguen aportar carisma a sus personajes para conseguir llevarlos por encima de su plana bidimensionalidad, Julianne Hough y Diego Boneta (especialmente este último) no hacen más que incrementar la cursilería y la sosería de unos Sherrie y Drew que parecen sacados de “La Casa de la Pradera”. Posiblemente sean los que mejor voz tengan de todo el reparto, pero ¿de qué sirve la cualidad vocal cuando no hay personalidad que la respalde?
El otro pilar de la película es, evidentemente, el musical. Las versiones que se ofrecen de temas clásicos del rock de los 80 son espléndidas y juntas logran hilar perfectamente el desarrollo argumental de la cinta. De entre todas podemos destacar las secuencias de “Hit Me With Your Best Shot” (espléndida presentación del personaje de Catherine Zeta Jones), “Wanted Dead Or Alive”, “I Want To Know What Love Is”, “Pour Some Sugar On Me” o la confrontación musical de “We Built This City / We're Not Gonna Take It”, mosquea que nos hayan escamoteado una escenificación de “Paradise City” y se agradece que no nos hicieran sufrir demasiado con el momento “Undercover Love”.
“Rock of Ages” distrae y satisface a su público objetivo, aquel que aún añora la música de los 80 y que se deleitará con los guiños y referencias a aquella época. No es, como hemos dicho, una película para la posteridad, pero tampoco pretende serlo. Se conforma con ser lo que es, un entretenimiento efímero y frívolo, y eso es lo único que debemos exigirle si verdaderamente queremos disfrutar de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario