miércoles, 8 de agosto de 2012

“PROMETHEUS”. CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR

Prometheus 1

Hay proyectos que, por su propia naturaleza, jamás deberían haber visto la luz. George Lucas no tenía que haber regresado a “Star Wars”, Steven Spielberg tenía cosas mejor que hacer que recuperar a Indiana Jones y Ridley Scott estaba ya lo suficientemente cómodo dirigiendo proyectos de medio pelo como para intentar remedarse a sí mismo con una nueva entrega del universo biomecánico. En 1979, el realizador británico estableció el primero de los dos grandes hitos de su carrera gracias a “Alien. El Octavo Pasajero”, demostrando una inusitada capacidad de creación de ambientes, suspense y personajes a partir de pocos elementos. Desde entonces, la franquicia se ha convertido en uno de los referentes fundamentales del terror y la ciencia ficción cinematográfica, aunque exceptuando su más inmediata secuela, “Aliens, el Regreso”, el itinerario posterior ha resultado irregular y con tendencia a la baja en cada nueva entrega, llegando ya a niveles infectos con las dos producciones de “Aliens Vs. Predator”. Precisamente tras el segundo enfrentamiento de estas dos criaturas, el estudio empezó a estudiar la necesidad de retomar la senda correcta y devolver al Alien el prestigio perdido, presentándose el nombre de Ridley Scott como el único capacitado para esta labor. Tras un largo periodo de preproducción, afinando cuál iba a ser el enfoque más adecuado, se optó por tomar un camino tangencial y olvidarse de la criatura en sí, para expandir el universo de la franquicia con una precuela. Así, “Prometheus” nació con una triple responsabilidad. En primer lugar, devolver a la grandeza a la serie, redimiendo los errores pasados. En segundo lugar, demostrar que pese a lo irregular de su carrera cinematográfica posterior a “Blade Runner”, Ridley Scott seguía siendo un director vigoroso y visionario. Y, por último, reestablecer también la estimación al género de la ciencia ficción en el cine, enterrado bajo múltiples capas de producciones de escaso pelaje intelectual. Sin duda, exigencias muy severas para un único proyecto, pero es que el resultado no sólo no satisface ninguna de ellas, sino que corrobora aquello que quería revocar. Pero vayamos por partes.

Prometheus 2

Para que no dé la impresión de inquina por nuestra parte, empecemos reconociéndole algunos valores a la película. Estéticamente, “Prometheus” ofrece un excelente trabajo de diseño de producción, dirección de fotografía y efectos especiales. Esto produce que la factura técnica, en sí misma, sea por lo general deslumbrante, con imágenes verdaderamente contundentes (por ejemplo, el gigantesco busto que se erige como pilar central del suspense de la película) y sugerentes (el lector de sueños de David 8 o la recreación de imágenes holográficas). También consigue establecer puentes de unión con la cinta de 1979, sobre todo a la hora de recuperar y adaptar los diseños de H.R. Giger al nuevo contexto. Y, por encima de todo, hay que agradecerle la introducción de un nuevo personaje icónico a la franquicia, el David 8 interpretado por Michael Fassbender. El actor vuelve a demostrar que se encuentra en un momento dulce de su carrera, creando al personaje psicológica y emocionalmente más rico de la película (paradójicamente, el único que por su naturaleza robótica debería carecer de estos apartados). Gracias a la excelente labor del intérprete, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que este androide está a la misma altura de los ya míticos Ash (Ian Holm en “Alien, el Octavo Pasajero”) y Bishop (Lance Henriksen en “Aliens, el Regreso”).

Prometheus 3

Lástima que todo esto caiga en saco roto por culpa principalmente de un guión que se las quiere dar de intelectual, pero que es incapaz de aportar coherencia y estructura a los temas que quiere tratar o al desarrollo de la historia. A lo largo de dos horas de metraje, las ideas y las referencias externas se van agolpando hasta la saturación, sin preocuparse por su función en lo que se quiere contar o si sostienen la correspondencia entre ellas. Esta escalada de incongruencias es exponencial, de manera que llegados al último tercio de película, ya el nivel de absurdo es completamente insostenible. Tampoco el desarrollo de personajes ayuda. Encontramos personajes desdibujados, sin entidad, que debían tener una mayor responsabilidad en la trama y que quedan apartados de la misma sin razón alguna y otros que caen en continuas contradicciones o situaciones inverosímiles. Los actores hacen un vano esfuerzo por salvar la situación, pero (tal y como comentábamos antes), salvo Michael Fassbender, ninguno de los otros logra salvar a su personaje de la quema. El supuesto redentor de la franquicia, Ridley Scott, se muestra despreocupado por los problemas esenciales de su película y parece entretenerse más en generar imágenes llamativas y fascinantes, lo que convierte a “Prometheus” en una película visualmente absorbente en algunos de sus tramos más destacados, pero carente de un itinerario definido o consistencia interna alguna. Incluso un apartado tan cuidado y vanguardista en las tres primeras entregas de la serie como es la música, aquí recae en las manos de Marc Streitenfeld, aliado de Scott en sus cuatro anteriores películas, quien vuelve a resultar tan insulso e ineficaz como en aquellas, con el agravante de haber querido imitar la experimentación que definió los trabajos de Jerry Goldsmith o Elliot Goldenthal. El resultado es, por tanto, una partitura petulante y anodina, que no aporta nada a las imágenes o a la narración, ni deja huella alguna en la memoria del espectador.

Prometheus 4

“Prometheus” cierra con un final abierto y sin ninguna respuesta a las múltiples cuestiones que plantea, supuestamente delegando la resolución de las mismas en las subsiguientes secuelas que ya se preparan de esta producción. Sin embargo, si estas nuevas entregas van a llevarse a cabo de la misma manera desganada, incompetente y tramposa, mejor convendría cerrar aquí el chiringuito y no hacer sufrir más a los seguidores de la saga.

Prometheus 5

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