Dentro de los diferentes actos preparados para celebrar el centenarios de los estudios Universal en el Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife, FIMUCITÉ, se han ideado dos ciclos de cine que reúnen diferentes producciones de esta mítica Major estadounidense. El primero de ellos dio comienzo ayer viernes 6 de julio en TEA (Tenerife Espacio de las Artes) y tendrá lugar hasta el domingo 15, incluyendo un total de 18 películas, bajo el lema “Con Música y Letra”, con sesiones a las 19 y las 21.30 todos los días (menos el jueves 12 y el viernes 13, que sólo habrá una sesión a las 20.30). El elemento común de todos estos títulos viene determinado precisamente por la función de las canciones que integran su banda sonora y que no sólo suponen un componente decorativo o comercial (como es habitual en la mayor parte de las producciones de Hollywood), sino que, sin necesariamente caer en el terreno del musical, actúan como hilo conductor de la acción.
La cinta que abrió el ciclo fue “Música y Lágrimas”, cinta biográfica sobre el músico Glenn Miller y la formación de su legendaria orquesta, dirigida en 1954 por Anthony Mann y protagonizada por James Stewart y June Allison, con la participación especial de artistas como Louis Armstong o Gene Krupa entre muchos otros. La película no sólo escenifica la creación de temas míticos como "Pennsylvania 6-5000" o “Moonlight Serenade” (con participación de algunos de sus músicos originales y arreglos de Henry Mancini en uno de sus primeros trabajos para el cine), sino que los vincula perfectamente con acontecimientos de la vida del músico.
Del jazz de Glenn Miller, el ciclo nos llevó al más puro sonido del rythm & blues de Chicago con “The Blues Brothers. Granujas a todo Ritmo”. Tomando como excusa a los míticos personajes creados por John Belushi y Dan Aykroyd para el programa “Saturday Night Live” y escenificando algunas canciones más representativas de este estilo musical que van acompañando a nuestros héroes en su “misión divina” para salvar el orfanato en el que se criaron. La cinta, dirigida por John Landis en 1981, consigue reunir a figuras legendarias de la música americana como Cab Calloway, James Brown, John Lee Hooker, Aretha Franklin o Ray Charles.
La sesión de hoy sábado se inaugura con la comedia “Todo sobre mi desmadre”, título protagonizado por Russell Brand y Jonah Hill, que presenta las desventuras de un inexperto agente musical con el fin de llevar a una excéntrica figura del rock retirada a un concierto que puede suponer el regreso triunfal del artista. Con guiños directos, y no siempre amables, al mundo de la industria discográfica y el rock americano, la película cuenta con un conjunto de canciones creadas expresamente para la película, que no sólo sirven de espléndido componente humorístico, sino que además ayuda a definir las características de los personajes principales.
“Movida del 76” es una comedia de corte nostálgico y generacional creada por el cineasta Richard Linklater, donde se nos presentan las experiencias de un conjunto de estudiantes en su último día de instituto de un pequeño pueblo de Texas. Como es habitual en este director, las canciones están cuidadosamente escogidas con el fin de ilustrar la época, el ambiente en el que se desarrolla la trama, definir a los personajes y enfatizar algunas secuencias en concreto. Dentro de este amplio espectro de canciones, destaca por derecho propio el “School’s Out” de Alice Cooper, pero también podemos encontrar otros temas como “Sweet Emotion” de Aerosmith, “Why Can't We Be Friends" de War o “Livin' In The USA" de Steve Miller.
Para el domingo 8, Fimucité y TEA nos llevan a la Milla 8, uno de los barrios marcados por la pobreza, la criminalidad y los conflictos raciales de Detroit, para presentarnos la historia de un joven rapero que utiliza la música para escapar de este entorno social desarraigado y decadente. Protagonizada por el cantante Eminem en su primer papel en el cine, “8 Millas” destacó gracias a la precisa dirección de un veterano como Curtis Hanson, el apoyo interpretativo de una madura Kim Basinger y una joven Brittany Murphy, y sobre todo gracias a su banda sonora, que logró el mérito de que la conservadora Academia de Hollywood le otorgara por primera vez un Oscar a una canción de hip hop (algo que repetiría tres años más tarde el grupo 3 Mafia con la película “Hustle & Flow”).
De la degradación social de “8 Millas” pasaremos al vacío existencial de “Lost in Translation”, una peculiar historia de amor entre un veterano actor en decadencia y una joven carente de objetivos en la vida en el entorno postmoderno de la cuidad de Tokio. La cinta sirvió para evidenciar al público general las habilidades dramáticas de un humorista como Bill Murray, con un personaje en el que se confunde ficción y realidad, además de permitir dar el salto a la madurez como actriz a Scarlett Johansson. La directora Sofia Coppola siguió definiendo con este título un peculiar estilo, ya esbozado en “Las Vírgenes Suicidas”, donde la selección de canciones realizada por la cineasta se convierte en un elemento determinante para poder adentrarnos en la psicología esquiva de los dos protagonistas.
Coincidiendo con la inauguración oficial de Fimucité el lunes 9, TEA nos propone una velada cargada de acción. En primera convocatoria, nos llega “Calles de Fuego”, uno de los clásicos del cineasta Walter Hill de la década de los 80, con Michael Paré como impertérrito héroe y un debutante Willem Dafoe dejando ya claro que su peculiar rostro estaba esculpido para hacer de villano. De trasfondo una trama de secuestro de una estrella del rock lo que dejó el camino abonado para ofrecer una de las bandas sonoras más potentes de la década.
La década de los 80 también estuvo musicalmente marcada por le éxito dela serie de televisión “Corrupción en Miami”. Veintidós años más tarde, su creador, Michael Mann, quiso revisitar aquel clásico catódico, adaptado a los nuevos tiempos y ajustado a su nueva narrativa. Los originales Don Johnson y Phillip Michael Thomas eran sustituidos por Colin Farrell y Jamie Foxxx, sin perder por ello un ápice de chulería. En el terreno musical, la partitura de Jophn Murphy se plegaba a la perfección al estilo marcado por las potentes canciones seleccionadas por el director, incluyendo artistas como Moby, Linkin Park, Audioslave, Mogwai o Blue Foundation, y decisivas a la hora de marcar el tono y el ritmo de la narración.
La rebeldía juvenil, la nostalgia y el paso de la adolescencia a la madurez se convierten en los temas principales de las dos siguientes películas del ciclo. Con “American Graffiti”, un George Lucas previo a “Star Wars” dejó patente su pasión por los coches y la música de los años 60, al mismo tiempo que ofrecía un afinado retrato generacional protagonizado por un reparto coral liderado por Richard Dreyfuss, Ron Howard, Charles Martin Smith, Paul Le Mat y Candy Clark (con breves apariciones de unos desconocidos Suzanne Sommers o Harrison Ford). De fondo la voz del mítico Wolfman Jack, uno de los disc jockeys más influyentes de la radio de la época, sirve de hilo conductor para enlazar la acción con una amplia selección de temas clásicos.
“El Club de los Cinco”, por su parte, se convirtió en el máximo eslabón del cine juvenil de los años 80 firmado por el insigne John Hughes. Partiendo de los clichés típicos de un instituto (el rebelde, el deportista, la rara, el friki y la pija), establece un ambicioso desarrollo de personajes, convirtiendo una película de adolescentes en un profundo análisis de los miedos y dudas que surgen durante este periodo vital, alzándose la cinta como un auténtico canto a la juventud. Para ello, resultaba fundamental el apartado musical, consiguiendo que la selección de canciones no sólo atrajera al público juvenil a la sala, sino que también estableciera el contexto necesario para acercar a estas cinco personalidades aparentemente divergentes.
La música negra en Estados Unidos ha cumplido siempre una función racial y reivindicativa, algo que podremos comprobar el miércoles 11 con las dos películas elegidas para este día. “Cuando Éramos Reyes” es un oscarizado documental que nos acerca al mítico enfrentamiento pugilístico entre Muhammad Ali y George Foreman en 1974 en Zaire. El combate superó los límites de cualquier evento deportivo y se convirtió en todo un acontecimiento social, cultural y racial. La película de Leon Gast no sólo hace referencia por lo tanto a los dos boxeadores, sino que refleja también la importancia que la música cobró en aquel momento, con artistas como James Brown o B.B. King.
Para el discurso racial de sus películas, el cineasta Spike Lee también se ha apoyado enormemente en la música negra, como dejó claro en la cinta “Haz lo que Debas”. La acción está centrada en Brooklyn, marcando las confrontaciones racistas entre los italianos y los afroamericanos. El propio Spike Lee se encarga del papel principal, mientras que el rol del antagonista recae sobre un magistral Danny Aiello, quien recibió una nominación a los Oscars en 1990 por este papel. Las canciones que integran la banda sonora participan también de ese duelo racial, definiendo el carácter cultural de los dos adversarios.
El jueves 12 y el viernes 13, con motivo de la celebración del taller “El Camino a la Composición Cinematográfica”, el ciclo se reduce a una película cada día. El jueves le toca el turno a “Carretera Perdida” de David Lynch. La cinta supuso el regreso del cineasta a su universo particular, morboso y oscuro, tras cinco años alejado de las salas de cine tras el fracaso de “Twin Peaks. Fuego Camina Conmigo”. Para esta historia de crímenes, personalidades escindidas y erotismo, el cineasta volvió a contar con su compositor habitual, Angelo Badalamenti, pero la producción musical se la entregó a Trent Reznor, quien aportó su toque personal no sólo con alguna composición propia, sino involucrando a otros artista, como David Bowie, Lou Reed, Marilyn Manson o Rammstein. Como es recurrente en el cine de Lynch, la música sirve para dar al conjunto un valor más poético, añadiendo capas de lectura a la ya de por si compleja narrativa visual.
El viernes 13, Martin Scorsese nos ofrecerá una compleja mirada al mundo del crimen organizado en “Casino”. El trasfondo criminal de la ciudad del pecado, el auge y la caída de dos mafiosos de medio pelo enriquecidos gracias a los negocios sucios de Las Vegas y una historia de amor obsesivo y destructivo sirven de excusa para ofrecer una panorámica por la historia reciente de Estados Unidos (concretamente las décadas de los 70 y 80). Como ya hiciera en “Uno de los Nuestros”, Scorsese no sólo se apoya en el diseño de producción, el vestuario y la peluquería para marcar el paso del tiempo. También las canciones que van acompañando a cada secuencia están cuidadosamente escogidas para dejar patente el periodo temporal en el que tiene lugar la acción, al mismo tiempo que complementan a la perfección a los personajes y el ambiente.
A finales de los 80, principios de los 90, el cineasta John Waters, máximo exponente del cine basura, empezó a suavizar el tono decadente y repulsivo de sus producciones anteriores, para ofrecer un discurso más afín al cine mainstream, pero no por ello desprendido de su habitual tono subversivo. “Cry Baby” recuperaba a parte de su equipo habitual (a destacar Ricki Lake, descubierta dos años antes con “Hairspray”) y lo fusionó con una joven estrella de la televisión (un Johnny Depp que de esta manera soltaba un decidido corte de mangas a las intenciones de los estudios de transformarlo en un ídolo juvenil) y una ex reina del porno (Traci Lords, en su segundo papel como actriz convencional). La trama se desarrollaba en el Baltimore de la década de los 60, escenificando con ironía postmoderna la eterna confrontación entre Squares y Greasers de acuerdo a los clichés del cine rocker de la época. Para ello, las canciones debían jugar un papel relevante, no sólo definiendo las diferencias culturales, sociales de ambos grupos, sino marcando la personalidad conflictiva del protagonista y su amor por la Square rebelde interpretada por Amy Locane.
En su debut como director, Robert DeNiro tomó como modelo el cine de Martin Scorsese, escogiendo para ello una historia cercana a las que él mismo había interpretado para el director de “Toro Salvaje”. “Una Historia del Bronx” estaba basada en una obra teatral de carácter autobiográfico del actor Chazz Palminteri, quien se guarda para sí uno de los papeles más golosos de la función. Al igual que sucediera en “Malas Calles” o “Uno de los Nuestros”, las canciones de la película ayudan a dar verosimilitud a la acción, buscándose temas que hubiesen sonado en esas conflictivas calles en aquellos años convulsos.
El ciclo llegará a su fin el domingo 15 con dos títulos excéntricos, reconvertidas en fenómenos de culto. El amor de los hermanos Coen por la serie negra ha dado como resultado películas muy diversas, desde el clasicismo de “Muerte entre las Flores” o “El Hombre que Nunca Estuvo Allí” hasta la descarnada comedia negra de “Fargo”; sin embargo, “El Gran Lebowski” va más allá de su excusa argumental con falsos secuestros, detectives de medio pelo, ex veteranos de Vietnam, ladrones de alfombras, artistas postmodernas con antojos de maternidad y bolos. Con uno de los héroes más ineficaces desde el Jack Burton de “Golpe en la Pequeña China”, la película reúne a un conjunto de personajes estrambóticos y los sitúa en un universo extraño y absurdo, donde las fantasías oníricas no resultan más disparatadas que la propia realidad. Es por ello que la música ofrece una heterogénea selección de canciones, que parecen no tener orden ni concierto, pero que bajo la lógica aberrante de la trama, cumplen una función irrevocable.
Lo mismo podemos decir de “Scott Pilgrim contra el Mundo”, adaptación de la novela gráfica de Bryan Lee O'Malley, donde el director Edgar Wright, después de visitar género como el terror con “Zombies Party” o las buddy Movies de los 80 con “Arma Fatal” se esfuerza con una obra mucho más ambiciosa, pensada para un público muy específico, capaz de asimilar las múltiples referencias al mundo de los videojuegos, el cómic y, por supuesto, el rock indie (con artistas como Frank Black, Bluetones, T-Rex, Broken Social Scene o Beck). De esta manera, este ciclo que nos ofrecen FIMUCITÉ y TEA culmina con una película verdaderamente heterogénea y postmoderna, una obra con vocación de ser diferente y novedosa, acorde a toda una nueva generación de espectadores cinematográficos.
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